Discernimiento y Congregación General XXXII

Daniel Gil sj





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Cuando el P. General expresó el modo de preparación de la próxima CGXXXII, lo hizo en términos muy entrañados en la tradición espiritual de la Compañía: discernimiento, deliberación. Dijo que quería suscitar en la Compañía "un clima de sincero y verídico intercambio espiritual comunitario... capaz de convertirse en un verdadero discernimiento o deliberación espiritual en común" (1). Esa búsqueda en común debe dirigirse a encontrar soluciones nuevas o renovadas a las nuevas exigencias del mundo y de la Iglesia: y el modo de elaborar esas soluciones se encuentra en "aprender a adoptar la verdadera actitud en las reuniones que tengamos sobre cuestiones apropiadas y aprovechar así la multitud de signos de Dios, que muchas veces se nos escapan en nuestros intercambios comunitarios, por no caer en la cuenta de su verdadera significación" (2). En expresiones equivalentes, el P. General insistía en la "lectura de los signos de los tiempos", "percibir las nuevas luces y llamadas del Espíritu", el sentido de la acción orientadora de Dios en nosotros... en una palabra: "vivir continuamente la discreción de espíritus, individual y comunitariamente". Pensaba el P. General que podría y debería llegarse, de ese modo, en toda la Compañía, a obtener una serie de metas, tanto en la vida ordinaria (3) como para la preparación de la CG XXXI l (4).

La directiva del P. General estimuló a los miembros más sensibles a la situación actual de la Compañía y en el último año aparecieron muchos documentos que serían de guía para la concreción de las sugerencias del General (5). Esta nueva literatura jesuítica muestra una franca convergencia hacia; las metas indicadas por el general: favorecer el discernimiento personal y comunitario (más acentuado este último aspecto) para elaborar procesos de conjunto que canalicen desde ahora a la Compañía hacia una CGXXXII realmente solvente. Pero también, a contraluz, revelan las serias dificultades que encuentran los Jesuitas actualmente para entender y realizar las directivas del General.

La seriedad de estas dificultades es, a mi juicio, la medida exacta de la dificultad de la Compañía para ser ella misma, para vivir en plenitud (dentro de lo posible) su propia vocación (6). Más aún que la presencia de grandes problemas, de desafíos radicales, lo grave de la cosa está en nuestra casi impotencia de discernir ante ellos. La Compañía, en efecto, no asegura su existencia plena en la medida en que no tiene problemas, sino en la medida en que discierne ante ellos; y éste es el punto que flojea, al parecer, según las dificultades que implícitamente surgirían de las noticias acerca de la preparación de la próxima CGXXXIL

¿En qué consiste esa dificultad para el discernimiento habitual, personal y comunitario? ¿Cómo describir con precisión y justicia esa especie de parálisis, de inhibición, de fastidio, de... que obstaculiza un vigoroso discernimiento? Tarea importante y difícil. Los puntos que van a continuación son un intento de comenzar a recoger síntomas y elaborar diagnósticos. Para esto describiré diversos elementos esenciales del juicio práctico de discernimiento y verificaré la situación real de cada elemento (como quien, al ver que el motor está fallando, verifica si tiene nafta, si la batería carga, si el carburador... o las bujías... etc.).

Resumimos el funcionamiento del discernimiento, personal o comunitario, en cinco elementos: libertad, Voluntad de Dios, oración, agitaciones ambiguas y sistema exegético (criterios y claves, o "reglas" dadas por San Ignacio).

1. Libertad.

El juicio de discernimiento no es una afirmación intelectual simplemente. Es un juicio decisorio, es un momento de la libertad del cristiano, que busca disponer de sí mismo, conformar su vida. Puede ser un juicio radical, como la elección del estado de vida, o puede ser un juicio parcial; según las diversas elecciones que se hacen para realizar efectivamente el estado elegido, la vocación encontrada, la misión recibida. De ninguna manera, pues, hay que concebir el discernimiento como mera investigación, estudio o reflexión es un proceso de decisión, de elección, de compromiso real.

