Presentación del Boletín de Espiritualidad Nr. 73

Miguel Ángel Fiorito sj







Presentamos en este Boletín de Espiritualidad dos trabajos que no tienen ninguna relación entre sí.

1. »Pecado y Reconciliación«, de J. Jullien sj es un trabajo publicado en una revista francesa, Croire aujourd’hui en una doble entrega: diciembre de 1978 y enero de 1979.

Hemos resumido la primera entrega – consagrada al pecado –, y publicado tal cual la segunda – consagrada a la reconciliación –. Lo hemos tenido que hacer así para reducir el trabajo a las dimensiones de nuestro Boletín de Espiritualidad.

El pecado no constituye la realidad esencial de la vida cristiana. Lo que importa es el trayecto total de esa vida, y el pecado es un accidente en ese trayecto. Accidente siempre posible. Por lo cual, aunque no se le otorgue un lugar de primer plano, tampoco se puede ignorarlo.

Ocurre que siempre estamos tentados de disculparnos – como Adán y Eva en el Génesis –. En el momento actual, se tiende sobre todo a invocar la irresponsabilidad, lo que no deja de ser una grave ofensa a la dignidad del hombre.

Pero el pecado trasciende al hombre. Es Dios quien realmente es afectado por el pecado, y quien nos revela todas las dimensiones de éste.

El pecado es a la vez drama de Dios y drama del hombre. Pero Dios, frente al pecado y al pecador, no se comporta como quien »acusa« sino como quien perdona: sólo aprendemos lo que es nuestro pecado cuando nos damos cuenta que Dios lo perdona. Solamente en el perdón cobramos conciencia del pecado.

Todo esto se nos manifiesta en Jesucristo: el acontecimiento pascual, que nos libera del pecado, es también el acontecimiento en que el pecado se revela en toda su fuerza.

Hasta aquí, en pocas palabras, lo que el autor nos dice del pecado.

Esto subraya la importancia del sacramento de la reconciliación y de la penitencia.

En la Iglesia siempre se han dado actitudes implícitas de reconciliación y de penitencia: la oración, la »limosna«, las »obras de caridad«. Son buenas, y hoy felizmente se vuelve a ellas.

Pero lo implícito no basta. La reconciliación y la penitencia implícitas son necesarias; a menudo, incluso suficientes. Pero no siempre. Cuando se trata de lesiones graves de la vida cristiana, no es posible contentarse con lo implícito. La Iglesia pide entonces la manifestación explícita de la falta, aun después de una absolución »colectiva«.

Empero, no es bueno el no recurrir al sacramento más que en casos de necesidad absoluta. Reservar la reconciliación sacramental para los casos de extrema necesidad es privarse de un medio importante de profundización espiritual y de fidelidad a la propia vocación. Cuando no es necesaria, puede aun ser útil.

Pero para que el sacramento desempeñe esta función, hay que volver a situarlo en la perspectiva de la Alianza y de la vocación del hombre al amor.

Agradecemos la traducción a M. M. Bergadá.

2. »Conducir en lo grande y en lo pequeño«, de J. M. Bergoglio sj, es un trabajo que – como indica su título – trata de la conducción religiosa a la luz de la teoría y de la práctica de san Ignacio de Loyola.

Ha sido escrito pensando directa y expresamente en la conducción de un Superior o de una Superiora.

Pero lo que aquí nos dice el autor vale, en su tanto, de cualquier conducción que quiera inspirarse en el Evangelio: véase, por ejemplo, el cap. 18 de san Mateo, sobre la vida de una comunidad cristiana – eclesial, familiar, de trabajo – y sobre el papel del »Superior« en ella.

En síntesis, el autor se plantea »la pregunta ... acerca del modo de actuar, en la conducción, frente a lo grande y a lo pequeño; y como ha de ser encarado en la conducción de todos los días. No se nos escapa – nos dice – el mal que puede hacer a una institución tanto el detallista, que oprime como el cotidiano desmadrarse de los cauces ...«.









Boletín de espiritualidad Nr. 73, p. 1-2.