Hilario de Poitiers
el Reino del Señor resucitado
1Cor 15,24-28
1. La Trinidad, XI 25. 27
[25.] Siguiendo el orden de las palabras, hay tres cosas que deben ser examinadas; en primer lugar, el fin; después, la entrega del reino; por último, la sumisión. Pues los herejes pretenden demostrar, a partir de esto, que Cristo o deja de existir en el fin, o deja de tener el reino, puesto que lo entrega o no posee la naturaleza de Dios, porque se somete a Dios.
[27.] Y, ante todo, se ha de preguntar si el fin significa una desaparición, la entrega del reino una pérdida, o la sumisión una debilidad.
Pues si estas cosas no quedan sometidas a las que se les oponen, se podrán entender en el verdadero sentido en que fueron dichas.
1. Finis
2. La Trinidad, XI 26
[26.] Ante todo nos tenemos que dar cuenta de que éste no es el orden de la enseñanza del apóstol, pues en primer lugar viene la entrega del reino; después, la sumisión; por último, el fin.
Pero cada cosa, según su naturaleza, está sometida a la causa que le da origen, de tal modo que, cuando algo deja de existir para transformarse en otra cosa, lo anterior subyace siempre a lo que sigue. Pues habrá un fin, pero «cuando haya entregado a Dios el reino».
Y entregará el reino, pero «cuando haya aniquilado todo principado y toda potestad».
Y aniquilará todo principado y toda potestad, porque «es preciso que reine».
Y reinará «hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies».
Y pondrá a los enemigos bajo sus pies porque «Dios le ha sometido todas las cosas bajo sus pies».
Y Dios se los ometió todo de este modo para que la «muerte sea vencida por él como último enemigo».
Después, cuando todo le esté sometido, excepto aquel «que le sometió todas las cosas», se someterá él al que se lo sometió todo.
Y la razón de la sumisión no es otra sino «que Dios lo sea todo en todas las cosas».
Por lo tanto el fin es que Dios lo sea todo en todas las cosas.
2. Traditio Regni
3. La Trinidad, XI 39
«Cristo entregará», por lo tanto, «el reino al Padre» no de modo que al entregarlo pierda su poder, sino que nosotros, hechos semejantes a la gloria de su cuerpo, seremos el reino de Dios, pues no dice: Entregará su reino, sino:
«Entregará el reino», es decir, nos entregará a nosotros, convertidos en reino de Dios por la glorificación de su cuerpo.
Y también a nosotros nos llevará al reino, según lo que se ha dicho en los evangelios:
«Venid, benditos de mi Padre; poseed el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo».
Por lo tanto, los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre, pues el Hijo entregará a Dios como su reino a aquellos a los que llamó al reino [...]
3. Subjectio
4. La Trinidad, XI 30
Dice que, cuando todo le haya sido sometido, se ha de someter al que le ha sometido todas las cosas; y al decir que entonces se someterá, el apóstol indica el plan divino realizado en el tiempo. Porque, si pensamos de otro modo respecto de la sumisión y creemos que se ha de someter entonces, ahora no está sometido, y consideraremos un rebelde, desobediente e impío a aquel al que la fuerza del tiempo reducirá a una obediencia tardía después de que, por decirlo de algún modo , haya sido roto y sometido su orgullo de impiedad despótica.
Y dónde quedarían entonces las palabras:
«No he venido a hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 6,38); y también:
«El Padre me ama, porque hago todo lo que le agrada» (Jn 10,17; 8,29); o este otro:
«Padre, hágase tu voluntad» (Mt 26,42); o las palabras del apóstol:
«Se humilló, hecho obediente hasta la muerte» (Fil 2,8)?
Y el que se humilla no sufre la humillación por su naturaleza; el que se hace obediente acepta voluntariamente el obedecer, porque se hace obediente por el hecho de humillarse.
Por lo mismo, el Dios unigénito se humilla y obedece al Padre hasta morir en la cruz.
¿Cómo se ha de entender que se ha de someter al Padre cuando todo se haya sometido a él?
Sólo se puede comprender porque esta sumisión no significa una nueva obediencia, sino el misterio de la economía de salvación, porque la obediencia ya existe y la sumisión se ha de producir en el tiempo.
5. La Trinidad, XI 32
No es ningún misterio oculto que todas las potencias contrarias han de ser aniquiladas y que el príncipe del aire y el poder de los malos espíritus han de ser entregados a la destrucción eterna, según esta palabra del Señor:
«Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que mi Padre ha preparado para el diablo y sus ángeles».
La eliminación (evacuatio) no es lo mismo que la sumisión (subjectio), pues aniquilar el poder adverso es quitarle el derecho al poder para que no pueda subsistir y abolir el dominio de su reino mediante la eliminación de su poder.
También el Señor ha dado testimonio de esto al decir: Mi reino no es de este mundo; antes había atestiguado que el que tiene el poder de este reino es el príncipe de este mundo, cuyo poder tendrá fin con la aniquilación del poder de su dominio.
Pero la sumisión que es propia de la obediencia y de la fe es la demostración de una aceptación libre o de un cambio.
6. La Trinidad, XI 35
Existe también otra sumisión, que consiste en el paso de una naturaleza a otra cuando algo, dejando de ser lo que es se somete a aquello cuyo modo de existir pasa.
Pero no deja de ser lo que era para no existir más, sino para convertirse en algo más elevado; nuestro cuerpo se somete con el cambio para pasar a la condición de esta otra naturaleza que recibe.
7. La Trinidad, XI 49
Que Dios lo sea todo en todas las cosas significa la elevación de nuestra humanidad asumida. Aquel que, existiendo en la forma de Dios, fue hallado en la forma de siervo, de nuevo ha de ser confesado en la gloria de Dios Padre para que se sepa, sin duda alguna, que él permanece en la forma de aquel en cuya gloria habrá de ser confesado.
Se trata sólo de un designio de salvación, no de un cambio; continúa existiendo en la naturaleza en que existía. Pero al haber entre medias un estadio en el que empezó a existir, es decir, su nacimiento como hombre, todo se adquiere para aquella naturaleza que antes no fue Dios, pues se muestra que Dios lo es todo en todas las cosas después del misterio de la economía de la salvación. [...]
Pues aquella sumisión del cuerpo por medio de la cual lo que él tiene de carnal es absorbido en la naturaleza espiritual, determina que sea Dios todo en todas las cosas aquel que, además de Dios, es también hombre; es nuestra humanidad la que llega a alcanzar este estadio.
Y también nosotros progresaremos hasta hacernos conformes con la gloria del que es hombre como nosotros. Renovados para el conocimiento de Dios, seremos transformados en imágenes del Creador, según la palabra del Apóstol:
«Despojados del hombre viejo con sus obras y revestidos del nuevo, que se renueva en el conocimiento de Dios según la imagen del que lo ha creado».
El hombre se hace, pues, perfecta imagen de Dios.
Una vez hecho conforme con la gloria del cuerpo de Dios, se eleva hasta hacerse imagen del Creador según el modelo establecido para el primer hombre.
Y hecho hombre nuevo para el conocimiento de Dios, después de abandonar el pecado y el hombre viejo, llega a la perfección para la que fue creado, conociendo a su Dios y haciéndose así imagen suya; mediante la fe camina hacia la eternidad, y será por toda la eternidad imagen del Creador.