Promoción de la justicia y misión

Peter-Hans Kolvenbach sj





En esta Conferencia -V Memorial del Papa Paulo VI- el P. General de la Compañía de Jesús desarrolla el pensamiento social -en particular el concepto de justicia- en la enseñanza social de la Iglesia y de la Compañía de Jesús. En la primera parte, se plantea la cuestión de la relevancia que tienen los Ejercicios de San Ignacio para el tema de la justicia. En la segunda parte, fija su atención en la "Rerum Novarum" de León XIII. Y en la tercera -y última parte-concluye con la promoción de la justicia y la misión de la Compañía de Jesús según el Decreto IV de la Congregación Genera! 32.

1. Promoción de la justicia y misión de la Compañía

1.1. P.Janssens, por aquel entonces Superior General de la Compañía de Jesús, escribió en 1949 el importante documento titulado "Instrucción sobre el Apostolado Social". En él expresó una urgente petición a todos los jesuitas: conocer de verdad, ver y tocar el sufrimiento y la humillación de la mayoría de la población del mundo; comprender en esta situación la frase: "El amor de Cristo nos urge". Se refirió repetidamente a la "Rerum Novarum", y de manera especial a su insistencia en un orden social justo.

Fue un documento de gran profundidad espiritual con normas directivas escritas con palabras muy enérgicas. En verdad, condujo a nuevas iniciativas, especialmente en lo que se refiere al establecimiento de nuevos institutos sociales en diversas partes del mundo.

Sin embargo, y sin que se pudiera evitar, el modo de enfrentarse a la situación social fue descriptivo en vez de ser analítico. La manera de concebir cómo edificar un orden social justo parece hoy día idealista. Más tiempo era necesario antes que las ciencias sociales nos dieran el método de análisis que se necesitaba para captar los complejos problemas sociales y los factores que obstruyen el trabajo de la justicia.

1.2. El Concilio Vaticano II había abierto la senda que nos enseñaba la pobreza a injusticia del mundo, desde una perspectiva teológica : los "signos de los tiempos". Leer las señales de los tiempos y analizar el mundo donde viven y trabajan los jesuitas fueron las características de la Congregación General XXXII que tuvo lugar hace dieciséis años. "Si hombre contemporáneo ha de caer en la cuenta de la deshumanizadora pobreza masiva, no solamente en sentido material, sino también espiritual. Por todas partes se encuentran hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan por un orden social más justo y por la abolición de estructuras opresoras" (Decreto 12,3). En 1971, el Sínodo de los Obispos había mirado con mucha atención la relación entre la fe y la justicia, y Paulo VI, en su "Evangelii Nuntiandi", dio más luz al referirse a la evangelización integral y auténtica.

En el Decreto cuarto, bien conocido por todos los jesuitas, la Congregación General XXXII afirma: “nuestra fe en Jesucristo y nuestra misión de proclamar el Evangelio nos exigen un compromiso por la premoción de la justicia y por ser solidarios con aquellos que carecen de voz y de poder. Este compromiso nos impulsará a estar familiarizados con los complejos problemas a los que se enfuertan ellos durante sus vidas" (Decreto 4,42).

La misión de la Compañía fue redefinida como servicio a la fe, de la que la promoción de la justicia es un imprescindible prerrequisito. Esto trajo, como consecuencia, que el modo de entender la pobreza hoy en día se pusiera más a tono con las tendencias actuales, pues "la Iglesia toma el ministerio como parte de la contemporánea práctica integral de la pobreza" (Decreto 12,10) (1).

De la misma manera que el "problema de los pobres" había sido un candente problema del siglo pasado, así también la masiva y creciente pobreza del Tercer Mundo se había con vertido en el central problema social. Cuando se tuvo la CG.XXXII, su asociación con los países del Tercer Mundo había aumentado de forma considerable. Particularmente de aquél había fluido a la Curia una serie de peticiones urgiendo a toda la Compañía para que ésta diera una respuesta más efectiva, a la pobreza e injusticia. Se tenía el recuerdo de San Ignacio quien, en su tiempo, había guiado a la primera Compañía a una sorprendente respuesta al predicamento de los pobres, y al mismo tiempo había surgido entre muchos una con ciencia de las causas institucionales, estructurales y culturales de la pobreza y opresión.

