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  • Hilario de Poitiers

    doctrina de la gloria



    1. No dijo ‘para que tengan mi gloria’, sino ‘para que vean’. Pues el siervo ve, el Señor posee. (Ambrosio, De fide V 87).

    1. Gloria y consubstancialidad

    2. Así dicen de Dios que es imagen viva del Dios viviente, forma perfecta de su naturaleza bienaventurada, Hijo único de la sustancia que no puede nacer, que no puede poseer la verdad de la imagen del Padre si no tiene la gloria perfecta de su bienaventuranza y no refleja la expresión plena de su naturaleza. (De Trinitate XI 5).

    3. [...] uno que procede del uno, verdadero del verdadero, vivo del vivo, perfecto del perfecto,
    potencia de la potencia, sabiduría de la sabiduría, gloria de la gloria, imagen del Dios invisible, forma del Padre inengendrado [...]
    Escucha al Hijo, imagen, Sabiduría, fuerza, gloria de Dios. (De Trinitate II 8.10).

    4. Dice Isaías que él nunca ha visto a un Dios fuera de éste, pues ha visto la gloria de Dios, el misterio de cuya encarnación de la Virgen había anunciado. Y si tú, hereje, ignoras que vio en aquella gloria al Dios unigénito, escucha al evangelista Juan cuando dice: Pues esto dijo Isaías cuando vio su gloria y habló de él. [...] Pues Isaías vio a Dios y aunque está escrito: 'A Dios nadie lo ha visto más que el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre; él lo ha dado a conocer'; [...] con todo, el profeta vio a Dios y contempló su gloria [...] (De Trinitate V 33).

    5. [...] adquirió (Moisés) un resplandor de gloria que no se podía mirar, y una luz irresistible, propia de la majestad que le estaba cerca. (De Trinitate V 23).

    2. La dispensatio gloriae

    2.1. En Jn 17,1-5

    6. Por lo tanto, la petición de la gloria que se ha de dar y, a su vez, se ha de devolver, nada quita al Padre ni en nada rebaja al Hijo, sino que muestra en uno y en otro la misma fuerza de la divinidad. (De Trinitate III 12).

    7. El que era Hijo de Dios había empezado a ser hijo del hombre [...] Sin perder lo que era, había empezado a ser lo que no era. [...] el Hijo hecho ahora carne pedía que la carne empezara a ser para el Padre lo que era la Palabra; de modo que lo que había empezado en el tiempo recibiera la gloria de aquel resplandor que no está sometido al tiempo, para que la corrupción de la carne desapareciera y fuera transformada en la fuerza de Dios y la incorruptibilidad del espíritu. (De Trinitate III 16).

    8. Pues no pide simplemente ser glorificado de modo que venga a poseer como propio algo de gloria, sino que ruega ser glorificado por el Padre junto a él mismo. Pues para que pudiera existir en la unidad con el Padre como había estado antes, el Padre le había de glorificar junto a sí, porque la unidad de la gloria había desaparecido por la obediencia propia de la encarnación. Con otras palabras: pide volver a existir, en virtud de la glorificación, en aquella naturaleza según la cual era uno con el Padre por el misterio del nacimiento divino. (De Trinitate IX 39).

    9. [...] para que aquello que es hijo del hombre fuera engendrado como perfecto Hijo de Dios, es decir, para recuperar y conceder al cuerpo la gloria de su eternidad por la potencia de la resurrección. [...]
    No era en su totalidad aquello que pedía que fuera hecho: pedía que fuera hecho todo igual a aquello que había sido [...] Aquel es el día de su resurrección para asumir la gloria, por la cual nace a aquello que era antes de los tiempos. Pero naciendo a aquello que fue antes de los tiempos, nace también en el tiempo a aquel ser que no era.
    Por lo tanto hay que ver al hijo del hombre como sentado a la derecha de la potencia, porque la naturaleza de la carne glorificada después de la resurrección fue llevada a la perfección de aquella gloria que había tenido antes: naciendo el hijo del hombre que se habrá de sentar con el Padre a la inmortalidad, absorbiendo la corrupción de la carne, nace también como Hijo de Dios viviente que ya no ha de morir. (Super Psalmos 2,27).

    10. [...] una cosa es ser Dios antes de ser hombre, otra ser hombre Dios, y otra, después de haber sido hombre y Dios, ser todo el hombre enteramente Dios. No confundas el misterio de la salvación en sus tiempos y modos. Pues, de acuerdo con sus naturalezas y modos de ser, si tenemos en cuenta el misterio de su encarnación, fue preciso que el Hijo hablara un lenguaje antes de nacer, otro cuando todavía tenía que morir, otro cuando está ya en la gloria eterna. (De Trinitate IX 6).

