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  • Agustín de Hipona

    Comentario acerca de algunas cuestiones extraídas de la carta a los Romanos



    Capítulo 7

    36. [Rm 7,2] La mujer casada está sujeta al marido mientras vive el marido; si su marido muere, queda libre de la ley del marido, etc. Hay que notar que esta semejanza difiere de aquella situación para la cual ha sido utilizada, en cuanto aquí dice que si el marido muere, la mujer se case con quien quiera, liberada naturalmente de la ley del marido; allí, en cambio, desde el momento en que considera al alma como mujer, y al varón como a las pasiones de los pecadores que obran en los miembros a fin de que lleven el fruto de muerte, es decir, para que de tal unión nazca una prole correspondiente; y a la ley que se dio no para quitar el pecado o para liberar del pecado, sino para manifestar el pecado antes de la gracia - y por esto sucedió que cuantos se encontraban bajo la ley fueron arrastrados por un deseo más violento de pecar y pecaron con una mayor prevaricación -; desde el momento en que también allí los elementos son tres: el alma como mujer, las pasiones pecaminosas como el marido y la ley como la ley del marido, no dice allí que el alma es librada de la muerte de los pecados como de la muerte del marido, sino que dice que el alma misma muere al pecado y es liberada por la ley para poder ser de otro marido, es decir de Cristo, porque queda muerta al pecado aunque viva, en cierto modo, al pecado.
    Y esto sucede cuando, permaneciendo aún en nosotros ciertos deseos e impulsos a pecar, sin embargo no obedecemos ni consentimos, sirviendo con la mente la ley de Dios, ya que estamos muertos al pecado.
    Morirá aun el pecado cuando, en la resurrección, se producirá la renovación del cuerpo, a propósito de la cual dice después: Vivificará también vuestros cuerpos mortales por el Espíritu que había en vosotros.

    37. [Rm 7,8.13] La frase: El pecado, tomando impulso por la ley, obró en mí toda codicia, debe entenderse en el sentido de que no todo fue concupiscencia antes de haber sido acrecentada por la prohibición. La concupiscencia se aumenta con la prohibición cuando no está la gracia de un Liberador. Por tanto ésta, antes de ser prohibida, no puede estar en su totalidad.
    Pero una vez prohibida, faltando, como hemos dicho, la gracia, la concupiscencia crece a tal punto que en su género se hace completa, es decir, llega a completarse, de manera de ponerse también contra la ley y de aumentar el crimen con la trasgresión.
    Respecto a la expresión: sin la ley el pecado está muerto, el apóstol, no porque no exista, ha dicho está muerto, sino porque queda escondido, y es lo que explicita en una frase sucesiva cuando dice: Pero el pecado, para aparecer como pecado, mediante lo que es bueno me ha procurado la muerte.
    Buena es la ley: pero sin la gracia, declara solamente los pecados, mas no los quita.

    38. [Rm 7,9.10] La expresión: Pero yo un tiempo vivía sin la ley, hay que entenderla en el sentido de “me parecía vivir” puesto que antes del mandamiento el pecado permanecía escondido.
    Luego, la expresión: Pero cuando vino el mandamiento, el pecado revivió, yo en cambio morí, se debe entender en el sentido de "el pecado comenzó a manifestarse; yo, en cambio, me di cuenta de estar muerto.

    39. Rm 7,11] La expresión: El pecado, tomando ocasión del mandamiento, me engañó y por medio de él me dio la muerte, fue dicha justamente porque el fruto de un deseo prohibido es más dulce.
    De aquí también el hecho que todos los pecados que se cometen a escondidas son más dulces aunque esta dulzura sea mortífera. Por esto, Salomón describe una mujer como imagen de la falsa doctrina, la cual, mientras se sienta e invita a los necios a acercarse, dice: Comed con placer los panes escondidos y bebed el agua dulce robada [Prov 9,17].
    Esta dulzura es la ocasión del pecado, descubierta a través del mandamiento, y ella, cuando es deseada, seguramente engaña y se transforma en amarguras más grandes.

    40. [Rm 7,13] ¿Lo que es bueno se convirtió en muerte para mí? De ningún modo, sino que el pecado, para que aparezca como tal, por lo bueno obró la muerte para mí. Pablo demuestra con evidencia que lo que había dicho antes: Sin la ley el pecado está muerto, lo había dicho justamente porque permanece escondido, ya que ahora ha dicho no que lo que es bueno, es decir la ley, se le convirtió en muerte, sino que el pecado ha procurado la muerte mediante la bondad de la ley, o sea para que se manifestase el pecado, el cual sin la ley estaba escondido.
    En efecto cada uno comprende que está muerto cuando no puede cumplir lo que admite que ha sido mandado justamente y peca con el delito de trasgresión más gravemente que cuanto habría hecho si no hubiera habido una prohibición.
    Esto es lo que declara a continuación: Para que sea sobremanera pecador o más bien pecado por medio del mandamiento, ya que antes del mandamiento era menor, pues donde no hay ley, no hay trasgresión.

