Ungido contra ungido

Horacio Bojorje sj





Introducción

1. La muerte de Nuestro Señor Jesucristo resultaba peculiarmente incomprensible a los discípulos de Emaús porqué había sucedido por sentencia de "nuestros sumos sacerdotes y magistrados”. Se trata de la muerte de un Ungido: "profeta y poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo", a mano de otro ungido: el pueblo elegido de / Dios representado por sus autoridades (1).

El Resucitado los consuela explicándoles lo que había referente a Él en todas las Escrituras, mostrándoles que en ellas se habla de la necesidad de los padecimientos del Justo. En esta "ley de sufrimiento", que va a transformarse en "evangelio del sufrimiento", hay dos facetas que merecen ser señaladas: por un lado, la purificación de los justos por medio de los sufrimientos; por otro lado, la persecución de un Elegido a manos de otro elegido.

A) Pedagogia purificadora por el sufrimiento

2. El Antiguo Testamento conoce ya el tema de la purificación del justo por los sufrimientos: "Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba... porque en el fuego se purifica el oro, y los adeptos de Dios en el horno de la humillación" (Eclesiástico 2,1-5). "Debemos dar gracias al Señor Nuestro Dios que ha querido probarnos como a nuestros padres. Recordad lo que hizo con Abraham, las pruebas por que hizo pasar a Isaac, lo que aconteció a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando pastoreaba el rebaño de Jetró, el hermano de su madre. Como los puso a ellos en crisol para sondear sus corazones, así el Señor nos hiere a nosotros los que nos acercamos a Él, no para castigarnos, sino para amonestarnos" (Judit,3,25-27).

3. El Nuevo Testamento recogerá explícitamente esta doctrina en sus "paraklesis". Así por ejemplo en la Carta a / los Hebreos: "Sufrís para corrección vuestra" (Hebr.12, 7; ver también 10,36, que introduce el tema de la paciencia necesaria y de la fe como ejercicio de lo arduo, que se desarrolla en toda esta sección de la Carta. La Paciencia es una ciencia del sufrimiento, una sabiduría que Dios enseña a los suyos mediante pruebas pedagógicas. Hay pues una pedagogía de la tribulación.

4. En la tradición patrística se seguirá profundizando en el "evangelio del sufrimiento", que Pablo había presentado como un "completar lo que falta a la pasión de Cristo" (Col.1,24). Véase cómo re expone el tema un autor antiguo : "Él es quien sufría tantas penalidades en la persona de muchos otros; Él es quien fue muerto en la persona de Abel y atado en la persona de Isaac, Él anduvo peregrino en la persona de Jacob y fue vendido en la persona de José, Él fue expósito en la persona de Moisés, degollado en el cordero pascual, perseguido en la persona de David y vilipendiado en la persona de los profetas" (2). En los sufrimientos de Cristo, se ha manifestado ahora, a sus santos (Col.1,26) , el Misterio escondido desde siglos y generaciones. Y este Misterio ilumina el sentido de los padecimientos de los cristianos. Es Cristo quien padece en ellos: "Saulo, ¿por qué me persigues?". Es Cristo quien sigue sufriendo en nosotros, como sufría antes en los justos del Antiguo Testamento. La Comunión en los santos es también una comunión en los padecimientos (Flp.3,10): los de Cristo son de todos; los de todos sus discípulos son de Cristo. El que a vosotros desprecia, a Mí me desprecia.

5. En la reciente enseñanza del Papa Juan Pablo II en su carta Salvifici doloris, el Magisterio ha vuelto a reproponernos la "paraklesís" cristiana sobre el sufrimiento humano y, en particular, del cristiano.

Las dos formas del sufrimiento a que alude el Papa al referirse al específico evangelio del sufrimiento: 1) con Cristo y 2) por Cristo, corresponden a los dos aspectos que estamos bosquejando aquí. El primer aspecto que hemos señalado, nos mostró cómo la purificación de los justos por medio del sufrimiento pedagógico culmina, al revelarse dicha purificación, como una participación, en el sufrimiento salvador de Cristo. También Cristo, verdadero hombre, experimentó la pedagogía del sufrimiento, "y aprendió padeciendo a obedecer" (Hebreos 5,3), y "habiendo sido probado en el.

B. La persecucion de un elegido por otro

6. “El Mesías, el Ungido, el Elegido de Dios, muere a manos del Pueble elegido, ungido por Dios como pueblo de su sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados" (Hebreos 2,18) predilección entre todas las naciones. Juan esboza este hecho sorprendente: "Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron" (Jn.1,11).

