Ejercicios e historia de la salvación

Miguel Ángel Fiorito sj





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0. Introducción

Los elementos histórico-salvíficos – Biblia y tradición – son tan abundantes en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio que el presentar a éstos a la luz de una concepción histórico-salvífica de una salvación cristiana no significa forzar su texto, sino meramente actualizar su presentación.

0.1. Esta presentación puede tener un doble objetivo:

a. Especulativo, consistente en demostrar o explicar el sentido del texto ignaciano, a la luz de una concepción actual de la historia de la salvación.

b. Práctico, o sea, introducir, »con breve o sumaria declaración« (EE [2]) en la práctica personal de los Ejercicios completos, sea durante un mes (corrido o por etapas), sea ocho o diez días (repetición anual).

La exposición que a continuación se hace tiene este segundo objetivo, aunque no se pueda negar que se basa en una interpretación especulativa de los Ejercicios y de la Historia de la salvación; y por esta razón se citan los textos de los unos y de la otra, pero reducidos a los más esenciales y sólo »con breve o sumaria declaración«.

0.2. Los Ejercicios Espirituales completos se hallan en el libro de san Ignacio, con todos sus documentos, incluidos aquellos que pueden ser usados durante su práctica o durante la vida ordinaria (p. ej. EE [261-312], los Misterios de nuestro Señor).

Por razones prácticas y – pensando sobre todo en una práctica intensiva de todos los Ejercicios durante ocho o diez días –, vamos a considerar, como Ejercicios Espirituales, solamente lo esencial y más ignaciano – a nuestro juicio – de los mismos, y que constituye – siempre a nuestro juicio – lo que podríamos llamar la estructura ignaciana de los Ejercicios Espirituales.

Desde este punto de vista por así decirlo estructural, los Ejercicios de san Ignacio están constituidos por el Principio y Fundamento, las Cuatro semanas y la Contemplación para alcanzar amor.

0.21. El Principio y Fundamento introduce en los Ejercicios porque resume, a grandes rasgos, la teoría (plan cristocéntrico y trinitario de la salvación) y la »praxis« (actitud de discreción) de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.

Existe una íntima relación entre el verdadero conocimiento de Dios o conocimiento del plan, economía e historia de la salvación, y la práctica del discernimiento de la voluntad del mismo Dios y Señor de la Historia; y por eso se cree en ambas a la vez, ya que aquel conocimiento se perfecciona y se hace más verdadero con esta práctica y viceversa (cfr. Flp 1,9-10 con nota de la BJ; Rm 12,2; Hbr 5,13-14; Jn 10,14 con nota de la BJ; Os 2,22).

El camino espiritual de los Ejercicios de san Ignacio hace creer en el verdadero conocimiento de Dios (teoría cristiana) mediante las contemplaciones; pero estas están de tal manera propuestas – sobre todo con las contemplacio- nes estructurales, típicamente ignacianas – que desembocan en un »coloquio final« ordenado a la práctica del discernimiento y de la elección de la voluntad de Dios (praxis cristiana).

0.22. Las Cuatro semanas, o cuerpo propiamente dicho de los Ejercicios, se desarrollan en dos grandes etapas:

a. La Primera semana, a la que el Principio y Fundamento introduce mediante la Tercera adición (EE [75]); y que el Rey Eternal recapitula.

La Tercera adición es la presencia, en toda »hora« de la oración, del »Señor« (EE [3], [18]) en cada ejercitante en los momentos »fuertes de los Ejercicios«.

El Rey Eternal, además de su función de recapitulación de la Primera semana, introduce en las tres semanas siguientes (EE [91]) o la vida del Señor »según la carne« (2Cor 5,16).

La Primera semana tiene la peculiaridad de ofrecer, totalmente desarrolladas, sus »meditaciones« fundamentales; y no, como las otras tres semanas, solamente sus contemplaciones estructurales (Rey Eternal, Dos Banderas, Tres Binarios, Tres maneras de humildad), y sus contemplaciones introductorias.

b. La Segunda, tercera y cuarta semana tienen una unidad peculiar, dada por el hecho de abarcar una sola vida del Señor »según la carne« (2Cor 5,16); y por la estructura ignaciana dada, como se acaba de decir, por las contemplaciones que están en la Segunda semana, pero que valen para la Tercera (EE [199]) y para la Cuarta semana (EE [226]).

Además de esta estructura común, las Tres semanas tienen de común el que san Ignacio da, para cada una de ellas, una o varias contemplaciones que introducen en la contemplación de los restantes »misterios de la vidad de Cristo nuestro Señor«.

ba. La Segunda semana – en la parte que se refiere a la elección propiamente dicha (EE [158]) – tiene como introducción las contemplaciones de la infancia del Señor (EE [135]).

La estructura del Evangelio de la infancia de Lucas se parece a la del Rey Eternal (contraposición entre Juan y otros personajes del AT, y Cristo); mientras que la estructura del Evangelio de la infancia de Mateo se parece más a la de las Dos Banderas (lucha entre Herodes y Cristo, o sea, entre la luz y las tinieblas; cfr. san Juan, Prólogo del Evangelio).

bb. La Tercera semana es introducida por las contemplaciones de la Cena y del Huerto, anticipación mistérica y misteriosa de la Pasión.

bc. La Cuarta semana es introducida por la contemplación de la Aparición a la Virgen – Madre de Dios y de la Iglesia –, como prototipo de todas las apariciones del Señor, previas a la Ascensión (EE [300-311]) y a las que esta corona como des-aparición del Señor »según la carne» con el fin de ser »espíritu« (cfr. 2Cor 5,16 ) y 2Cor 3,18) y de enviar al Espíritu (Jn 16,7).



Los misterios de Cristo, contemplados en los Ejercicios durante las Tres semanas, terminan con la Ascensión (EE [226]); y comienzan, en lo que se refieren a la elección, con el Bautismo de Juan (EE [158], [163], [273]): coincidencia notable con la condición puesta por san Pedro para la elección de Matías como apóstol (Hch 1,21-22: »... entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor convivió con nosotros a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros ...«). Esta es la unidad »eleccionista«, por así decirlo, de las tres semanas de los Ejercicios – unidad que se halla también en el texto citado por los Hechos –; y a ella se añade la unidad »unionista« y a la vez eleccionista que le dan, a las tres semanas, todas las contemplaciones estructurales a partir del Rey Eternal.

Por esta doble unidad hemos considerado a las tres semanas como la segunda etapa fundamental de los Ejercicios, precedida por la Primera semana como primera etapa; enmarcadas ambas etapas por el Principio y fundamento y la Contemplación para alcanzar amor.

0.23. La Contemplación para alcanzar amor, si se la quiere entender en su carácter propio de acto final de los Ejercicios, debe ser comparada con el Principio y Fundamento (cfr. 0.21) y con las cuatro semanas (cfr. 0.22).

Como dijimos a propósito del Principio y Fundamento y pudimos repetirlo a propósito de las cuatro semanas, las dos grandes líneas de fuerza de los Ejercicios son la »teoría« o contemplación de Dios (apoyo de la interpretación »unionista«) y la »praxis« o discernimiento de la voluntad de ese mismo Dios que irrumpe de continuo de la historia humana y las hace historia de salvación (apoyo de la interpretación eleccionista«).

Estas dos líneas de fuerza, que no se separan nunca en los Ejercicios sino que se integran desde el Principio y Fundamento y a través de las cuatro semanas, también se integran en la Contemplación para alcanzar amor; y por tanto en ellas conviene hacer la comparación indicada poco más arriba y que es, »con breve o sumaria declaración« la siguiente:

a. La Contemplación para alcanzar amor, respecto del Principio y Fundamento, se extiende en la contemplación de los »magnalia Dei«: este sólo mencionaba la creación (e implícitamente la elevación al orden sobrenatural), y de esta sólo el fin; mientras que aquella hace que cada ejercitante considere no sólo los »magnalia Dei« en la vida de la humanidad sino también en la propia vida del ejercitante (los »carismas personales«, sobre todo los experimentados en los mismos Ejercicios).

Y en lo que se refiere a la »praxis«, el Principio y Fundamento sólo propone introductoriamente una actitud general de »discreción« (»solamente deseando y eligiendo lo que más ...«) mientras que la Contemplación para alcanzar amor, en la »reflexión« que impone en cada uno de sus puntos – y de la que hablaremos a continuación – propone un »amor discreto« (la »caritas discreta« de las Constituciones de la Compañía de Jesús) que debe ser vida ordinaria y no mero »momento« de los Ejercicios Espirituales.

b. La Contemplación para alcanzar amor, respecto de las contemplaciones de las cuatro semanas, tiene la característica de que su coloquio no se halla sólo al final de todos los »puntos«, sino al final de cada uno de ellos; y que en cada uno de ellos puede tomar su forma peculiar (EE [235]: »por el modo que está dicho en el primer punto o por otro que sintiere mejor. De la misma manera se hará sobre cada punto que se sigue«).

Esto ya era una posibilidad en las otras contemplaciones (EE [76]), pero aquí es una exigencia explícita.

La otra característica de la Contemplación para alcanzar el amor es que sus puntos están tomados directamente de la propia vida del ejercitante – o sea, de lo que él encuentra en su vida en el mundo y con los demás hombres –; y, por lo tanto, en la Contemplación para alcanzar el amor se va de la »vida« a la »oración« y no viceversa como sucede en las demás contemplaciones de los Ejercicios.

Es la relación o »círculo de acción-oración« que prefería el beato Fabro, distinto del »círculo de oración-acción« que llegó a prevalecer en la Compañía de Jesús por la ley de la oración matutina.

Cfr. F􏰉􏰊􏰂􏰃 Memorial (1960: 211-212): »... en cherchant Dieu par l’esprit dans les bonnes oeuvres, on le trouve ensuite dans la priere, mieux qu’en le cherchant d’abord dans la priere pour le trouver ensuite dans l’action, comme on le faite souvent«.

En ese »buscar y hallar a Dios en todas las cosas« de la vida ordinaria (véase al respecto las cartas de san Ignacio que exponen el modo de orar que él quería en los jesuitas formados), la discreción es oración continua y la oración en discreción continua, cuanto son posibles y necesarias ambas continuidades (cfr. 0.21, relación de teoría y praxis).

En la medida que la búsqueda de Dios, sea en la acción, sea en la oración, es discreta, se halla al verdadero Dios de la Historia de la salvación, y no meramente una imagen falsa del mismo, que satisface en la oración, pero deja un vacío en la vida ordinaria.

