Presentación del Boletín de Espiritualidad 43

Miguel Ángel Fiorito sj





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1. Fe cristiana y demonología.

Fe cristiana y Demonología es un trabajo presentado en la edición castellana del OSSERVATORE ROMANO del 20 de julio de 1975.

Su autor es un "experto" cuyo nombre no conocemos; pero presenta su trabajo la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe" y lo recomienda encarecidamente como base segura para reafirmar la doctrina del Magisterio de la Iglesia acerca del tema.

Sería injusto afirmar que el cristianismo ha hecho, de Satanás, el argumento preferido de su predicación, olvidándose del señorío universal de Cristo, y transformando, la Buena Nueva del Señor resucitado, en un mensaje de terror.

Es un hecho que la Iglesia, a lo largo de los siglos, ha reprobado incansablemente cualquier tipo de exageración en esta materia, rechazando, por ejemplo, las diversas formas de superstición, así como la excesiva preocupación acerca de Satanás y de los demonios.

Sin embargo, sería un error muy funesto comportarnos como si nada tuviera que enseñarnos la historia, y considerar que la Redención ha surtido ya todos sus efectos, sin necesidad de que nos empeñemos, con todas nuestras fuerzas, en la lucha de que nos habla ante todo el Nuevo Testamento y -siguiendo a este- los maestros de la vida espiritual.

Ya San Juan Crisóstomo declaraba, a los cristianos de Antioquia, que "...no es para mí un placer hablaros del demonio; pero la doctrina que este tema me sugiere será para vosotros muy útil" (1).

La actitud firme de la Iglesia frente a la superstición se explica hasta cierto punto por la severidad de la Ley de Moisés, aunque ésta no estaba motivada formalmente por la conexión de la superstición con los demonios. En la Alta Edad Media quedaban, en Europa, muchas supersticiones paganas, como se deduce de los escritos de la época. Y posteriormente Concilios como el de Toledo y el de Braga -que condenaron la astrología- y Papas como Inocencio VIII León X, Adriano VI, Gregorio XV y Urbano VIII, dijeron claramente la opinión de la Iglesia sobre la astrología, la magia y la hechicería. Pero, en esta materia, tanto se peca -o se es tentado- por carta de más como por carta de menos; y tan erróneo es ver "demonio" en todas partes -hasta "en la sopa"- como él no verlo en ninguna parte. Más aún, diríamos que es más peligrosa la segunda tentación que la primera, porque es -como diría San Ignacio- una tentación "...debajo de especie de bien" (cfr.EE.10).



El trabajo que presentamos, sacado -como dijimos- de la edición castellana del OSSERVATORE ROMANO, VII (1975), n.29, pp.8 ss., comienza por exponer el tema del demonio en el Nuevo Testamento y su contexto, pasa luego a los Padres, a los Papas y a los Concilios, y termina con el argumento litúrgico.

A momentos -por ejemplo, en el argumento de los Concilios-hemos resumido el texto; y, por la índole pastoral y espiritual del BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD, hemos simplificado -a veces- las citas al pie de página.

Diríamos, con nuestro autor, que "...hoy, cuando se pone en duda la realidad demoníaca, es necesario hacer referencia...a la fe constante y universal de la Iglesia, y a su fuente más grande: la enseñanza de Cristo. En efecto, la existencia del mundo demoniaco revela como un dato dogmático en la doctrina del Evangelio y en el corazón de la fe vivida. El malestar contemporáneo...-contra la existencia del demonio- no pone en discusión un elemento secundario del pensamiento cristiano, sino que comprometa la fe constante de la Iglesia, su modo de concebir la revelación y, en el punto de partida, la conciencia misma de Jesús. Por eso Su Santidad Paulo VI, hablando recientemente de esta realidad misteriosa y tremenda del Mal, podía afirmar con su autoridad: Se sale del cuadro de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer... (La existencia del demonio)( 2). Ni los exegetas ni los teólogos deberían olvidar esta advertencia...".

