Consolación de Dios, tiempo de aprender

Ángel S. Rossi sj





1. Introduccion

Este artículo pretende continuar el estudio del discernimiento espiritual experimentado por San Ignacio en Manresa, al que ya nos hemos referido en los BOLETINES DE ESPIRITUALIDAD nn. 123 y 125. En el primero: "Escrúpulos, tiempo de purificación", intentábamos describir, a partir de la prueba sufrida por S.Ignacio de fuertes escrúpulos, las características de toda tentación o tiempo de desolación. En el segundo, y bajo el título "Escrúpulos, tiempo de lucha", nos centrábamos en el aspecto de la lucha espiritual, es decir, de los medios con que se enfrenta y se supera la prueba.

Pasada la tormenta de la desolación, Ignacio nos habla en su Autobiografía de sus consolaciones. Y premeditadamente decimos aquí consolaciones a secas, sin agregarle el genitivo de Dios; porque, sin ser mentira, sería parcial. Justamente este tiempo está signado por las consolaciones de Dios, pero también por las del mal espíritu o consolaciones "sub angelo luci, como las llamará en sus Reglas de Discernimiento. Ahora nos dedicaremos, a partir de lo vivido por el Santo y a la luz del discernimiento ignaciano, a las consolaciones de Dios, dejando para una próxima oportunidad, si Dios así lo quiere, el tema de las consolaciones del mal espíritu.

Y, al hacerlo, trataremos de no desvincular este momento de los antecedentes. Nada más contrario a la intención de Ignacio que contemplar o examinar las cosas (desolaciones, consolaciones, etc.) como experiencias cerradas en sí mismas, aisladas.

2. Consolacion: enseñanza de Dios

Nos narra Ignacio en esta parte, cinco "ilustraciones sobrenaturales" que Dios le concedió en este tiempo. Pero antes de hacerlo las introduce con un párrafo que, de tan sencillo, se nos puede escabullir, y que sin embargo creo que da la clave de interpretación de las consolaciones: "En este tiempo le trataba Dios de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño, enseñándole..." (Autobiografía n.27).

Este es, a nuestro parecer, el modo como quiere S. Ignacio que enfoquemos las consolaciones de Dios: como una enseñanza.

Se podría objetar que también Ignacio llama lecciones a los tiempos de desolación, y es cierto. Pero hay una diferencia: la desolación es una lección Indirecta, algo que Dios "permite" para que, a través de ella, el alma se purifique y crezca. En cambio la consolación es una experiencia directa: Dios no la permite, sino que "la da"(1) . Es enseñanza en el sentido de algo que se muestra, que se desvela. Mientras en la desolación el mensaje es implícito, y por eso hay que saberlo encontrar, aquí el mensaje no es algo a sondear, sino que es explícito, claro a la vista.

Así se explica que Ignacio ponga muchísimo cuidado en describir detalladamente la desolación, sea en las Reglas de discernimiento, sea en su experiencia de la Autobiografía; y, en cambio, de la consolación casi no nos diga nada, en lo que se refiere a su materia y descripción, sino lo indispensable; y es que no es necesario. Lo que hay que decir, lo dice la misma consolación a cada uno.

En el caso de Ignacio en Manresa nos cuenta simplemente que tuvo:

1. Una elevación del entendimiento, "como que veía la Santísima Trinidad en figura de 3 teclas" Autobiografía n. 23).

2. Una representación en el entendimiento acerca del "modo con que Dios había creado el mundo, que le parecía ver una cosa blanca, de la cual salían algunos rayos ..." (Autobiografía n. 29).

3.Una visión -con los ojos interiores- "de como estaba en aquel Santísimo Sacramento Jesucristo nuestro Señor" (ibídem).

4. Una visión de la "humanidad de Cristo... y de Nuestra Señora" (ibídem).

5. Una iluminación (junto al Cardoner) en que "se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas..." (Autobiogr. n. 30).

No es que no sea importante la materia de dichas ilustraciones, de hecho fueron capitales para su persona como para su itinerario espiritual y apostólico posterior. Pero podemos decir que, siendo importante para la persona que las experimenta, en cambio no lo son tanto para la práctica del discernimiento, que en cambio se necesitará, sin excepción, los datos referidos a los sentimientos y efectos que acompañaron y siguieron dichas experiencias.

3. Atencion a los sentimientos y efectos

Sin éstos, todas estas descripciones, por elevadas y místicas que parezcan, y de hecho lo fueron, se mantendrían en la absoluta posibilidad de ser atribuidas a Dios no menos que al demonio.

Así en la Autobiografía, lo que nos permite discernir como venidas de Dios es:

* Las "tantas lágrimas y sollozos (que)... nunca pudo retener hasta el comer" (Autobiografía n.28).