De aquí la importancia que para la verdadera Contemplación para alcanzar amor tiene la experiencia de contemplación y de discreción acumuladas desde el Principio y Fundamento a través de las cuatro semanas de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio; y por eso la Contemplación para alcanzaramor sólo se entiende como último acto de los Ejercicios completos (al menos los practica- dos en forma intensiva y de acuerdo en lo indicado en 0.2).



La breve o sumaria declaración que acabamos de hacer respecto de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio, volverá a ser retomada, en el punto 2, a la luz de lo que a continuación diremos de la historia de la salvación.

Y lo mismo haremos en el »Anexo« práctico, en el que propondremos material bíblico para una práctica intensiva de los Ejercicios completos, reducidos a las meditaciones y contemplaciones sustanciales – estructurales y/o introductorias – que hemos expuesto en esta introducción.

1. Concepción Cristiana de la salvación

El objetivo práctico de este escrito (cfr. 0.1 b) nos sugiere y a la vez nos permite proponer una concepción cristiana de la salvación reducida a unos pocos elementos – para ser exactos sólo cuatro – elegidos de manera que su combinación e inter-relación, y no meramente cada uno por separado o por la mera suma conceptual, configuren una concepción suficientemente rica de la salvación cristiana a cuya luz podemos luego proponer los Ejercicios Espirituales de san Ignacio.

En otros términos, cada uno de los cuatro elementos que vamos a proponer son sólo un aspecto parcial de la concepción de la salvación cristiana; pero han sido elegidos porque a la luz de cada uno de ellos se enriquecen los demás, y se pueden ir explicitando otros aspectos de dicha concepción que habían quedado a la sombra dentro de cualquiera de los cuatro elementos iniciales.

También aquí nos limitamos a una »breve o sumaria declaración« de cada uno de los cuatro elementos que proponemos como aspectos importantes de la salvación cristiana, porque nuestro objetivo no es una exposición completa de la misma, sino, en último término, una exposición de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio a la luz de dicha concepción, y siempre con una orientación a la práctica de los Ejercicios y no a su estudio exhaustivo.

Los cuatro elementos de esta concepción cristiana de la salvación son los que denominaremos en una primera aproximación a su contenido esencial, de la siguiente manera:

a. Salvación-liberación
b. Salvación-salud
c. Salvación-don
d. Salvación-camino

1.1. Salvación-liberación

La liberación es el primer elemento de la salvación cristiana porque ésta se refiere ante todo a un mal de origen (no de creación) del cual nos libera Cristo, así como también nos libera de sus consecuencias (muerte, etc.).

Muchos males se dan en la hsitoria humana y respecto de ellos se puede hablar de »liberación« pero aquí nos interesan – en una primera aproximación – los males respecto de los cuales Cristo nos libera. Por eso la liberación que es el primer elemento de la salvación cristiana no es algo meramente negativo, sino más bien relativo-negativo: no es cualquier negación de cualquier mal, sino la negación (de sus diversos modos hablaremos enseguida) de los males de los cuales Cristo nos libera.

La cruz, la tentación »... enfermedad ... pobreza ... deshonor ...« (EE [23]) son considerados como »males«, y sin embargo Cristo no nos libera de ellos, si por liberación se entiende el ahorrárnoslos en absoluto en este mundo.

En cambio, del pecado original nos libera en absoluto, porque nos saca de él. Y del pecado personal incluso nos libera previniéndonos de él, y ayudándonos a no caer de hecho en él; o nos saca del estado de pecado, si hemos caído en él. La liberación de Cristo es una gracia (véase lo que luego diremos de la salvación-don) que nos justifica del pecado original o personal, que nos previene de este último, o que meramente nos ayuda en la tentación y frente al »mundo, demonio y carne«.

Si se tiene en vista esa ambigüedad – que es riqueza – de la liberación en Cristo y que puede ser o justificación o prevención o ayuda, la gama de »males« respecto de los cuales se puede decir que Cristo nos libera es mayor; y desaparece la limitación que en una primera aproximación pusimos, líneas arriba, respecto de las »liberaciones« que se pueden considerar en Ejercicios.

Existe, además, una relación entre todos esos »males«, comenzando por el pecado original e incluyendo la muerte física –; y por esa relación es obvio que el término »liberación« sea usado – aunque en sus diversos sentidos – respecto de cualquiera de esos males.

Existe además una liberación en Cristo que ya es realidad, por ejemplo, respecto del pecado original y que san Pablo llama simplemente justificación, como distinta de la »sotería« (véase lo que luego diremos sobre salvación-salud); y otra liberación que no es todavía realidad, pero que lo será – por ejemplo, respecto de la muerte física –; y todavía otra liberación que »ya es, pero todavía no« plenamente respecto de otros males.

Esta ambigüedad – que es riqueza y es relatividad – de la liberación en Cristo y por Cristo, hace que consideremos este elemento de la salvación cristiana como relativo-negativo; y como primero en nuestra exposición, por la prioridad del pecado original respecto de los demás males de los cuales Cristo nos libera.

1.2. Salvación-salud

El segundo elemento de la concepción cristiana de la salvación es, por así decirlo, relativo-positivo: la liberación, como »gesta« de Dios en la historia del hombre, tiene en vista la verdadera libertad del hombre: Cristo nos libera para hacernos totalmente libres, con la »gloriosa libertad de los hijos de Dios« (Rm 8,21).

Esta libertad es un bien prometido desde el momento de la creación, y después de la primera caída en el mal, y en cada renovación de la Alianza hasta llegar a la Nueva y Eterna Alianza.

Caracterizamos este bien como una participación en la vida de Dios Uno y Trino, como objeto de la promesa y, por tanto de una fe que es confianza en la fidelidad de Dios y en su justicia (sentido bíblico de la fe del hombre y de la justicia de Dios, distinta de su »ira«).

Esta participación en la vida divina – intra y extra trinitaria – que será plena al final de los tiempos (o Día de Cristo, cfr. 1Cor 1,8, con nota de la BJ), se manifiesta ya en este tiempo nuestro y actual (o Día de salvación, cfr. 2Cor 6,2, con nota de la BJ).

Esta manifestación es una fuerza saludable (»pneuma« en san Pablo, cfr. Rm 5,5, con nota de la BJ), o principio de vida interior a cada hombre como don o gracia de Dios (cfr. 1.3); y es el mismo Espíritu (cfr. Rm 1,9 con nota de la BJ) del cual el hombre participa en Cristo y por voluntad del Padre.

Este es el elemento de la salvación cristiana que llamamos salvación-salud, o santidad (como Dios es Santo) a la que todos estamos llamados.

Lo positivo de la salvación salud, a todos ofrecida (véase lo que enseguida diremos de la salvación-don) está relativizado por la libre aceptación de cada hombre, y por »la medida del don de Cristo« (Ef 4,7 con nota de la BJ) que se comunica a cada uno según el propio carisma.

1.3. Salvación-don

El tercer elemento de la salvación cristiana lo llamaríamos divino-trascendente porque tanto la salvación-liberación como la salvación-salud (justificación y »sotería« en la carta a los Romanos) son una iniciativa libre y gratuita de Dios y, por lo tanto, una vocación universal que constituye al Pueblo de Dios como destinatario en sentido pleno de la promesa de que acabamos de hablar.

La iniciativa de Dios se manifiesta en el Antiguo Testamento como promesa y elección, que son unilaterales y para nada dependen del hombre (Dt 7,6 con nota de la BJ); mientras que la Alianza, como encuentro de Dios – que busca al hombre para comunicarle su Elección y hacerle una promesa – y del hombre, requiere la libre aceptación de éste.

Todos los elementos del Antiguo Testamento se dan también en el Nuevo; pero ya en Cristo »Mediador de una mejor Alianza« (Hbr 8,6, con nota de la BJ) o Nueva Alianza (Hbr 9,15) que es eterna y no requiere, de parte de Dios, de una renovación.

Esta es la gracia de Cristo según san Pablo (cfr. Rm 3,24, con nota de la BJ) o agapé según san Juan, que se nos ofrece a todos para que participemos de, por y en Él.

La salvación-liberación respecto del pecado original se da por co-optación en el Pueblo de Dios (circuncisión-bautismo); y tanto la liberación en Cristo en los otros sentidos indicados como la salvación-salud, sólo se dan en un miembro del Pueblo de Dios o en alguien ordenado a serlo.

Estas dos características íntimamente correlacionadas de la salvación cristiana, que son la gratitud y la universalidad, las expresamos con el término de salvación-don.

Esta gratitud – y su universalidad en un nuevo sentido del cual enseguida [13] hablaremos – se manifiesta también en lo que el don sobrenatural excede la naturaleza del hombre dejado a sus propias fuerzas; y es causa de la alegría peculiar del mensaje cristiano de salvación (Gn 17,17 y Jn 8,56, con nota de la BJ).

1.4. Salvación-cambio

El cuarto elemento de la salvación cristiana – y último en el sentido indicado en la introducción al punto 1 – es el que llamaríamos, contrapuesto al inmediatamente anterior, humano-histórico, con todo lo espacio-temporal que implica la historia humana – su desarrollo en el espacio y en el tiempo – y, consiguientemente, con todo lo que la trasciende y es escatológico y cósmico en la salvación cristiana.

La salvación cristiana trasciende el tiempo del hombre, y es »ya pero todavía no« plenamente escatológica: la muerte, por ejemplo, será lo último de lo cual será liberado el hombre y después de haber pasado por ella. La salvación cristiana trasciende también lo físico-corporal del hombre y alcanza a su mundo (Rm 8,19-22 con nota de la BJ).

En ambos casos hay un »ya, pero todavía no« que justifica que llamemos a este aspecto de la salvación cristiana, salvación camino de un hombre-peregrino en Cristo (o mejor, de un Pueblo-peregrino, por lo que dijimos en 1.3) que, sin salirse de su espacio ni de su tiempo, está en tensión escatológica »hacia un nuevo cielo y una nueva tierra« (Apc 21,1 con nota de la BJ).

1.5. Como lo advertimos en la introducción a este punto 1 de nuestra exposición, ninguno de los cuatro elementos propuestos como »breve o sumaria declaración« (EE [2]) de la concepción cristiana de la salvación deben ser considerados por separado o meramente sumados conceptualmente: eso es lo que quiere señalar, en la expresión de cada elemento, la repetición de la palabra »salvación«; y lo que de hecho hemos cumplido, al menos inicialmente, en la exposición de cada elemento por separado.

