La discreción espiritual comunitaria (Condiciones y etapas del proceso)

Jan Bots sj





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I. Introducción

Nos proponemos dar respuesta a esta doble pregunta: ¿cuáles son las etapas del proceso por las que una comunidad cristiana en tal o cual situación particular, llega a discernir lo que Dios quiere pera de ella? ¿Qué condiciones debe satisfacer, el proceso de la comunidad, para que pueda tomar una decisión, no bajo la presión de motivaciones afectivas -o “racionalizadas” afectivamente- sino a la luz de la voluntad de Dios que ilumina las inteligencias y los corazones nuestros? Hay mucho que hacer, en este campo, en la hora actual.

1. Los diversos métodos de la comunicación humana, y la comunicación con Dios.

En tanto que las estructuras de la vida en sociedad y en la Iglesia se dislocan, por todas partes se emprenden intensas indagaciones que apuntan, por medio de técnicas y métodos apropiados, a salvaguardar las estructuras existentes, o a crear otras nuevas.

Técnicas del diálogo y de “deliberación comunitaria”, dinámica de grupos, sesiones de sensibilización, sesiones de pastoral clínica, etc.etc., son otros tantos métodos imaginados para responder a una creciente necesidad de contactos verdaderamente enriquecedores. Nuestra época, que padece de falta de comunicación, está a la búsqueda de medios que atenúen el "bloqueo” de los contactos.

También los ambientes religiosos recurren, en todas partes, a semejantes métodos. Lamentablemente estos métodos no traen consigo, infaliblemente, los resultados deseados. Ocurre incluso que producen efectos exactamente opuestos a los que se buscan: en lugar de reducirse, la polarización se acentúa aún más; las frustraciones subsisten, aunque a menudo recubiertas por un barniz -y aun una capa espesa- de optimismo y de euforia.

Hay que hacer responsable de ello. No tanto a la falta de habilidad en el manejo de los medios utilizados cuanto a las características propias de las mismas comunidades religiosas.

En efecto, a menos que se adapte, de una manera precisa, el método que se sigue en los otros grupos, a las comunidades religiosas, éstas corren el riesgo, más que otras, de no obtener V* resultados previstos. Púes en estas comunidades -por el tipo religioso de las mismas- no basta con cuidar de asegurar la buena comunicación de las personas reunidas entre sí, sino que hay que es establecer, además, el contacto de la comunidad - y de cada uno de sus miembros - con Dios mismo.

Es ésta una exigencia esencial en el proceso de la discreción espiritual comunitaria; y la discreción espiritual comunitaria es una exigencia de estas carnalidades.

Y aquí volvemos a la pregunta inicial: ¿cómo se hace esto?¿Cómo haremos que la comunicación con Dios pueda influir en ella también, en la decisión común que debemos tomar, en el proyecto comunitario que queremos definir, de manera que el resultado de nuestra deliberación sea realmente la obra de Dios que actúa en nosotros - la acción del Señor, que es Espíritu, según 2 Co.3,lS - el fruto, no solamente de la reflexión de todos los miembros, sino además de la acción divina que actúa en la vida y en la actividad del grupo entero?.

2. La discreción comunitaria y la discreción individual.

Una reflexión acerca de la discreción espiritual comunitaria es susceptible también de ilustrar a aquellos que tienen interés por la discreción espiritual individual.

La complejidad de las relaciones interpersonales revela, de manera explícita y concreta, las tensiones latentes en la psicología de los individuos.

La comparación con los obstáculos y las dificultades que pesan sobre el proceso de formación y sobre la libertad del grupo, ilumina, de manera singular, los impedimentos experimentados por cada uno en el ejercicio de la libertad personal y viceversa. Así todo lo que puede que puede decirse de la discreción espiritual comunitaria, vale también de la discreción espiritual individual; y lo válido en la discreción espiritual individual tiene su aplicación, “mutatis mutandi”, en la discreción espiritual comunitaria (5).

Además, la experiencia milenaria de la discreción espiritual individual ha dado las bases experimentales sobre las que se apoya la discreción espiritual comunitaria.

La experiencia de la discreción espiritual individual ha sido "codificada”, por San Ignacio, en su libro de los Ejercicios Espirituales (6); y la de la discreción espiritual comunitaria se encuentra expresada -por San Ignacio o por uno de los "primeros compañeros- en un documento titulado La Deliberación de los primeros Padres (7).