* Que "ni después de comer podía dejar de hablar sino (de) la Santísima Trinidad; y esto con muchas comparaciones y muy diversas" (ibídem).

* Y eso "con mucho gozo y consolación; de modo que / toda su vida le ha quedado esta impresión de sentir gran de devoción haciendo la oración a la Santísima Trinidad " (ibídem).

* La "grande alegría espiritual" (Autobiografía n. 29).

* "... empezó a ser consolado de Dios y vio el fruto que hacía en las almas..." (ibídem).

* "Estas cosas que ha visto le confirmaron entonces y le dieron tanta confirmación siempre" (ibídem) .

* "Gran claridad en el entendimiento" y "ayuda" para todo el discurso de su vida" (ibídem) .

* Sensación "como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto que antes tenía" (ibídem).

* "Y después que duró un buen rato, se fue a hincar de rodillas a una cruz que estaba allí cerca, a dar gracias a Dios" (Autobiografía n.31).

No hace falta más que comparar las dos listas: la de la materia misma, y ésta de los efectos causados, para darnos cuenta de que, mientras el contenido de las visiones le basta a Ignacio con guardarlo en su corazón y referirlo escuetamente sólo por necesidad; estos efectos, en cambio, tienen, en su narración, un fuerte valor pedagógico para el discernimiento.

Si repasamos ahora la regla cuarta acerca de la consolación, percibiremos un lenguaje común; "... llamo consolación, cuando en el ánima se causa alguna moción interior, con la cual viene a inflamarse en amor de su Creador y Señor, y consiguientemente cuando ninguna cosa creada sobre la haz de la tierra puede amar en sí, sino en el Creador de todas ellas. Asimismo cuando lanza lágrimas motivas a amor de su Señor...; finalmente llamo consolación a todo aumento de esperanza, fe y caridad y toda leticia interna que llama y atrae a las cosas celestiales ya la propia salud de su ánima, quietándola y pacificándola en su Creador y Señor" (3ra. regla de la Semana, EE. 316).

Y en el Directorio Autógrafo; "Débase declarar mucho qué cosa es consolación, yendo por todos sus miembros como son: paz interior, alegría espiritual, esperanza, fe, amor, lágrimas y elevación de mente, que son todos dones del Espíritu Santo" (2).

Y a Sor Teresa Rejadell: "Diré, aunque breve, de dos lecciones que el Señor acostumbra a dar o permitir. La una da, la otra permite. La que da es consolación interior, que echa toda turbación, y trae a todo amor del Señor; y a unos ilumina con tal consolación, a otros descubre muchos secretos y más adelante. Finalmente, con esta divina consolación todos los trabajos son placer, y todas las fatigas descanso. El que camina con este fervor, calor y consolación interior, no hay carga tan grande que no le parezca ligera; ni penitencia, ni otro trabajo tan grande que no sea muy dulce. Esta (consolación) nos muestra y abre el camino de lo que debemos seguir, y huir de lo contrario..." (3).

Y aprovechamos, de esta última enumeración, una frase de Ignacio, para retomar aquello que decíamos, al inicio, acerca del fin de la consolación cómo enseñanza: "Esta consolación nos muestra y abre el camino de lo que debemos seguir, y huir de lo contrario". Ignacio se deja guiar y confirmar por la consolación (4).

En el discernimiento ignaciano "la consolación no es puramente un sentimiento dichoso de bienestar... No es un sentimiento superficial de placer. Al contrario, no hay / ninguna cosa que esté más profundamente anclada en nuestra existencia y nuestro proyecto de vida". De hecho tendemos más fácilmente, de frente a la consolación, a reconocer su veta gozosa, lo cual es justo y no puede faltar, pero no basta. Quien se quede allí, sabrá de consolaciones, pero no de discernimiento ignaciano.

Es necesario llegar al otro aspecto, y es que la consolación es un tiempo privilegiado donde Dios muestra su voluntad al alma, sea respecto a una elección de vida, sea respecto a cualquier otra decisión que interesa la vida del hombre. Y por eso S. Ignacio, aunque sabe que la concede Dios, y sin considerarla imprescindible, aconseja que "tanto deben ser deseadas (las consolaciones), cuanto con ellas deseamos aprovechar... Debemos con mucha diligencia buscarlas y desearlas" (5).

4.Hitos de gracias

Las consolaciones constituyen, a través del examen y discernimiento, verdaderos hitos de gracia, con fuerza suficiente no sólo para "mostrar y abrir caminos" en el la presente, sino también a lo largo de toda la vida, y por encima de las pruebas y desolaciones que puedan venir después. Son puntos de referencias a los cuales siempre se puede volver, y especialmente en tiempo de desolación, para ser nuevamente confirmados en el camino mostrado en aquel momento, y "huir de lo contrario". Porque, de frente a nuestros vaivenes como dijera Santa Teresa, "Dios no se muda" (6), y porque si una consolación intensa ha sido realmente de Dios, no se puede olvidar aunque se quiera (7).

