Presentación del Boletín de Espiritualidad 33
Miguel Ángel Fiorito sj
Presentamos en este Boletín de Espiritualidad la traducción y acomodación de una conferencia de André Ravier sj, pronunciada en Roma y publicada por el Centrum Ignatianum Spiritualitatis, bajo el título de »Les quinze annés ignatiennes de la Compagnie de Jesús«.
En el curso de la traducción de esta conferencia, encontramos otro escrito del mismo autor, titulado »Mystérieux Loyola«, publicado en Revue de deux Mondes; y nos pareció que contenía elementos integrables en la anterior conferencia.
Además – por razones de estilo y de adaptación a nuestro ambiente cultural –, nos pareció mejor hacer una traducción libre y no literal; y quitar lo que podía corresponder más a la situación personal del autor, y menos a nuestra situación local.
Por todas estas razones, presentamos este trabajo sin el nombre de su autor; aunque lo indicamos en esta presentación, porque somos deudores del mismo en su concepción, documentación y redacción original.
Quisiéramos decir, al menos brevemente, lo que nos ha llamado la atención en este trabajo.
1. Ante todo, la frecuencia con que Ravier se refiere a Ignacio y a los primeros jesuitas como »compañeros«; y lo son realmente, porque éste es el sentido profundo de la Compañía de Jesús. »Compañía de Jesús« no es un nombre militar, sino religioso; y quiere indicar, como lo señalan otros autores, el »compañerismo« espiritual existente entre los primeros jesuitas y con el Señor (1).
Indica, además, quién ha tenido – a juicio de Ignacio – la iniciativa de juntar a los »compañeros«: »la suma sapiencia y bondad de Dios nuestro Creador y Señor – o como dice en otro sitio, »la mano omnipotente de Cristo Dios y Señor nuestro« (Const. [812]) – ... se dignó comenzarla« a »esta mínima Compañía de Jesús« (Const. [134]).
Manifiesta, finalmente, a quién quiere servir esta Compañía (2): »a solo el Señor y a la Iglesia su Esposa ...« (3). 2. En segundo lugar – Ravier subraya con acierto el fin apostólico de la Compañía de Jesús, que es »ayudar las ánimas suyas y de sus prójimos a conseguir el último fin para que fueron creadas« (Const. [307]).
Este es el fin común a todos sus miembros; y de él cada uno participa »según la gracia que el Espíritu santo le suministre« (4).
La Fórmula del Instituto define, en términos similares, el mismo fin de la Compañía como cuerpo; y enumera a continuación los medios que van desde la predicación de la »Palabra de Dios« y la administración de los sacramentos, hasta »las demás obras de caridad, según se viere ser necesario a gloria de Dios y para el bien común« (5).
La enumeración que hace Ravier de los »ministeria assueta« – o »consueta« – de la Compañía, no pretende ser exhaustiva, sino que es ejemplificativa (cfr. IV. B. 2: »Modo de la Compañía«): como acabamos de decir, desde la predicación y la administración de los sacramentos hasta »las demás obras de caridad«, todo puede ser apostolado, y todo lo puede asumir la Compañía como cuerpo (aunque no todo lo asuman todos sus miembros).
Es evidente que san Ignacio tiene sus preferencias: en primer lugar, por el apostolado que se dice »sacerdotal«; y en éste, por la predicación de la Palabra de Dios en todas sus formas, las públicas y las privadas (entre éstas últimas, los Ejercicios y las conversaciones espirituales). Pero, en última instancia, no es una preferencia especulativa la que decide el apostolado de cada jesuita, o grupo de jesuitas, sino la »mayor gloria de Dios« y la »necesidad de las almas«. »Caeteris paribus«, hay preferencias (cfr. Const. VII, cap. 2, passim); pero, en cada caso, hay que considerar todas las circunstancias, porque cualquiera de éstas puede alterar la paridad.
3. En tercer lugar, Ravier insiste, entre los votos religiosos, en el de »obediencia a uno de nosotros«, fruto de la »Deliberación de los Primeros Padres«(6), y que hizo, de la »Compañía de Jesús«, una orden religiosa.
Junto con el voto de obediencia, tiene importancia, como lo nota el mismo Ravier, el »voto expreso al Sumo Pontífice, como a Vicario de Cristo nuestro Señor, para ir dondequiera que Su Santidad le mandare ... para cosas que conciernen el culto divino y bien de la religión cristiana« (Const [7]).
Por este voto, se establece en la Compañía de Jesús la »diversidad de personas en ella« (Const [1]): los »profesos« de cuatro votos y los »coadjutores«, sean »espirituales«, sean »temporales«; y, consiguientemente, los »indiferentes«.
Existe todavía otra diversidad, originada en los votos, solemnes en un caso, y simples en el otro; y acerca de la cual diversidad también ha de darse »indiferencia« (Const. [15]).
Esta es una consecuencia del voto al Romano pontífice, de la que no habla Ravier; y la otra consecuencia – de la que tampoco habla – es la de las «largas y diligentísimas probaciones« (7), en el sentido bíblico de ese término, y que sirve tanto para que el Superior conozca a los »candidatos« (8), como para que éstos midan sus fuerzas, y »consideren mucho y por largo tiempo, si se hallan con tanto caudal de bienes espirituales que puedan llegar a dar fin a esta torre, conforme al consejo del Señor – clara alusión a Lc 14,28 –; conviene a saber, si el Espíritu santo que los mueve, les promete tanta gracia que esperen con su favor y ayuda, llevar el peso de esta vocación (9).
4. Finalmente, es original, en el estudio de Ravier, su insistencia en la génesis dinámica de la Compañía de Jesús (cfr. II. Génesis de la Compañía de Jesús), en le importancia del carácter de Ignacio (cfr. IV. Praxis de gobierno de Ignacio), en el estilo de las Constituciones como »camino« (10), etc.
Notas:
(1) Cfr. M. Giuliani,”Compagnons de Jésus”, Christus 6 (1959), p. 221-239 y Th. Baumann, “Compagnie de Jésus: origine et sens primitive de ce nom”, Rev. Asc. Myst. 37 (1961), p. 47-60 y 38 (1962), p. 52-63.
(2) La mística ignaciana es la del »servicio«; y éste, en primer lugar a Cristo, cfr. Fiorito, “Cristocentrismo del Principio y Fundamento de San Ignacio”, Ciencia y Fe 17 (1961), p. 20-25; T. Dias, “¿Es cristológica la contemplación ‘ad amorem’?”, Manresa 15 (1973), p. 289-310. Sin embargo, como decía san Ignacio, »en Jesús nuestro salvador y redentor, – se significa – ser el Padre y el Hijo y el Espíritu santo, un solo Dios nuestro Creador y Señor (Epp. XII: 667).
(3) Fórmula del Instituto, 3 (MConst. I: 375).
(4) Fórmula del Instituto, 3 (MConst. I: 376).
(5) Fórmula del Instituto, 3 (MConst. I: 375-376).
(6) Deliberatio Primorum Patrum, 4-8 (MConst. I: 4-7).
(7) Fórmula del Instituto, 6 (MConst. I: 381).
(8) Ibidem.
(9) Fórmula del Instituto, 4 (MConst. I: 378).
(10) Cfr. »El tema del camino en san Ignacio de Loyola«, Estudio – Oración – Acción, Suplemento del Boletín de Espiritualidad, n. 23 (julio de 1974).
Boletín de espiritualidad Nr. 33, p. 1-3.