El texto de este documento primitivo, "fundacional" para la Compañía de Jesús, nos servirá muy útilmente de hilo conductor de nuestra exposición. Nuestras reflexiones sólo pretenden hacer ver la actualidad del documento, y, a la vez, captar las condiciones y las etapas fundamentales de una discreción espiritual comunitaria (8).

II. Condiciones del proceso de discreción espiritual comunitaria.

El preámbulo de la Deliberación de los primeros Padres nos pone, de un golpe, en el meollo del tema:

"En la última cuaresma como instaste el tiempo en que debía más dividirnos y separarnos unos de otros -lo que también esperábamos con grandísimo deseo, para llevar (así) cuanto al fin que teníamos ideado y premeditado, y que habíamos deseado con vehemencia- , que nos reuniéramos entre nosotros, antes de la separación, por muchos días, y que tratáramos de esta nuestra vocación y fórmula de vida. La cuál como hubiésemos hecho (otras) veces, y algunos de nosotros fuéramos franceses, otros españoles, otros saboyanos, otros portugueses, nos dividíamos en varios juicios y opiniones acerca de este número de estado (de vida). Y era una y común la mente y la voluntad de todos nosotros, es decir, buscar , según el fin de vuestra vocación, la voluntad beneplácito y perfecta de Dios; (pero), sin embargo, en cuanto a los medios más convenientes y más fructuosos tanto para nosotros como para los demás prójimos nuestros, había una cierta diversidad de sentencias” (MIgn. Const. pp 1-2).

PRIMERA CONDICION: consentimiento unánime en cuanto al fin.

Una condición primordial, en el interior de una comunidad religiosa, para la discreción espiritual comunitaria es que, ella reine, desde un comienzo, un consentimiento unánime en cuanto al fin que debe alcanzar; y que las diferencia de opinión y siempre las hay, no versen más que sobre los medios para alcanzar mejor a dicho fin (9).

Un grupo de comunidad, cuyos miembros planteen continuamente el sentido el sentido de la constitución del mismo grupo, no pasa impunemente por arriba de una cuestión tan fundamental para su misma existencia como grupo. En este caso, cada uno debe reexaminar la opción que le ha elegir formar parte del grupo y, eventual mente, re tirarse.

2. SEGUNDA CONDICION: decisión de discernir lo que Dios espera.

En una comunidad religiosa, la unanimidad en cuanto al fin incluye formalmente la decisión personal, de cada uno de sus miembros, de discernir lo que Dios espera del grupo.

La voluntad de Dios debe ser, para todos, la norma última y decisiva de la opción que se ha de tomar. Esto equivale a decir que hay que estar dispuesto a no dejarse guiar ni por nadie más y ni por nada menos: es decir, ni por la opinión pública, ni por consideraciones científicas, y ni siquiera por la teología.

La voluntad de Dios debe tener aquí -como en los Ejercicios Espirituales (cfr. EE. 1, 5, 15, etc.)- la prioridad absoluta. Por ello -en otra expresión, también ignaciana- se requiere "hacernos- indiferentes a todas las cosas...en tal manera que no queramos de nuestra parte... (si no) solamente deseando y eligiendo lo que más...conduce para el fin..." (EE.23), para que "haga Dios nuestro Señor en todo como sea siempre su mayor alabanza y gloria" (MIgn. Epp. 4, p.285; edición Iparraguirre. p.785

TERCERA CONDICION: decisión de discernir dentro de los fines específicos.

A lo dicho debe añadirse todavía la existencia de “una y común y voluntad de todos…es decir, buscar según el fin de…la vocación…, la voluntad beneplácito y perfecta de Dios” como dice el documento que estamos comentando.

Para cada comunidad particular la Voluntad de Dios, se encuentra en cierta manera especificada (10).

No basta, pues, que se acuerde una prioridad absoluta a la Voluntad de Dios, es preciso además, que los fines y la naturaleza de la comunidad sean claramente percibidos por todos. Sin estos no se podrá evitar la confusión.

Un ejemplo: si, desde un comienzo, los miembros de la comunidad no admiten, de común acuerdo, que la pobreza implica la entrega, a la caja común, de los ingresos personales de cada uno y que nadie puede disponer de ellos a su antojo, se hace imposible asignar un sentido a la indagación acerca de una forma más concreta de vivir la pobreza. Pues las divergencias de opinión sobre esta forma fundamental, harán surgir necesariamente el desacuerdo existente en lo profundo. Y, en tanto no se dirija la indagación este terreno, no podrá lograrse un acuerdo real. 0 bien, se alcanzará un acuerdo a pesar de todo; pero tal acuerdo no podrá ser sino ficticio, ya que, tarde o temprano, la división no expresada volverá a ponerlo en tela de juicio.