Completamos esta visión panorámica de la concepción cristiana de la salvación con una »breve o sumaria declaración« de la complementariedad e interrelación de sus cuatro elementos indicados: aunque no pretendamos una exposición completa de la salvación cristiana, necesitamos exponer de ella lo necesario y suficiente como para proponer luego, a su luz, los Ejercicios Espirituales de san Ignacio en orden a su práctica intensiva.

1.51. Una primera complementariedad genérica se da por binas de elementos: la salvación-liberación está ordenada a la salvación-salud; y la salvación-don no se impone al hombre sino que debe ser progresivamente aceptada por él, con los altibajos y las luces y sombras de una salvación que es camino.

Por eso, en los Ejercicios, la Primera semana, consagrada sobre todo a la salvación-liberación necesita de otras tres semanas consagradas a la salvación-salud. Y la salvación-don, que es presentada desde el Principio y Fundamento has- ta la Contemplación para alcanzar amor, que debe ser buscada y hallada, por cada ejercitante, en las cuatro semanas que no son sólo la historia de la salvación estructurada por san Ignacio como salvación-camino.

Esta es la razón por la cual, en nuestra introducción sobre los Ejercicios (cfr. 0.2), hemos hecho una primera distinción entre Principio y Fundamento, cuatro semanas y Contemplación para alcanzar el amor; luego, dentro de esas cuatro semanas, entre la Primera semana, por una parte, y las otras tres, por la otra.

1.52. A modo de ejemplo, indicamos algunas complementariedades y mutuos enriquecimientos más específicos de los cuatro elementos propuestos como concepción cristiana de la salvación, y que más nos pueden ayudar a una interpretación histórico-salvífica de los Ejercicios y de su práctica.

a. Por lo dicho en 1.4 sobre la salvación camino, la salvación-liberación (cfr. 1.1); excepto la que se da respecto del pecado original y respecto de cada pecado personal, y hasta que no lleguemos a »un nuevo cielo y una nueva tierra«, es tal que el hombre la experimenta como »simul iustus et peccator«.

La »llaga y postema« (EE [58]) que se ve en uno mismo, el sentirse »como desterrado entre brutos animales« (EE [48]), y tantas otras expresiones ignacianas, son el sentido exacto de la frase de Lutero.

Más aún, si consideramos las »flaquezas« de las que san Pablo se gloriaba (2Cor 12,5; cfr. carta de san Ignacio al Duque de Borja, Epp. I: 341), caeremos más en la cuenta de lo humano que es la salvación-liberación que proponen los Ejercicios.

Esta concepción tan humana de la salvación-liberación tiene aplicación no sólo a cada hombre sino también a la sociedad y a sus »estructuras de pecado«, que a veces deben ser consideradas como »flaquezas« contra las cuales se lucha mejor en la medida que uno se »gloría« de ellas y no se »desespera«.

b. Por lo dicho en 1.3 de la salvación-don, la salvación-salud (cfr. 1.2) no debe ser buscada en abstracto en sí misma, sino como voluntad de Dios respecto de cada uno en concreto.

El »magis« de los Ejercicios no se refiere a la perfección en abstracto, sino al servicio concreto aquí y ahora al Señor de la historia que es dueño de elegir para cada uno el don de santidad que quiere darle (Mt 10,15).

Por eso en Ejercicios es »de mayor estima y mayor momento« el ofrecerse al Señor (EE [98]) que el ofrecerse al »trabajo« que uno mismo elige, incluso cuando lo elige por ser mejor en sí y en abstracto (EE [96]): lo que importa en Ejercicios es »buscar y hallar la voluntad divina« en la disposición – dispuesta por el Señor – de la vida de cada uno en concreto (EE [1]), y no el decidirse por lo que cada uno determina que el Señor quiere de él (EE [154], [196]).

Como dijimos antes (cfr. 1.2), la elección de Dios – como su promesa – es [15] anterior a la elección que el hombre hace al concertar con Dios la Alianza. En términos de Ejercicios, el hombre busca la voluntad de Dios o elección divina concretizada en un »estado« o »cosa«; y cuando la encuentra, la hace suya al hacer su elección.

La apertura del Principio y Fundamento a binas como salud-enfermedad, riqueza-pobreza, honor-deshonor, vida larga-vida corta (EE [23]), y otras que hoy en día se podrían proponer de acuerdo con las inquietudes de nuestro tiempo, es, mientras el hombre no conozca la elección divina, un principio »en toda sana y buena elección« (EE [169]) de la verdadera salvación-salud.

Pero además, por lo dicho en la salvación-don como universal, en el Pueblo de Dios no hay que distinguir, en lo que se refiere a la salvación-salud que es santidad, entre cristianos comunes que no están llamados a ella, y cristianos que lo están.

Los dos estados de los cuales habla san Ignacio, »el primer estado, que es en custodia de los mandamientos, siendo él (Cristo nuestro Señor) en obediencia a sus padres (de este mundo); y ... el segundo que es de perfección evangélica (EE [135]), son ambos, en el sentido histórico-salvífico del término, aunque tal vez no del canónico, estados de santidad, aunque se llame »en custodia de los mandamientos« y el otro evangélico en puro servicio de su Padre eternal« (ibidem), porque ambos a dos son »el ejemplo de Cristo nuestro Señor – en el Evangelio de la infancia – nos ha dado (ibidem), que no puede ser sino ejemplo de santidad.

El »puro servicio« y la »perfección evangélica« que san Ignacio encuentra en el »primer estado« no quere decir que »la custodia de los mandamientos« sea un »servicio impuro« o que no haya en ella ni »perfección« ni »evangelio«: son una manera extrínseca de expresar la »separación« que implica el »primer estado« respecto de las relaciones naturales (familiares, profesionales, etc.) o mejor, la transformación radical de dichas relaciones por la asunción de la relación especial con el Padre (en el Espíritu, en Cristo) en una misión especial estable (cfr. Hch 13,2).

También el hombre que quiere »en custodia de los mandamientos ... venir en perfección« (EE [135]), debe buscar y hallar lo que el Señor en particular quiere de él dentro de cada mandamiento general. En otros términos, no le basta cumplir con la letra universal, sino que debe buscarle el sentido particular que »aquí y ahora« tiene para él.

c. Por lo dicho en 1.2 sobre la salvación-salud como promesa que es objeto de fe, la salvación-don debe ser buscada intensa y constantemente por »peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias (Flp 4,6, cfr. Rm 8,27 y Hch 2,42).

Por eso, en los Ejercicios, la oración en todas sus formas (EE [1]) se estructura, en cada hora de oración, por la petición inicial concreta y el ofrecimiento final abierto a cualquier voluntad de Dios (EE [16], [53], [98], [147], etc.); pero sin descuidar ni la acción de gracias por los dones ya recibidos (passim), ni la petición »según en sí sintiere« (EE [109]), ni cualquiera otra forma de coloquio o diálogo directo o formal con el Señor que es dueño de la salvación-don (EE [54]; y más abajo, inciso d).

En la salvación-salud concebida como participación en la vida de Dios manifestada en Cristo, tiene importancia »lo mejor« como ello se manifiesta en Cristo, »según la carne« y por eso su imitación o seguimiento es objeto típico de los coloquios o peticiones finales de las contemplaciones estructurales (EE [98], [147], [156], [168]). Esta petición final y estructural, sin embargo, está siempre condicionada a la voluntad del Señor porque – como se dijo en b – no se debe absolutizar »lo mejor« en sí mismo o en abstracto, ni tampoco lo mejor para el otro, aunque este Otro sea Cristo en persona.

d. Por lo dicho en 1.1 de la salvación-liberación y en 1.2 de la salvación-salud, la historia humana, constituida por las intervenciones relevantes del hombre y aún de los elementos materiales tecnológicos de su mundo, se hace por las intervenciones gratuitas-liberadoras y/o salvíficas de Dios (cfr. 1.3), historia de salvación (cfr. 1.4), sin separación y sin confusión de lo »profano« y de lo »sagrado«.

Los »kairós«, »pascuas« o pasos del Señor, sus »crisis« o juicios, sus »alianzas«, etc. lo son de Dios y del Hombre; y constituyen el »ya pero todavía no« plenamente de la escatología cristiana.

De aquí que, en los Ejercicios de san Ignacio, se pretenda sobre todo »que el mismo Creador y Señor se comunique« a cada ejercitante (EE [15]): en esta comunicación inmediata del Creador con su Creatura y de ésta con su Creador y Señor (ibidem y más arriba, inciso c, respecto de la prioridad de la elección divina) consiste, para cada ejercitante, su historia de salvación o salvación-camino que son el momento de los Ejercicios; y en este momento histórico-salvífico peculiar, la comunicación con el director es sólo una ayuda para vivir más plena y seguramente la comunicación indicada.

Los Ejercicios Espirituales son una experiencia intensiva del »desierto«, tan tradicional en toda la historia de la salvación.

Todas estas complementariedades y enriquecimientos mutuos de los cuatro elementos propuestos como concepción cristiana de la salvación, son sólo »dar una introducción y modo para después mejor y más cumplidamente »contemplarlos durante los Ejercicios o después de ellos (EE [162]). Y en cierta manera se enriquecerá lo que hasta aquí hemos dicho, con lo que a continuación diremos al exponer los Ejercicios Espirituales de san Ignacio a la luz de esta concepción cristiana de la salvación.

2. Los Ejercicios Espirituales a la luz de la concepción cristiana de la salvación

En la introducción de este escrito (cfr. 0) hemos presentado un esquema simplificado de los Ejercicios Espirituales, consistente en Principio y Fundamento, cuatro semanas y Contemplación para alcanzar el amor; y ulteriormente dividimos las cuatro semanas en dos grandes etapas, siendo la primera de ellas la Primera semana, y la segunda las tres siguientes semanas.

Como advertimos entonces al exponer el contenido esencial o estructural de las tres últimas semanas de los Ejercicios, en estas se pueden considerar, por una parte, las contemplaciones estructurales (Rey Eternal, Dos Banderas, Tres Binarios, Tres maneras de humildad) que, aunque son propuestas en la Segunda semana, estructuran también la Tercera y la Cuarta semana; por la otra parte, las contemplaciones introductorias de cada una de esas últimas semanas.

