La pobreza de los Religiosos en el momento presente

José Ma. Guerrero sj





volver a la página principal

El cristiano, peregrino' entre el ya de la Pascua de Cristo y el todavía no de la Pascua de la Humanidad, vive en el período de la economía del Espíritu Santo. La Iglesia camina hacia la parusía del Señor. El "ahora" de la Iglesia es el "hoy" del Espíritu Santo. Un HOY Y UN AHORA que se prolongarán a lo largo de nuestro camino hacia el encuentro definitivo con el Señor.

Cristo a través del Espíritu unifica al pueblo escatológico, a pesar de nuestras torpezas y nuestros egoísmos, lo acrisola, lo vivifica y lo lleva a toda la verdad. El Espíritu Santo es la garantía de la Iglesia (2 Cor 1,22; 5,5).

La Iglesia es una realidad esencialmente pneumática y, por eso, urge estar alerta al Espíritu del Señor que es el que dirige radicalmente a su Iglesia.

A la luz de esta primitiva pero grandiosa verdad habría que interpretar muchas de las cosas que están sucediendo en la Iglesia, LA IGLESIA POBRE E IGLESIA DE LOS POBRES.

El Concilio de la Pobreza

Sí el Concilio Vaticano II no fue de hecho, como algunos pretendían el concilio de la pobreza; es verdad, sin embargo, que se oyeron graves llamadas para hacer verdad la famosa frase del buen Papa Juan; "La Iglesia es de todos, pero, sobre todo, de los pobres". No fueron pocos los Padres que tocaron el tema: desde Mons. Franic que, con una sinceridad encomiable, achacó todos los fallos del orden episcopal en la santidad a la falta de evangélica hasta la emocionada e insistente voz del Cardenal Lercaro que, el 6 de Diciembre de 1962, lamentó dolorosamente el silencio sobre la pobreza del primer esquema de la Constitución De Ecclesia.

Era necesario poner en evidencia la doctrina evangélica de la pobreza de Cristo en la Iglesia, de presentarla como el signo y el modo de la presencia y de la virtud salvífica del Verbo encarnado entre los hombres. La evangelización de los pobres debería ocupar el puesto central por derecho propio.

La originalidad del mensaje cristiano sobre la pobreza sólo se comprende a la luz del misterio íntimo y personal de Cristo pobre. Para los cristianos la pobreza no es un problema sociológico, ni un programa económico, ni una teoría moral o una disquisición filosófica.

El evangelio nos obliga a definirla "como un misterio en relación directa y esencial con la cristología, con Jesús en cuanto Mesías y juez escatológico"

Mons. Ancel, en una conferencia en Turín, el 15 de 1964, había apuntado la razón quicial para la pobreza de la Iglesia: "La Iglesia debe seguir el mismo camino de Cristo porque es su fidelísima esposa. Debe ser pobre porque Cristo fue pobre. Debe renunciar a toda gloría y toda riqueza porque Cristo renunció. Debe esforzarse continuamente por llegar a los más alejados, con una especial predilección por los que sufren, por los pecadores.

En el realismo de su Encarnación Redentora

Gauthier lo diría más sacudidamente en su mensaje al Concilio: "La esperanza de los pobres, ante todo y sobre todo, es la de encontrar a Jesús, el carpintero, que vive en su Iglesia, de poder reconocerlo al descubrir a la Iglesia. Los pobres y los obreros no quieren saber nada de una Iglesia que se dice Esposa de Cristo y se la da de gran señora...

Quieren una Iglesia verdadera auténtica, idéntica a Jesús de Nazareth. Cómo puede la Iglesia vestirse y vivir diversamente de como la quiere y la ama su esposo? La adaptación exterior, la semejanza visible de la Iglesia de Jesús de Nazareth, el carpintero, y en El a todo el mundo del trabajo…puede manifestarse sólo si la Iglesia, ante todo, contempla a su Esposo en el realismo de la encarnación redentora.

El Obispo de Tananarive contó la siguiente vivencia: El año pasado durante el Concilio iba un día en el autobús (de servicio público). Un hombre me miró sorprendido y no precisamente porque yo fuese negro y me dijo:

- Es usted, Obispo? Sí le respondí.

