Apéndice: Confianza en Dios en la desolación

Maestro S. Juan de Ávila







¿Qué os pasa, siervo del Crucificado que tanto os quejáis?¿Qué os asombra que tanto teméis?¿No sabéis que no suelta Cristo tan presto las almas que una vez toma?¿No sabéis que, aunque es celoso para con los suyos y los castiga por cosas al parecer muy pequeñas, que no por eso las deja de amar? Vos os conocéis a vos, y por eso teméis y estáis inquietos; pero no conocéis o no pensáis en Jesucristo, y por eso no gozáis de la paz que cantaron los ángeles cuando nos nació, y que da al alma a la cual se da a conocer y amar.

Sabed que tiene bondad para querer bien a los tales como vos; y esta bondad no se la puede quitar toda vuestra maldad junta, aunque fuese mayor de lo que es; por eso decid, a quien otra cosa os dijere, que tarde viene, y que habéis creído en el amor de Jesucristo, y que vivís en fe y amor de Él, y que de su amor no habrá tormento que os aparte, ni de su confianza flaqueza alguna que os derribe.

Provechoso es conocer vuestra flaqueza y vuestra nada; pero no os quedéis aquí; debéis de tener además confianza y fe viva. No hay tan cierta renta como la de los que firmemente confían en Dios. Confió Abrahán y Dios le dio un hijo de Sara estéril; confiad también vosotros que ha de lucir el día en el cual os dé Dios gracia con que consuele vuestra alma, y deje de ser estéril, indevota y soberbia, y nazca en ella el gozo y el consuelo de la gracia de Dios, de más valor que un hijo.

Acordaos de Mí y estaréis esforzados y consolados; ninguna cosa por recia que sea, por adversa que os suceda en esta vida, os dará pena; ni la carne, ni el diablo, ni el mundo podrá con vosotros para venceros. ¿Y quién no se esforzará, quién no cobrará ánimo, quién no estará alegre y contento, acordándose de Jesucristo?

Y pues los hombres fían sobre prendas, no parece que se hacerme mucho con Dios en esperar que nos librará de la tribulación que nos viene, pues nos ha librado muchas veces en las pasadas.

Claro que si un hombre nos hubiera enseñado su amor y favor, socorriéndonos en nuestros trabajos diez o doce veces, creeríamos que nos amaba y que nos favorecería, si en otros trabajos tuviéremos necesidad de él. Pues, ¿por qué no tendremos esta credulidad de que Dios nos amparará, pues no doce, sino muchas veces hemos experimentado su socorro en las tribulaciones?

Acordaos bien de cuántas veces os ha sacado con victoria de es_ tas peleas tan reñidas...Pues ¿por qué ahora, que os quiere probar, con la tribulación presente, la confianza, amor y paciencia, y hace como que se esconde y que no responde a vuestros clamores, os enflaquece tanto, que una prueba que de presente os viene os hace perder la confianza que en muchas habíais ganado?

Esta confianza quiere que esté tan arraigada en nosotros, que ningunos vientos de tentaciones la arranquen, mas antes la afirmen, creyendo que, cuanto más tentados, tanto más amados, y cuanto más perseguidos de nuestros enemigos, tanto más mirados de Dios, cuyo cuidado y vigilancia es mayor sin comparación para defenderos, que la astucia de nuestros enemigos para engañarnos.

Cada uno va a aquel de quien más se confía. Cosa de lástima, que si uno tiene cuatro amigos, el postrero a quien va es a Dios.

Quien por amores perdió la vida, ¿dejaros a perder tan ligero? Ninguno aborreció su propia carne, más antes la cría y la regala. Nosotros somos carne de la carne de Jesucristo y hueso de sus huesos (cfr.Ef.5, 29). A semejanza de Eva, que fue sacada de Adán, El y nosotros no somos dos sino uno, como marido y mujer; cabeza y cuerpo; vid y sarmiento; árbol y ramas...Mirar Cristo por nosotros, es mirar por Sí mismo.

El mismo Jesús mandó que se levantase la tempestad. Si para esto no estaba dormido, menos estaba para librarlos. ¿Por qué, pues, estaréis angustiado de aquello que nuestro Señor envía?

Pero ya sé que me diréis: si yo supiese que soy hijo y no enemigo, y que es castigo de Padre y no pena de un Juez; si acabase de persuadirme que estoy en su gracia, ¿qué me faltaba? Pero creo que, si no es en el infierno, no hay hombre tan malo.

¡Oh, hermano! iSi supieses el don de Dios y quiénes son los que estas cosas padecen por la mayor parte, quizá os alegraríais! Si yo viese que sólo los enemigos de Dios pasan tales cosas, cierto me afligiría; más veo a los mejores amigos en eso tentados y, ¿por qué no me consolaré con ellos? Job llegó a decir: "Estoy desesperado" (Jb.7,16), más luego torna a pedir misericordia. Quien misericordia pide, no desespera. David, siendo quien sabéis, dijo que Dios ya lo había lanzado de delante sus ojos y que se veía cercado de dolores de muerte y de peligros de Infierno (cfr. Salm. 116,3).

Esto respondo a quien me pregunta en qué confiará que está en gracia. Digo que en tener propósito de no ofender a Dios mortalmente y pesarle de haberle ofendido; y pues esto le ha dado, no sospeche enemistad, habiendo paz.









Boletín de espiritualidad Nr. 77, p. 30-31.