Es este un aspecto sobre el que queremos llamar la atención porque no lo hemos visto señalado y, sin embargo, parece importante (3).

7. La persecución de un Ungido por otro, el sufrimiento de un Ungido a manos de otro, es un acontecimiento frecuente en el Antiguo Testamento, y continuará siendo común en la historia de la Iglesia. Podríamos decir que pertenece a las estructuras constituyentes de la historia de salvación. Es una resultante del rechazo por parte del hombre a la solicitación amorosa de Dios.

De ese rechazo, como de una raíz, brotan, el rechazo de los jueces primero, y de los profetas después. Pero el Señor ya se lo explica así a Samuel: "No es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que no reine sobre ellos" (1 Sam. 8,7). El rechazo de Dios se expresa rechazando a su ungido. En este caso a Samuel.

También Saúl, después de sucumbir a la desobediencia (1 Sam.15,22-23), concebirá celos contra David. Y la persecución de que lo hace objeto por celos, y llene de autocompasión (pues cree ser él el que está amenazado por David), tiene algo de negación de la propia culpa, de auto justificación y de rechazo del juicio divino (que Samuel le ha trasmitido), así como de la corrección y sentencia divina: el Saúl que persigue a David es un desacatado irreductible. Es el arquetipo del elegido duro de cabeza, desobediente, que expresé su rebeldía persiguiendo al elegido obediente y manso. Un semejante mecanismo espiritual del perseguidor, lo ha expresado muy bien el libro de la Sabiduría de Salomón: "es un reproche de nuestros criterios, su sola presencia nos es insufrible" (Sab.2,14; ver todo el / pasaje 2,10-20) .

Sin embargo, Saúl el perseguidor recibirá la gracia de la conversión cuando David, acorralado en la última cueva del desierto, le perdone la vida. La mansedumbre invicta del perseguido salva de su pecado al perseguidor (1 Sam.24, 17-22). Cuando parece que Dios ha entregado a su justo David en las manos de Saúl es, por el contrario, Saúl quien le es entregado por Dios a David; pero no para la espada, sino para el perdón magnánimo y para la conversión consiguiente. Por el perdón del perseguido se convierte el perseguidor y llora su error. Fácilmente se entrevé aquí el mismo arquetipo salvífico, prefiguración del drama Cristo-Israel. El mismo arquetipo que reluce en la conversión de Saulo y su transformación en Paulo. La Carta a los Hebreos, sensible a esta analogía, la ha dejado señalada (Hebreos 10,1-18), anudando la obediencia y el sacrificio de Cristo con la desobediencia de Saúl (1 Sam.15,22) a través de la cita del Salmo 40,7-9.

8. El drama Saúl-David abarca muchos capítulos de 1 Samuel: va delcapítulo 18 al 31. Es quizás el ejemplo más extenso, mejor desarrollado y expuesto con más detalle de peripecia de tipo histórico y matices de fina observación psicológico-espiritual. Pero no es el único ni mucho menos.

El texto de Melitón de Sardes, antes citado, enumera una galería de figuras bíblicas en las cuales ocurren parejas de elegidos en parecida situación antagónica. Alude a los pares explicitando sólo uno de los polos: Abel-(Caín); (Abraham)-Isaac; Jacob-(Labán) y Jacob-(Esaú); José-(sus / hermanos).

9. Moisés merece especial atención. Aparece en conflicto con el pueblo elegido, ya sea en conjunto, ya sea con algunos miembros como Arón. Cuando mata al egipcio, cumpliendo piadosamente se deber de goel (vengador de sangre: Nm. 35, 19, con nota de la BJ), es increpado por los suyos (Ex.2 ,11-15) . Las murmuraciones y rebeldías en el desierto fueren múltiples (Ex.15,24; 17,3; Nm.20,2; Ex.16,2; Nm.11,2-4; Slm.78; pueblo recalcitrante, imagen del alma que resiste a la gracia) . Pero sólo el pueblo elegido en su conjunto rivaliza con Moisés: el sacerdote Arón y María, sus hermanos, murmuran contra él por causa de su mujer cushita (Nm.12,1-3). Por su paciencia ante tantas rebeldías, la Escritura elogia a Moisés como el hombre más humilde dé la tierra (Nm 12,3). La rebeldía del pueblo llegó en ocasiones al intento de apedrear a Moisés (Nm. 14,10). Pero es evidente que, así como en Moisés descarga el pueblo su rebeldía contra Dios, así en las entrañas de misericordia de Moisés que intercede por el pueblo rebelde y que quiere hasta matarlo, en esa humildad de Moisés se refleja la misericordia divina; una humildad sobrehumana: "Moisés era un hombre más humilde que hombre alguno sobre la haz de la tierra" (Nm.12, 3).