Consiguientemente el esquema de los Ejercicios, al cual vamos a aplicar lo dicho sobre la concepción cristianas de la salvación, será el siguiente:

a. Principio y Fundamento

b. Primera semana

c. Rey Eternal, como puente entre la Primera semana y las tres siguientes.

d. Estas tres semanas en el siguiente esquema:

da. Las restantes contemplaciones estructurales de las tres semanas, o sea: Dos Banderas, Tres binarios y Tres maneras de humildad.
db. Segunda semana, en sus contemplaciones introductorias a la elección (Evangelio de la infancia).
dc. Tercera semana, en sus contemplaciones introductorias. dd. Cuarta semana, en sus contemplaciones introductorias.

e. Contemplación para alcanzar amor.

Nuestro esquema de exposición contiene pues ocho puntos que podrían ser los temas de ocho días de Ejercicios intensivos, pues algunos de estos temas, según se halle o no lo que se desea, pueden requerir o menos o más de un día, y ampliarse con otros temas tomados de los Misterios de la vida de Cristo nuestro Señor (EE [261-312]).

Cada punto de este esquema consistirá en la búsqueda del o de los elementos de la concepción de la salvación cristiana – expuesta en 1 – que se pueden hallar en ese tema fundamental de los Ejercicios; y esto, como siempre, »con breve o sumaria declaración« (EE [2]) orientada a la práctica personal de los Ejercicios.

2.1. La salvación cristiana en el Principio y Fundamento

El Principio y Fundamento tiene dos partes, la una que es el verdadero »fundamento« o »teoría« fundamental sobre la salvación cristiana; y la otra que es la »consecuencia« principal para su »praxis« (cfr. 0.21).

En el texto ignaciano, la »teoría« se refiere al hombre, en singular y con artículo, que es la manera bíblica de indicar la humanidad y no solamente a un hombre concreto; y la »praxis« se refiere a nosotros, o sea a cada hombre en concreto y en su historia.

2.11. La salvación-liberación

No se habla expresamente de ella en el Principio y Fundamento, porque será objeto específico de la Primera semana. Sin embargo, si se considera laindiferencia, no como mera palabra que ha sido interpretada como pasividad o frialdad, sino como descrita por san Ignacio (»en tal manera que no queramos más ... solamente deseando y eligiendo lo que más ...«), en ella se halla indicada la actitud fundamental para la discreción o »caritas discreta« que en el »preámbulo para hacer elección« se llama »ojo ... simple« (EE [169]), y que no es sino la virtud evangélica de la simplicidad o actitud del »niño« al que está prometido el Reino de los cielos.

Y esta actitud fundamental es una »liberación«, que debe ser el fruto de los Ejercicios hasta antes de la elección y durante ella: por ejemplo, en el tercer tiempo, »cuando el alma ... usa sus potencias naturales líbera y tranquilamente« (EE [177]); y en los otros »tiempos de elección«, por la liberación, que aportan las reglas de discreción de cada una de ellos.

2.12. La salvación-salud

El »salvar su alma« del Principio y Fundamento no ha de ser entendido, como sucedió en las misiones populares del siglo XVIII, para cristianos no llamados a la santidad, sino como salvación-salud en el sentido de santidad.

Las Tres maneras de humildad lo dirán expresamente, sobre todo al describir la tercera semana »incluyendo la primera y la segunda« (EE [167]).

Y el doble ejemplo de Cristo, resumido en el »preámbulo para considerar estados« (EE [169]) y muchos otros textos ulteriores de los Ejercicios indican que este es el mismo sentido pleno de »salvar su alma« en el Principio y Fundamento.

Es necesario en el Principio y Fundamento exponer la salvación-salud en su plenitud, porque la salvación-liberación, objeto de la Primera semana, está ordenada a ella.

2.13. La salvación-don [19]

La frase »es creado« del Principio y Fundamento indica el don fundamental u original, que no es algo perteneciente solamente al pasado, sino continuamente actual: Dios creador da el ser al hombre.

Aquí también, al decir el Principio y Fundamento »para« qué, en la intención de Dios, el hombre (todo hombre) es en esta vida, se expresa un llamado de Dios; pero el Rey Eternal desarrollará mucho más específicamente este llamado o vocación universal a la santidad, y con referencia explícita a la santidad de los demás. 2.14. La salvación-camino

El Principio y Fundamento la expresa en la frase »mediante esto (alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor ...)«: no tiene el sentido peyorativo e interesado (sirvo a Dios para salvarme), sino que indica el camino que se sigue sirviendo, haciendo reverencia y alabando a Dios nuestro Señor; y a cuyo término se halla la participación escatológica en la vida de Dios Uno y Trino, o salvación-salud en su sentido pleno (cfr. 1.2).

Desde el punto de vista de Dios, el punto de partida de este camino y a la vez, el primer don (cfr. 2.13), es la creación; pero el camino, para el hombre, es »servir, hacer reverencia y alabar a Dios nuestro Señor« en esta vida, hasta llegar al término del mismo camino, que está »en pero más allá« de él, y por lo tanto, »ya, pero todavía no« plenamente.

»Las otras cosas sobre la haz de la tierra son creadas ... para que le ayuden (al hombre)« y, por lo tanto, también están en el camino del hombre, y participarán a su manera del término de la salvación camino del hombre, o salvación cósmica.

2.2. La salvación cristiana en la Primera semana

La Primera semana debe terminar, en la práctica, con el Rey Eternal; pero como este tiene también importancia como introducción a la Segunda y siguientes semanas, lo vamos a considerar por separado.

La Primera semana está pues enmarcada por el Principio y Fundamento y por el Rey Eternal; pero aquí la consideramos prescindiendo de ese marco típicamente ignaciano, aunque sólo dentro de este marco es una primera etapa de los Ejercicios que introduce en la siguiente etapa de las otras semanas.

2.21. La salvación-liberación

Es el objeto de la Primera semana, como liberación en Cristo; y en función de ella se desarrolla (como la carta de san Pablo a los Romanos) la perdición sin Cristo.

En razón de esta función, san Ignacio, al exponer la perdición sin Cristo, se eleva hasta el »antes« de la historia humana, y propone la perdición de los ángeles como primer acto de la historia de la perdición en toda la creación (EE [50] »primer pecado, que fue de los ángeles«). El Antiguo Testamento, en su reflexión sapiencial, sólo se había elevado detalladamente hasta el pecado original; pero en el Nuevo Testamento también se llega (por ejemplo en la reflexión teológica de san Juan, cfr. Jn 8,41. 44) hasta el que fue »homicida desde el principio« y »padre« de quienes rechazan a Cristo. Esta idea será retomada por san Ignacio en las Dos Banderas (EE [136]) y en sus reglas para discernir, sea de la Primera sea de la Segunda semana, y en la introducción al examen de conciencia (EE [32]).

En razón de la función que la perdición sin Cristo tiene para entender plenamente la liberación en Cristo y por Cristo, san Ignacio trasciende la historia del pecado, y expone su escatología o infierno (EE [65]), como negación o imposibilidad eterna de la salvación-liberación. También san Pablo, al exponer la salvación-liberación (justificación) y la salvación-salud (sotería), expone la »ira de Dios«, contrapuesta a la »justicia de Dios« que es fuente de liberación y de salvación (Rm 1,18 y 2,6).

San Ignacio señala el valor pedagógico del temor de Dios entendido como temor de su ira eterna (EE [65]); y en esto se atiende a la pedagogía de los evangelistas, cuyas palabras o frases cita casi textualmente. Pero también, al hacer considerar »la fealdad y malicia que cada pecado mortal cometido tiene en sí, dado que no fuese vedado« (EE [57]), introduce en una consideración más radical del pecado, dado – diríamos – que no fuese castigado eternamente.

En cuanto a la misma salvación-liberación, su consideración en la Primera semana es amplia, porque se refiere no sólo al pecado original y al personal sino también al »desorden« y al »demonio«. Consiguientemente en la Primera semana se pueden considerar todos los modos de liberación (justificación, prevención y ayuda) de los cuales hablamos anteriormente (cfr. 1.1).

2.22. La salvación-salud

En la Primera semana está solamente insinuada en coloquios como el del »primer ejercicio« (EE [53]), del »segundo« (EE [81]) y del »tercero« (EE [63]).

De ahí la importancia que tiene, para la relación u ordenación de la salvación-salud, que la Primera semana sea introducida por el Principio y Fundamento y completada con el Rey Eternal y con las otras semanas cuyo objeto más directo es la salvación-salud (cfr. 2.2).

2.23. La salvación-don

Es la tónica fundamental de la Primera semana, aunque limitada, como se dijo, al don de la liberación: véanse sobre todo los coloquios llamados »de misericordia« (EE [61], [71]).

La liberación es un don que se ha de considerar como ya concedido o como hasta ahora concedido: en el primer caso, es motivo de amor (EE [53] y [71]); y en el segundo, es también saludable motivo de temor (EE [61] y [71]).

Es importante la consideración, común a ambos casos, de tratarse de un don concedido, porque cuanto más liberado se sienta el ejercitante, más podrá profundizar en la perdición de la cual ha sido liberado: nadie se anima a descender a un abismo si no siente en sus manos la cuerda que lo sostiene.

El examen de los pecados mortales personales (EE [56] y [63]), de los capi- tales (EE [238]), del desorden de las propias obras (EE [63]) y del »mundo« [21] que nos rodea (EE [63]), requiere, si ha de ser a fondo, la fe en una liberación concedida, fundamento de la esperanza en la liberación que se mantendrá yaún concederá como salvación-salud.

2.24. La salvación-camino

Por lo que acabamos de decir, la liberación, en la Primera semana, se presenta como un camino que ha de recorrer dentro y fuera de los Ejercicios.

Las siguientes semanas harán sentir, a partir del Rey Eternal, que este camino de salvación-liberación lo es a la vez de salvación-salud, porque, como dijimos más de una vez, la una está ordenada a la otra en el plan o economía divina de la salvación.

Será también función de las otras semanas, sobre todo a partir de las Dos Banderas, hacer ver que sólo en la medida que seamos liberados del »mundo, demonio y carne«, podremos discernir cuál es, para cada uno de nosotros, el camino de la salvación-salud.

La Primera semana, sin embargo, en función de la primera etapa introductoria respecto de las otras tres semanas, ya nos plantea la necesidad de este discernimiento que posibilita la liberación del pecado en todas sus formas internas y externas: si se pide conocer – y aborrecer – todas esas formas, es para liberarse mejor de ellas (EE [62]: el conocimiento que aquí se pide es »discernimiento«).

