Horizontalismo

Ricardo Antoncich sj





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Al iniciar esta exposición quiero señalar algunas dificultades y delimitar exactamente el tema del que voy a tratar. Hablar de horizontalismo es difícil, la palabra va cargada de reacciones afectivas. Se nos ha hablado, muy frecuentemente de un peligro que tenemos que evitar: "esta tendencia tiene aspectos positivos, esta obra tiene buena línea…pero puede caer en el horizontalismo".

¿Qué es horizontalismo? Porque esta expresión cubre muchas cosas: desde la explícita negación de la transcendencia de un materialismo radicalmente ateo, hasta San Juan, podríamos decir, pues afirma que quien dice amar a Dios, a quien no ve, y no ama a su hermano , a quien ve, es un mentiroso. Indudablemente San Juan está contrastando la experiencia de caridad vertical con la experiencia de caridad horizontal, y lo que es más grave, está poniendo a la experiencia horizontal como criterio de verdad de la otra experiencia vertical. Para no poner en un mismo saco al más recalcitrante de los ateos con el apóstol San Juan, urge delimitar de qué horizontalismo estamos hablando.

Los problemas y dificultades de un tema como el nuestro, vienen, pues, de dos lados:

a) De la carga afectiva, de ver en el horizontalismo ante todo un peligro del cual debemos precavernos. No quiero decir que el peligro no exista. Tampoco quiero decir que quien nos previene para no caer en ese peligro no nos ame sincera y realmente. Lo que quiero afirmar es que el peligro no debe paralizar la acción, exactamente de la misma manera que un padre al prevenir a su hijo de los peligros de accidentes de tránsito, no por eso pretende que se quede el hijo toda la vida en casa. Hay que salir, aunque con cuidado.

La carga afectiva es muy obvia cuando se descubre un valor en la vida. Tendemos fácilmente a absolutizar el nuevo valor que encontramos, olvidando el situarlo dentro del contexto de nuestras anteriores experiencias o de contextos más amplios.

Sobre todo es comprensible la carga afectiva que se pone en la discusión en torno al horizontalismo, porque se trata en definitiva de valores muy sustanciales que afectan nuestra vida entera. No es lo mismo la discusión en torno a los estilos arquitectónicos de la Grecia antigua, que en torno a los temas en los cuales se define o reformula nuestra propia vida religiosa, nuestro sacerdocio, nuestro propio cristianismo.

b) Vienen: los problemas, también del lado intelectual o conceptual. No tenemos un concepto delimitado de horizontalismo y en él puede caber todo. Por ello, para aclarar el panorama propongo tres horizontalismo bastante diversificados y a los cuales me voy a referir en este trabajo:

a) El primero sería un horizontalismo exclusivista, es decir, un horizontalismo que explícitamente rechaza cualquier dimensión vertical. Niega la transcendencia. Para este horizontalismo la pregunta sobre Dios carece de sentido. Porque para ellos no existe Dios. La existencia entera del hombre se reduce en términos de horizontalidad, de experiencia ultramundana. Aunque no vamos a tratar directamente de este horizontalismo, conviene dejar apuntado que el famoso problema del ateísmo es un difícil problema, y que el Vaticano n, muy cautamente nos señala que incluso, nosotros, cristianos, podemos estar involucrados en esa negación de verticalidad, cuando nuestro testimonio oscurece el rostro de Dios y lo hace irreconocible a los hombres.

b) El segundo horizontalismo lo califico como un horizontalismo que no afirma explícitamente la verticalidad, pero tampoco la niega. Este horizontalismo se centra profundamente en la experiencia del hombre dentro de la historia y de la cuestión sobre Dios entre paréntesis. O la ignora, o no le interesa. Es un horizontalismo que se profesa v.g. en la teología de la muerte de Dios, cuyos múltiples sentidos de interpretación pueden ir desde una estricta negación de Dios, hasta indicar que el hablar de Dios carece de significación hoy para el hombre y lo que realmente interesa es la experiencia de la fraternidad en la dimensión horizontal.

c) El tercer horizontalismo es, por el contrario, el que explícitamente afirma una verticalidad y busca de alguna manera una síntesis. Como actitud vital creo que únicamente nos interesa este tercer horizontalismo (como actitud vital para nosotros). Pero también nos interesa la relación posible de este tercer horizontalismo con los dos anteriores, sobre todo por una exigencia apostólica.