Toda la travesía del desierto está pautada con esa pendularidad conflictual que opone al pueblo elegido (o alguno de sus miembros) con el líder elegido. ' .

10. No es necesario agotar aquí el recorrido de las Escrituras para, comprender que la enérgica diatriba del mártir Esteban era fundada: tras recorrerla en su discurso (He chos 7,1-50), concluye con un reproche a Ios elegidos que han recibido la ley por mano de ángeles, pero no la han guardado, persiguiendo y matando a los profetas que anunciaban al Justo, al cual han traicionado y asesinado (Hechos 7,51-53).

En todos los casos, uno de los elegidos trata violentamente al otro, pero el otro no responde con violencia, sino con humildad, perdón, orando por el rebelde que se le opone, o llorando la muerte del perseguidor (como David la de Saúl, y luego la de Absalón).

11. Al mismo Misterio y Arquetipo salvífico corresponde el drama Cristo-Judas. Es uno de les elegidos del Elegido, un miembro del colegio apostólico, dado a Jesús por el Padre (Jn.17,12), y elegido por Jesús (Mc.3,19); es uno de los convidados y comensales del festín mesiánico, uno que mete la mano en él mismo plato, y al cual el Anfitrión llama amigo y sirve con su propia mano, al que se levanta contra El y lo entrega. De nuevo: un elegido contra el Elegido. Ungido contra Ungido.

12. El colegio apostólico, la comunidad de los doce, estaba interiormente trabajada por la tentación de los celos, y las rivalidades entre los elegidos, Santiago y Juan, que aspiran a la izquierda y la derecha, excitan con sus aspiraciones y su maniobra la indignación de les otros diez (véase Mc.9,33-37; 10,33-45). Juan se arroga al título de "el discípulo a quien Jesús amaba". Pero Pedro no parece querer ser menos. La carrera de ambos hacia el sepulcro y el respetuoso ceder el paso a Pedro para que entre primero, parecen expresar el surgimiento de una "cultura cristiana" de la superación, de la rivalidad y los celos. Es interesante observar cómo intenta Jesús poner remedio a eses gérmenes de rivalidad entre elegidos dentro de su comunidad cristiana. Por un lado Jesús remite a los discípulos al rol de Servidor sufriente del Hijo del Hombre, es decir, a su Pasión (Mc.10,45). Ser otro lado, en el capítulo 21 de San Juan, encomienda al cuidado de Pedro el discípulo que amaba. La teología juanina es la que ha enfatizado más estos aspectos del amor, que tienden a conjurar la perenne tentación de rivalidad entre elegidos; la ruptura de la comunión-koinonía.

13. A la fractura, por rivalidad entre elegidos, el Señor resucitado quiere sustituir una circulación del amor y de la gracia que una a todos con todos. Pero su ejemplo muestra que esa circulación sólo es posible asegurarla, por el camino del Siervo. No aceptar su camino es, otra vez más, el rechazo del Ungido por un elegido, Y para quien no comprende este misterio o no advierte que está en situación de prueba bienaventurada, la "paraklesis", la acción consoladadora de Cristo se hace reconvención por la dureza del corazón, como con los discípulos de Emaús (Lc.24,25), o con el Tomás incrédulo (Jn.20,27). Por el mismo modo Pablo confortará reconviniendo: entre sus escritos son claros ejemplos los capítulos 14-15 de la Carta a los Romanos.; la segunda a los Corintios, y la segunda a Timoteo.

14. "Quien comete, el pecado es del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio. EI Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del Diablo" (1 Jn.3,3). San Juan se remonta aquí al arquetipo primitivo y capital del drama del rechazo de un elegido por otro, de un amado por otro. El pecado del Diablo es precisamente ese. Y la obra del Hijo es la contraria. "Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. No como Caín que, siendo del Maligno, mató a su hermano" (Jn.3,12). A todo este capítulo juanino le subyace la dramática obsesión de pares de elegidos: Diablo-Hijo; Caín-Abel; hermanos-mundo; hermano-hermano; Ei-nosotros - nosotros-nuestros hermanos. Si la obra del Diablo es odiar al elegido, la del Hijo es amar hasta el que lo rechaza.

