La renovación de la vida religiosa en la Iglesia y en el mundo de hoy

B. De planque op





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Los religiosos, en su deber de ayudar a la renovación de la Iglesia, han de empezar por renovarse a si mismos en su vida religiosa renovando las estructuras de la misma y adhiriéndose al llamado del Concilio.

La pregunta es: ¿cómo lograrlo? ¿Qué hacer para que en esta renovación todos unamos en vez de dispersarnos en mil estériles discusiones? No basta la simple adhesión intelectual al Concilio. Se precisa cierta línea de conducta en esta operación. Ni basta refugiarse en el conflicto generacional "renovadores" contra "conservadores".

Es necesario que la renovación se inscriba realmente en la búsqueda en común de una fidelidad renovada a la propia vocación intentamos hacer un aporte a esa unanimidad. Queremos proponer una regla general de renovación de la vida religiosa ubicándola, en una primera parte, dentro del aggiornamento general de la Iglesia y, luego, en una segunda parte, dentro del contexto del mundo moderno en transformación. Pensamos que esta renovación de la vida religiosa en función del mundo ha sido iluminada por la nueva visión eclesial de la constitución Lumen Gentium.

1. Renovación de la vida religiosa y de la Iglesia

El Concilio, después de largas discusiones, ha con seguido cierta unanimidad por lo que se refiere a la renovación teológica de la misión de la Iglesia en el mundo. Ahora bien, la vida religiosa esté íntimamente ligada a dicha misión. Por eso es preciso examinar primero esa renovación de la Iglesia fundamentada en una renovada eclesiología para luego sacar las consecuencias apropiadas a la vida religiosa.

a) La renovación de la Iglesia: El Concilio Vaticano II tuvo una intención pastoral. Lo cual no quiere decir que intentara buscar nuevos y artificiosos proselitistas, sino que pretendía acercar la fe al hombre de hoy. Poco a poco la línea directriz se fue perfilando con las decisivas contribuciones. de los cardenales Montini y Suenens; lo que importaba preguntar era "¿Qué es la Iglesia?", renovar la teología de la Iglesia. Así nació la Lumen Gentium.

Si Trento había parido de la Iglesia como sociedad visible, el punto de partida de L.G. es el del "misterio de la Iglesia". Misterio no tanto en el sentido de secreto sino en cuanto realidad humano-divina de la Iglesia. Se definía a este misterio como preparación del Reino. La Iglesia es un lazo entre el mundo y el Reino totalmente realizado en la gloria de Dios. En la definición de la Iglesia el mundo está ahí presente. Si la Iglesia es misión en el mundo no puede por menos que dialogar con él en el aquí y en el ahora.

b) Renovación de la vida religiosa

I. Hacia una definición de la vida religiosa.- Dos consecuencias inmediatas brotan de lo anterior. No será posible la unanimidad en las comunidades religiosas si antes no estamos de acuerdo en lo que significa la vida religiosa. Otra consecuencia es que no puede darse una definición sino la ubicamos en la línea de renovación eclesiológica: la vida religiosa "en el misterio de la Iglesia".

La L.G. subraya que los religiosos no forman un grupo "especial" en el seno de la Iglesia. Los religiosos no se sitúan como grupo intermedio entre los sacer- dotes y los laicos. Se abandona, pues, la antigua división en tres grupos. En cambio los religiosos se van a distinguir a partir de una referencia particular al misterio de la Iglesia: "Los consejos evangélicos... que estando fundados sobre la Palabra del Señor...constituyen un don divino que la Iglesia ha recibido del Señor". La vida religiosa tiene una íntima relación con el misterio de la Iglesia porque está ligada en su ser mismo al Reino. Es anuncio y manifestación del Reino, "atestigua la existencia de una vida nueva y eterna adquirída por la redención de Cristo, anuncia la resurrección venidera y la gloria del Reino...". La vida religiosa es signo del Reino, un signo que puede y debe ejercer una influencia eficaz en los miembros de la Iglesia en el cumplimiento valiente de los deberes de su vocación cristiana. Signo del Reino, la vida religiosa se presenta como un sacramento del misterio de la Iglesia, siendo la Iglesia misma sacramento de Cristo.