Cuando en nuestro lenguaje religioso se usan estas palabras horizontalismo- verticalismo, se están designando dos posiciones que se pretenden antagónicas, excluyentes. Lo que hace muy difícil la discusión es que, en el fondo, para ser auténticamente cristianos, han de asumirse las dos simultáneamente.

Esto quiere decir, en otras palabras, que una posición unilateral no es cristiana. Frecuentemente se nos habla de los peligros del horizontalismo, muy poco de los del verticalismo. Y en realidad, ambos, aislados del otro polo son una negación de la totalidad de la revelación cristiana.

Este carácter bipolar tiene su expresión en la frase del Señor que nos pide estar en el mundo pero no ser del mundo. El no ser del mundo expresa aquí la realidad vertical, es decir, el cristiano “sellado” por el Espíritu, que sabe - por que le ha sido revelado - el misterio de la vida divina que vive en él. Saber qué es lo que significa "ser-de-Dios" es la explicación del verticalismo.

Pero este no-ser-del-mundo ha de conjugarse con estar-en-el-mundo. Es decir, con la presencia entre los hombres, con el encuentro con ellos, con la tarea común de hacer un mundo justo y fraterno. Explicar todo lo que implica este estar en el mundo, en el sentido de la seriedad de las cosas, es la explicación del horizontalismo. '

Partimos del horizontalismo tercero, que podríamos llamar típicamente cristiano. Es el más cercano a nosotros, existencialmente y nos orienta para tratar después de los otros dos.

Veremos en primer lugar qué entendemos por este horizontalismo (definición).

En un segundo momento, probaremos los fundamentos de esa definición (por qué). Y finalmente veremos qué relación puede tener este horizontalismo con los otros dos (para qué).

I. Definición

Propongo la siguiente: "Consiste en la prioridad - o por lo menos no postergación frente al verticalismo - de la experiencia humana horizontal, es decir, del compromiso con los demás hombres compartiendo sus gozos y esperanzas en la construcción de la historia.

a) Sentido de prioridad

Esta prioridad se refiere a la experiencia en el tiempo, es decir, que siempre la experiencia horizontal antecede a la vertical. Nótese bien que estamos hablando de una prioridad temporal en el orden de la experiencia. Otológicamente es primero, pero para el hombre, la experiencia de Dios es posterior a la experiencia horizontal. '

Esta afirmación es bien clara sobre todo si partimos de la experiencia cristiana de Dios. Fides ex auditu. Creemos por haber escuchado a otros. Son ellos los que nos han introducido en el ámbito de las experiencias cristianas de Dios.

A través de un doble acto de fe, fe humana en el apóstol que nos anuncia el evangelio y fe divina como respuesta a ese evangelio anunciado, hemos recorrido todo el camino de la fe.

Insisto que aun en el caso de Cristo, es a través de la experiencia humana de Cristo hombre, como llegamos a Dios. La pedagogía de la fe en la divinidad de Cristo es lenta y se da como entre líneas de una experiencia inmediata: la de la humanidad de Cristo.

Ahora bien, esta experiencia es la de una profunda amistad, de modo que a través del amor de Cristo, experimentado horizontalmente, como experiencia intrahumana, Juan puede explicar: Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo Unigénito. Se diría que la experiencia del amor de Dios, del que envía, nos llega simultáneamente y a través de la misma experiencia del amor del enviado. Las dos experiencias se confunden en una sola. Sin embargo la experiencia del amor de Dios que envía a su Hijo no es inmediata, sino a través de la otra.