    2.2. En Flp 2,11

    11. Pero en esto está el culmen de la economía de la salvación, en que el Hijo entero, es decir, como hombre y como Dios, en virtud de la condescendencia de la voluntad del Padre, estuviera unido a la naturaleza del Padre y que mientras permanecía en el poder de la naturaleza divina permaneciera también en el modo de ser de esta naturaleza, pues esto es lo que se otorga al hombre: el poder ser Dios.
    Pero el hombre asumido no podía en ningún modo existir en la unidad con Dios si no llegaba a la unidad de naturaleza con él con la unión con la divinidad; y por el hecho de que el Dios Verbo existía en la naturaleza de Dios, también la Palabra hecha carne podía, a su vez, existir en la naturaleza de Dios, y así el hombre Jesucristo podía estar en la gloria de Dios Padre si la carne estaba unida a la gloria de la Palabra; entonces, la Palabra hecha carne podía volver a la unidad de la naturaleza del Padre también en cuanto hombre, porque la carne asumida había alcanzado la gloria de la Palabra.
    El Padre le debía devolver su unidad con él mismo para que el Hijo que había nacido de su naturaleza volviera a ser glorificado en él: porque la novedad de la economía de la salvación había puesto un obstáculo a la unidad, y esta no podía ser tan perfecta como antes si no era glorificada junto al Padre la carne asumida. (De Trinitate IX 38).

    12. Así, pues, el Padre es mayor que el Hijo. Y ciertamente es mayor porque le da el ser todo lo que él mismo es: le concede ser la imagen de sí mismo, que no puede nacer, por el misterio de su nacimiento; lo engendra de sí mismo para que reproduzca su forma; lo renueva otra vez de la forma de siervo a la forma de Dios; y habiendo nacido en su gloria Cristo según el Espíritu, concede de nuevo a Jesucristo estar en su gloria como Dios según la carne después de haber muerto. (De Trinitate IX 54).

    3. Comunicación de la gloria a la carne de los hombres

    3.1. En Flp 3,21

    13. [...] Ya no es necesario buscar otro Padre más que éste, ni otra sustancia de modelado más que aquella que hemos dicho y que el Señor ha mostrado, ni otra mano de Dios que esta que, desde el principio hasta el fin, nos modela, nos ajusta en vista a la vida, está presente en su obra y la perfecciona a imagen y semejanza de Dios. (Ireneo, Adversus Haereses V 16,1).

    14. ‘Que sepan las naciones que son hombres’, es decir, que han nacido de la ‘tierra’ y han sido formados del ‘barro’ para llegar al conocimiento de Dios. Lo que antes desconocían por ignorancia de la ley de Moisés, ahora lo saben por la predicación de nuestro Señor Jesucristo: como conocen su origen, es decir, la naturaleza de su cuerpo, en el nuevo legislador, igualmente esperan la gloria de este nuevo legislador, quienes en su origen fueron constituidos a imagen y semejanza de Dios. (Super Psalmos 118 mem 10).

    15. No piensa que vive ahora, sino que espera la vida, cuando este cuerpo mortal haya sido destruido y absorbido en la gloria de la inmortalidad. Sabe que esta promesa le ha sido hecha desde el principio de su creación, cuando Dios dijo: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza’. Éste es el principio de la palabra de Dios concerniente al hombre, cuando estableció el origen de nuestra (raza) a imagen de la eternidad infinita [...] Este es el fundamento de una verdad inmutable: la verdad al principio de las palabras de Dios es que el hombre nuevo, regenerado en Cristo, viva eternamente según (la imagen) del Dios eterno. Es decir, según la imagen del Adán celeste”. (Super Psalmos 118 resch 9-10).

    16. Que Dios lo sea todo en todas las cosas significa la elevación de nuestra humanidad asumida. Aquel que, existiendo en la forma de Dios, fue hallado en la forma de siervo, de nuevo ha de ser confesado en la gloria de Dios Padre para que se sepa, sin duda alguna, que él permanece en la forma de aquel en cuya gloria habrá de ser confesado.
    Se trata sólo de un designio de salvación, no de un cambio; continúa existiendo en la naturaleza en que existía. Pero al haber entre medias un estadio en el que empezó a existir, es decir, su nacimiento como hombre, todo se adquiere para aquella naturaleza que antes no fue Dios, pues se muestra que Dios lo es todo en todas las cosas después del misterio de la economía de la salvación. Es ganancia nuestra y provecho nuestro que seamos hechos conformes con la gloria del cuerpo de Dios.
    Pues aquella sumisión del cuerpo por medio de la cual lo que él tiene de carnal es absorbido en la naturaleza espiritual, determina que sea Dios todo en todas las cosas aquel que, además de Dios, es también hombre; es nuestra humanidad la que llega a alcanzar este estadio. Y también nosotros progresamos hasta hacernos conformes con la gloria del que es hombre como nosotros. Y renovados para el conocimiento de Dios, seremos transformados en imágenes del Creador, según la palabra del apóstol [...]
    El hombre se hace, pues, perfecta imagen de Dios, se eleva hasta hacerse imagen del Creador según el modelo establecido para el primer hombre. Y hecho hombre nuevo para el conocimiento de Dios, después de abandonar el pecado y el hombre viejo, llega a la perfección para la que fue creado, conociendo a su Dios y haciéndose así imagen suya; mediante la verdadera fe camina hacia la eternidad, y será por toda la eternidad imagen de su Creador. (De Trinitate XI 49).