2. El magisterio espiritual de San Ignacio.

Poco más arriba citamos a San Ignacio, hablando de la tentación de negar la existencia del demonio y de su acción en la historia de los hombres.

Pero, ¿qué nos dice, del demonio, este maestro espiritual?

Tenemos que decir que, sin esta existencia del demonio y sin su acción en la historia de los hombres, no se puede entender ni su doctrina espiritual, ni su experiencia personal o comunitaria.

Veámoslo en sus obras.

2.1 Los Ejercicios Espirituales.

El pensamiento completo se encuentra sintetizado en sus Ejercicios Espirituales. En uno de los primeros documentos de este libro, se afirma que se han de presuponer “-en todo hombre- "... tres pensamientos…, es a saber, uno propio mío, el cual sale de mí mera libertad y querer, y otros dos-que vienen de afuera el uno que viene del buen espíritu y el otro del malo" (EE. 32) (3).

Más adelante, hablando del escrúpulo, dice que hay dos: uno que "...llaman vulgarmente escrúpulo, el que procede de nuestro propio juicio y libertad...y éste es...juicio erróneo y no escrúpulo..." (EE. .346); y otro que vi ene "...de fuera (cuando) me parece que no he pecado, (es decir, con todo) siento en esto turbación; es a saber, en cuanto dudo y en cuanto no dudo; este tal es propio (o sea, propiamente) “escrúpulo y tentación que el enemigo pone..." (EE.347).

Sin embargo -salvo en el caso de los escrúpulos- San Ignacio nunca habla, en sus reglas de discernir, del propio pensamiento, si no solamente de los dos -pensamientos o mociones- que vienen de afuera. (EE. 313-344); y llega a decir, en las Anotaciones iniciales del libro de los Ejercicios, que -a quien da los Ejercicios- no le aprovecha "...pedir ni saber los propios pensamiento ni pecado del que los recibe -los Ejercicios-..." y que, en cambio,"...mucho aprovecha...ser informado fielmente de las varias agitaciones y pensamiento que los varios espíritu les trae..." (EE. 17).

¿Qué se ha hecho, pues, de los pensamientos -o mociones- que provienen "...de mi mera libertad y querer...? (EE.32).

a. Una primera respuesta podría ser que este pensamiento -o moción- es neutro y que, por tanto, no interesa.

Esta, sin embargo, no es la respuesta de otro maestro espiritual, San Bernardo.

En un célebre sermón sobre la discreción de espíritus, dice que, en ciertas ocasiones,"...a mi parecer, no siempre es fácil discernir si es nuestro espíritu quien nos habla, o bien alguno... de los...ya mencionados. Y que, al decir de San Ignacio, “vienen de fuera”, “Mas -continua diciendo San Bernardo- que importa, para el caso, conocer la persona que nos habla -el propio yo o los "espíritus"- , constándonos de antemano ser pernicioso lo que nos dice. Si conocemos que es nuestro enemigo, hay que resistirlo y rechazarlo varonilmente, como a tal ; y si fuese tú mismo espíritu -quien te aconseja mal- vuélvete contra él, y lamenta con amargura de corazón que hayas llegado a tanta miseria y a tan ominosa esclavitud. Y lo mismo vuelve a repetir, poco más adelante, respecto del buen espíritu, es decir, "que no siempre es fácil discernir cuál de los dos es quien nos habla -el propio espíritu o el buen espíritu-. Ni hay peligro alguno en ignorarlo… (4).

b. Otra manera de responder a la pregunta inicial es, en la misma línea de la anterior respuesta, distinguiendo entre origen y sentido muchas veces puede suceder-que no conozcamos el origen -o causa- de nuestros pensamientos o mociones, pero lo que importa no es este origen sino el sentido que en nuestra vida tienen : ¿son para bien o para mal?. ¿Nos ayudan o nos desayudan? En el primer caso, debemos seguirlos; y, en el segundo, debemos rechazarlos.