Quede bien claro que cuando hablamos de prioridad no nos referimos a si Dios es más importante o más digno que el hombre, a si nuestra vida tiene que ser teocéntrica o antropocéntrica, la meta es más importante, desde luego, que el camino; pero si no tomamos prioritariamente el camino, si no lo hacemos realmente, no llegaremos a la meta. El camino, desde el punto de vista de la acción, es pues más importante que la meta. De igual manera, la relación vertical no es auténtica si queremos evitar la larga y costosa preparación de nuestro acercarnos a Dios que es la construcción de un mundo fraterno. Dios quiere misericordia, justicia, reconciliación con nuestros hermanos, antes de poner nuestra ofrenda sobre su altar.

b) ¿Por qué habló de la experiencia horizontal en la construcción de la historia?

Estamos hablando de auténticas relaciones que nos hacen salir de nuestro egoísmo, de nuestro yo cerrado. Puede haber una verticalidad que no es sino un egoísmo refinado de carácter espiritual. Puede haber un horizontalismo estrecho que no es también sino la proyección de nuestro personal egoísmo. Más que hablar de líneas vertical y horizontal, habría que hablar del punto, del cual no hemos salido, encerrados en nuestro egoísmo, con apariencia de verticalidad y horizontalidad. En este sentido, cuando realmente se sale de sí, en la dimensión horizontal, es cuando se comprende de alguna manera la responsabilidad social en sentido amplio, es decir, la responsabilidad ante la historia. No se trata de un sentido perfecto de la historia. Basta que sea algo incipiente o muy oscuramente formulado.

II. Por qué. Es decir, fundamento de esta definición.

a) Responde profundamente a lo que la Sagrada Escritura nos dice sobre las dos relaciones: horizontal y vertical. (Razón bíblica).

b) Responde a la experiencia de nuestro tiempo, marcado fuertemente por la secularización. (Razón histórica).

b) Responde a lo que la Iglesia, bajo la acción del Espíritu, entiende hoy como su misión en el mundo. (Razón eclesiológica).

a) Razón bíblica

El fundamento bíblico lo seguiremos a través de tres ideas:

1. La idea justicia, pues como experiencia horizontal (justicia con los demás hombres) afecta profundamente la posibilidad de conocer a Dios (dimensión vertical) en el Antiguo Testamento.

2. La idea de encarnación, que supone la plenitud de la revelación en Cristo de un doble misterio: el de Dios y el del hombre. El conocimiento del hombre, en Cristo (dimensión horizontal) lleva a conocer en plenitud a Dios (dimensión vertical).

3. Lo idea del amor, como mandamiento del Señor, que exige la indisoluble dimensión de lo horizontal y de lo vertical.

1. JUSTICIA

Estamos acostumbrados a ver el problema de la justicia como una actividad más bien de orden profano (relacionado con el derecho, la política, la economía) y por tanto como algo que no tiene relación directa con lo religioso. Si la Iglesia se preocupó de estos temas fue porque la justicia parecía ser una pre-condición para una vida cristiana. Así, muchos Papas señalaron la potestad de enseñar en asuntos sociales, por parte de la Iglesia, porque la vida moral no podía realzarse en situaciones de miseria. Es cierto que después se han visto otras razones más profundas, pero señalo este hecho como significativo de un modo de pensar.

Sin embargo esta manera de pensar contradice datos muy abundantes de la Escritura. Datos que no son aislados, sino que forman como una verdadera trama, un hilo conductor a lo largo de toda la Biblia. Estos datos confluyen en señalarnos la íntima relación entre justicia y conocimiento de Dios.

Empecemos por un pequeño texto, en Jeremías 22,16. El profeta, en nombre de Dios se dirige a Yoyaquín y le dice: "Tu padre hizo justicia y equidad y le fue bien, juzgó la causa del humillado y del pobre e iba bien, ¿no es esto conocerme? Oráculo de Yahvé".

Este texto establece una identificación: hacer justicia=conocer a Dios, lo cual quiere decir que la afirmación contraria es también exacta: no hacer la justicia=no conocer a Dios.

No creamos que distorsionamos con una cita perdida en el cúmulo del Antiguo Testamento el problema de la justicia.

Totalmente coherente con esta línea de pensamiento está Pablo en Romanos: La cólera de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad e injusticia de los hombres (1,18) y sigue el famoso texto sobre el conocimiento natural de Dios, acompañado de la larga lista de pecados contra los demás, efecto y a su vez causa de este conocer a Dios.