- Increíble. Nunca hemos visto a un obispo en autobús. Todos son ricos. Tienen su lujoso- coche personal. Como me parece que es Ud. sencillo, permítame que le haga una confidencia. Nosotros creemos en Jesús porque era pobre y sincero pero no podemos creer en la Iglesia porque es rica. Nos enseña a vivir una pobre vida pero ella vive espléndidamente. Cristo? sí. Iglesia? no.

En tiempo del Concilio, un periódico italiano, no sé con qué intención, presentó a sus lectores una página dividida en dos columnas: en una, publicaba, los discursos de los Padres conciliares sobre la pobreza; en la otra, el precio de la cruz pectoral, el anillo pastoral, etc.

La madurez de nuestros lectores sabe juzgar estos hechos, sin agrandarlos más de lo que dan de sí. Todos conocemos gestos estupendos de no pocos obispos en este período postconciliar.

La Iglesia: Sacramento de Cristo

Si la Iglesia, es Sacramento de Cristo, tiene que vivir, como El, el despojo de la Encarnación y la desnudez de la cruz. El Calvario revela la pobreza en su realidad total y absoluta.

La Iglesia que es "signo" tiene que ingeniárselas para "aparecer" como tal. La pobreza que es el signo de la Encamación tiene que ser también el signo de la Iglesia.

La jerarquía no está puesta para dominar sino para servir. Aislar lo jurídico de la función salvífica es una posible tentación de la Iglesia. "Este encargo (el de los obispos), dice el Concilio, que el Señor confió a los pastores de su pueblo en un verdadero servicio y en la Sagrada Escritura se llama muy significativamente "diaconía", o sea, ministerio (cf.Act 1, 17 y 25; 21, 19; Rom 11, 13; Tim 1,12) "(Constit. Lumen Gentium no. 24).

Y más de una vez les recuerda el Concilio a los que están al frente de la Iglesia “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir" (Mt.10,45).

Siempre que el Espíritu Santo ha querido "renovar" a su Iglesia, ha desencadenado en ella un fuerte movimiento hacia una pobreza evangélica. El Concilio ha sido sólo el comienzo, una llamada a repensar seriamente muchos slogans con los que nos llenamos la boca pero que, a veces, vaciamos el contenido en la práctica.

LA IGLESIA POBRE O IGLESIA DE LOS POBRES debe ser un programa a realizar dentro y fuera de nosotros mismos, una vivencia que transmitir, un misterio que revelar. No se trata de una disciplina ascética sino de una nota de la Iglesia de Jesús de Nazareth, el POBRE de Yahveh.

Y por eso, cuando vemos a un Cardenal encerrarse en una leprosería lejana y anónima para servir a estos marginados (es el Card. Leger) y a un arzobispo que vive como un vecino más en populoso y pobre barrio de una ciudad y a otros muchos obispos que empiezan el éxodo de los palacios porque es difícil SERVIR DESDE ALLI, entonces tenemos que descubrir a través de estos gestos, por originales que parezcan, la originalidad inagotable del Espíritu Santo que empuja a su Iglesia hacía una renovación total y absoluta para que sea como Cristo misterio de salvación. El evangelio, hoy como ayer como mañana, será siempre el "Sí" de Dios, dicho al mundo, a este mundo en sus tres cuartas partes POBRE en Jesucristo.

La redención en la pobreza y en la persecución

El problema que hoy se le plantea a la Iglesia frente a la pobreza es el VIVIRLA PARA TESTIMONIARLA EFICAZMENTE Y ASI REDIMIR A LOS HOMBRES.

Y esto porque la Iglesia es la presencia de Cristo en el mundo, su encarnación a través de los siglos. Lo dice claramente el Concilio: Más como Cristo expresó la redención en la pobreza y en la persecución, así la Iglesia es llamada a seguir este mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación. Cristo Jesús existiendo en la forma de Dios, se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo (Fil. 2,6) y por nosotros se hizo pobre siendo rico (2 Cor 8,9), así la Iglesia aunque para el cumplimiento de su misión se necesita recursos humanos, no está constituida para buscar la gloria de este mundo, sino para predicar la humildad y la abnegación también con su ejemplo. Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos (Lc 4,18) para buscar y salvar lo que estaba perdido, de manera semejante la Iglesia abraza a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún reconociendo a los pobres y a los que sufren la imagen de su fundador pobre y paciente, se esfuerza en aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo( Lumen Gentium N° 8)

Sería interesante hacer la exégesis de los dos textos bíblicos que cita la Constitución (Phil 2,6 y 2 Cor 8,9). No es ahora la ocasión oportuna. Pero digamos en resumen que el misterio de la pobreza es para Pablo el misterio del amor de Cristo misericordioso y compasivo.