2. Voluntad de Dios.

La libertad que asume una actitud de discernimiento es la que va a decidirse según la Voluntad de Dios. Esta calificación es de una importancia insuperable para entender el discernimiento en la Compañía. La libertad humana, en efecto, puede decidirse de muchos modos, según muchos valores soberanos. Quién hace discernimiento ignaciano es el hombre que se ha dispuesto a no elegir nada que no sea Voluntad de Dios para él, percibida de algún modo como tal. No se conforma con elegir algo nuevo, ni siquiera "lo mejor", ni lo más urgente o importante, o lo más conforme al mundo actual o lo más favorecido por la tradición católica, e etc. Busca y quiere hallar la Voluntad de Dios. Lo que hará, a sus ojos, que uno de los diferentes proyectos posibles, sea el suyo, es que constate de algún modo que esa es la voluntad de Dios para él. Sólo busca, sólo quiere, lo que Dios quiere para él. Ese es el motivo formalmente decisivo, lo que inclinará la libertad a una u otra alternativa de la opción (siendo varias, y buenas incluso).

Este punto es importante. El que intenta discernir a la manera de San Ignacio no se contentará jamás con una voluntad divina putativamente conocida; el deseo de Ignacio era, por el contrario, "que su divina voluntad sintamos y enteramente la Cumplamos".

3. Oración.

Buscar la manifestación de la Libertad divina, para subordinar a ella la propia libertad en la disposición de la vida, es una actitud radicalmente interpersonal. La actitud interpersonal con Dios es oración, en su momento culminante. El que intenta discernir debe transformarse en oyente atento a la Palabra en la cual Dios ha manifestado todo lo que tenía que decirnos: Jesucristo el Verbo Encarnado. El discernimiento se hace en confrontación constante con el evangelio. El "armónico fundamental" que templará el corazón y la Inteligencia, para el juicio de discernimiento, está dado por la audición, la meditación, la contemplación de los misterios del Verbo en nuestra carne mortal.

Tratándose de buscar la voluntad de Dios, de recibir su Libertad hacia mí, solo la oración dará a nuestra mirada (hacia Dios, hacia la historia, hacia nosotros mismos) la distancia focal exacta para percibirla: el enfoque, la perspectiva teologal. La oración es, en efecto, la más universal praxis de las virtudes teologales.

4. Agitaciones.

Entrar en una experiencia de discernimiento no es algo que está en nuestra mano cuando queremos. San Ignacio habla de tres tiempos de elección, y el estar en uno o en otro no depende de nuestra voluntad. Por eso no podemos anunciar de antemano que "vamos a discernir este punto". El tiempo de discernimiento no se produce por decreto.

Para que haya discernimiento debe haber mociones, agitaciones, situaciones ambiguas, Para San Ignacio, esa situación admitía un doble nivel, uno más sencillo, de agitaciones contrarias y otro más difícil, de agitaciones semejantes, confundibles. Si no hay mociones espirituales, o no son percibidas con precisión, tampoco hay posibilidad de juzgar con discernimiento. El tipo de agitaciones que tienen significación averiguada, está ya establecido por San Ignacio en el caso del discernimiento de un ejercitante; cuando el discernimiento intenta ser comunitario, ya no tenemos una doctrina suficientemente clara (7).

Una expresión que ha hecho fortuna, en este apartado de las mociones, es "signo de los tiempos". Pero en realidad, la expresión se ha trivializado, y hoy se usa sin un significado claro. Sirve con todo como santo y señal para ponerse de acuerdo sobre la tarea a realizar.

5. Sistema de criterios y claves.

Hay muchas interpretaciones posibles que se ofrecen a la libertad humana para que ésta se realice: tantas que se habla de un "conflicto de las interpretaciones". Marxismo, hedonismo, freudismo, existencialismo, cristianismo... Cada uno desde su respectivo movimiento histórico, interpeló la libertad de nuestros contemporáneos, proponiéndole una interpretación de la vida, de los sucesos históricos, de la existencia humana en general, de las más profundas emociones y peripecias de la existencia individual. Dentro de la pluralidad de formas de vida evangélica, una de ellas, bastante singular, es el discernimiento ignaciano. San Ignacio elaboró un sistema exegético de la existencia humana, una interpretación tal que posibilita a la libertad del cristiano, una opción radical, tanto en su inserción en la Voluntad de Dios, como en su postura y acción en este mundo. En forma más individual, dejó su sistema de criterios y claves de interpretación en los Ejercicios Espirituales (de modo especial en las Reglas para discernir, pero también en todo el resto), y de modo más comunitario, ya especializándose en un grupo que ha optado por la vida apostólica bajo el Romano Pontífice, en las Constituciones.

