Clave de lectura de los Ejercicios

Miguel Ángel Fiorito, SJ





A partir del »quinto día« de la Segunda semana – cuando comienza la etapa de la »elección« (EE [163]) o »reforma de vida« (EE [189]) –, todos los »ejercicios« – contemplaciones, exámenes de oración y de conciencia, entrevista con quien da los Ejercicios, etc. etc. –, tienen dos »claves de lectura«: la »heurística« y la »kenótica«.

1. Clave heurística

La primera »clave de lectura« la podríamos llamar »heurística«, porque interpreta todos los »ejercicios« como una estructura de búsqueda y hallazgo, ya que, como dice san Ignacio en la Anotación Primera (EE [1]), »por este nombre, Ejercicios Espirituales, se entiende ... todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las aficiones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida ...«.

Los Ejercicios, pues, no son sólo un conjunto amorfo de meditaciones y contemplaciones, sino sobre todo un modo – un método, diríamos – de buscar y hallar la voluntad de Dios en nuestra vida.

Y por eso, mientras estamos haciendo Ejercicios – pero sobre todo en los momentos de la elección y/o reforma de vida –, debemos repetir, sin cansarnos y en todo momento, una y otra vez, la oración de Samuel: »¡Habla, Señor, que tu siervo escucha!« (1Sam 3,10).

1.1. Todos los temas de los Ejercicios – desde la consideración del Principio y Fundamento (EE [23]) hasta la oración final de la Contemplación para alcanzar amor (EE [230] ss.) – están orientados hacia la elección y/o reforma de vida y hacia su confirmación, personal y eclesial. Y, para que tengan esa orientación, están »estructurados« por el llamado del Rey Eternal (EE [91] ss.) y por el »día cuarto« de la Segunda semana (EE [163] ss.), donde san Ignacio nos hace considerar la »meditación de las Dos Banderas« (EE [136] ss.), »la meditación de los Tres Binarios de hombres, para abrazar el mejor« (EE [149] ss.) y la consideración de »las tres maneras de humildad ... a ratos durante el día« (EE [164] ss.).

El mismo Principio y Fundamento (EE [23]) es como un »prólogo« de todos los Ejercicios, como un anticipo de todos ellos, en el que se expone como una síntesis apretada de los Ejercicios: el plan de Dios, centrado en Cristo; y las dos condiciones de su búsqueda y hallazgo para cada ejercitante, que son la discreción y la »indiferencia« – que no es »insensibilidad« sino preferencia de la voluntad de Dios frente a cualquier disgusto o gusto de dicha voluntad –.

1.2. Y las Reglas de discernir espíritus (EE [313]), que no son reglas solamente orientadas a juzgar de las gracias privadas de la oración, sino criterios de una »buena y sana elección« que ayudan a discernir – con la ayuda personal de quien da los Ejercicios – »los efectos del buen espíritu y del malo« (Directorio autógrafo, 19) y, mediante dicho discernimiento, la voluntad de Dios para cada ejercitante.

1.3. Esta dimensión »heurística« explica la importancia del examen de conciencia – que no sólo es de faltas sino de »espíritus« – y de cada hora de oración en la estructura de los Ejercicios: no es sólo la vigilancia – o »nepsis« – de los monjes, en orden meramente a una pureza de conciencia, sino una atención a »las varias agitaciones que los varios espíritus le traen ...« (EE [17]), para descubrir, a través de dichas »agitaciones«, la voluntad divina. Tampoco se trata solamente de precaver los engaños del »mal espíritu«, sino de descubrir positivamente lo que Dios quiere de cada ejercitante, a lo cual ayuda no solamente lo que Dios nos pide, sino también aquello a donde nos quiere llevar el »adversario«, que es como un »negativo« de la gracia.

1.4. La actitud que se esconde bajo esta búsqueda de la voluntad divina es la de un »peregrino« – como le gustaba llamarse Ignacio en su Autobiografía –; o sea, un hombre para el cual la vida es un »camino«, abierto delante de sí, que se hace »andando«.

Esta clave »heurística« tiene una serie de »supuestos« implícitos: por una parte, que el ejercitante busca sinceramente la voluntad divina; y, por la otra parte, que existe realmente una voluntad divina para cada ejercitante y un modo claro de conocerla por »las varias agitaciones y pensamientos que los varios espíritus le traen ...« (EE [17]).