2.3. La salvación cristiana en el Rey Eternal

La posición del Rey Eternal en un día que ni pertenece a la Primera semana ni a la Segunda (EE [91] y [101]), y durante el cual hay que contemplarlo dos veces (EE [99]), insinúa su doble función de recapitulación de la Primera semana – sobre todo de sus coloquios de »misericordia« – y de introducción a las siguientes semanas o »vida del Rey Eternal« (EE [91]; cfr. EE [261-312]).

Es importante notar el orden indicado entre recapitulación de la Primera semana e introducción a las siguientes semanas; en la pedagogía de san Ignacio, primero se contempla lo que el Señor ha hecho por mí (Primera semana, passim), y luego lo que quiere hacer por mí y, conmigo, por los demás (EE [95], »primer punto«).

Esta es la razón del »individualismo«, que más bien llamaríamos personalismo, de la Primera semana; y consiguientemente la necesidad de completarla con la contemplación del Rey Eternal y su visión universalista o social de la salvación.

Notemos finalmente que la contemplación tiene dos partes, porque consiste en una comparación; pero, para el objetivo de la comparación, lo que importa no es que se haga entre un rey humano (EE [92]) y Cristo como Rey eternal, sino entre cualquier hombre de la historia humana y/o salvífica, y el Hombre-Dios (véase lo que luego diremos del Evangelio de la infancia según la teología de san Lucas).

2.31. La salvación-liberación

La »conquista de todo el mundo y todos los enemigos« (EE [95]) es a la vez [22] salvación-salud y salvación-liberación y este es el sentido pleno que tiene, tratándose de Cristo, la conquista de todos sus enemigos.

Los verdaderos enemigos del hombre en la historia de la salvación no son los otros hombres (cfr. Ef 6,12, con nota de la BJ), sino el »mundo, demonio y carne« y el »pecado« en todas sus formas: Cristo los conquista en la medida que libera a los hombres del demonio, del pecado y sus consecuencias (muerte, infierno, etc.). Cristo entregará »a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad, porque debe Él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido – o conquistado – será la muerte ...« (1Cor 15,24-28, con nota de la BJ).

2.32. La salvación-salud

Es el sentido pleno de la »conquista« a la cual el Rey Eternal llama a colaborar. Y así hay que considerarla si se quiere obtener, en cada ejercitante, la respuesta plena de »los que más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su Rey Eterno y Señor universal – o sea, en cualquier trabajo que Él quiera encomendar a cada uno – (EE [97]), y no meramente una respuesta limitada, inspirada por el propio »juicio y razón« (EE [96]).

La respuesta de »todos los que tuvieron juicio y razón«, al ofrecer »todas sus personas«, parece plena; pero no lo es, como se verá en los Tres binarios, donde el »segundo binario« de hombres puede ponerse totalmente en un trabajo, pero es el que ellos mismos han elegido (EE [154] y [169]).

La entrega a la cual quiere llevar san Ignacio a cada ejercitante es incondicional (EE [98], [147], [155], [168], [199], [226] y [234]); y es una entrega no sólo de la propia persona, sino también a la Persona de Cristo, es decir, a su voluntad, cualquiera ella sea.

2.33. La salvación-don

En el Rey Eternal se expresa, con su característica de universalidad, como llamado a vocación: esta vocación es un nuevo don que se añade al ya contemplado, en la Primera semana, como liberación.

Este don ha sido concedido a algunos santos (santa Teresa, san Ignacio, etc.) en tal grado que la preocupación por los demás les ha llevado a confiar la preocupación por sí mismos al Señor; y asi han llegado, ya en esta vida, a un grado supremo de salvación-salud en el amor a los demás (1Cor 13,1-13, con nota de la BJ).

2.34. La salvación-camino

Está indicada en el »venir conmigo ... y así entrar en la gloria de mi Padre« (EE [95]).

Aquí se indica no sólo el camino o historia actual de salvación, sino también su término escatológico: »la gloria de mi Padre« es aquella que sólo el hijo puede prometernos.

Aquí obtiene su sentido pleno el »servir, hacer reverencia y alabar a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar su ánima« del Principio y Fundamento: el »mediante esto« de la entrada de los Ejercicios, es el »así entrar« del Rey Eternal; y el servir ... a Dios nuestro Señor« es el trabajar conmigo ... siguiéndome en la pena« (cfr. 2.12).

2.4. La salvación cristiana en las restantes contemplaciones estructurales de las tres últimas semanas

Puede llamar la atención que, perteneciendo a la Segunda semana, digamos que todas estas contemplaciones (Dos Banderas, Tres Binarios, Tres maneras de humildad) estructuran las tres semanas y no solamente la segunda.

El Rey Eternal »ayuda a contemplar la vida« del mismo (EE [91]) que no se reduce a la que propone la Segunda semana, sino que se halla también en la Tercera y en la Cuarta semana (cfr. EE [261-312]). Además, en el llamamiento del Rey Eternal se menciona tanto la »pena« como la »gloria« del mismo, objetos de la Tercera y de la Cuarta semana.

Las Dos Banderas se proponen como introducción »para considerar estados« (EE [135]), y esto es más propio de la Segunda semana; pero se trata además de »cómo nos debemos disponer para venir en perfección en cualquier estado o vida que Dios nuestro Señor nos diere para elegir« (ibidem), y para este perfeccionamiento se requiere pasar por la Tercera y por la Cuarta semana.

Los Tres Binarios se proponen el mismo día que las Dos Banderas y como última contemplación del mismo (EE [148]); y tienen el mismo coloquio final (EE [156]).

Esto último se nota también en las Tres maneras de humildad (EE [168]), en la Tercera semana (EE [199]) y en la Cuarta semana (EE [226]).

En resumen, todas las contemplaciones estructurales tienen de común y se perpetúan a través de las tres semanas por el coloquio final; y la única de ellas que no lo dice expresamente – la del Rey Eternal – lo dice en la otra forma, al presentarse como »ayuda a contemplar« toda la vida de Cristo.

En otros términos, están orientadas todas ellas al logro de una actitud de entrega incondicional, que es la misma que se proponía en el Principio y Fundamento (sentido ignaciano de la »indiferencia«); actitud a la que está orientada la Primera semana, y que se trata de lograr a lo largo de las tres últimas semanas, y de confirmar en la Contemplación para alcanzar amor (EE [234]).

La unidad estructural que tienen todas las contemplaciones estructurales desde el Rey Eternal hasta las Tres maneras de humildad nos dispensa de considerar, cada una de ellas, los elementos de la concepción cristiana de la salvación (salvación-liberación, salvación-salud, salvación-don y salvación-camino).

Además y siempre por esa unidad estructural, lo dicho a propósito del Rey Eternal (cfr. 2.3) vale en cierta manera de las demás. Sin embargo, si quisiéramos caracterizar a éstas en su conjunto, diríamos que:

a. Se hallan específicamente en la línea de la salvación-liberación, entendiendo [24] por tal la que »libera« al alma de todo lo que puede estorbar una sana elección.

b. Por esta referencia a una sana elección, se orientan también, a la salvación-salud.

c. La abundancia de peticiones y su tónica común – la indicada a propósito de los coloquios finales de cada una de ellas –, recalan la salvación-don.

d. Y el conjunto, como estructura de las tres semanas, indica que estamos en una salvación-camino, que es el camino espiritual de los Ejercicios como modelo intensivo del camino que es la vida del hombre que quiere, ya en esta vida, participar más plenamente de la vida de Dios como ella se manifiesta en Cristo.

2.5. Las contemplaciones introductorias a la Segunda semana

La Segunda semana – y lo mismo vale de la Tercera y Cuarta – es la vida de Cristo según los Evangelios, y sería redundante señalar en los Evangelios los elementos de la concepción cristiana de la salvación.

Sin embargo, conviene observar cómo dichos elementos se presentan en la elección ignaciana, antes de presentar »con breve o sumaria declaración« a las contemplaciones introductorias de cada una de las tres semanas.

Lo que digamos aquí de la elección, vale de las otras dos semanas porque, a nuestro juicio, la elección en los Ejercicios no se cierra con la última contemplación de la Segunda semana, sino que se debe continuar en la Tercera y la Cuarta.

Y nuestras razones son:

a. El llamado del Rey Eternal era el trabajo con Cristo, trabajo que se manifiesta sólo en parte en la Segunda semana, ya que Cristo también trabaja »penando« en la Tercera semana, (EE [195-197]) y »consolando« en la Cuarta (EE [224]).

Por eso el llamado del Rey Eternal es no sólo al trabajo – digamos apostólico – en bien de los demás y para »conquistarlos« para Cristo, sino también un llamado para seguirlo tanto en la pena como en la gloria (EE [95]).

La gloria definitiva de Cristo está más allá de la Ascensión, con la cual termina la Cuarta semana (EE [226], [312]); pero »ya es« – aunque – »todavía no« plenamente – durante todas las contemplaciones de la Cuarta semana (EE [223]), y se nos propone para que ya participemos de ella por la fe (EE [229], »sexta adición«).

b. La elección ignaciana comienza propiamente el »quinto día« de la Segunda semana, con el Bautismo del Señor (EE [158] y [163]); pero en ningún texto ignaciano se dice que termina el último día de dicha semana (EE [161]).

En cambio, en el »preámbulo para considerar estados«, se dice que se ha de comenzar »juntamente contemplando su vida – la de Cristo –, a investigar y demandar en qué vida o estado de nosotros se quiere servir su divina majestad« (EE [135]); y la vida de Cristo, para el ejercitante, termina en la Ascensión« (EE [226] y [312]).

El período evangélico de la vida de Cristo que va del Bautismo a la Ascensión – y respecto del cual el Evangelio de la infancia, como enseguida veremos, es introductorio (EE [135]) – fue considerado, por los apóstoles, como punto de referencia para la elección de quien debería sustituir, con derecho pleno, a Ju- das: »entre los hombres que anduvieron con nosotros, a partir del Bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros ...« (Hch 1,21-22).

c. Es verdad que todo el método ignaciano de elección – »preámbulo« »para tomar noticia de qué cosas«, »tres tiempos« y los »modos« de elección en el último de ellos (EE [169]) – se halla expuesto dentro de la Segunda semana.

Pero el coloquio final de los Tres Binarios, que es el de las Dos Banderas (EE [156]), tiene una »nota« (EE [157]) que supone que el ejercitante no ha terminado todavía su elección; y esta »nota« se menciona expresa y directamente en la Tercera semana (EE [199]), e indirectamente en la Cuarta (EE [226]).

d. La Tercera semana contiene, como »reglas para ordenarse en el comer para adelante« (EE [210]), también materia y modo de elección, que puede transferirse a cualquier materia que, como el poder, se presta a probar más o menos »cantidad« hasta sentirse confirmado (EE [213]) en una medida determinada: por ejemplo, para el tiempo de oración formal, o su modo de postura, etc. (EE [76], »cuarta adición«).