Las divergencias de opinión que no versan ni sobre el fin general de la vida cristiana -el cumplimiento de la Voluntad santísima de Dios-, ni sobre el fin específico de cada comunidad religiosa en si misma, no son necesariamente incompatibles con la unidad cristiana, a condición empero que no sean mantenidas en silencio. Es preciso que estas diferencias sean explicitadas y llevadas claramente a conocimiento de los miembros de la comunidad. El deseo de claridad constituye aquí una exigencia primordial que incluye, de suyo, el deseo de clarificar la situación mediante el empleo de medios apropiados.

CUARTA CONDICION: confianza primordial en Dios.

Todavía debe decirse algo más: desde el comienzo, Dios debe estar presente en la búsqueda. Hay que poner la confianza en Él, más que en los medios humanos (12). Por este motivo, se tendrá cuidado particular en no descuidar ni la oración ni la penitencia (13).

Dice así la Deliberación de los primeros Padres:

"Pues como también nosotros juzgamos (las cosas) de diversas maneras, y estuviéramos solícitos y desvelados por hallar algún camino plenamente abierto, caminando por el cual todos nosotros nos ofreciéramos en holocausto a nuestro Dios, en cuya alabanza, honor y gloria debían emplearse todas nuestras cosas, resolvimos finalmente y lo establecimos con sentencia concorde, instar en oraciones, penitencias y meditaciones más fervientemente que lo acostumbrado y, después de haber usado tal diligencia, echar, por lo demás, todos nuestros pensamientos en Dios, esperando que El, tan bueno y generoso - puesto que no solo no niega el buen espíritu a ninguno que se lo pida con humildad y simplicidad de corazón, sino que lo da a todos con abundantemente y sin echar en cara (cfr.St.l,5) - de ninguna manera nos fallará a nosotros, más aún, nos asistirá, según es su benignidad, mucho más sobreabundantemente que la que podemos pedir o pensar” (MIgn. Const. I, pp.2-3).

QUINTA CONDICION: el tiempo de Dios no es nuestro tiempo.

Poner nuestra confianza en Dios no significa, sin embargo, tener la certeza que Él nos hará conocer su Voluntad en un plazo determinado.

El tiempo de Dios no es el tiempo de los hombres. El Espíritu sopla dónde quiere, y también cuándo quiere. Esto equivale a decir que no se puede sobrecargar el orden del día con reuniones, llevando a ellas, de una sola vez, las cuestiones fundamentales -a menudo numerosas y muy diversas- que, verosímilmente, no podrán ser resueltas en poco tiempo.

Por lo demás, nada impide tomar en consideración los problemas con calma, uno por uno Io que importa es determinar bien los puntos que se deben considerar; y, todavía más, examinarlos de tal manera que la unión de los corazones resulte fortificada por ello.

Lo único que importa es el proceso de búsqueda, puesto que éste es, en último término y por sí mismo, la puesta en práctica de lo que una comunidad religiosa quiere ser y realizar.

III. ETAPAS DEL PROCESO DE DISCRECION ESPIRITUAL COMUNITARIA.

¿Cómo hay, entonces, que proceder?

La discreción espiritual comunitaria se realiza en diversas etapas, claramente distintas entre sí. Cada una de ellas debe ser recorrida en su totalidad en gran cuidado. El hecho de recorrer una sola de ellas con demasiada prisa, sin dar, a cada uno de los miembros del grupo, el tiempo de ponerse en las disposiciones requeridas, tendrá repercusiones perjudiciales sobre todos las etapas siguientes. Pues las posibilidades de rectificación son aquí menores que en el proceso, durante unos Ejercicios Espirituales, de una lección individual.

PRIMERA ETAPA: la explicitación de las alternativas.

Comencemos citando la Deliberación de los primeros Padres, dice así:

“La primera noche en que nos reunimos, se propuso esta duda: si sería más expediente…que estuviéramos de tal suerte unidos entre nosotros y ligados en un solo cuerpo, que ninguna división corporal, por grande que fuera, nos separará; o quizás no sería más expediente (que) así (lo hiciéramos)…decidía y resulta esta primer duda (o alternativa), se llegó a (plantear) otra de no menor consideración y providencia: es a saber, si después de haber todos pronunciados votos de castidad perpetúa y voto de pobreza…sería expediente pronunciar un tercer voto, es decir, el de obedecer a uno de nosotros…” (MIgn. Const. I, pp. 3-4)

El punto de partida de la discreción espiritual comunitaria no puede ser sino único: asegurada la unanimidad en cuanto al fin – como se ha explicado antes - , se han de examinar las diferencias o las diversas posibilidades de opción; y se trata, en primerísimo lugar, de formularla lo más exactamente posible.