El ejercitante ideal para Ignacio no es el que pretende »llegar hasta cierto grado de contentar su ánima ...« (EE [18]), sino el que entra »con grande ánimo y liberalidad con su Creador y Señor ... para que su divina Majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad ...« (EE [5]).

Por eso, como le dice Ignacio a su confidente, el P. de Cámara en su Memorial de éste, »los Ejercicios son ... para quien no está determinado en el estado de vida ...«; y da la razón: »porque entonces hay más variedad de espíritus«. Y añade: »También son mejores cuando alguno se viene a tentar y está atribulado, por la misma razón (de la variedad de espíritus)« (FN I: 676, n. 254, 2 de marzo del año 1555).

Hablando en general, el ejercitante más apto para Ignacio es el que tiene una duda sobre el camino por el que va: sobre todo si ha de buscar »más ...« – como el joven rico, de Mc 10,17-22 – o si ha de contentarse con »menos ...« – como el endemoniado de Geraza, en Mc 5,18-20 y en lugares paralelos –, que para él es »más ...«, porque es la voluntad de Dios en concreto para él y no para otro.
El presupuesto – ya lo hemos dicho más arriba – de este »buscar ... la voluntad divina en la disposición de su vida« (EE [1]) es que »Cristo nuestro Señor a ... cada uno en particular llama y dice: mi voluntad es de conquistar a todo el mundo y todos los enemigos y así entrar en la gloria de mi Padre ...« (EE [95]). De la captación y aceptación personal de esta »vocación del Rey Eternal« depende el salvarse, no sólo del infierno, sino »... hallar en paz a Dios nuestro Señor« (EE [150]).

Esta búsqueda de la voluntad de Dios sería inútil si, de hecho, no fuera cognoscible por nosotros. Ignacio está convencido de que es posible conocer la voluntad divina en su inefable irrepetibilidad existencial para cada uno de nosotros. Pero su hallazgo es una gracia: Ignacio, al llegar el momento, en los Ejercicios, de la elección y reforma de vida, hace pedir con insistencia »a Dios nuestro Señor (que) quiera mover mi voluntad y poner en mi ánima lo que debo hacer« (EE [180]).

Por eso, en la Anotación 15 (EE [15]), insiste en que el que da los Ejercicios »deje inmediatamente obrar al Creador con la creatura y a la creatura con su Creador y Señor« (EE [15]; cfr. [330], [331], [336]); y esto implica que, si el que da los Ejercicios propone algo, lo debe hacer con »alternativa« y no absolutamente, siendo ambas »alternativas« »indiferentes y buenas en sí y que militen dentro de la santa Iglesia jerárquica y no malas y repugnantes a ellas« (EE [170]) (1).

1.5. Esta clave »heurística« da, a los Ejercicios, una perenne actualidad y universalidad: la vida del cristiano en la Iglesia y en este mundo es una búsqueda constante, un constante preguntarse »lo que debo hacer por Cristo ...« (EE [53]), un continuo pedir »que no sea sordo a su llamamiento, más presto y diligente ...« (EE [91]).

La »clave heurística« está abierta, para todos y en todo momento, hacia el futuro (2).

2. La clave kenótica

La segunda clave para leer los ejercicios, sobre todo en el momento de la elección y/o reforma de vida, es la »kenótica«. Es decir, la kénosis de Jesús, de la cual nos habla Pablo cuando nos dice: »... se despojó a sí mismo, tomando la condición de siervo« (Flp 2,7, con nota de la BJ) (3).

Evidentemente, Ignacio no podía presentarnos »otro« Cristo que el de los Evangelios y de Pablo, el que »... de Creador es venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados« (EE [53]).

2.1. Hay algo en los Ejercicios que obliga a una »lectura kenótica«: la insistencia en el tema de la pobreza y de la humillación de Cristo, que se repite – de un modo especial a partir del »coloquio« de las Dos Banderas, que se ha de hacer al final de cada contemplación – hasta por lo menos el fin de la Tercera semana (EE [148], [156], [159] [199]).

2.2. El Cristo que se contempla en los Ejercicios es el que nace en suma pobreza y humildad y, »al cabo de tantos trabajos, de hambre y de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz« (EE [116]), como Ignacio lo afirma en la contemplación del Nacimiento, dando un panorama de toda la vida terrena de Cristo, hasta las contemplaciones de la Pasión.