Por estas razones, consideramos que la práctica de la elección trasciende, en los Ejercicios, los límites de la Segunda semana, aunque en ésta se exponga lo sustancial del método ignaciano de la elección.

Por ello, antes de exponer las contemplaciones introductorias propias de la Segunda semana, vamos a considerar, »con breve o sumaria declaración«, a la elección a la luz de la concepción cristiana de la salvación.

2.51. La salvación cristiana en la elección ignaciana a. La salvación-liberación

Se habla de ella expresamente en el »tercer tiempo« cuando se lo define como aquel en el cual »el ánima no es agitada de varios espíritus y usa de sus potencias naturales libera y tranquilamente« (EE [177]): el Señor libera de la »agitación de varios espíritus«, y el hombre usa libremente de sus potencias naturales.

Sin embargo, y por lo que dijimos en su momento de los varios modos de liberación (cfr. 1.1), esta también se da en los otros »tiempos«: respecto de la duda en el »primer tiempo« (EE [176]) y, consiguientemente, libera del mal espíritu o de la desolación que puede engañar o estorbar.

b. La salvación-salud La elección es el modo ignaciano de buscarla y hallarla, concreta e históricamente, y con perfección »en cualquier estado o vida« (EE [135]).

c. La salvación-don

Cualquiera de los tres »tiempos« es un don sobrenatural, incluso el »tercero« en que el ejercitante »usa de sus potencias naturales ...« (EE [177]). Por eso es un engaño emplear los »modos« propios del »tercer tiempo« (EE [178]) sin constatar previamente que se ha recibido el don del mismo.

d. La salvación-camino

Este camino abarca en los Ejercicios, como dijimos antes, las tres semanas, no sólo la Segunda.

Pero la elección hecha en unos Ejercicios es sólo un »momento« o »kairós« del camino de salvación, que implica otros »kairós« dentro o fuera de nuevos Ejercicios.

Las »micro y macro« decisiones o elecciones de la vida de un hombre no pueden limitarse a las que se dan en Ejercicios, por útiles que estas sean en y para la vida espiritual.

En cualquier momento de la vida debemos ser »oyentes« de la Palabra (»teoría«) que la pongamos en »obra« (»praxis«; cfr. Sgo 1,22-25).

La práctica de los Ejercicios ayudan a esta »caritas discreta« porque dan una experiencia como punto de referencia; pero siempre se puede y se debe crecer en esta sabiduría que viene del Señor de la historia (Sgo 3,13-18; cfr. Sgo 1,5-7).

2.52. Las contemplaciones introductorias de la Segunda semana

a. Son el Evangelio de la infancia, propuesto por san Ignacio como »preámbulo para considerar estados« porque en él se da el ejemplo de Cristo para los dos »estados« de perfección (EE [135]).

b. San Ignacio usa dos »evangelios« de la infancia del Señor: el de Lucas en los tres primeros días de la Segunda semana (EE [262], [264], [268], [271] y [272]), y el de Mateo en el segundo día (EE [269]).

El Evangelio de Lucas, en su conjunto, dice más relación con el Rey Eternal porque tiene, como estructura teológica, la comparación entre Juan el Bautista y otros personajes del Antiguo Testamento y el Señor del Nuevo Testamento; mientras que Mateo tiene, como estructura, la manifestación de la lucha u oposición entre Herodes y Jesús y, por tanto, dice más relación con las Dos Banderas.

Por tanto, estas contemplaciones de la Segunda semana no sólo son introductorias como ejemplo de Cristo para los dos estados de perfección (cfr. a), sino también porque son una repetición evangélica de las dos primeras contemplaciones estructurales (Rey Eternal y Dos Banderas).

c. Los personajes evangélicos de estas contemplaciones introductorias – salvo una excepción en el segundo día (EE [269]) – pertenecen al Tercer Binario y están en la Tercera manera de humildad: son una manifestación del Espíritu en »primer tiempo« – anticipación de Pentecostés, que no se contempla en los Ejercicios.

d. El primer día de la Segunda semana tiene una característica ignaciana, que no está expresamente en los Evangelistas de la infancia: la visión trinitaria de la salvación cristiana (EE [102], [106], [107], [108]), y la contemplación (EE [124]) y el diálogo con cada Persona divina o con la Trinidad (EE [109], [117], [126]).

Sin embargo, ya en la primera semana (EE [63]) y también en esta Segunda hay una prevalencia de diálogo con el Padre y con el Hijo: y en lugar de proponer expresamente al Espíritu santo, san Ignacio insiste en el diálogo con la Virgen.

Diríamos que dentro de un marco trinitario que aquí, en la introducción a la Segunda semana, se propone expresamente, existe en los Ejercicios una prevalencia expresa del »Señor que es Espíritu« (2Cor 3,18), por ejemplo en la »tercera adición« (cfr. 0.22. a y bc); mientras que en los coloquios finales de cada contemplación, es el Hijo que lleva al Padre.

Los Ejercicios espirituales de san Ignacio, como los Evangelios, son prevalente y expresamente »encarnacionistas«; y su »leit-motiv« es que Cristo es Camino, Verdad y Vida, y que nadie va al Padre sino por el Hijo.

Los Hechos de los Apóstoles, o »evangelio del Espíritu«, sólo son mencionados por razón de la Ascensión (EE [312]); y las cartas de san Pablo, sólo por algunas Apariciones del Señor (EE [308], [309], [311]).

e. Salvo el primer día de las contemplaciones introductorias de la Segunda semana, existe en los otros días (EE [132] y [134]), y en el quinto día (EE [158]), en la doble materia (primera y segunda contemplación) de cada día, un doble elemento de »pena« y de »gloria«, pero un caso, a pesar de que el orden evangélico es el inverso (EE [134]).

En los restantes días de la Segunda semana sólo se propone una única materia (EE [161]) en la cual siempre es posible distinguir el doble elemento pena-gloria que caracteriza toda la vida del Señor »según la carne«.

2.6. Las contemplaciones introductorias a la Tercera semana La Tercera semana comienza con la Cena (EE [190]) y el Huerto (EE [200]) y no, como la semana litúrgica de la Pasión, con Ramos que, en Ejercicios, es la última contemplación de la Segunda semana (EE [161]).

Notamos dos características en el texto ignaciano:

a. La elección de la materia introductoria: son los últimos momentos del Señor con sus discípulos en los días de su »carne«; y respecto de la vida anterior, los que vive »en privado« con ellos.

La Cena es una anticipación mistérica de la Pasión, lo mismo se podría decir del Huerto. Pero la Cena anuncia expresamente la Resurrección, y la expresa mistéricamente; y ésta podría ser su importancia como introducción a la Pasión.

Sin embargo no se puede soslayar que san Ignacio no quiere, durante la Tercera semana, »pensamientos alegres«, aunque buenos y santos, así como son de resurrección y de gloria ...« (EE [206], »sexta adición«): parece que le hace fuerza, también aquí, el »como si presente me hallase« (EE [114]).

Se trata de lo que puede distraer de lo que se quiere, que es »dolor y pena y quebranto ...« (EE [226]), y no de la realidad de Cristo Resucitado y Glorioso, necesariamente presente en la »tercera adición« (EE [75]) y en los »coloquios« (EE [199]), y en cualquier momento de la contemplación o del día.

b. Las consideraciones peculiares y propias de la Tercera semana, que son taxativamente tres:

ba. La Humanidad de Cristo, por lo que en ella »padece ... o quiere padecer, según el paso que se contempla« (EE [195]).

bb. La Divinidad de Cristo, que se »esconde, es a saber, cómo podría destruir a sus enemigos y no lo hace; y cómo deja padecer la santísima humanidad tan crudelísimamente« (EE [196]).

bc. Los pecados del ejercitante, por los cuales el Señor »todo esto padece« (EE [197]) como ya se anunciaba en la Primera (EE [53]) y en la Segunda semana (EE [116]).

Por esta última contemplación se ve la importancia que en los Ejercicios tiene la salvación-liberación, aunque no para quedarse en ella sino para alcanzar mejor la salvación-salud, o sea, »lo que debo hacer por Cristo« (EE [53], [116], [197] y passim).

Esta teología ignaciana de las contemplaciones introductorias ha de estructurar todas las contemplaciones de la Tercera semana (EE [204] y [208]). Y el último punto o teología de la liberación, está expresamente en todas las semanas, excepto en la Cuarta semana; a no ser que se considere a la consolación »que Cristo nuestro Señor trae« con sus apariciones (EE [224]) como una suerte de liberación de la tristeza, por la relación que ésta tiene con el pecado-causa de la Pasión.

2.7. Las contemplaciones introductorias a la Cuarta semana También aquí, como en la Tercera semana, son de notar dos características paralelas a la de la anterior Semana:

a. La elección de la materia introductoria, que es la aparición a la Virgen (EE [218]) como la primera aparición en la historia de la salvación, aunque no esté en el Evangelio expresamente (EE [299]).

Ya dijimos, a propósito de la Trinidad en los Ejercicios (cfr. 2.52. d), el lugar que tiene en ellos una teología de la Virgen.

Puede deberse a lo que también dijimos de la importancia que en los Ejercicios tiene una teología de la salvación-liberación (cfr. 2.6. bc): la Virgen es la primera, en la historia de la salvación, que ha sido liberada del pecado, previniéndola de él (sea original, sea personal). Además es el modelo evangélico de la contemplación ignaciana (el »reflectir para sacar algún provecho« (EE [108]): »María conservaba todas esas cosas, y las meditaba en su corazón« (Lc 2,19 y 51), frase que el Evangelio aduce con motivo de los Misterios de la infancia del Señor, pero que valen de toda su vida.

Bastan estas dos razones – además de otras que se podrían aducir de la misma vida del autor de los Ejercicios – porque la una corresponde a la »teoría« de los Ejercicios Espirituales, y la otra a la »praxis« de los mismos; y ambas son la trama sustancial de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio (cfr. 0.21).

b. Las consideraciones peculiares y propias de la Cuarta semana, que son taxativamente dos:

ba. »La Divinidad, que parecía esconderse en la pasión, aparece y se muestra ahora tan miraculosamente en la santísima resurrección – o sea, en la Humanidad – por los verdaderos y santísimos efectos de ella« (EE [223]).