Cada uno debe llegar a darse cuenta, por la explicación de las alternativas propuestas, del alcance exacto de la cuestión, y del punto preciso sobre el cual versa la opción que se quiere concretar. En muchos casos será necesario, para ello, proceder a un intercambio de opiniones (14).

Así lo hace la Deliberación de los primeros Padres respecto de la primera alternativa:

“y para que se ponga de manifiesto (que entendemos por estar unidos en cuerpo), he aquí que pronto el Sumo Pontífice envía a dos de nosotros a la ciudad de Siena: debemos tener cuidado los que allí van – o ellos de nosotros – y entender los unos de otros que de aquellos que están fuera de la Compañía?” (MIgn. Const. I; p 3)

Hay que consagrar mucho cuidado y mucho tiempo a esta clarificación, de la alternativa que se somete a la discreción espiritual de la comunidad. Cualquier negligencia, que implique falta de claridad, tendrá repercusiones nefastas sobre lo que, de allí en más se siga.

Para evitar el formarse una opinión prematura, a menudo será necesario brindar una información más amplia sobre el asunto a discernir. Es este el momento de proporcionar todos los datos que se pueda desear, mediante la ayuda de documentos escritos, de estadísticas y, eventualmente de informes presentados por especialistas.

Pero los informantes no pueden, ni emitir un juicio definitivo, ni querer convencer al auditorio de la verdad de una tesis dada, porque el grupo no debe ser influido en una dirección determinada (15).

2. SEGUNDA ETAPA: reflexión y oración personal.

Después de la explicación clara de la elección que se ha de hacer -vamos a elegir esto o aquello (16)-, y después de la comunicación de las informaciones necesarias, se pasará a la segunda etapa.

Citemos nuevamente la Deliberación de los primeros Padres:

“Lo primero (que habría que hacer es) que cada uno de tal manera se prepara, dándose a la oración, a penitencias y a meditaciones, que se esforzara en encontrar gozo y paz en el Espíritu Santo acerca de la obediencia (en este momento de la deliberación, la alternativa propuesta era : voto de obediencia a uno de ellos, o solamente al Papa), trabajando -en lo que de sí mismo dependiera - en tener la voluntad más dispuesta a obedecer que a mandar, donde se siguiera igual gloria y alabanza de su (Divina) Majestad. La segunda preparación de los ánimo es que ninguno de los compañero hable, delante de otro compañero, acerca de esto, o le pida razones, para que ninguno fuera llevado pon la persuasión del otro, y se inclinara más a obedecer que a no obedecer, o al contrario, sino que cada uno buscara solamente lo que no pudiera sacar, como más conveniente, de la oración y meditación. La tercera (preparación), que cada uno se considerara a si mismo ajeno de esta nuestra congregación, y en la que nunca esperase ser recibido, para que, por esta consideración, no se sintiere llevado a opinar o a juzgar más de una manera (que de otra), sino que, ajeno (al asunto de que se trata, libremente profiera, en medio de todos, su sentencia acerca del propósito de obedecer o de no obedecer, y que finalmente confirmara y aprobara, con su juicio, aquella parte (de la opción propuesta) de la que crea seguirá mayor servicio de Dios y más seguirá mayor servicio de Dios y más segura conservación de la Compañía (MIgn. Const. I, p. 5)

Debemos destacar, en primer lugar, que, en esta etapa del proceso de la discreción espiritual comunitaria, los "compañeros" deben separarse.

Deben comenzar por formarse una convicción personal sobre la cuestión planteada. Evitan influirse mutuamente, al menos en un comienzo, pues más adelante se verán confrontados unos con otros, y tanto más duramente quizás cuanto más se hayan esforzado cada uno por formarse y justificarse -delante de Dios nuestro Señor- su convicción personal.