A lo largo de la duración de la Congregación tuvo lugar un proceso de crecimiento de comprensión del significado de la justicia, una justicia que requería una transformación de la sociedad. ¿Cómo estaba esto relacionado con nuestra misión evangélica al servicio de la fe? ¿Qué tenía esto que ver con la "interna conversión" exigida por los Ejercicios Espirituales? Los miembros de la Congregación General, bajo el liderazgo del Padre Arrupe, se esforzaron en el transcurso de muchas semanas en aportar mayor claridad a estas preguntas. Hasta cierto punto, fue un trabajo duro que requería mucha paciencia para comprender tan discordantes puntos de vista antes de llegar a un consenso. El resultado de estas deliberaciones, junto con mucha oración, fue el famoso Decreto IV, que ejercería su profunda influencia en la vida de la Compañía. Definió su misión como "servicio de la fe y la promoción de la justicia".

El Decreto IV no era perfecto. Contenía ambigüedades y se prestaba a distintas interpretaciones. Cuando vio la luz, creó inquietud en muchos jesuitas que extrañaron este énfasis en la fe - justicia. Como ya sabréis también hubo inquietud en el Vaticano. Mirando hacia atrás encontramos las comunicaciones que se recibieron de la Santa Sede y esto nos ayudó a llegar a una comprensión más pura del Decreto IV. La tendencia a leer el Decreto IV "con ojos coloreados", como dicen los italianos, no era rara. Se daba el riesgo de interpretar la llamada a la promoción de la justicia como si implicara:

+ Dejar toda clase de trabajo y concentrarnos solamente en obras sociales.

+ Abandonar la evangelización para dedicarse al trabajo de desarrollo y así eliminar la pobreza.

+ Abandonar la vida religiosa y alistarse a las fuerzas seculares por la promoción de la justicia.

+ Abandonar la preocupación por la unidad de la Iglesia y abrazar la posición radical de una lucha en una sociedad de clases.

+ Descartar la predicación y los ministerios sacramentales e involucrarse en la política.

+ Dejar a un lado nuestro enfoque "universal" de intentar la conversión de los opresores para- optar por el 7 pobre y el oprimido.

2. Amor y Justicia

Una lectura selectiva puede pasar por alto el final del Decreto IV: "No se puede dar promoción de la justicia en pleno sentido cristiano si no predicamos también, a Jesucristo y el misterio de reconciliación que nos trae" (n. 27).

Ciertamente nosotros tenemos que continuar poniendo énfasis en la promoción de la justicia. He insistido en esto en algunos de mis escritos. Es la preocupación por la justicia la que nos obliga a enfrentarnos a la realidad concreta y a veces cruel que desposee a los seres humanos de sus derechos básicos. Injustas situaciones personales y la justicia como se halla encarnada en las estructuras socioeconómicas convierten a la justicia en una necesidad urgente. Sin embargo, esta opción -si ha de ser ignaciana- debe expresar la opción personal de Cristo por los pobres y la promoción de la justicia para todos.

Esto no supone preferencia por una forma particular de apostolado; pero debe ser una preocupación prioritaria del trabajo del jesuita. El amor y la justicia nunca deben estar- separados.

En esta mismo punto, ya dijo algo el P. Arrupe de modo muy original: "Nosotros no siempre tenemos ante los ojos esta verdad: que debemos buscar la justicia social bajo la luz de la justicia del Evangelio, que en cierta manera es el sacramento del amor y la misericordia de Dios" (Arraigados en la Caridad, n.57). Arrancar la justicia del amor, del mandamiento del amor, sería dar una respuesta incompleta, parcial y desequilibrada de la premoción de la justicia, puesto que no puede darse justicia sin amor. Ni tampoco puede uno apartarse del amor cuando opone resistencia a la injusticia, ya que la universalidad del amor es, según Jesucristo, un mandamiento que no admite excepciones" (Arraigados en la caridad, n. 56).