15. El Señor exorciza las rivalidades entre elegidos haciendo, de los potenciales dominadores, buenos servidores. La rivalidad se canaliza en forma de servicio. La inclinación a negar el ser del otro, se cambia por la de afirmar su ser y servirlo. Lo mismo sucede en el dominio angélico. A los Ángeles, que uno podría pensar que fuesen potencias espirituales dominadoras, Dios los constituye en custodios, guardianes y servidores de los hombres. El remedio del celo es el servicio. Satán, por celo, no quiso servir (Celo es, en las fuentes cristianas, el hombre del motivo de la persecución y del rechazo de los cristianos por parte de Israel. Pero celo es también el nombre que da Pablo a su afán apostólico y misionero por el bien de todos).

Conclusión

16. Para terminar, volvamos a las palabras de Jesús a los de Emaús y a lo que pudo ser su argumentación escriturística para explicarles que "era necesario que el Mesías (el Ungido, el Elegido) padeciese estas cosas (la contradicción por parte del pueblo elegido, de sus sumos sacerdotes y magistrados) para que entrase así (por este clásico camino del rechazo de un elegido por otro) en su gloria (en la manifestación de los más íntimo de su grandeza propia y divina)”.

Jesús resucitado ejerce su "oficio de consolar” (EE . 224) de modo principalísimo mediante "la consolación de las Escrituras" (Rom.15,1-6; 2 Tim.3,14-16).

Pensamos que el tema de la persecución de un ungido por otro pudo muy bien (quizás debió) ocupar un puesto importante en aquella "lectio de Sacra Página" con que el Resucitado confortó a sus amigos e iluminó sus corazones embotados y ateridos

17. En cuanto a la "mecánica" espiritual de los Ejercicios, esta consideración puede ayudar a purificar el corazón del ejercitante y prepararlo para la entrega de sí mismo en la Contemplación para alcanzar amor (EE. 230-237), para responder con el don de sí mismo a un Dios que se da a sí mismo. Pero también puede ayudar al ejercitante a comprender mejor una razón estructurante de las Reglas "para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener" (EE. 352-370), y a obrar, sin embargo, con la libertad interior que requiere "hablar u obrar alguna cosa dentro de la Iglesia, dentro de la inteligencia de los nuestros mayores" (EE. 351).

En resumen: haber asimilado espiritualmente este argumento ayudará, a Evodia ya Síntique, a tener un mismo sentir en el Señor (Flp 4,2).





Notas:

(1) El término ungido lo usamos en este trabajo, unas veces en su sentido estricto, Mesías-Cristo; pero también en su sentido más lato, como sinónimo de "elegido” y de "amado". En el vocabulario del amor, los términos latines "diligere-dilectus dilectio" y sus derivados castellanos "dilección-dilecto-elegido" denotan que el amor implica una cierta elección. El drama Caín-Abel lo desata el hecho de que Dios prefirió la ofrenda de Abel. Nos llevaría demasiado lejos entrar en Ias profundidades de este misterio por vía filosófica o teológica. Pero el drama evangélico, por sus caminos propios, nos sumerge en él.

(2) Melitón de Sardes, Homilía sobre la Pascua, n. 65-71, SC. 123, 95-101. Este trozo se lee en el Oficio di vino, Lecturas del Jueves Santo.

(3) Este estudio bíblico puede iluminar también la significación espi- ritualde la existencia de conflictos en la Iglesia entre personas que quieren servir a Dios. Mota de la Redacción: por ejemplo, entre superior y súbdito. Ambos buscan un "bien": el'súbdito,, por ejemplo, la "eficacia" en la acción... o la "justicia"; pero mezclado con algo que no es "bueno" (en este mismo caso, la "desobediencia"... o la "desunión").
En todos estos casos de "conflicto" intraeclesial la tentación no es "grosera y abierta..." (EE. 9), sino "debajo de especie de bien" (EE. 10).
Siempre en el caso de conflicto entre el superior y el súbdito, y cuando la tentación de éste es "debajo de especie de bien", no es un despropósito pensar que el superior ceda, como lo hizo, en un caso, Ignacio con Rodríguez, pues dice: "... no favoreciendo tanto como él quisiera a las muchas mociones para aprovechar las ánimas en tierra de infieles; con todo, pienso yo, según que ha más de diez años que este espíritu le sigue, y a nosotros mismos nos escribe, que será menester condescender a sus deseos, esperando que, si son de Dios nuestro Señor, todo redundará a su mayor gloria y honor; y si son de otro, siendo su voluntad sana y buena intención, el mismo Señor le hará vencedor y le dará victoria sobre todo, a mayor gloria suya" (Epp. 2,307).









Boletín de espiritualidad Nr. 131, p. 8-15.


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