La verdad, el conocimiento de Dios, puede quedar aprisionado por la injusticia, y esto, incluso en hombres de elevada cultura (Rom 1,22) "jactándose de sabios se volvieron estúpidos". Su capacidad de ver en el campo de las ciencias o de la técnica puede coexistir con su incapacidad para ver a Dios, porque están viviendo en injusticia.

Con igual coincidencia, aparece San Juan, sobre todo en su primera carta.

1. hay una identificación entre justicia y amor, que se expresa con las mismas fórmulas: obrar (la justicia, el amor) es proceder como hijos de Dios, pues Dios es justicia y amor; 1 Jn 2,29; 4,8.

2. negativamente se dice lo mismo en 1 Jn 3,10; el que no obra la justicia no es de Dios, y tampoco el que no ama.

3. lo que interesa es no sólo destacar que justicia-amor, sino que estas actitudes en el nivel de lo horizontal son correspondientes al ser de Dios. Por tanto no se puede explicar la justicia o el amor, sino porque somos de Dios, porque lo conocemos.

¿Por qué dice Dios que realizar la justicia es conocerle? Dios asume en un mismo plano la respuesta que damos al hombre como dado a El mismo (Mt 25). Diríamos que Dios no. hace distinciones entre horizontalismo y verticalismo. Esto se aclara mejor cuando vemos dos rasgos muy marcados del Antiguo Testamento: a) la prohibición de imágenes y b) el anti culto de los profetas.

a) Prohibición de las imágenes.

¿Cuál es la razón de esta prohibición?

- ¿evitar la idolatría de confundir la representación con lo representado? Muchos exegetas lo dudan. Parece que esta confusión no existía en los pueblos orientales.

- ¿remarcar el sentido de transcendencia? Si ésta se refuerza por poner a Dios fuera de la experiencia sensible, no se explicaría por qué el ver una imagen de Dios pudiera llevar al olvido de la trascendencia y no el escuchar la voz; de Dios. Sin embargo, continuamente el A.T. nos presenta la voz de Dios que se comunica al hombre y no por eso el hombre olvida la transcendencia de Dios.

- Hay una razón más profunda: Dios prohíbe hacer imágenes, porque El mismo se ha hecho su imagen: el hombre vivo. Porque el hombre es imagen de Dios, prohíbe Dios matar al hombre: Gn 9,6: "quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su imagen vertida, porque a imagen de Dios hizo El al hombre".

La experiencia horizontal auténtica, supone salir de yo y de mi mundo, para reconocer con valor absoluto a todo otro ser humano, que no puede ser puesto en relación conmigo en calidad de instrumento. En este sentido, yo transciendo mi experiencia de relación con cosas y realizo una experiencia de absoluto, de respeto a un ser que no puede ser manejado, relativizado, instrumentalizado. De un ser qué tiene su propio proyecto personal que yo debo respetar.

b) La misma razón explica otro hecho muy característico del A.T.: la tendencia de los profetas a criticar duramente el culto. Constantemente censuran el culto a Dios contraponiéndolo a la realización de la justicia. Se plantea el dilema entre justicia y culto porque mientras haya injusticia en un pueblo, la oración y la adoración no tienen por objeto a Yahvé. No basta buscar a Dios, hay que buscarlo donde está y como Él quiere.

"Decía Voltaire que si Dios había creado al hombre a su imagen y semejanza, el hombre se lo había pagado con la misma moneda, fabricándose un dios a su propia hechura" (Seg. t. m, p. 14).

La intervención de los profetas en la historia es el permanente recuerdo por parte de Dios que si nosotros creemos conocer y adorar a Dios, al margen de la realización de la justicia, ese Dios es un ídolo. Tan importante es la justicia en la dimensión horizontal, que ella nos da como el criterio o la seguridad de que nuestra oración va bien dirigida y llega a Dios.