El sermón de Cristo en la meditación de las Dos Banderas se resume en pobreza, deseo de oprobios y humillación (EE [146]), frente al llamado del mal caudillo que exhorta a codicia de riquezas, vano honor del mundo y soberbia (EE [142]).

Para Ignacio, el Rey Eternal no es el Mesías triunfalista, sino el Siervo de [13] Yahvé, el Jesús que rechaza las »tentaciones del prestigio« (Mt 4,1-11; Lc 4,1-13).

Para el que hace los Ejercicios, el tema de la pobreza y de la humillación es crucial: antes de plantearse cualquier tema de elección o reforma de vida, ha de sentirse »indiferente« a pobreza-riqueza y a honor-deshonor (EE [23]), pidiendo al Señor de todas las cosas el imitarlo »en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza así actual como espiritual ...« (EE [98]), siendo »recibido debajo de su bandera ...« (EE [147]), deseando »más pobreza con Cristo pobre que riquezas, oprobios con Cristo lleno de ellos que honores, y desear más ser estimado por vano y loco por Cristo que primero fue tenido por tal, que por sabio y prudente en este mundo« (EE [167]).

2.3. Pero, notémoslo bien: siempre esta pobreza, esta humillación ... esta »locura« por Cristo se presenta, no como un »absoluto« que hay que elegir »necesariamente« – sí o sí – sino como una »alternativa que hay que ver si Dios nuestro Señor me la pide a mí, frente a otra »alternativa« que también me puede pedir, estando, ambas »alternativas«, »... dentro de la santa Iglesia jerárquica, y no malas ni repugnantes a ella« (EE [170]).

Siempre que se habla, en Ejercicios, de pedir imitarlo al Señor »en pasar todas injurias y todo vituperio y toda pobreza así actual como espiritual ...« se añade: »... queriéndome vuestra santísima Majestad elegir y recibir en tal vida y estado« (EE [98]), y si no, no.

Y cuando en la Tercera manera de humildad se habla de »... desear ser estimado por vano y loco por Cristo« (EE [167]), se pide »que el Señor ... (me) quiera elegir en esta tercera y mayor humildad ...« (EE [168]); y no que yo, por mi cuenta y riesgo, la elija.

Y cuando se habla de la pobreza material como alternativa de la pobreza espiritual – que es para todos –, se añade »si su divina Majestad fuere servido y me quisiera elegir y recibir ...« (EE [147]) en tal vida y estado; y no que yo, por un mal entendido »más ...«, elija la pobreza material como alternativa »absoluta« para todos, haciendo, de la »opción preferencial por los pobres« – como se dice hoy en día – una opción »exclusiva« (4).

3. Conclusión

Estas son las dos »claves« más importantes de lectura de los Ejercicios, [14] sobre todo en los momentos de elección y reforma de vida. Pero de manera que la única »absoluta« sea la primera, la »heurística« – la de buscar la voluntad de Dios –; mientras la segunda, la »kenótica«, está supeditada a que sea, para cada ejercitante, la voluntad de Dios para él.





Notas:

(1) Cfr. M. A. Fiorito: »Tensión hacia lo más... con alternativa«, Boletín de Espiritualidad 79, p. 16-23.

(2) De la »clave heurística« habla el nuevo Directorio desde América Latina, cap. 2, 3.1 (la clave interpretativa desde el objeto de los Ejercicios: buscar y hallar la voluntad de Dios en su vida y en su situación concreta).

(3) De la »clave kenótica« habla el nuevo Directorio desde América Latina, cap. 2, 3.2 (la clave interpretativa desde el contenido de las meditaciones: el anonadamiento del Verbo, Jesús).

(4) Cfr. Puebla: 1165: »... amor preferencial, pero no exclusivo«. Esta es »la opción preferencial por los pobres tal cual la propone la Iglesia« (Congregación General 33, Decreto 1, 48). Nos parece que la propuesta de V. Codina en »Claves para la hermenéutica de los Ejercicios«, en Recherches Ignatiennes / Communications 11 (1975), p. 33-36, no respeta la no-exclusividad de la opción preferencial, y se hace »reduccionista« en este tema.









Boletín de espiritualidad Nr. 132, p. 9-14.


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