Esta fidelidad a la vocación de signo debe ser la verdadera inspiración de la renovación. La necesidad de aggiornamento se hace sentir en la medida que la significación de la vida religiosa se ha debilitado. E insistamos que no sólo tiene qué ser "signo", sino "signo del Reino". Puede ser signo negativo en cuanto manifieste rechazo del mundo, miedo a la vida; también puede ser signo pero de mera grandeza humana, de fuerza, de estoicismo mas que testimonio de los valores del Reino. Se trata de dar testimonio de la vida nueva en Cristo, de la transcendencia del Reino de Dios. En una palabra, se trata de vivir la caridad de Cristo como fundamento explícito de la vida de una comunidad. Para esto habrá que recurrir a las fuentes evangélicas y al carisma fundacional propio de cada familia religiosa.

c) La comprensión del signo de la vida religiosa. Además de ajustarse a la realidad significada, es necesario renovar la calidad misma del "signo", es decir su fuerza significativa, comprensible para los hombres de hoy.

* Significación para los creyentes: todos son llamados en la Iglesia a la santidad, al cumplimiento valiente de su vocación cristiana". La castidad de los consagrados a Dios es el signo de que el amor que los esposos viven en el matrimonio lo vivirán un día directamente en Dios. La pobreza les recuerda que Dios es su única herencia y que El triunfará sobre el dinero. La obediencia religiosa será signo de la superación de un conflicto que atormenta a todo cristiano entre la fidelidad al mundo y la fidelidad al Reino.

* Significación para el no-creyente: el signo de la vida religiosa podrá aparecerseles como una iriterrogación que es la interpelación misma sobre Dios. Desde luego la caridad que viven los laicos ha de proporcionarles este signo cuestionante, pero la profesión religiosa tiene que aportarles toda su fuerza y transcendencia: la supereminente grandeza del poder de Cristo Rey y el poder infinito del Espíritu Santo que obra en la Iglesia de modo admirable.

* Pero el verdadero problema es que a pesar de que la caridad es siempre un signo elocuente para creyentes y no-creyentes, surge la pregunta: ¿de hecho, hoy día, es perceptible el signo de la vida religiosa? Es un problema sociológico. Los signos que eran comprensibles para la sociedad tradicional no lo son ya para el hombre moderno. La vida religiosa ha sido estructurada con relación a un mundo que ha dejado de existir en los países desarrollados. Al hombre de la sociedad industrial, la vida religiosa le produce la impresión de que se desenvuelve en otro universo.

* Algunas conclusiones se desprenden:

- Más que el apostolado de los religiosos ha de ser su vida misma la que sea anuncio del Reino.

-La fidelidad a la vocación religiosa tiene que concretizarse en fidelidad a este signo.

- Renovación no es tirar por la borda todo lo que existe. Hoy, como ayer, la vida religiosa está fundada en una roca: la Palabra de Dios invitando a escuchar el llamado de los consejos evangélicos. No se trata de demoler para partir desde cero, sino de podar un gran árbol. para, que dé más y mejores frutos.

- La unanimidad supondrá también una conversión del corazón que nos purifique tanto de prudencias conservadoras demasiado instaladas como de tentaciones hacia un modernismo mundanizaste.

En una palabra, así como es necesaria una Iglesia mundo sea para el mundo pero que no sea del mundo igualmente la vida religiosa.

2. Renovación de la vida religiosa y transformación del mundo

Hasta aquí hemos visto que la vida religiosa para que sea signo del Reino debe ante todo volver a las fuentes (evangelio y carisma institucional)-. Pero al mismo tiempo es necesario una purificación, un barrer "el polvo constantiniano", un profundo cuestionar instituciones más o menos esclerotizadas; en una palabra, que la vida religiosa presente una imagen rejuvenecida en una Iglesia también rejuvenecida.