Para no extenderme más colocaré en este apartado un aspecto fundamental del discernimiento ignaciano: la apertura de la conciencia espiritual (no de la moral, ni de la meramente psíquica) a otra persona calificada (el que da los Ejercicios, el Superior). En él sistema ignaciano, en efecto, las mociones y la tarea de discernir debe producirse en una conciencia libremente comunicada. Cualquier pliegue o repliegue de esa interioridad espiritual, cualquier reticencia o secreto, cualquier incomunicación querida o consentida, produce inmediatamente una distorsión muy seria en la perspectiva interior, lo que conducirá, casi inevitablemente, a un engaño del sujeto que intenta discernir (8). Para San Ignacio, la conciencia espiritual queda formalmente constituida y habilitada para discernir según su sistema, en la medida en que está abierta, patente y comunicada.

Terminamos ya este breve recorrido, por los elementos esenciales requeridos para el funcionamiento del juicio de discernimiento. Nos quedará por ver ahora cuál es la situación real de los jesuitas, en la medida en que quede afectado alguno de estos elementos, de manera que podamos diagnosticar la dificultad para el discernimiento. En las próximas páginas daré, por lo tanto, algunas pistas, a modo de simple iniciación, o sugerencia, para encontrar lo que puede obstaculizar o favorecer la tarea de discernimiento con que el P. General quiere que se vaya preparando la próxima CGXXXII.

Resumimos los obstáculos al discernimiento en una triple dimensión de la situación actual entre nosotros, falta de seguridad en la relación entre libertad y compromiso, tendencia a la mundanización en el ambiente social, y finalmente, la desaparición de una efectiva cuenta de conciencia.

1. Inseguridad de ja libertad.

Hay temor a que el compromiso con las estructuras reales signifique una pérdida de libertad. En lo personal, se tiende a evitar que la "máquina institucional" de la Compañía, "las obras" etc. se traguen al sujeto. Se trata de salvaguardar la libertad contra la amenaza de alienación en las estructuras dadas de: la Compañía.

Algo semejante ocurre en lo socio-político: se teme que la inserción en "el sistema" acarree una pérdida de libertad. Se prefieren movimientos "comprometidos", pero cuyo compromiso consiste precisamente en no cargar con las estructuras actuales, sino en anunciar proféticamente las futuras.

La realidad aparece tan marcada con los signos de lo deficiente, de lo injusto, de lo opresor, etc. que todo compromiso con lo real queda ipso facto sospechado de colaboración con el statu quo, como le dicen. La libertad se acostumbra entonces una postura temerosa ante lo rea; tiende a resguardarse defendiéndose de las estructuras actuales, poniéndose en el margen, apuntando presumiblemente al futuro revolucionario.

Hay quienes buscan para hallar, y hay quienes buscan para no hallar. El que busca para hallar, finalmente encuentra, y compromete entonces su libertad definitivamente con lo que encontró. Quien busca para no hallar son los que han caído en el erotismo de Ia búsqueda por la búsqueda, los que cuestionan todo compromiso real en nombre de un ideal que finalmente aparece como utopía alienante de la verdadera libertad, que no puede diferir interminablemente el compromiso real definitivo. La manía de la búsqueda, de la experimentación, impide el uso real de la libertad; en nombre de la pureza de un compromiso ideal, se posterga indefinidamente todo compromiso, toda solidaridad efectiva.

La acumulación de denuncias contra la situación real ha producido de rebote una inseguridad, un acrecentado temor al uso efectivo de la libertad conjugándose con la historia real: la realidad está infestada, tan manifiestamente injusta, que todo compromiso en sus estructuras aparece como una sospechosa transacción con el mal. La indecisión se hace crónica, y finalmente se glorifica a sí mismo en una forma de compromiso ficto con ideales insuperables, pero desprovistos de solidaridad real con la carne pecadora de nuestros contemporáneos.

2. Mundanización.

He querido evitar el nombre de secularización para no cargar con una polémica adicional estas páginas ya demasiado largas. Los jesuitas estamos sumergidos en una sociedad materialista, de fuerte cuño neocapitalista, y con una gran dosis de ideología marxista. Los valores exasperadamente urgentes de nuestro medio, los que nos interpelan de mil modos cada día, son metas socio económico y político. Esa exasperación del ambiente deteriora gravemente nuestra identidad específica: más que agentes de la liberación evangélica, en el cuerpo dé la Compañía, somos arrastrados a auto-concebirnos como agentes de una liberación política, como miembros de tal o cual movimiento de liberación.