La promoción de la justicia, si ha de parecerse a la acción de Cristo -el justo que muere por el injusto- no es tanto el amor por la justicia para uno mismo y por provecho propio, sino la lucha para conseguir se haga justicia al otro, con tales armas que no broten nuevas injusticias y con tales medios que no se trate injustamente de nuevo a la gente. Por lo tanto, se trata de un esfuerzo vigoroso, pero sin odio, de una lucha sin compromiso que trae consigo perdón y reconciliación, pues su fin es la vida de la gente y no su muerte. Es por medio de esta trascendencia sobre la enemistad y el odio, frecuentemente considerada como cobardía compromiso, como la promoción de la justicia entre la gente, si ha de ser auténtica, puede llegar a ser una justicia evangélica, una justicia que sólo Dios puede conseguir en nosotros gratuitamente y con perdón.

Años de reflexión y discernimiento en una práctica continua han aportado mayor claridad a la comprensión de nuestra misión fe justicia así como de las enseñanzas de la Iglesia. En el año 1983, la G3.XXXIII llevó un poco más lejos este proceso. En la reciente reunión de todos los Provinciales en Loyola, España -cuando se inauguró oficialmente el Aniversario ignaciano, se puso de manifiesto que la unidad en lo que se refiere a la misión fe justicia se había conseguido, y que, en el momento actual, la preocupación era por un cumplimiento más valiente y fiel.

3. Opción preferencial por los pobres

El P. Arrupe vaticinó que la Compañía tendría que pagar un alto precio por la opción de solidaridad con los pobres. Desde entonces, más de 30 jesuitas han pagado con sus vidas el servicio a los pobres. Su ejemplo ha puesto en evidencia cómo este reto sorprendente puede ser aceptado de un modo duradero sólo por aquellos jesuitas que están íntimamente unidos al Señor, profundamente arraigados en la espiritualidad ignaciana, y reciben el apoyo de sus comunidades religiosas.

El Papa Juan Pablo II en "Solicitudo Rei Socialis" insiste en que la "opción preferencia por los pobres" debe producir sus efectos en la vida de todo cristiano. No es fácil descubrir lo que esto pueda significar para cada uno. De nota simplemente diferentes formas de entrega. Es probable que simpaticéis con la reflexión de un jesuita sobra el trabajo por la justicia: "He dedicado gran parte de mi energía investigando, defendiendo y enseñando, trabajos que no conducen a gran contacto con los pobres. Siendo así me he visto obligado a preguntarme bruscamente: ¿Puede decirse que llevo a la práctica la opción por los pobres?". Mientras a- firma que alguna clase de contacto con los pebres es necesario, se da a sí mismo la respuesta: Sí. "Todo esto se hace por los pebres y su fin es producir los cambios que se necesitan en la sociedad para mejorar la situación de los pobres". Yo diría que la motivación es la misma en todo, la misma compasión por los pobres que lleva a los demás a su ayuda para que puedan satisfacer sus necesidades inmediatas. Lo que se pide a todos es el empeño en percibir una situación particular de Índole social, desde el punto de vista que la percibe el pobre. Es con esta percepción particular, que a menudo parece de poca monta, cuando se llega a formar juicios y decisiones a nivel personal, institucional y público.

El núcleo se centra en aquellos que sufren privaciones de orden material, luchan para asegurar sus necesidades básicas y carecen de poder en la sociedad. Son éstos los que nos incitan a hacer una "opción por los pobres". Es claro que hay muchos otros a nuestro alrededor que padecen necesidades y también necesitan que nos preocupemos de ellos y les amemos: los pobres en sentido espiritual, los que se hallan solos, los pobres, emocionalmente, etc. El amor preferencial por los pobres no repudia a éstos como lo aprendemos en la vida de Jesús.