Como dijimos a propósito de la Segunda semana (cfr. 2.52. d) y lo pudimos repetir en su momento de la Tercera semana (cfr. 2.6. ba y bb), los Ejercicios son, como los Evangelios, prevalente y expresamente »encarnacionistas«.

bb. »El oficio de consolar que Cristo nuestro Señor trae ... como unos amigos suelen consolar a otros« (EE [224]).

Como dijimos a propósito de la Tercera semana, esta »consolación«, propia de la Cuarta semana, la situaría también en la línea, importante en los Ejercicios, de una salvación-liberación, orientada por san Ignacio a la salvación-salud (cfr. 2.6. bc).

2.8. La salvación cristiana en la Contemplación para alcanzar amor [30]

Estamos en el último de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio, y podemos asegurar que la medida de la salvación-liberación y de la salvación-salud lograda por el ejercitante en todo lo anterior, será la medida de los resultados de la Contemplación para alcanzar amor, centrada sobre todo en la salvación-don y en la salvación-camino.

Dijimos en su momento que los cuatro elementos propuestos como concepción cristiana de la salvación, podían ser considerados en dos binas: liberación-salud y don-camino (cfr. 1.51).

Vimos, en lo que llevamos de nuestra »breve o sumaria declaración« de los Ejercicios a la luz de esos cuatro elementos de la salvación cristiana, que todos ellos se dan en los siete anteriores puntos o temas fundamentales; pero de modo que la bina liberación-salud tenga en ellos cierta prevalencia (cfr. 2.7. bb).

En cambio, por lo que dijimos en su momento a modo de introducción general, de la Contemplación para alcanzar amor comparada con el resto de los Ejercicios (cfr. 0.23. a), en esta contemplación prevalece la otra bina don-camino: la salvación-don, porque es una contemplación sobre todo de todos los dones de Dios, incluidos los recibidos durante los Ejercicios y la salvación-camino, porque su modo de contemplar esos dones (»teoría«) es la práctica (»praxis«) del círculo »acción-oración« que caracteriza el camino espiritual ignaciano (cfr. 0.23. b).

Por ello vamos a limitarnos a exponer la Contemplación para alcanzar amor a la luz solamente de la salvación-don y de la savación-camino, aunque de alguna manera también consideraremos la salvación-liberación y la salvación-salud.

2.81. La salvación-don

Ya lo dijimos: La contemplación para alcanzar amor recapitula todos los dones de Dios, y nos los hace contemplar uno por uno como hechos y no meras palabras (EE [230]).

Ni se trata solamente de considerar »cuánto me ha dado de lo que tiene« sino también que »el mismo Señor desea dárseme, en cuanto puede según su ordenación divina« (EE [234]). Si aplicamos a Dios la distinción entre »ser« y »tener«, y entre »dar« ya y »desear dar«, todavía resultan estas dos características de la Salvación-don en la Contemplación para alcanzar amor:

a. En el plan o economía de la salvación, Él mismo es un don: su Palabra, en el Antiguo Testamento; su Verbo encarnado en el Nuevo Testamento; y su Todo en la participación escatológica.

En otros términos, no sólo nos da »lo que tiene, sino también y sobre todo lo que »es«, y lo primero está ordenado a lo segundo.

b. En cualquiera de estos dos modos de dar (lo que se tiene y lo que se es), es [31] siempre más lo que Dios desea darnos que lo que de hecho nos da; y esto, no por defecto de su parte, sino de la nuestra, que no llegamos a abrirnos suficientemente al don de Dios, sea este su Palabra o su Verbo Encarnado o su Todo.

Somos, como observaba san Ignacio al Duque de Borja, »todo impedimento« (cfr. Epp. I: 341), y nuestra salvación-salud requiere de continuo la salvación-liberación.

2.82. La salvación-camino

a. La Contemplación para alcanzar amor no es sólo para el término o etapa final del »camino« espiritual de los Ejercicios, sino para el mismo »camino« que es la vida ordinaria del hombre en este mundo.

Esto no excluye los otros modos de orar que llaman »oración formal« sino que, por el contrario, este modo de orar en la Ascensión nos debe llevar a la »oración formal«; y esta nos debe llevar nuevamente a la acción (cfr. 0.23. b »círculo acción-oración«).

Las semanas de los Ejercicios, sobre todo a partir de la Segunda y hasta la Cuarta inclusive, »es dar introducción y modo para después mejor y más cumplidamente contemplar« formalmente (EE [162], [209], [226]); mientras que la Contemplación para alcanzar amor nos da una introducción y modo de »contemplación en la acción«.

b. El punto de partida de la Contemplación para alcanzar amor es, como acabamos de decir a propósito de la salvación-don en esta contemplación de los Ejercicios el bien que Dios nos hace o nos quiere hacer (salvación-liberación); pero también dijimos el lugar que tenía, en esta misma contemplación, la salvación-liberación (cfr. 2.81. b).

Este segundo aspecto de la Contemplación para alcanzar amor, o contemplación del mal que todavía nos rodea y en el cual estamos inmersos (cfr. 1.52, acerca del »simul iustus et peccator«) no puede dejarse de lado ni en los Ejercicios ni en la »contemplación en la acción«: en la vida ordinaria y metidos en la acción, es más fácil e inmediato experimentar males que bienes.

Además, aún dentro de los Ejercicios, san Ignacio nos hace contemplar los dones de redención o liberación (EE [234]); y estos, como dijimos en su momento, son relativos a los males de los cuales Dios nos ha liberado o nos desea liberar (cfr. 1.1).

La »mi medida potencia ... y así justicia, bondad, piedad, misericordia, etc.« la contemplo sobre todo a propósito del mal que me rodea o me penetra; y por eso la experiencia del mal en mi vida me levanta el espíritu a la contemplación de »la suma e infinita – justicia, bondad, piedad, misericordia – de arriba«, como fuente no sólo de lo bueno que tengo, sino también de lo que aún me falta (EE [237]).

»El aguijón de la carne« lo lleva a san Pablo ante todo a la petición (»Por este motivo tres veces rogué al Señor que lo alejase de mí«); pero enseguida, ante la respuesta del Señor (»Mi gracia te basta ...«), a una manera de contemplar sus »flaquezas« que es a la vez gloriarse en ellas y en la »fuerza de Cristo« (2Cor 12,7-10).

También en los impedimentos que nos rodean – y que somos nosotros mismos, según san Ignacio (cfr. 2.81) – se halla Dios »ad modum laborantis« (EE [236]), es decir, como Redentor y Liberador (EE [234]).

La »contemplación en la acción« debe partir no sólo de los bienes sino también de los males en nuestra vida; y a veces, más de estos que de aquellos.

c. La historia de la salvación que se contempla en la Contemplación para alcanzar amor ni separa ni confunde lo »profano« y lo »sacro«: la autonomía del »ser«, del »vegetar« y del »entender« es respetada pero a la vez trascendida, como sólo Dios puede hacerlo (EE [330]: »es propio del Creador entrar, salir, hacer moción ...«), »haciendo templo de mí ...« (EE [235]) y por lo tanto protagonista de la historia de la salvación, y lugar privilegiado donde esta historia se realiza.

Dios está en la historia del hombre »ad modum laborantis« (EE [236]); y el hombre está, en esa misma historia, como colaborador de Dios.

Gracias a esta unidad histórica, la Contemplación para alcanzar amor es »contemplación en la acción«, y no meramente oración antes o después de la acción.

d. »Dios trabaja y labora en mí en todas las cosas creadas sobre la haz de la tierra, id est, se habet ad modum laborantis« (EE [236]).

Es decir, »las otras cosas sobre la haz de la tierra« no sólo »son creadas para el hombre y para que le ayuden ...« (EE [23]) y luego dejadas de la mano de Dios, y puestas exclusivamente en las manos del hombre, sino que también en ellas – como en la historia estrictamente humana – »Dios ... se habet ad modum laborantis« y por tanto requiere la colaboración del hombre sin dejar de prestar la suya.

Y la razón es que también »las otras cosas – fuera del hombre – sobre la haz de la tierra« participarán de la escatología del hombre, como ahora participan de su historia de salvación.

La salvación-salud del hombre será, en su escatología, cósmica (cfr. 1.4 y 2.14); y por lo tanto, el hombre debe trabajar para que todas las demás cosas – fuera del hombre – lleguen con él a su término.

Sin embargo, así como el triunfo sobre la muerte en el hombre será la obra de solo Dios, también lo será »el nuevo cielo y la nueva tierra«, como acto final y trascendente de la historia de la salvación.

3. Anexo práctico

La Biblia de Jerusalén tiene, entre sus abundantes notas, algunas que sus autores consideran »notas clave« porque corresponden a nociones bíblicas fundamentales.

Hemos escogido, entre estas últimas, las que más pueden ayudar a la práctica de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio, tal cual los hemos expuesto precedentemente a la luz de la concepción cristiana de la salvación.

Mantenemos el esquema de los Ejercicios completos en ocho puntos o temas, cada uno de los cuales como explicamos en su momento (cfr. 2) da materia para menos o más de un día, según se halle o no lo que se desea.

La materia que proponemos de la Biblia de Jerusalén debe ser meditada o contemplada a la luz de la interpretación de los Ejercicios propuesta en el punto anterior (para esto puede servir la numeración marginal: (el 3.1 remite al 2.1; el 3.2 al 2.2, y así sucesivamente), porque se trata de hacer Ejercicios y no meramente de meditar o contemplar la Escritura fuera de la estructura ignaciana.

Citamos meramente el texto de la Biblia de Jerusalén que tiene la nota-clave, sabiendo que ésta remite a otros textos paralelos sobre la misma noción bíblica fundamental que nos interesa.

Anteponemos, a los ocho puntos, temas o días de Ejercicios, una introducción general tomada de algunas notas-clave de la misma BJ que pueden servir como »preparación« para la práctica intensiva de los Ejercicios a la luz de la concepción cristiana de la salvación.

3.0. Preparación para ocho días de Ejercicios completos

a. Necesidad del Espíritu (re-lectura o reflexión ignaciana) para entender las Escrituras, y conocer a Cristo en ellas: Jn 14,26.

b. Cristo, centro y fin de las Escrituras (enfoque cristocéntrico de los Ejercicios): Jn 5,39.

c. La búsqueda de Dios (objetivo de los Ejercicios Espirituales): Am 5,4 y Jn 7,34.

d. Los días de Ejercicios, como día de salvación: 2Cor 6,2.