Por otra parte, el cuidado de no influirse mutuamente no se origina, en modo alguno, en la desconfianza respecto de los aportes humanos. Todo lo contrario. Tiene precisamente por finalidad el dar, a esos aportes, la ocasión de ser apreciados en todo su valor. Es así como las divergencias adquieren todo su peso. Proveniente de las diferencias de temperamento, de carácter, de cultura y de experiencia, la diversidad de los puntos de vista personales hará de modo que los mismos aspectos de la cuestión sean propuestos bajo puntos de vista muy diferentes. Una discusión que se tuviese antes de toda reflexión personal, correría el riesgo de nivelar, o bien de acentuar demasiado fuertemente las diferencias de opinión. Además, siempre se ejerce cierta presión, que provoca inquietud tanto en aquellos que, seguros de sí mismos, tratan de imponer sus ideas, como en quienes se sienten atacados por esa misma seguridad. Hay que procurar, por lo demás, conservar la serenidad, no solamente respecto de los compañeros de indagación, sino aun en cuanto a uno mismo. Es, pues, más que razonable comenzar por poner "sordina" a los aportes humanos de todos. Pero este poner “sordina” no está determinado por el menosprecio de los medios humanos en cuanto tales, sino por la atención que hay que conceder ante to do al aporte divino.

Este aporte divino encuentra su expresión concreta en la persona de Jesucristo, y en el amor preferencial de Cristo por la "pena", como camino hacia la "gloria" (cfr. EE. 95): llamamiento del Rey Eterno); o como dice la Deliberación de los primeros Padres, por una "voluntad más dispuesta a obedecer que a mandar".

La comunidad cristiana debe dejarse guiar por la fe, y esto significa tomar como modelo único de toda elección a Jesucristo; es decir, su espíritu y su amor a la "cruz". Sólo cuando la comunidad se ha configurado así con el Hijo, puede tener lugar una elección comunitaria (17), exactamente de la misma manera como, en los Ejercicios Espirituales de S. Ignacio, la elección -en privado- comienza hacia la mitad de la Segunda Semana, después de las Dos Banderas y los Tres Binarios (EE. 163).

Tal modo de proceder implica, de suyo, algo penoso o “crucificante”. Sacude los hábitos de pensamiento y de acción puramente humanos, e introduce al Crucificado dentro del mismo grupo.

Los modelos habituales de discusión conducen a distinguir dos categorías de personas: las que hablan y las que escuchan, o dicho en otra forma, las que toman la dirección del grupo y las que se dejan conducir.

El método que proponemos -lo que llamábamos, más arriba, la “separación” de los miembros del grupo, evitando el influirse mutuamente- tiene, como efecto, suprimir la sumisión de los unos al suprimir la dominación de los otros, dominación tanto más terrible cuanto que se ejerce insensiblemente.

Nuestro método apunta a dar, a los más débiles, iguales posibilidades de intervenir en la indagación. De ninguna manera está excluido que Dios quiera precisamente conducir a la comunidad sirviéndose de éstos, más bien que de las personalidades fuertes. En la deliberación discreta, propia de una comunidad religiosa, no es a los más inteligentes, a los más seguros de sí mismos, a los más elocuentes, o a los más convencidos, a quienes corresponde intervenir en primer lugar, sino, por el contrario, a quienes son más dóciles a la acción del Espíritu Santo (18).

Aquí también, como en la elección individual discreta, se impone una cierta pasividad(19) ,así como también la disponibilidad para dejarse guiar por las mociones del Espíritu Santo y "encontrar (así) gozo y paz en el Espíritu Santo" (cfr. EE.150).

Ocurre a menudo que, comunidades religiosas y también siempre en un contexto en un contexto cristiano, organismos administrativos o directivos de obras religiosas, a quienes no les ha sido propuesto aún este método para tomar una decisión, se oponen a esta prohibición, que aquí se hace, de comunicarse entre sí. La incursión de tiempos prolongados de oración y de meditación suscita, en general, pocas objeciones. Pero suele pensarse que la prohibición de comunicarse entre sí es antinatural que entraña el peligro de disolver o de atomizar el grupo. Podemos conceder que, de hecho, esta prohibición tiene, en nuestra manera ordinaria de actuar, algo de artificial sobre todo a los ojos de aquellos que sobresalen en la elocuencia, o en la discusión. Pero de ningún modo es antinatural, pues tiende precisamente a asegurar la comunicación interior de cada uno con las experiencias de la propia conciencia. Este "bloqueo” temporal, si se quiere artificial, se produce precisamente para permitir que cada uno entre en comunicación con sus propias experiencias personales.