Se trata, en el fondo, del sentido sacramental de la historia de los hombres: no hay dos historias, la una profana y la otra sagrada, sino que la historia de salvación está formada sobre todo por el sentido salvífico que la mirada de la fe descubre en los mismos acontecimientos que hacen la historia "profana". No hay dos "sujetos" y dos "series" de acontecimientos, la una "profana", la otra "sacra", sino que, gracias a ese sentido, la historia de salvación es, inconfusa e instantemente, historia de los hombres.



Es interesante notar que, aunque San Ignacio supone que hay tres pensamientos o mociones (ÉE.32), sin embargo habla como si hubiera dos; y ambos viniendo de fuera.

Nos parece que esta manera de hablar es más verdadera que aquella que, por escrúpulo de que no siempre se sabe si se trata de algo -en su origen- natural o sobrenatural, prefiriera solo hablar de lo natural, prescindiendo de lo sobrenatural. Creemos que esta prescindencia se transforma, insensiblemente, en una negación. La manera de hablar de San Ignacio, en cambio, que calla, de hecho, lo natural, no es una negación de lo natural, sino una prescindencia táctica: no interesa, mientras se está discerniendo, el origen de los pensamientos o mociones, sino su sentido, salvífico o pernicioso (5).

2.2 La Autobiografía de San Ignacio.

Nos preguntábamos más arriba qué nos decía San Ignacio, como maestro espiritual, del demonio. Y respondimos que, en su libro de los Ejercicios Espirituales, no solo nos habla del demonio, sino también del "buen espíritu", e incluso del "propio espíritu”, al menos como presupuesto general (E.E. 32), aunque luego, por la razón táctica que acabamos de dar, deje de hablar de él, y hable solamente de "...dos banderas, la una de Cristo, sumo Capitán y Señor y nuestro, y la otra de lucifer, mortal enemigo de nuestra humana na tura" (EE.136).

La misma respuesta nos da en la Autobiografía. Como sabemos, no ha sido escrita por el mismo Santo, sino dictada al Cámara. Pero esto no disminuye su valor de testimonio: como dice éste, en el Prólogo, "...el modo que el Padre tiene de narrar...es con tanta claridad, que parece que hace al hombre presente todo lo que es pasado...Yo venía luego inmediatamente a escribirlo...primero en puntos de mi mano, y después más largo, como está escrito. He trabajado de ninguna palabra poner sino las que he oído del Padre; y en cuanto a las cosas que temo haber faltado, es que, por no desviarme de las palabras del Padre, no he podido explicar bien la fuerza de algunas de ellas. .." (Cfr. Prólogo de la Autobiografía, n.3).

La primera experiencia espiritual que consigna -de la cual sacó luego, gracias a nuevas experiencias, las elecciones y todos sus Ejercicios (cfr. Autobiografía, n.99)- fue la de Loyola, cuando "...estando todavía enfermo de una pierna..."(ibídem), "...se le abrieron un poco los ojos, y empezó a maravillarse,...cogiendo por experiencia que de unos pensamientos quedaba triste y de otros alegre, y poco a poco viniendo a conocer la diversidad de los espíritus que se agitaban, el uno del demonio y el otro Dios" (Auto biografía, n.8) (6).

La Autobiografía es el testimonio, constante y repetido en diversas situaciones históricas, de esta contrariedad efectos; o sea, como dice en los Ejercicios, de que "...el buen espíritu usa contrario modo..." que el malo (cfr.EE.314); o, como también dice, que uno y otro tienen "...contrarios fines..."(cfr.EE.331).

Esta contrariedad, sea de efectos -pensamientos, mociones, afectos, etc.- sea de fines, solo se enseña en la misma experiencia; y por ello, sólo en la experiencia se aprende a discernir.

Existe, pues, complementariedad entre el magisterio de S. Ignacio en los Ejercicios Espirituales y en su Autobiografía: en los primeros, se tematiza la experiencia espiritual; y, en la segunda, se la da como experiencia de vida. Y esto segundo también hay que decirlo del Diario Espiritual de San Ignacio, aunque en una forma superior, y con una experiencia mística del Dios Uno y Trino a la vez (7).