En la renovación del signo que es la vio a religiosa no debemos caer en el arqueologismo, creyendo que se trata meramente de restaurar antiguos documentos, aunque afirmamos que lo esencial de la vida religiosa radica en algo inmutable consejos evangélicos, anuncio de los valores transcendentes del Reino, las formas de proclamar ese mensaje son infinitamente más flexibles ya que están en estrecha simbiosis con la vida de los hombres en el mundo.

Aclaramos que al hablar aquí de la vida religiosa nos referimos a la estructura sociológica, a la estructura social y no a la vocación personal del consagrado. Si constatamos una estructura anacrónica estructura de vida religiosa no negamos con ello todo el valor que pueda existir en la consagración generosa de los religiosos en particular. Pero ese plano de la vocación personal debe coincidir con el de la estructura social en la función de signo del Reino; porque la perfección de la caridad debe comprender un llamado a significar los valores del Reino en este mundo y por tanto requiere la necesaria revisión de la estructura social.

a) Transparencia de la vida religiosa en la sociedad tradicional

I. Características de la sociedad tradicional.- Si tomamos como ejemplo una abadía cisterciense y comparamos su estructura social con la de una villa feudal del siglo XII veremos que ambas presentan una estructura jerárquica semejante: Abad, religiosos de coro y legos por un lado; el señor, hombres libres y siervos por otro. Un mismo ritmo de vida campesina, de trabajo manual y todo regido por la sucesión de las estaciones y las fiestas litúrgicas; igual sociedad económica y política reducida y quasi autárquica; un mismo estilo de relaciones sociales de tipo padre-hijo: el Abad es el padre de sus monjes y éstos lo son de los legos; en la familia el esposo juega el rol de padre para con su mujer; el señor es el padre de sus vasallos, el artesano lo es de su gremio de aprendices. Dependencia absoluta. Necesidad, por tanto, de estar muy estructurados.

La gran mayoría de la sociedad está constituida por los "minus", los iletrados, incapaces de subsistir fuera de la pertenencia a un grupo.

Toda la sociedad tradicional está guiada por la experiencia y no por la ciencia, de allí el real privilegio de los ancianos.

II. La vida religiosa en función de esta sociedad.- ¿Cuál era pues, la significación de los consejos evangélicos para los miembros de la sociedad feudal tal como esos consejos eran ecarnados por los monjes?

La obediencia religiosa es el ideal para todos los miembros de la sociedad civil, proclama que siempre es a Dios a quien se obedece. Por otra parte, la relación superior-súbdito debe ejercerse en forma paternal y no tiránica, a ejemplo del Abad. La pobreza de los monjes aparece como un trabajo manual en sumisión a Dios; economía precaria de una sociedad precaria, cuidando de que cada uno tenga lo mínimo necesario, puesta en común de los recursos…La castidad de los religiosos manifiesta la transcendencia de la caridad que sobrepasa la simple solidaridad de los lazos de sangre, pero, en aquella época dejaban de lado otros valores: los matrimonios se ordenaban al bien de la familia olvidando el valor del encuentro personal en el amor.

La estructura global de aquella sociedad era una estructura de cristiandad, lo que acentuaba más la comunicación entre la vida religiosa y la civil. Quizás el Abad era a lo vozseñor de la villa y los campesinos podían ver de cerca lo que sería la vida si verdaderamente fuera Dios todo en todos, si los valores del evangelio fueran la ley de la sociedad. Entonces para ellos la Abadía era el Reino de Dios inaugurado en la tierra, figura ideal de la sociedad. La estructura civil de la sociedad se sirve de los elementos que la vida religiosa da forma a la vida monástica. En sentido inverso, la sociedad religiosa da forma la sociedad civil (civiliza, educa, enseña, cura, etc.).