Cristo desde sus privilegios de Dios ha hecho la suprema elección: HACERSE UN HOMBRE ENTRE LOS HOMBRES: desde las consecuencias del pecado hasta el supremo vaciarse de su muerte en la cruz. Cristo no quiso la pobreza por sí misma sino por los hombres que quería liberar del pecado para introducirlos en la tierra de promisión de su Resurrección y vida nueva que nos alcanzó. Su anonadamiento, supremo despojo, es la suprema medida de su amor.

Este es el camino de la Iglesia: encarnarse en los pobres para redimirlos: en sus miserias, en sus angustias, en sus sufrimientos. La Iglesia debe convivir con ellos las consecuencias del pecado. El camino de la cruz es también su camino y la expresión máxima de su amor hacia esos hombres que tiene que conducir al Reino definitivo.

Hoy se ha cumplido esta Escritura

Como Cristo debe presentarse la Iglesia como la "enviada” a los pobres para anunciar el evangelio de salvación. Y esto será una nota para reconocerla.

En la sinagoga de Nazareth Cristo se levantó a hacer la lectura. Le entregaron la profesía de Isaías, abrió el rollo y leyó:

"El Señor está sobre mí, porque me ungió para la Buena Noticia a los pobres. Me envió a anunciar a los prisioneros la liberación, y a los ciegos que vería otra vez, a llevar la libertad a los oprimidos, a anunciar el año de la gracia del Señor"(Is. 61,1-2;58,6).

"Y El se puso a explicarles: Hoy se ha cumplido esta escritura ante vuestros oídos" (Lc 4,21). Estas palabras son la historia prolongada de la Iglesia. Debe repetirlas siempre hechas verdad en su vida.

El Reino de justicia y de compasión, absolutamente gratuito y, por eso, expresión evidente de un grande amor, Dios quiere establecerlo con los desheredados de este mundo. Jesús se solidariza con ellos. Lo que se hace a ellos, se le hace a El (Mt 25,40).

La Iglesia tiene que vivir así: abierta a todos los desheredados (y no se piense sólo en lo económico) , a los pobres, a los marginados, a los que sufren. Sólo así podrá realizar su "misión de salvación". La Iglesia no puede amar realmente a Cristo sin amar a los pobres, los privilegiados del Reino. Por este amor a los pobres será juzgada.

Se comprende ahora mejor por qué cuando el Espíritu Santo quiere renovar su Iglesia, la hace sentir en carne viva la llamada insistente y vigorosa hacia una pobreza más evangélica.

Conexión entre pobreza y renovación

Existe una verdadera conexión: "Una sociedad de hombres que tiene como fin primordial anunciar a los hombres la esperanza de la resurrección y confirmarles en ella, que tiene el amor fraterno como norma suprema y que confía en el poder del Espíritu Santo, tiene que mostrarse ante el mundo como una sociedad inerme desvalida, incapaz de imponerse por la fuerza del poder o del dinero, pendiente siempre de la buena voluntad de los hombres".

La pobreza de la Iglesia no es signo y sacramento de la salvación de los hombres en el amor universal que no es de este mundo.

La Iglesia, además, si quiere ser TOTALMENTE misionera y, esto es esencialmente de Iglesia, debe ser TOTALMENTE disponible. Ninguna atadura que la esclavice o coarta su libertad absoluta de movimientos. Y que sepa que su mensaje hoy será rechazado si no va refrendado por una verdadera "encamación" en el medio donde vive. No se trata de imponer. Se trata de liberar. El Espíritu Santo no coacciona externamente sino que seduce internamente.

El religioso: el hombre totalmente consagrado al reino

Es verdad que todo lo que llevamos dicho se aplica a todos y cada uno de los cristianos. Pero es también verdad, como advertía Pablo VI que deben destacarse aquí "de una manera especial quienes pretenden seguir más a Cristo viviendo el sacerdocio o la profesión religiosa".

La Iglesia tiene que vivir la radicalidad de la pobreza si quiere continuar siervo corporativamente fiel a Cristo. La Iglesia llega al despojo total en sus mártires y debe ser ESPECIALMENTE pobre en aquellos que quieren "imitar más de cerca y representar perennemente en la Iglesia el género de vida que el Hijo de Dios tomó cuando vino a este mundo para cumplir la voluntad del Padre" (Const. Lumen Gentium.no.44).