3.1. Principio y Fundamento Tiene dos partes claves:

I. Teoría o contemplación del plan o historia de la salvación.

II. Praxis o manera práctica de hacernos protagonistas de ella.

En la primera parte o contemplación del plan, san Ignacio fija la atención en tres consideraciones fundamentales:

a. El mismo plan o historia de la salvación.

b. Dios como principio, medio y fin (alfa y omega) de esa historia.

c. El hombre (todo hombre) beneficiario y protagonista. Veamos en los textos de la BJ que tienen notas adecuadas a las ideas-clave de san Ignacio en el Principio y Fundamento.

I. Teoría o contemplación del plan de salvación:

a. El plan de salvación de Dios para el hombre.

aa. Plan de salvación como bendiciones en Cristo: Ef 1,3-14.

ab. Acción de gracias y petición por dicho plan: Ef 1,15-23.

ac. Alegría por el plan centrado en Cristo, Hijo de la promesa: Jn 8,56 y Gn 17,17.

ad. Primer acto del plan de salvación (el hombre es creado): Gn 4,85.

b. Dios nuestro Señor, personificación y encarnación del plan de salvación o historia de la salvación:

ba. Dios y Cristo-roca: 1Cor 10,4 y Sl 18,3.

bb. Cristo-fundamento: 1Cor 3,11 y Lc 6,47-49.

bc. Conocer a Dios y a Cristo, como experiencia de su presencia activa en la historia de la salvación: Jn 10,14 y Os 2,22.

bd. El camino de Cristo (»alabar, hacer reverencia, servir ...« Hch 9,2 a; y Cristo, luz de su camino, Jn 8,12.

be. La Palabra de Dios, cerca nuestro en el Camino: Dt 30,14; y la sabiduría-discreción que nos guía, Prv 8,22-36 y Sab 7,22 ss.; y la Palabra »hecha carne y que habita entre nosotros«, Jn 1,1 ss. y nos da vida y gracia para el camino.

bf. El Cristo-Kyrios o Señor: Flp 2,11 y Hch 2,36.

bg. El mandamiento principal (Mt 22,34-35 y Jn 13,24-35) se apropia Cristo y lo refiere a sí mismo: Mt 10,34-40 y Jn 8,24-28. 56.

c. El hombre (todo hombre) beneficiario y protagonista de la historia de la salvación:

ca. Universalismo del plan (»el hombre ...«): Jn 4,42; Hch 9,15; Mc 11,17; Is 45,14.

cb. El Día de Cristo; como salvación eterna del hombre: 1Cor 1,8.

cc. Alma-espíritu (»salvar su alma«): 1Cor 15,44 y Rm 1,9.

cd. Salvar su vida (alma, persona total): Mt 16,25.

II. Práctica o manera de hacernos protagonistas de la historia de la salvación: [35]

a. Relación entre teoría (contemplación, conocimiento, experiencia de Dios) y práctica (caridad discreta o discreción ignaciana); Flp 1,9-10; Rm 12,2; Hbr 5,13-14 (cfr. arriba I. bc).

b. Los dos caminos (»riqueza-pobreza« y otras »binas« de posibilidades de opción en los »medios«): Mt 7,13-14; libertad para ir por uno u otro camino, Sir 15,14-17; necesidad de la discreción para mantenerse en el camino, Sab 7,22-88; y oración para pedirla pues es don o carisma, Sab 9,1-18 (cfr. arriba I. be).

c. Circuncisión del corazón (»no elijamos de nuestra parte ...«): Jr 4,4; Dt 10,16 y Dt 30,6 (cfr. Dt 29,3).

d. Desprendimiento de lo que se opone a Cristo y se interpone o desvía del »camino« (»odio-indiferencia«): Mc 14,25-27; Mt 10,37.

e. Simplicidad (la »indiferencia« del Principio y Fundamento es el »ojo ... simple« del preámbulo para hacer elección, EE [169]:

ea. En los 54 textos del Antiguo Testamento que la »vulgata latina« traduce por simplicidad se encuentran otros tantos matices de la perfección, pero de modo que el conjunto expresa la concepción hebrea de la misma como totalidad e incondicionalidad de la entrega a la voluntad de Dios.

eb. A la luz del Antiguo Testamento, la diversidad de sentidos de la simplicidad neotestamentaria según se trate de dar o de elegir o de creer, etc. incondicional y totalmente (Principio y Fundamento, Rey Eternal, Dos Banderas, Tres Binarios y Tres maneras de humildad).

ec. De aquí que haya que hacerse niño para entrar en el reino de los cielos (Mt 18,3-4, lo que equivale a »hacerse indiferente« respecto de los medios, hasta no saber la relación que en la voluntad de Dios tienen con el fin.

ed. Textos del Nuevo Testamento sobre la simplicidad: Rm 12,8 (sin cálculos, sin segundas intenciones, sin pretender otra cosa que ayudar a los demás).

Ef 6,5 (sólo por Cristo) y Col 3,22.

Mt 6,22 (ojo sano, luminoso, como disposición para reconocer a Cristo; y en un contexto de afán de riquezas, fugacidad de las cosas de este mundo, »dos señores«, etc.).

Nota bene: nos hemos extendido en el Principio y Fundamento (y en el punto último, de la simplicidad, hemos buscado material fuera de la BJ), porque todo esto sirve para todos los Ejercicios y sobre todo para sus otras contemplaciones estructurales como el Rey Eternal, las Dos Banderas, los Tres Binarios, las Tres maneras de humildad y la Contemplación para alcanzar amor.

3.2. Primera semana San Ignacio se extiende tanto en la temática que sólo indicaremos:

a. Demonio, como »padre« de los pecadores (primer pecado, porque influye en los demás pecados): Jn 8,39-44.

b. Mundo: Gal 1,4.

c. Carne (desorden de las operaciones): Rm 7,5.

d. Ira de Dios (infierno): Rm 1,18 y 2,6; Mt 3,7; Am 5,18 (día de Yahvé).

3.3. Rey Eternal

a. Reino de los cielos (de Cristo): Mt 5,17 y 3,2.

b. Gloria de Dios en esperanza (»y así entrar a la gloria de mi Padre«): Rm 5,2. c. Pascua (paso de la »pena« a la »gloria«): Jn 13,1.

3.4. Dos Banderas

a. Luz-tinieblas (dos »campos«): Jn 8,12.

b. El mundo invisible (bandera de Satanás): Jn 13,2 b.

c. El espíritu del Reino (bandera de Cristo): Mt 5,1.

Tres Binarios diversos personajes evangélicos, o parábola del sembrador. También los que entienden y los que no entienden las parábolas: Mc 4,11 (cfr. Is 6,9-10); cfr. Mc 4,25.

Tres maneras de humildad (basta lo que dice san Ignacio).

3.5. Contemplaciones introductorias a la Segunda semana (cfr. 2.5).

3.6. Contemplaciones introductorias a la Tercera semana (cfr. 2.6).

3.7. Contemplaciones introductorias a la Cuarta semana (cfr. 2.7)

3.8. Contemplación para alcanzar amor (cfr. 2.8).

4. Anexo bibliográfico

El carácter práctico de este estudio nos dispensa de una bibliografía completa, pero nos sugiere que recordemos estudios anteriores que desarrollan algunos de los temas aquí tratados.

Nos limitaremos a los publicados en la revista Ciencia y Fe (actualmente denominada Stromata); en cada uno de ellos señalamos el tema y el lugar en que es tratado en el presente estudio.

a. Teología y Ejercicios, Ciencia y Fe 15 (1959), 253-256 (cfr. 0.21).

b. Ejercicios y sus diversos comentarios, en Stromata 22 (1967), especialmente 274-279 (cfr. 0.21).

c. Teología ignaciana, en Stromata 21 (1965), 165-168 (cfr. 0.21).

d. Teología bíblica del desierto y Ejercicios, en Ciencia y Fe 14 (1958), 538-541 (cfr. 1.52. d).

e. Midrash bíblico y reflexión ignaciana, en Ciencia y Fe 14 (1958), 541-544 (cfr. 1.52. c y 3.0. a).

f. Espiritualidad ignaciana y Biblia, en Stromata (1967), 461-464 (cfr. 3.0).

g. Cristocentriso, en Stromata 22 (1966), 290-292 (cfr. 0.22. a y 3.0. b).

h. Alianza, en Stromata 21 (1965), 291-300 (cfr. 1.3).

i. Cristocentrismo del Principio y Fundamento, en Ciencia y Fe 17 (1961), 3-42, 159-164, 413-415 (cfr. 2.1 y 31, I b).

j. Pobreza-riqueza-codicia, en Stromata 21 (1965), 325-340 (cfr. 3.1 y 3.4).

k. Comentarios varios de la Primera semana, en Ciencia y Fe 13 (1957, 373-376, 538-542; 14 (1958), 137-138, 228-234; 15 (1959), 146-147, 262-269; 16 (1960), 413-423; 17 (1961), 13 nota 28; 18 (1962), 505-509; 19 (1963), 223-229; 20 (1964), 335-354; 23 (1967), 461-470 (cfr. 2.2).

l. Escatología, en Ciencia y Fe 15 (1959), 270-273 (cfr. 2.2).

m. Muerte, en Ciencia y Fe 14 (1958), 548-550 (cfr. 2.2).

n. Reino de Cristo, en Ciecia y Fe 17 (1961), 155-156 (nota bibliográfica) (cfr. 3.3).

o. Reino de Cristo y Reino de Satanás, en Ciencia y Fe 14 (1958), 550-552.

p. Estudios ignacianos, en Ciencia y Fe 14 (1958), 533-538 (discernimiento y dirección espiritual, cfr. 3.4).

q. Teología del discernimiento de espíritus, en Ciencia y Fe (1959), 253-256 (cfr. 3.4).

r. Apuntes para una teología del discernimiento de espíritus, en Ciencia y Fe 19 (1963), 401-417; 20 (1964), 93-123 (cfr. 3.4).

s. Acción política y elección, en Ciencia y Fe 14 (1958), 544-547 (cfr. 2.51).

t. Miguel Petty: Evangelios de la infancia, en Ciencia y Fe 20 (1964), 469-480 (cfr. 2.52).

u. Teología del milagro, en Ciencia y Fe 16 (1960), 196-199 (cfr. 2.2 y 2.4).

v. Contemplación para alcanzar amor (notas bibliográficas), en Ciencia y Fe 18 (1962), 505-507; 20 (1964), 353-354.









Boletín de espiritualidad Nr. 20, p. 5-38.


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