En la evolución de las formas de la sociedad tradicional a lo largo de los siglos podernos ir encontrando ejemplos semejantes de esta intercomunicación, tanto en la época de las órdenes mendicantes como en congregaciones más modernas. Desde el punto de vista sociológico, a pesar de la evolución y de las transformaciones, aparecen las constantes de la sociedad tradicional en las estructuras religiosas.

b) Divorcio entre el mundo moderno y la estructura de la vida religiosa

I. Características de la sociedad industrial moderna tal como tiende a imponerse en el desarrollo de los países.

Economía: interdependencia económica (y política) a nivel nacional e internacional, en vez de la autarquía de los pequeños grupos.

- fin de la dominación de la naturaleza sobre el hombre.

- dependencia individuo-sociedad por la participación de éste en un proceso complejo de producción y consumo.

- el trabajo ya no es relación directa entre el hombre y la naturaleza, sino participación en un proceso colectivo de producción.

- salario (más en función de la responsabilidad que del desgaste físico).

-posibilidad de elección del consumidor.

Familia: deja de ser centro de producción

- deja en gran parte la función educadora.

- queda casi sólo como centro de consumo, pero con la ventaja de reencontrar su gran función en el dialogo interpersonal. El amor se destaca como condición esencial de la vida familiar.

- desarraigo geográfico.

Vida social:

- irrelevancia de los vínculos de sangre

- individualismo-personalidad. Emancipación de la persona a nivel de la sociedad global (igualdades patrono-obrero, marido-mujer, los niños aspiran a una educación que respete su personalidad).

- socialización que contrapesa el individualismo.

- secularización (fin de la cristiandad)

- indiferencia religiosa (la religión 'sociológica" o cede el paso a la fe personal o desaparece)

- multiplicidad de roles sociales.

- valores más apreciados:
* espíritu de iniciativa.
* responsabilidad
* diálogo democrático.

II) La vida religiosa como contravalor.

Los valores de la vida religiosa presentados en la estructura tradicional aparecen como contra-valores para la sociedad contemporánea:

La pobreza religiosa se presenta como privilegio. Incluso los religiosos que trabajan manualmente aparecen ajenos al proceso de la producción. La pobreza verdadera para el mundo moderno es aquella del que depende únicamente de un salario y participa sólo materialmente y no directivamente en ese proceso. La religiosa que se afana todo el día en la sacristía, "no trabaja" a los ojos del hombre de hoy: tan sólo "se ocupa".

La obediencia religiosa: incomprensible para una sociedad democrática. Aparece como grave alienación de la libertad y rechazo de la responsabilidad de desempeñar un papel social.

La castidad ya no presenta el valor de espiritualización de una solidaridad más profunda que los vínculos de sangre. Frente al amor interpersonal aparece como deshumanización, esterilización para amar.

Vistos así los consejos evangélicos ahuyentan a los candidatos a la vida religiosa por temor de no responder a cualidades adultas que exige el mundo de hoy. Lo que hasta ayer era un incentivo para vocaciones auténticas se convierte en algo insoportable para quienes han abierto los ojos a las exigencias y valores del mundo actual. Por otra parte los laicos, aunque respeten esta forma incomprensible de vida para el hombre normal, no reciben de ella ningún especial llamado a la santidad porque la interpretan como condenación del mundo.

El cambio y la evolución en los religiosos transcurre de un modo distinto del que se percibe en la sociedad civil. En ésta las realidades sociales se van transformando. Entre muchos religiosos, en cambio, en general, se suele esperar un cambio de las reglas o constituciones para admitir la evolución y con frecuencia tan sólo son cambios en los detalles y no en las estructuras.

Queremos subrayar que no se trata de una condenación de la vida religiosa lo que estamos exponiendo aquí, sino un acto de fe en su misterio el que inspira nuestro análisis sociológico. Es el elemento exterior, su estructura social, lo que debe evolucionar para que sus valores profundos aporten al mundo su mensaje salvador.

III) Para una renovación del diálogo entre la vida religiosa.