Es cierto, y es necesaria la aclaración, que las consolaciones de Ignacio que estudiamos ahora no son gracias comunes, sino extraordinarias: al menos algunas son de aquellas que él llamará, en las reglas, "consolaciones sin causa precedente". Es decir, cuando Dios entra en el alma y "hace moción en ella, trayéndola toda en amor de la su divina majestad sin ningún previo sentimiento o conocimiento de algún objeto, por el cual venga la tal consolación mediante sus actos de entendimiento y voluntad " (2a.regla de la 2a. Semana, EE.330).

No entraremos en la discusión acerca de este tema de la consolación sin causa precedente, que ha dado lugar a diversas teorías. Simplemente diremos que nuestra opinión personal es que si fuese, como algunos piensan, una experiencia mística, casi milagrosa, y por tanto que rarísimas veces se da, S. Ignacio no se habría preocupado de incluirla en las Reglas de discernimiento, que se supone son algo así como la valija de herramientas del ejercitante , en donde se pone lo indispensable, con el criterio de que sea útil.

No creemos que lo de "sin causa que preceda" tenga que incluir el que sea infusa y sin imagen, o "no objetal", sino más bien pensamos que quiere subrayar la, desproporción entre su objeto, lo que la motiva, o efectos y los que se producen ordinariamente (con causa); sin que tampoco tenga que excluirse la presencia de una imagen concomitante o subsiguiente. Hacemos nuestra la opinión de “ Manuel M.González que concluye, a raíz de este punto: "De se a este género (de consolación) la explicación que se prefiera... En todo caso, es una irrupción inesperada de Dios en el alma, por encima de cuanto los esfuerzos ascéticos normales pudieran alcanzar. Y San Ignacio parece estar convencido de que el ejercitante fervoroso podrá o, más bien, deberá en alguna ocasión experimentar esta irrupción imprevisible del Creador que obra directamente en su creatura y la enciende 'toda en amor de la divina Majestad' (8).

5. Características de la consolación

El reconocer que son, éstas de Ignacio, gracias especiales, no nos impide poder descubrir en ellas las características de toda consolación de Dios junto a otras particularidades :

+ Penetra dulcemente: San Ignacio dirá que es propio del "buen ángel tocar a la... ánima dulce, leve y suavemente, como gota de agua que entra en esponja" (7a. regla de la 2a. Semana, EE.335).

+ Dan alegría y gozo: en estas experiencias nos dice que estas visiones se daban "con mucho gozo y consolación" y con "grande alegría espiritual". Porque "propio es de Dios y de sus ángeles en sus mociones dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y turbación que el enemigo induce" (la regla de la 2a. Semana, EE.329).

+ Duran un tiempo en sí misma o en sus efectos aquí vemos cómo las lágrimas le duraron "hasta el comer"; y de la visión del Cardoner dirá que "duró un buen rato". Comenzando suavemente se convierten, a veces, en "estado" de consolación.

+ Son confirmación y ayuda persistente: por aquellos que dijimos que se constituyen en hitos de gracias como dice en la Autobiografía, que "toda su vida le ha quedado esta devoción a la Santísima Trinidad". Y dirá luego que estas cosas "le confirmaron entonces y le dieron tanta confirmación siempre".

+ Amplían fronteras: mientras la desolación encierra, achica espacios, la desolación, en cambio, agranda, dilata el entendimiento, al que inunda de gran claridad. Respecto de sí mismo, desaparecen las sugerencias de fracaso y desencantos, y en cambio puede "ver el fruto que hace en las almas". Respecto de los demás, la consolación nos mueve a ellos, por aquel dinamismo interno en los efectos de toda gracia de tender a ser comunicada: así despúes de comer de comer, "no podía dejar de hablar" de estas cosas.

+ Llevan a dar gracia: hemos visto cómo Ignacio, al ser consolado y "librado" de la desolación, lo primero que hace es agradecer a Dios; y lo mismo después del Cardoner "se fue a hincar de rodillas a una cruz que estaba allí cerca, a dar gracias a Dios".

6. Dos consejos para el consolado: prudencia y humildad

Para el alma que está consolada, Ignacio se reserva algunos consejos muy importantes, muchas veces no tenidos en cuenta. Seguramente porque el consolado no anda angustiado por salir de dicho estado, como en el caso de la desolación. Y por eso le hace, primero, un llamado a la prudencia: "el que está en consolación piense cómo se habrá en la desolación que después vendrá, tomando nuevas fuerzas para entonces" (10a. regla de la Semana, EE.323).