    41. [Rm 7,14] La frase: Sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, demuestra bien como la ley no pueda ser cumplida si no es por los hombres espirituales, constituidos tales por la gracia de Dios.
    El que se hizo semejante a la ley misma cumple fácilmente lo que ella ordena; y no estará bajo ella, sino con ella, éste es el que ya no es atraído por los bienes temporales ni teme los males temporales.

    42. [Rm 7,14] La expresión: Fui vendido bajo el pecado, debe ser entendida en el sentido que cada uno, pecando, vende al diablo su alma mientras recibe como precio la dulzura de un gozo temporal.
    De aquí él hecho que nuestro Señor ha sido llamado también Redentor, ya que habíamos sido vendidos de aquella manera que se ha dicho.

    43. [Rm 7,15.13] La expresión: En efecto, lo que hago lo ignoro, puede parecer, a quien tiene poco entendimiento, opuesto a aquella frase en la que había dicho: El pecado, para aparecer como pecado, por lo que es bueno me ha procurado la muerte. ¿Cómo puede aparecer sí es ignorado? Pero se dice ignoro en este pasaje para que se entienda: “no apruebo”. Como las tinieblas no son vistas sino percibidas al compararlas con la luz - y esto es percibir las tinieblas que equivale a no ver - así también el pecado, al no ser iluminado por la luz de la justicia, es reconocido al no comprender, como se ha dicho que las tinieblas son percibidas sin ver. Y a esto se refiere la expresión del salmo: Las culpas, ¿quién las entiende? [Sal 18,13].

    44. [Rm 7,15-16] Con la expresión: No hago lo que quiero, sino que hago lo que odio. Pero si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la ley pues es buena. La ley queda suficientemente defendida de toda recriminación, pero es necesario evitar que alguno piense que con estas palabras se nos quita el libre albedrío de la voluntad puesto que no es así.
    En este momento se describe al hombre puesto bajo la ley antes de la gracia. En ese momento es vencido por los pecados, pues con las propias fuerzas intenta vivir con justicia sin la ayuda de la gracia liberadora de Dios.
    Pero con el libre arbitrio tiene la posibilidad de creer en el Liberador y de recibir la gracia para que, mediante la liberación y la ayuda del que la da, no peque más; y así deje de estar bajo la ley, sino que esté con la ley o en la ley, cumpliéndola con el amor de Dios, lo que no podía hacer con el temor.

    45-46. [Rm 7,23-25] Con la expresión: Veo en mis miembros otra ley que resiste a la ley de mi mente y me hace esclavo bajo la ley del pecado que está en mis miembros, el apóstol llama ley del pecado a aquella por la que es vencido aquel que está atrapado en la costumbre camal.
    Y dice que ella resiste a la ley de su mente y lo esclaviza bajo la ley del pecado: de esto se comprende que describe a aquel hombre que aun no está bajo la gracia.
    Si la costumbre carnal sólo resistiera y no lo esclavizara, no habría condena. En esto consiste la condena, en el hecho de que obedecemos y servimos a los perversos deseos de la carne.
    Pero si estos deseos existen y no desaparecen y sin embargo no les obedecemos, no somos esclavizados y ya estamos bajo la gracia, de la cual el apóstol hablará cuando invocará e implorará la ayuda del Liberador, para que el amor pueda cumplir por medio de la gracia lo que el temor no podía cumplir por medio de la ley.
    Pues ha dicho: ¡Qué hombre infeliz, yo! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? y agregó: ¡la gracia de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo!
    A partir de aquí comienza a describir al hombre puesto bajo la gracia: este es el tercer grado de aquellos cuatro que hemos distinguido precedentemente. Pertenece a este grado lo que añade a continuación: luego, yo mismo sirvo con la mente a la ley de Dios y con la carne a la ley del pecado, pues, aunque continúen existiendo los deseos carnales, ya no los sirve consintiendo en cumplir el pecado quien, puesto bajo la gracia, con la mente sirve a Dios, mientras que con la carne a la ley del pecado.
    Llama ley del pecado a la condición mortal que deriva de la trasgresión de Adán, por la cual hemos sido hechos mortales. A partir de esta caída de la carne la concupiscencia carnal solicita y según ésta dice en otro lugar: También nosotros fuimos por naturaleza hijos de la ira, como los otros [Ef 2,3].