2.3 Las otras obras escritas de San Ignacio.

Las Constituciones nos hablan, por una parte, de la manera práctica de discernir, cuando se ha de tomar una decisión; pero además, dan, a los jesuitas los criterios de una decisión importante.

Muestra de lo primero, por ejemplo, cuando San Ignacio habla del "modo do despedir" de la Compañía (Const.220-222) o, más en general, de "las misiones del Superior de la Compañía" (Const.618), y del "moverse por sí a una parte o a otra" (Const.633) (8).

Y muestra de lo segundo, por ejemplo, cuando da "...algunos avisos, que ayuden y dispongan para el efecto que ha de hacer la gracia divina" (cfr.Const.414): "para acertar mejor en el enviar a una parte o a la otra...”, (Const.622), "para más acertar en la elección de las cosas para las cuales el superior envía..."(Const.6237 etc.etc. (9).

Las Cartas, finalmente, de San Ignacio, tienen un poco de todas sus otras obras (10): por ejemplo, la cartas a Jaime Casador (11) , a Sor Teresa Rejadell (12) , a los Padres enviados a Trento (13) , al P. Francisco de Borja (14), la Instrucción sobre el modo de tratar con los Superiores (15) etc. etc.



Decíamos al principio, presentando Fe cristiana y demonología, que estamos empeñados en una lucha de la cual nos habla ya el Nuevo Testamento, y -siguiendo a éste- la tradición de los maestros de la vida espiritual.

Quisimos, por ello, citar un poco más detenidamente a uno de estos maestros: San Ignacio de Loyola.

Primero, en su libro de los Ejercicios Espirituales donde en una visión sintética -siguiendo, casi al pie de la letra, a los Monjes del desierto (cfr. Casiano, Colación I, a. XIX)- afirma la existencia, en nuestra historia, de tres pensamientos o mociones: los propios, los que vienen del buen espíritu, y los que vienen del mal o demonio.

Luego, en su Autobiografía donde muestra, en acción, la contraposición radical entre el bue espíritu y el malo, ya que, como explicamos, el propio espíritu se se reduce, en último término, o al bueno o al malo.

Las otras obras de San Ignacio -Diario Espiritual. Constituciones. Cartas...- amplían, ya el magisterio de los Ejercicios, ya la experiencia de la Autobiografía.



Pero, algún lector podría preguntarnos: ¿por qué insistimos tanto en la existencia y en la acción del demonio? ¿Y por qué - siguiendo el magisterio espiritual de San Ignacio- insistimos en la presencia, en nuestra historia, de dos espíritus "que vienen de fuera, el uno que viene del buen espíritu y el otro del malo"? (EE. 32 y passim).

Nuestra respuesta es ésta: hoy en día, tanto en la Compañía de Jesús como en la Iglesia, se habla mucho del discernimiento comunitario; y, para nosotros, no se puede hablar de discernimiento -ni personal ni comunitario-, si no se disciernen espíritus.

Es verdad que, en todo discernimiento, en último término se busca al Espíritu -que es Uno con el Padre y con el Hijo- : pero, cuando hay "...experiencia de consolaciones y desolaciones y... de varios espíritus..." (cfr. EE.176) - y esto es más frecuente de lo que se cree -, al Espíritu sólo se lo encuentra discerniéndolo de lo que a Él se opone, o de lo que se disfraza "...debajo de especié de bien" (EE.10),



Hecho esto, podemos dejar que nuestros lectores, a la luz de Fe cristiana y demonología, y guiados por el magisterio espiritual de San Ignacio, busquen estas verdades en su propia vida.





Notas:

(1) De diábolo tentatore, Hom.II, 1 (PC. 49, cc.2S7-258).

(2) Audiencia del 15-XI-1972, en OR. IV (1972), n.47, p.3.

(3) Decía, casi con los mismos términos, el Abad Moisés… “impórtanos saber que son tres las causas de nuestros pensamientos: Dios, el demonio, y nosotros…”Cfr. CASIANO, Colación I, cap.XIX (PI, 49, c.508).