Por eso un autor contemporáneo, Miranda, puede afirmar lo siguiente: "La transcendencia de Dios no se mantiene con lo que imaginemos transcendente o lo afirmemos conceptualmente como lo transcendente. Dios se mantiene transcendente sólo mediante la alteridad irreductible que hay en el clamor del pobre, del débil, de la viuda, del huérfano, del oprimido. Sólo entonces Dios es verdaderamente otro. Aunque nos esforcemos mediante el culto y teología y analogía del ser, la otreidad desaparece en el preciso momento en que prescindimos del amor del pobre que exige justicia. Esa es la alteridad real, no meramente afirmada o verbalizada. La mayor ironía y superficialidad es acusar de inmanentismo (horizontalismo diríamos con los términos de nuestro trabajo) a quienes se dedican a problemas sociales. Ellos son defensores de una transcendencia divina que sea verdaderamente real y no simplemente pensada" (Cf. "Christus" - México - 1970, p. 668).

La razón bíblica tiene un segundo fundamento:

2. LA IDEA DE LA ENCARNACION:

En Cristo: se manifiesta la bondad de Dios y su amor a los hombres (Tito 3,4), de manera que por la experiencia de ese amor de Cristo adivinamos el amor del que lo envió (Jn 3,16).

La encarnación es el gran sí de "Dios al mundo, aceptación plena, manifestación de un amor que personaliza.

El ejemplo de la amistad es bastante expresivo.

Si mi amistad consiste en despersonalizar al otro para que él me imite totalmente a mí mismo, dejando de ser él, para convertirse en espejo mío, entonces no es amistad, sino egoísmo.

La amistad supone que mi amor, personaliza al otro y le permite ser él mismo con mayor plenitud.

El amor de Dios al mundo no sacraliza al mundo, no pretende arrancar a los hombres de sus propios quehaceres para dedicarse a las tareas sacrales, sino es un amor que respeta al mundo, que quiere que el mundo sea más mundo, viva su propia autonomía.

Dios estima lo que el hombre hace al construirla historia. No es un testigo des de fuera, es un colaborador desde dentro. Por-su encarnación, se hace uno de nosotros, y da, como nadie en la historia, el aporte más radical a la historia humana: la revelación del misterio de Dios y del misterio del hombre. Este aporte lo da Cristo, porque Él es el Verbo, la Palabra de Dios.

Cristo es la palabra, la expresión perfecta de Dios, plenitud de la revelación.

Es una palabra que no miente. No es como la palabra humana que expresa por fuera lo que por dentro no se piensa y es por eso palabra de la mentira.

La Palabra de Dios, como mediación frente al ser de Dios es veraz, total identificación entre el ser y su expresión. Es además, palabra comprensible, porque se encarna, porque es dicha entre nosotros, por uno de nosotros.

Esta palabra es reveladora del ser de Dios. Lo revela, no como lo revelaron los profetas, desde fuera; sino desde dentro, como Alguien que es testigo inmediato de la intimidad divina. Por eso puede decir: quien me ve a mí, ve al Padre; el Padre y yo somos lo mismo.

A través de Cristo se nos revela que Dios es amor, es decir, el misterio de un Dios que es-sociedad, que no es un yo sino un nosotros; tres personas que se aman tan íntimamente que participan de una sola naturaleza.

Esta Palabra es reveladora, igualmente del ser del hombre. La revela también desde dentro, como alguien que está inserto en la historia, pero también como alguien que está muy profundamente en el ser del hombre, "porque por El fueron hechas todas las cosas".

Esta revelación nos dice que el hombre es hijo de Dios, llamado a vivir frente al Padre una filiación y frente a los demás hombres una gran fraternidad.

Esta comunión interpersonal en la fraternidad, es precisamente el reflejo de la comunión trinitaria.

Al igual que en el misterio de la Trinidad, la naturaleza encuentra su pleno sentido, en el momento en que es el vínculo de la comunión personal.

¿Qué naturaleza es la que debe ser puesta al servicio de la comunión personal?

La naturaleza de todo tipo: el cosmos, la naturaleza física inanimada, la naturaleza animada de los vegetales y animales, la misma naturaleza humana con la complejidad de su riqueza biológica, sus misterios psicológicos, sus dimensiones sociales.