El religioso es el hombre "totalmente" dedicado a la construcción del Reino de Dios. Y por eso, los dos compromisos claves cantidad y pobreza que le dan la máxima disponibilidad.

La pobreza es algo indefinible

"La pobreza religiosa por ser evangélica tiene que ser expresión de amor. Es la expresión de nuestra disponibilidad al Señor, disponibilidad que significa un encuentro con los otros en la amistad y en amor, en otras palabras nuestra pobreza es una pobreza escatológica y una expresión particular de la comunión con todos los hombres que anticipa la comunión eterna. Es también la irrupción de Dios en nuestras vidas, Por lo mismo, debe ser una pobreza dinámica, lo que equivale a decir que la pobreza tiene una función apostólica dentro del mundo de hoy".

Hay algunos que quisieran definir la pobreza, encasillarla en unas cuantas fórmulas. Nos podrían dar la ilusión de que somos pobres y al mundo la impresión de que no somos auténticos. La pobreza es algo definible. Es un estilo de vida. Es una vivencia "personal", es una entrega del corazón a Dios para que a través de El pueda "comulgar" con todos los hombres y compartir todo con ellos. Eso fue la Iglesia para los primeros cristianos.

Pobreza de corazón o alma de pobre pero encarnada. Los pobres-de Yahveh llegarán a la vivencia espiritual sólo a través de la experiencia de explotados vividos días tras día.

Pero dejando a un lado la verdad de la pobreza PERSONAL, sin la que debilitaríamos o traicionaríamos nuestro testimonio, yo quisiera detenerme un poco más en la pobreza COLECTIVA. Creo que los franciscanos inicialmente se hacían pobres no para hacer voto de pobreza sino para vivir en una comunidad pobre. En una comunidad así, casi ni es necesario hacer el voto.

Claro que no conviene recalcar mucho la distinción entre lo colectivo y lo personal puesto "que lo colectivo es lo personal de todos en conjunto".

En realidad hay que ser muy auténticos para vivir con alegría las consecuencias inevitables en el orden personal de la pobreza comunitaria. Propalar abiertamente una pobreza colectiva y quejarse después cuando sentimos personalmente sus efectos no es signo de mucha honradez evangélica.

La pobreza comunitaria un signo más eficiente

Todos lo sabemos bien. Y de ahí el drama de la Institución de la Iglesia y el difícil problema de la pobreza comunitaria de la Iglesia como Institución.

Esto se palpa por todas partes. Es natural que los religiosos vivan intensamente esta preocupación. La viven, creo yo, todos: los de arriba y los de abajo, más o menos agudamente. Y es un síntoma excelente.

Habrá que descubrir las causas profundas de este común malestar. Los religiosos que quieren vivir en autenticidad evangélica su pobreza se quejan de que las casas en que viven y el aparato institucional de sus obras opaquen, en mayor o menor grado, su testimonio. Y quizá por aquí habría que buscar la causa de algunas defecciones. "Una pobreza religiosa, llevada hasta el heroísmo en el interior de una comunidad encarnada en estamentos burgueses y sin proyección social suficiente es difícil que llegue a constituir una mística para el religioso en la época contemporánea”.

Se dice, a veces, para centrarnos en nuestro problema, que las "comunidades no hacen voto de pobreza”. Se entiende esto hoy? La comunidad no es un ente de razón. Es un intercambio, lo más pleno y total que se pueda, de personas concretas, a nivel de persona. Sólo así podrá crearse ese MEDIO AMBIENTE cuya esencia es la amistad auténtica y madura entre todos los miembros en que cada religioso se realiza humana y sobrenaturalmente, en comunión con los demás.

La pobreza comunitaria es también personal. Nuestras comunidades no pueden ser una especie de "sociedades anónimas en las que lo común se independiza de las personas físicas y se diluye en un impersonalismo irresponsable y mecánico".

Un padre Conciliar afirmó, fuera del aula, que no creía en la pobreza de instituciones rnillonarias. No podía conjugar, como muchos otros, la pobreza individualmente profesada por un religioso y la potencia de la institución religiosa a la que pertenece. En el orden DEL TESTIMONIO resulta prácticamente imposible.