(4) S.BERNARDO, Sermones (Doblet, Buenos Aires, 1947), tono III, p.170. Un místico inglés -autor anónimo-, traduciendo, ordenando y ampliando el sermón de s. Bernardo, establece una original relación entre el propio espíritu -cuando tiene, como decimos en el texto, "mal sentido - y la confesión. Dice así i "...si se trata de tu propio espíritu -que te induce al mal-, repréndelo vivamente, y deplora estar reducido a esta mísera esclavitud y a esta presión del demonio; y confiésate también de haber consentido habitualmente a las sugestiones del enemigo, y acúsate de tus pecados inveterados. Por este medio, y con la ayuda de la gracia, podrás recobrar la libertad...". Cfr. La nuage de. I'iconaissance (Mame, 1925), pp.321 s„ Traite sur le discernement des Esprits.

(5) Cfr.P.PENNIG DE VRIES, Discernimiento (Mensajero,Bilbao, 1967) pp.24-25, 71-72.

(6) En una, adición marginal, posterior a la primera redacción, el P.Cámara dice, en este sitio de la Autobiografía: "Este fue el primer discurso que hizo en las cosas de Dios; y después, cuando hizo los Ejercicios, de aquí comenzó a tomar lumbre para lo de la diversidad de espíritus". En otros términos -cono veremos enseguida- la contrariedad de efecto -o de fines- entre uno y otro "espíritu", es la experiencia originaria del discernimiento ignaciano y esto hay que tenerlo en cuenta tanto en el discernimiento personal -dentro y fuera de Ejercicios- como en el comunitario. Cfr. M.A. FIORITO, La elección DISCRETA SEGÚN San Ignacio, BOLETIN. DE ESPIRITUALIDAD nn.25 y 26.

(7) Cfr.P.PENNING DE VRIES, La oración, lugar de encuentro entre Dios y el hombre, BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD n.42, pp.5-13,

(8) En las Constituciones, San Ignacio no sólo habla de la discreción del superior que manda -son los casos que hemos indicado en el texto- sino también de la discreción del súbdito que representa. Cfr., M.A.FIORITO, La elección discreta: San Ignacio, BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD n.25, pp.56-59.

(9) Se suelen considerar, a las reflexiones que San Ignacio Hace en la Parte VII de las Constituciones, como "criterios"" de elección. En realidad, son -a nuestro juicio- el "magis" ignaciano, que crean el "ambiente" de "...grande ánimo y liberalidad con su Creador y Señor..." (cfr.EE.5), dentro del cual se han de sentir las "mociones" que, discernidas, permitirán, "con asaz claridad y conocimiento... (cfr. EE.176), conocer la voluntad de Dios. Lo dice así el Mto. Fabró, en su Memorial (MISI. Mon.Fabri, n.301,p.638): … medio eficacísimo para suscitar la diferencia -de espíritus buenos y malos- es la propuesta de la elección de vida y estado; y después, en cada estado, los varios grados de la tendencia a la perfección, porque, generalmente hablando, cuanto propusieres a uno un objeto más alto para obrar, o esperar, o creer o amar, para que se aplique a él afectiva o efectivamente, con tanta mayor facilidad le darás argumento para suscitar -en él- la diferencia entre el bueno y el mal espíritu".

(10) La lista completa de las obras de San Ignacio está en Obras Completas de San Ignacio de Loyola, edición Iparraguirre (BAC, Madrid, 1963), pp.55-56.

(11) MHSI Epp. 1, pp 93-99 (o.c. nota 10,pp.619-623).

(12) MHSI Epp. 1, pp. 99-109(o.c. nota 10, pp.623-630).

(13) MHSI Epp 1, pp.386-389(o.c. nota 10, pp.668-671).

(14) MHSI Epp 4, pp.283-285(o.c. nota 10, pp.784-785).

(15) MHSI Epp. 9, pp.90-92(o.c. nota 10, pp.923-924).









Boletín de espiritualidad Nr. 43, p. 1-7.


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