Fe fundamental en la renovación. La voluntad de ser signo del Reino para el mundo es la fe fundamental para esta renovación. La evolución no se logrará eficazmente sino en y a través de un renovado diálogo con el mundo. El gran peligro sería intentar hacer una renovación autónoma de la vida religiosa. Otro camino peligroso sería contentarse con una modernización, una sim pie "adaptación" (Este el peor término utilizable en una renovación, ya que tiende a expresar una mundialización).

La vida religiosa, según la Lumen Gentium, se define por su relación con el mundo. Para que la relación entre los valores evangélicos y los valores del mundo permanezca es necesaria la evolución de la estructura social de la vida religiosa.

Los consejos evangélicos, hoy

La obediencia "hasta la muerte y muerte en Cruz", a ejemplo de Cristo, que fue el fundamento de los monasterios puede inspirar todavía la obediencia que el mundo precisa ver. Pero ha de ser una obediencia activa y responsable. Si el acento estaba puesto en la sumí, sión, hoy debe ponerse en el compromiso voluntario, en la participación con conocimiento de causa.

La pobreza. En una estructura económica simple bastó la puesta en común de los bienes paro imitar a aquél que "no tenía una piedra donde reclinar su cabeza". Hoy la pobreza religiosa deberá asumirse tanto a nivel de la producción como del consumo. En el plano del consumo deberá proclamar un rechazo de la alienación que se da en el consumo material exacerbado e insaciable propia de una economía de abundancia. Rechazo del culto del dinero, no de la producción de bienes ni de los valores positivos del desarrollo económico. La "pobreza debe ser quizá, ante todo, participación en la ley general del trabajo, en la condición del asalariado modesto, en la dura disciplina de la vida, ya sea a su lado o dentro mismo de la casa religiosa. Esto nos permitiría descubrir las verdaderas formas de testimonio de la pobreza que el mundo hoy necesita.

La castidad religiosa. Así como los que están llamados a vivir su unión corporal matrimonial lo hacen al servicio de su encuentro interpersonal en el amor fecundo, de manera semejante la castidad religiosa debe estar al servicio del amor abierto a una comunidad más vasta que la familia. Caridad fraterna sobre la base de la amistad humana. En esto el hombre de hoy sabe fijar su atención. El testimonio de la caridad es el que más perfectamente anuncia el Reino.

Condiciones de la renovación:

a) Respetar el carácter de fenómeno social total que presenta toda estructura especial, religiosa o no. Todos los elementos de una estructura son interdependientes. Es imposible cambiar un elemento, aun superficial, sin tocar las realidades mas profundas. El cambio debe partir de una reforma interior.

b) Necesidad de favorecer una búsqueda global de uia nueva estructura de la vida religiosa. Realización de nuevas experiencias de dialogo entre valores evangélicos y valores de la vida en el mundo. Si la primera condición es la conversión al Evangelio, la segunda es es¬ta fidelidad a las exigencias de las verdades humanas ya que Dios también nos habla a través de las situacio nes humanas.

c) Equilibrio entre estas dos vías de búsqueda son necesarias para la renovación de la vida religiosa (atención a la Palabra de Dios y encarnación). Es necesario interrogar al Evangelio con las preguntas del mundo si se quiere exponer al mundo la interrogación fundamental del Evangelio.

La sociedad moderna, con sus gozos y esperanzas, con sus tristezas y angustias, anda en busca de la comunidad verdaderamente democrática y personalista, donde se abran los valores y los frutos de la amistad y del trabajo. La vida religiosa es la que tiene que anunciar a este mundo a Cristo, el Reino presente en medio de los hombres. La vida religiosa, hoy como ayer, tiene esta misión de ser signo de la unión entre la Iglesia, cuerpo de Cristo, y la humanidad, Pueblo de Dios en marcha hacia el Reino. ¿Sabrá renovarse para cumplir esta misión?









Resumen de "La rénovation de la vie religieuse dans l'Eglise et le monde moderne". B. Depla
que, O.P. en "Suplément de la V.S.", sept. 1966, pp. 339-364. Tradujo: A. Boselli.

Boletín de espiritualidad Nr. 7, p. 16-26.


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