La mundanización opera en los niveles de todos los elementos que señalamos anteriormente: voluntad de Dios, oración, agitaciones, sistema interpretativo.

a) El significado le será ofrecido a nuestra libertad no de la "Voluntad de Dios", sino del "sentido de la historia"; no de la conexión con un Dios trascendente a nuestro mundo, sino del llamado inmanente de un movimiento germinado y en maduración en nuestra tierra. La sospecha de "alienación religiosa" está vigorosamente presente, inhibiendo el impulso hacia "Dios". La misma expresión "hacer la Voluntad de Dios" es malsonante, apareciendo como una intrusión mitológica que perturba y destruye la autonomía de la propia personalidad y de las leyes del mundo. Más que andar buscando la voluntad de tan misterioso ente trascendente, nos esforzamos por ponernos de acuerdo, por elaborar un proyecto, por planificar con el auxilio de las ciencias antropológicas actuales.

b) De ahí que la oración sea progresivamente substituida por la reflexión, por el diálogo, el estudio interdisciplinario, las reuniones. La creación era buena para comunicarse con Dios "sacando la Cabeza por la ventana de la azotea hacia el Cielo"; pero hoy nos esforzamos más bien por mentalizarnos, concientizarnos, empaparnos de la realidad circundante, y para eso son insustituibles las reuniones, seminarios, cursillos, diálogos, encuentros, etc.

c) En consecuencia las agitaciones y mociones que se visibilizan en el corazón, no del orante, sino del que corre afanoso tras la última noticia, son mociones de índole sociológica, del tipo de las informaciones transmitidas por los medios de comunicación de masa. En el Concilio, al preparar la Gaudium et Spes, hubo ya un enfrentamiento entre los exegetas y los sociólogos, cuando se trató de determinar la significación de los "signos de los tiempos", los exegetas querían conservarle la significación bíblica, de signo de la presencia de Dios, mientras que los sociólogos querían expresar con esa locución algún suceso histórico de relieve, de importancia, que señale una tarea a realizar al hombre contemporáneo.

Resumiendo: En la línea del discernimiento ignaciano, son coherentes las preocupaciones por buscar la Voluntad de Dios, en la oración con su Palabra, , atendiendo a las mociones que en esa forma se levantan y visibilizan; en la línea de los obstáculos, hay también una coherencia mandanizadora al buscar imperativos que derivan, no de Dios sino de procesos intramundanos ("sentido de la historia", "proceso irreversible"), en la reflexión científica sobre los sucesos actuales, atendiendo a la peculiar visibilización que las ciencias antropológicas hacen de esos sucesos. Son, me parece, dos líneas diversas.

d) La diversidad de línea en esos elementos, desemboca finalmente en una diversidad de sistemas de interpretaciónal que se recurre para hacer inteligible la situación, para orientar a la libertad en su tarea: en la línea ignaciana, se recurre al sistema de claves y criterios ignacianos (Ejercicios, Constituciones), en la línea de los obstáculos se acabará recurriendo al sistema de criterios y claves capaces de interpretar las cosas al nivel en que se han colocado y se usará entonces el marxismo, el existencialismo, el hedonismo, etc. (según la presión ideológica o que esté más sometido el sujeto).

El punto final de este doble proceso es un conflicto de interpretaciones: ambas líneas se acusarán mutuamente, sea de alienación religiosa trascendentalita, sea de alienación mundana inmanentista.

3. Apertura de conciencia.

Una última sugerencia sobre la situación actual de los jesuitas que intentamos discernir en vistas a la CGXXXII: San Ignacio exigía una conciencia abierta y comunicada a otro. Dijimos que la conciencia espiritual quedaba así formalmente constituida para discernir (9). En el ejercitante, San Ignacio asegura de muchas maneras que el que hace los ejercicios esté abierto y patente a lo que se los da, pues esa misma apertura y patencia está solidariamente unida a la apertura y evidencia del ejercitante respecto a Dios, a la historia y a sí mismo. Fuera de los Ejercicios, en una agrupación como la Compañía, esa misma apertura se garantiza por medio de la cuenta de conciencia (examen nn. 34ss; III 1 12; IV 10 5; VI 1 2; IX 3 19 etc.). La trabazón interna de la Compañía se hace a través de esa entera comunicación: fuente de paz, de confianza, de comunión, de Fortaleza.