El hombre es capaz de dominar la naturaleza en ciertos aspectos: comenzó a dominar la naturaleza física, aprovechando sus secretos para servicio del hombre: la técnica maravillosa del mundo moderno es testimonio de ello, domina la naturaleza psicológica, iluminando los oscuros complejos y mecanismos del alma, trata de dominar la naturaleza social, descubriendo las leyes sociales, culturales, antropológicas, económicas, políticas, que rigen nuestra convivencia humana.

La gran conquista humana, con todo, es la de superar el egoísmo.

La naturaleza no abre a la comunicación; es la persona la que realmente es capaz de sobre-ponerse a la inclinación natural a defender lo propio, y abrirse personalmente hacia el ser personal.

Por eso es profundamente verdadera la frase de Pablo VI en Populorum Progressio: "hay un subdesarrollo moral de la avaricia, del egoísmo que puede coexistir con el desarrollo técnico más fantástico". Y sin embargo este subdesarrollo es radicalmente menos humano.

Así, pues, la idea de la encarnación, es una nueva llamada para tomar en serio la dimensión horizontal. Sin embargo, es la tercera idea, la que nos dice hasta qué punto la experiencia horizontal puede ser previa a la vertical.

3. LA IDEA DEL AMOR

Al amor le cabe una importancia particular en el NT: es el mandamiento que el Señor nos deja, es la señal de que somos sus discípulos...

Pero quiero destacar algo muy importante: se afirma que es el amor, el don de sí, el que salva al hombre.

En Mateo 25 la relación horizontal, incluso sin aparecer explícitamente conectada con la vertical de lo contrario no se explicaría la pregunta que dirigirán los justos: cuándo te dimos de comer…es la que realmente salva al hombre.

En este sentido decimos que la experiencia horizontal es anterior a la vertical.

Sin embargo, la pregunta que en Mateo 25 es lícita que pueda ser dirigida por un no cristiano, no puede ser planteada por un cristiano, que ya sabe que amar al prójimo es amar a Cristo.

En este sentido decimos que la experiencia horizontal es concomitante a la vertical.

La teología de la caridad, en la primera carta de San Juan es particularmente importante para entender esta concomitancia:

Lo que caracteriza la salvación para el creyente es precisamente el vivir el amor desde la fe y los sacramentos. Es decir: creer y ser bautizado para ser salvo.

Toda la revelación, toda la predicación de Jesús apunta a transmitirnos el conocimiento del amor de Dios. Por eso, puede, en la última cena, resumir en su mandamiento del amor toda su obra y toda su doctrina. La fe, pues, no hemos de mirarla como la aceptación intelectual de fórmulas doctrinales, sino ante todo, radicalmente, como la comprensión de ese amor con que Dios nos ama, que se nos manifiesta plenamente en Jesucristo.

Con la gran sencillez de San Juan en su primera carta:

- nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene

- y hemos creído en él

- Dios es amor y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él.

"Creemos en el amor" es la perfección de la fe. A veces nuestra ortodoxia nos deja muy fríos, con la precisión de fórmulas doctrinales que poco o nada nos reflejan el infinito amor de Dios. La gran verdad que tenemos que aceptar por la fe es que Dios - que es amor - sociedad- nos ama!

La prioridad de la experiencia horizontal importa que sea sobre todo auténtica.

Se trata de hacer realmente un camino desde nuestro yo hacia la persona del otro. Poco importa que nosotros no veamos que este camino en realidad nos pone también en el camino de acercamiento a Dios, lo que importa es hacer el camino!

Mejor dicho, importa y muchísimo, que sepamos los cristianos a dónde nos lleva en realidad el camino de la auténtica dimensión horizontal. De ello depende que la humanidad entera lo recorra con autenticidad. Veremos esto más despacio en la última parte.

La importancia de la experiencia horizontal se refuerza por una razón histórica: la secularización.

Muy importante tener una noción exacta de lo que es. Lo miramos ordinariamente como secularismo, como peligro para la fe, por la reducción real de lo sacral en la existencia humana. Y esta actitud de angustia nos impide ver la dimensión enormemente positiva que tiene precisamente para la evangelización, es decir, para la experiencia vertical de Dios en Cristo.

La secularización es una experiencia global del hombre.