No es, como podría parecer, un consejo aguafiesta, sino un modo de recordar que este estado no es eterno, y que después, cuando venga una nueva desolación, necesitaremos de la memoria de las gracias de la consolación pasada. Por eso, no es tanto no gozar, o anticipar la amargura cuando llegue la desolación, sino al contrario, hacer que dicho gozo sea fecundado. Sin dejar de gozar, es necesario examinar, "ponderar", "reflectir" sobre aquello que ahora me provoca consolación y que veo con toda claridad que es de Dios: sea una elección hecha, una disposición o deseo, sea un propósito,etc., para poder volver a ella en la desolación, tal como hemos dicho. Como S. Ignacio, en aquella oportunidad en que nos dice que "... estas cosas que ha visto... le dieron tanta confirmación siempre... que muchas veces ha pensado consigo: Si no hubiese Escritura que enseñase estas cosas de la fe, se determinaría a morir por ellas, solamente por lo que ha visto" (Autobiografla n.29).

La otra regla para el consolado es un llamado a la humildad.: "el que está consolado procure humillarse y bajarse cuanto puede, pensando cuán para poco es en el tiempo de la desolación sin la tal gracia o consolación" (11a. regla de la. Semana, EE.324).

Y esto porque Ignacio sabe que fácilmente olvidamos en la consolación "que no es nosotros traer devoción... amor intenso, lágrimas ni otra alguna consolación espiritual..." (9a. regla de la 1a. Semana, EE.322). Así nos previene para que "en cosa ajena (la consolación la da Dios no pongamos nido, alzando nuestro entendimiento en alguna soberbia o vana gloria, atribuyendo a nosotros devoción o las otras partes de la espiritual consolación"(ibídem).

7. Conclusion

Si, tal como creemos, San Ignacio en su Autobiografía pretende, a través del discernimiento de los hechos claves de su vida, dar criterios, pautas, pistas que ayuden a sus hijos al propio discernimiento; queda claro que en dicha pedagogía ignaciana la "consolación de Dios" tiene para la vida espiritual, y usando dos imágenes paradojalmente opuestas, algo de piedra {fundamental y de fuente de agua.

Piedra porque la consolación, entendida ignacianamente, lejos de estar revestida de la fragilidad y vulnerabilidad de un sentimiento pasajero, tiene la solidez y la firmeza de la Palabra de Dios, arraigada gozosamente en el corazón del hombre.

Y fuente, porque la frescura de sus aguas se goza cuando se la tiene, y se añora, e incesantemente se la desea y busca, cuando el alma anda en destierros.

Nuestro tiempo y nuestra Iglesia, tentados hoy muchas veces de tristeza y desaliento, necesitan cada vez más imperiosamente hombres y mujeres "consolados". Así lo deseaba Pablo VI en la "Evangeli Nuntiandi": "... ojalá que el mundo actual, que busca a veces con angustia, a veces con esperanza, pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo..." (n.80).

Así lo intuyó Ignacio, conocedor de su tiempo e hijo fiel de la Iglesia. Y así lo deseó para sus hijos.





Notas:

(1) Diferencia expresada también en la doctrina de sus Cartas: cfr. Carta 5 a Sor Teresa Rejadell, Obras completas de San Ignacio de Loyola, BAC, Madrid, n. 4.

(2) Directorio autógrafo n. 11, (o.c. en nota Obras completas de San Ignacio de Loyola, BAC, Madrid.

(3) Carta 5 a Sor Teresa Rejadell, (o.c. en nota Obras completas de San Ignacio de Loyola, BAC, Madrid)…o.c. en /nota 1), n. 4.

(4) P. Penning de Vries, Discernimiento (Dinámica existencial de la doctrina y del espíritu de San Ignacio de Loyola), Bilbao, Mensajero, 1967. p. 39.

(5) Epp.2,260, en J. M. Granero, Espiritualidad ignaciana, Casa de escritores, Madrid, 1987. p-93.

(6) Santa Teresa de Jesús, Obras completas, Monte Carmelo, Burgos , 1954. p.1065.

(7) Así lo expresa Sta. Teresa en las Sextas. Moradas, cap.3,7: "La tercera señal (de que ha sido Dios a hablar al alma) es, no pasarse estas palabras de la memoria en muy mucho tiempo, y algunas jamás..." (o. c. en nota 61. n.617).

(8) M. M Gonzáles, La Espiritualidad ignaciana, CIS, Roma, 1986,pp 138-139.









Boletín de espiritualidad Nr. 132, p. 15-23.


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