Como por el interior de las vértebras van los nervios de la médula; así por el interior de esas interiodades intercomunicadas va la fuerza y la vida, la unidad y la vigencia de la Compañía. Desaparecida esa comunión real interior, no meramente presunta, la unidad de los jesuitas queda librada a la disciplina exterior que logren imponer los superiores. Desaparecido el poder efectivo de los superiores para imponer una disciplina exterior obligatoria, la Compañía se disuelve. Jesuitas formados en la no-comunicación de sus conciencias, jesuitas acostumbrados a no dar nunca real cuenta de conciencia, están en difícil situación para discernir. Y cuando se reúnen, resulta que, contra lo que se dice, es más fuerte lo que los separa que lo que los une...



Notas:

(1) Carta del 25 de Diciembre de 1971. En esta carta el P. General retoma sus anteriores exhortaciones y sintetiza programáticamente la perspectiva oficial sobre la próxima CGXXXII. Su insistencia sobre la formación para el discernimiento es muy anterior, y él mismo se refiere a ella en la instrucción sobre Ia formación del jesuita (25 de Diciembre 1967; AR (1967) 123).

(2) Carta del 25 Diciembre 1971.

(3) Estimular el ejercicio del verdadero discernimiento, personal y comunitario; favorecer a comunidades ''pilotos", tanto en su adaptación apostólica como en su apoyo a los miembros y aplicar mejor a nivel local las directivas de la autoridad superior.

(4) Crear un clima tal en la Compañía que la CGXXXII madure en él como un fruto espontáneo (ambiente de caridad, unión, obediencia, reflexión, discernimiento, colaboración); crear un espíritu y un modo de proceder que sostenga plenamente la reflexión de los grupos, especializados o no; foguear a quienes intervendrán en la futura CGXXXII.

(5) La Comisión Preparatoria de la CGXXXII ha recomendado el resumen de los diversos documentos aparecidos en la Compañía sobre este tema, que se encuentra en el CIS n.7 (primera entrega de 1972). En las dos últimas páginas da una bibliografía suficientemente elocuente de las inquietudes actuales.

(6) El P. General cree justificado su llamado de reunir CG, al mostrar la importancia de la problemática señalada por las reuniones de jesuitas a lo largo de 1971, como temática para la futura CG: la identidad, vocación y fin de la Compañía, servicio apostólico hoy, vida comunitaria y religiosa, misión del jesuita, etc.

(7) Se habla a veces, por ejemplo de la "consolación" o la "desolación" del grupo, o de la comunidad. La expresión es más sugerente que precisa. La desolación grupaI, en efecto, sólo es tal hablando con mucha analogía. La percepción de tal estado, además, que a menudo es difícil en el individuo, se dificulta más al tratarse de un grupo, Sirva esto para Indicar que en el campo del discernimiento grupal todavía no podemos movernos con la soltura del individual.

(8) Si el que da los Ejercicios, por ejemplo comprueba que el ejercitante no es transparente, que le oculta algo, etc. debe tratar de que se abra; si no lo consigue no debe permitirle proseguir con los Ejercicios, debe despedirlo buenamente, sin ofenderlo. No hay en tal caso "visibilidad" correcta y fiel de las mociones. La total apertura espiritual a otro es solidaria con la apertura al sentido de las propias mociones; faltando apertura a otro, queda distorsionada la percepción de las mociones, y echado a perder el equilibrio del discernimiento ignaciano.

(9) No la conciencia moral "no queriendo saber de pecados", ni la simplemente psicológica ("no queriendo saber los propios pensamientos") (Cfr. anotación 17). Al traspasar este a un discernimiento grupal, se ve que el grupo no es la conciencia moral de la sociedad, ni un grupo de estudio del medio ambiente, sino que debería sensibilizarse a las mociones espirituales de la sociedad en que vive. Suele en cambio confundirse la "denuncia profética" con el testimonio acerca de constataciones sociales, científicamente comprobadas; pero un "hecho" configurado como tal por un sociólogo, no es todavía una moción espiritual.









Boletín de espiritualidad Nr. 23, p. 9-16.


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