A una relación del hombre con la naturaleza, correspondía una imagen de Dios.

Cuando la naturaleza dominaba al hombre, se veía la imagen de la naturaleza muy sacralizada, en Íntima relación con la imagen de Dios.

Cuando el hombre domina la naturaleza, la correspondiente imagen de Dios sufre una crisis.

Si antes acudía a Dios para protegerse de la naturaleza, o para pedir cosas que la naturaleza ya hoy dominada ofrece al hombre, ahora el acudir a Dios para eso carece de sentido.

La secularización, en su dimensión técnica, pone en crisis, pues, la religión natural.

Pero más aún, la secularización nos obliga ya a nuestra fe cristiana a una mayor maduración. Porque la secularización no sólo tiene la dimensión de dominio de lo técnico, sino también de construcción de la sociedad y de la historia bajo la responsabilidad del hombre.

Y esta dimensión de la secularización, pone igualmente en crisis nuestro cristianismo tradicional. Nos obliga a redefinir la horizontalidad no sólo en el ámbito de las experiencias cercanas de los prójimos que conocemos por sus nombres.

Hoy la política nos hace prójimos de seres cuyos nombres desconocemos, pero en cuyo destino personal y profundo realmente influimos por una decisión política o económica.

Redescubrir el significado del amor cristiano en la política, es una de las tareas más urgentes de nuestra experiencia horizontal moderna.

Son precisamente estas dos experiencias de la técnica y de la construcción de la historia las que abren a muchos seres humanos a un compromiso a fondo en la dimensión horizontal. Nunca, como ahora, el hombre ha sentido la urgencia de una tarea gigantesca que tiene que realizar con todas sus fuerzas.

Y son precisamente en estas dos grandes conquistas del hombre de hoy, donde se ha sentido la religión y el cristianismo como experiencia negativa: freno de los progresos científicos y freno de los cambios sociales.

Si hace 50, 80 años se hubiera tenido de la Iglesia y de la fe cristiana la visión que ahora tenemos, posiblemente ahora no estuviéramos hablando de horizontalismo. Quiero decir, no surgiría como una dicotomía frente a lo vertical; como si comprometerse por el hombre fuera olvidarse de Dios. Insisto, son los errores de la historia concreta, los que han hecho de la fe no un motor de estos cambios, sino en muchas ocasiones un freno.

Cuando definíamos horizontalismo indicábamos tres razones: bíblica, histórica y eclesial. Esta tercera viene a ser como una síntesis de las dos anteriores-

La Iglesia, como pueblo de Dios, del cual toda la Biblia es testimonio, se encuentra en una historia concreta, marcada por la secularización. Y esta historia obliga a reflexionar nuestra fe. Yo diría que debemos constatar con sorpresa que esta marcha de la historia, a pesar de sus ambigüedades y oscuridades, a pesar de que el progreso técnico no significa necesariamente aumento de fraternidad, etc… sin embargo, esta marcha de la historia nos obliga a redescubrir con mayor pureza lo que es auténticamente cristiano.

San Pablo podía censurar a los paganos que viendo las obras de Dios no reconocieran a su autor. La naturaleza, no dominada entonces, era más abundante en sus manifestaciones de Dios, que de los hombres. El hombre moderno no tiene directamente visión de la obra de Dios: dondequiera dirige su mirada encuentra más bien su propia obra, la de sus manos, la de su técnica, se encuentra él.

Si el cristianismo fuera una religión que nos hubiera hablado de Dios como creador del universo, causa primera de todo lo que existe... tal vez el progreso técnico debería preocupamos. Pero, si mal no recuerdo, todo eso de la causa primera lo aprendí más bien en la filosofía griega y en todo caso, en los esfuerzos de entender la revelación cristiana a partir de los instrumentos filosóficos helenísticos. El Evangelio, más bien me habla de Dios como Padre y no como creador. San Pablo se indigna cuando piensa que tenemos actitudes de siervo y no de hijos. Esta es la libertad que Cristo ha venido a darnos. Por eso no estamos debajo de una ley de esclavos, sino de una filiación que hace hijos.