Finalmente podemos preguntarnos si la "opción preferencial por los pobres" y la perspectiva de su justicia constituyen un criterio decisivo para enfrentarnos de manera correcta a los temas globales de hoy día, como son las crisis de la deuda exterior, la amenaza contra la paz causada por la grave y continua inversión en material de guerra, la destrucción creciente del ambiente natural. Todos ellos afectan de manera especial las vidas de los pobres del mundo. Estos temas globales y el problema de la justicia a nivel internacional piden una diagnosis más a fondo dé los "valores" inherentes en el concepto de desarrollo que hoy predomina.

La pregunta se impone a sí misma: ¿Hay algún camino que evite pasar de una clase de injusticia a otra que no genere una nueva injusticia? Lo acaecido recientemente en Europa del Este nos pone sobre aviso de que, en el fondo, se trata más de un problema de la calidad de la cultura que la paz, la justicia y la integridad de la creación necesitan. Por lo tanto, no es sorprendente que hoy día la enseñanza social de la Iglesia encuentra nuevo interés y es más comprendida por aquellos que creen que el núcleo de la cuestión consiste en un cambio radical del modo de pensar y un modo de vida alternativo.

4. Conclusión

Esto nos recuerda a Mahatma Gandhi quien, aunque hindú, descubrió el sentido que las bienaventuranzas evangélicas tienen para la reconstrucción humana de la sociedad.

La visión de Cristo como el que cura al pueblo y como Señor de la Historia, núcleo también de la visión espiritual de S. Ignacio, puede hoy añadir mucho a la alegría de ser cristiano. La "Cultura de la Solidaridad", de la que la Sociedad tiene, necesidad (Juan Pablo II en Solicitudo Rei Socialis} , debe tener, en su centro, la gratuidad; y esta gratuidad nos viene a nosotros cómo gracia, don del que cura al mundo.





Notas:

(1) Nota de la Redacción: la CG.32, al poner esta frase ("La Iglesia tema este ministerio -el de la promoción de la justicia- como parte de la contemporánea práctica integral de la pobreza"), cita -en nota al pie de página- la "Evangélica Testificatio" nn.18-20, que dice así: "¿Cómo encontrará eco en nuestra existencia el grito de los pobres? El debe prohibirnos, ante todo... Os obliga, además...Induce a algunos de vosotros, a... Invita, por otra parte, a... Finalmente, os impone un uso de los bienes que se limite a cuanto se requiere para el cumplimiento de las funciones a las cuales estáis llamados. Es necesario que hagáis patente en vuestra vida cotidiana las pruebas, incluso externas, de la auténtica pobreza. "En una civilización y en un mundo cuyo distintivo es un prodigioso movimiento de crecimiento material casi indefinido, ¿qué testimonio ofrecería un religioso que se dejase arrastrar por una búsqueda desenfrenada de las propias comodidades y encontrase normal concederse, sin discernimiento ni discreción, todo lo que te viene propuesto...? "Vosotros sabréis comprender igualmente el lamento de tantas vidas, arrastradas Hacia el torbellino implacable del trabajo para el rendimiento, de la ganancia para el goce, del Consumo que, a su vez, obliga a una fatiga a veces inhumana. Un aspecto esencial de vuestra pobreza será el de atestiguar el sentido humano del trabajo, realizado en libertad de espíritu y restituido a su naturaleza de medio de sustentación y de servicio. ¿No ha puesto el Concilio, muy a propósito, el acento sobre vuestra necesaria sumisión a la ley común del trabajo (Perfecta caritatis n.13)? Ganar vuestra vida y la de vuestros hermanos o vuestras hermanas, ayudar a los pobres con vuestro trabajo: he ahí los deberes que os incumben a vosotros. Pero vuestras actividades no pueden derogar la vocación de vuestros diversos institutos ni comportar habitualmente trabajos tales que sustituyan a sus tareas específicas. Ellas no deberían llevaros, de ninguna manera, hacia la secularización con detrimento de la vida religiosa. Estad, pues, atentos al espíritu que os anima…"









Boletín de espiritualidad Nr. 131, p. 1-7.


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