Difícil y complejo problema que tal vez nuestro mundo nos ayude a resolver. Los gobiernos, cada vez más, alargan su radio de acción y llegan allí donde la Iglesia llegó con un afán de auténtica ayuda en un entonces histórico más necesario.

Esto quizá libere a la Iglesia de algunas instituciones que podrían difuminar un poco su rostro esencialmente ESPIRITUAL y le ayude a aparecer, cada vez más interesada y disponible siempre para su misión salvadora entre los hombres. A un mundo secularizado y socializado, la Iglesia y los religiosos no puede llevar ni debe, lo que el ya tiene y en mayor medida.

Hemos de integrarnos cada vez más, en el mundo nuevo, sin privilegios de ninguna especie, para ser testigos de una vida nueva y eterna conseguida por Cristo y preanunciar la resurrección futura y la gloria del Reino celestial (LG 44), solo así la ciudad terrena no se edificará en vano (LG 46).

Sugerencia para la reflexión

1. En una sociedad como la nuestra en la que se reconoce más que nunca el VALOR DEL TRABAJO LOS RELIGIOSOS DEBEN VIVIR DE SU TRABAJO, TRABAJAR PARA VIVIR.

2. El religioso debe ser el anunciador de la BUENA NUEVA a los pobres: los POBRE son evangelizados (Mt 11,5) (Está claro que no- se habla aquí exclusivamente de la carencia económica). Ser solidario con ellos : compartir sus problemas, sus angustias, su estilo de vida…).

2.1. Es injustificable que los empleados de una comunidad religiosa tengan un nivel inferior a los miembros de una comunidad.

2.2. Es también extraño que los “profesionales de la pobreza” tengan más amigos en el mundo burgués que en el suyo propio (examinar el nivel dominante de nuestras relaciones…).

2.3. No tolerar privilegios de ninguna especie escudados en el hábito desde los impuestos hasta en el trato preferencial en oficinas, etc.

3. Hay instituciones de tipos paternalistas que anestecian y otras que promocionan socialmente, decir “NO “ a las primeras y decir “SI” a las segundas.

4. Frente a la antinomia SERVICIO que se ha de prestar (a veces de obras e in stituciones económicas fuertes)y TESTIMONIO EVANGÉLICOS (la misión ineludible de los religiosos) se podrían ensayar estas dos etapas:

4.1. Separar la vivienda de la comunidad religiosa del local en que funciona la obre e instituciones. Esto permitirá independencia con respecto al nivel de vida y a la gestión económica y una participación más normal en la vida del pueblo.

4.2. Poner paulatinamente en manos de laicos organizados y con visión adulta y responsable, la organización , propiedades y equipos de la obras.

5. Tenemos que procurarnos por traducir la pobreza eb categorías que entienda el hombre de hoy. Los tiempos cambian y la escala valorativa social también. El hombre de hoy puede encontrar ridículos y absurdos “algunos modos de expresión y pueden sonarles a menudencias pueriles. El ESPACIO y el TIEMPO son los bienes principales (grandes terrenos, grandes casas, no estar sujetos a un ritmo obligado de trabajo).

6. La CLAR recordó a las comunidades que:

6.1. Deben colaborar activamente en la transformación de las estructuras RENOVACIÓN DE ESTRUCTURAS sin las que no se realiza la promoción humana del hombre latinoamericano.

6.2. Deben estudiar cómo hacer realidad la reforma agraria en sus propiedades.

6.3. Que las comunidades de bienes (de las comunidades religiosas debe manifestarse en la contribución gozosa a las necesidades de la iglesia y en el sustento de los necesitados.

7. No se podría, en alguna medida, obviar la dificultad del sustento de los ancianos y los estudiantes (éstos quizá también podrían hacer algún trabajo para ayudarse) con el uso de las Instituciones de que dispone la sociedad en estos casos?

8. Crear pequeñas comunidades experimentales con sujetos bastante maduros para que no hagan peligrar por su irresponsabilidad nuevas formas de pobreza y luego "discernir" en la verdad.



Al final de estas reflexiones, digamos que la complejidad del problema no debe paralizarnos en una inactiva desesperanza. Al contrario abrámonos a una indesmayable esperanza y colaboremos con el Espíritu, con una auténtica disponibilidad, para elaborar la respuesta que hoy la Iglesia debe dar a un mundo, como el nuestro, socialmente hipersensibilizado.









Boletín de espiritualidad Nr. 5, p. 16-23.


ir a la página principal - ir al índice cronológico - ir al índice de autores