La Iglesia, precisamente en este mundo secularizado, y precisamente por fidelidad a todo lo que la Biblia nos dice sobre esta historia de salvación, es la primera que tiene que tomar en serio el horizontalismo en el tercer sentido explicado. Esa es su misión: hacer ver que en su compromiso por el hombre está anunciando al Dios verdadero cuya imagen es el hombre, que quiso hacerse hombre, que puso nuestras relaciones de fraternidad como efecto, como sello, como requisito para “darnos su amistad”. La Iglesia sabe que todo amor viene de Dios y termina en Dios, sabe que detener el amor de Dios en nosotros y no amar a los demás es ser asesinos, como lo dice San Juan.

Recalco siempre que estoy hablando del horizontalismo cristiano que no es negación de verticalidad, sino que precisamente a partir de la verticalidad, teniéndola siempre como telón de fondo, y alimentada en ella, compromete más profundamente en favor de los hombres.

¿Cuál es la función de este horizontalismo con relación a los otros dos? Su para qué.

La diferencia está en la afirmación de la verticalidad. Y este elementó es muy importante. Pues cualifica notablemente el horizontalismo mismo y al mismo tiempo le permite cumplir una función que los otros no tienen.

Vivir lo más auténticamente posible es absolutamente importante. De ello depende la salvación de la humanidad. La misión del horizontalismo cristiano es hacer verdaderamente horizontal lo horizontal. Porque como dije antes, lo que tiene que ser línea, camino de recorrido desde el yo hasta el otro, se expone gravemente a ser simplemente punto. Es decir, egoísmo disfrazado, no haber salido de sí mismo.

Los cristianos sabemos la importancia de amar, de amar realmente, de amar auténticamente. El que no ama es un asesino, está privando de la vida afectiva, de la fraternidad, de la posibilidad de encontrar a Dios como Padre a través de nuestra experiencia de hermanos, a los otros.

El aporte del horizontalismo cristiano lo señalaría en tres dimensiones:

a) En extensión: como cristianos sabemos que todo hombre, hasta el más pobre y pequeño es digno de un respeto y de amor absoluto, porque es imagen de Dios. Esta dimensión del horizontalismo cristiano debe ayudar a los otros horizontalismo a romper las barreras con que los hombres disfrazamos nuestro egoísmo.

En lugar de ser egoísmo individual es egoísmo familiar, de casta, de clase social, de nación, de cultura, pero siempre egoísmo. No entendemos al que está más allá de la frontera de lo que nosotros conocemos, valoramos, amamos. Sin el horizontalismo cristiano que es precisamente horizontalismo sin fronteras, los otros no llegan a ser verdaderamente horizontal y arriesgan no dar salvación.

b) En duración: como cristianos sabemos que Cristo nos amó hasta el fin, que nos amó cuando éramos sus enemigos, pues éramos pecadores. Sabemos que el amor tiene sentido aun cuando parezca que la avalancha del mal, del pecado, del egoísmo, amenazan sepultarlo todo. Sabemos que la resurrección es el triunfo definitivo de la vida y del amor, sobre la muerte y el pecado. Nuevamente el aporte de un horizontalismo cristiano a los otros.

c) En calidad: el auténtico horizontalismo supone siempre una tensión personal. Nos dejamos arrastrar por lo natural, por el menor esfuerzo. Como los regalos llegan a ser sustitutos del amor en lugar de ser expresión del amor. Es muy fácil que el puente quede como cáscara vacía, sin contenido dentro. El horizontalismo cristiano tiene como misión ayudar a los otros dos a dar verdadero sentido personal a su propio horizontalismo.

¿Qué pasará entonces con los otros dos horizontalismo?

- el que prescindía de Dios, encontrará en la vida cristiana motivos muy profundas para hacer más radical el horizontalismo.

- el que negaba a Dios, verá en el horizontalismo cristiano precisamente no un obstáculo de la verticalidad para el compromiso, sino exigencia mayor.

El diálogo con los otros horizontalismos no se dará por la afirmación inicial de lo vertical, sino por la autenticidad y calidad del propio horizontalismo.









Boletín de espiritualidad Nr. 21, p. 7-20.


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