Puede concederse que la prohibición de comunicarse ejerce, en cierto sentido, un poder disolvente. Esta prohibición apunta precisamente a "disolver” las estructuras alienantes, presentes en el grupo. Y vale la pena hacer notar que los fuertes y elocuentes reciben aquí, en su oposición a esta prohibición, el apoyo de los débiles y de los silenciosos. Pues éstos últimos, por su lado, tienen que vencer su apego desordenado a sus hábitos de dependencia. Tienen miedo, ellos también, de dejarse conducir por sus experiencias profundas. Y todo esto no es sino muy natural, pues los activos no tendrían jamás la ocasión de imponerse, si los pasivos no consintieran de buena gana a su dominación. Así, en toda reunión comunitaria, los débiles le hacen el juego a los fuertes, y los fuertes a los débiles. Unos y otros se comportan de manera que nadie sea llevado a hacer lo que todos quieren evitar a cualquier precio: dejarse guiar por aquello que experimentan personalmente, en lo profundo. Los fuertes lo logran recurriendo a la violencia verbal, a manejos, a apelaciones a sentimentalismos, y a torrentes de elocuencia; los débiles, mostrándose dóciles y obedientes. Todos, los que llevan y los que son llevados, parecen conspirar en silencio; y la prohibición de comunicarse apunta precisamente a disolver este pacto secreto. Esta prohibición, pues, de comunicarse, disuelve el grupo existente, en el sentido de que crea un grupo nuevo, cuyos miembros, en lugar de influirse y empujarse los unos a los otros en una actitud carente de autenticidad, se comportan como personas adultas.

3. TERCERA ETAPA: la puesta en común.

Solamente después de la preparación personal que lleva, a cada uno de los miembros del grupo, a tomar contacto con lo que experimenta en lo profundo, es posible ponerse a dialogar verdaderamente. Empero, esa misma puesta en común también se hará dentro del marco de un "reglamento" fijado de antemano.

Dice a este propósito, la Deliberación de los primeros Padres:

”Con estas previas disposiciones de ánimo resolvimos que, al día siguiente, nos reuniéramos, preparados (y que) dijera cada uno todos los inconvenientes que se pudieran proponer contra la obediencia, todas las tazones que se presentaban y que cada uno de nosotros separadamente encontraba, pensando meditando (y) orando, Y cada uno las profería, en el orden en que las había hallado... y, al día siguiente, discutíamos lo contrario, aduciendo en medio (de la reunión) todas las ventajas y frutos de la misma obediencia, las que cada uno había encontrado en la oración y meditación : y cada uno profería, por su orden, las cosas meditadas…" ('MIgn. Const.I pp. 5-6).

"Cada uno...cada uno por su orden”: todos, pues, van tomando la palabra. Pero todavía no para defender una posición determinada. Cada uno debe ponerse concretamente ante los ojos las situaciones que corresponden a las dos posibilidades contenidas en la elección propuesta. Cada uno tiene ocasión de mostrar así en qué medida su indagación conserva el equilibrio -o indiferencia- respecto del resultado, la libertad respecto de todo apego a las ideas propias, sólo se manifiesta en la medida en uno puede entrar en el punto de vista opuesto, adhiriendo a lo que éste tiene de positivo (20).

Además, la Deliberación de los primeros Padres llama la atención sobre el hecho de que no hay que hablar en nombre de vista y de preferencias personales, sino que hay que proponer únicamente "lo que cada uno… separadamente encontraba pensando, meditando (y) orando...".

Cada uno debe tomar la palabra en nombre de su experiencia cristiano, de su experiencia de Cristo, y de las mociones de gozo y paz en el Espíritu Santo…” que el contacto con Cristo suscita en él.

En esta etapa el diálogo no toma la forma de discusión (21). En las discusiones, cada interlocutor se ha fijado de antemano su convicción propia, y los argumentos no tienen otros objetivos que atacar las posiciones adversas, y ganar, para su propia convicción, a aquellos que aún no han tomado partido. Aquí en cambio, todos están comprometidos en un diálogo en el que ninguno toma todavía una posición definida ni definitiva.

La manera de proponer los argumentos no debe dejar traslucir hacia qué lado, aunque solo fuese provisoriamente, se inclinan las preferencias personales. El mejor modo de alcanzar este resultado es presentar los argumentos de manera objetiva y neutra aún aquellos favorables a las posiciones que uno no comparte. El tono debe ser neutro, de modo que no se ejerza presión sobre nadie ni se estorbe ni se fuerce a nadie en su libertad. Quienes hablasen de una manera que tienda a influir en el proceso de la puesta en común haría que algunos pensaran: “ya veo que la balanza se inclina hacia este lado; ya no vale, pues, la pena de que yo trate de inclinarla hacia el otro lado”. Es preciso que los argumentos sean presentados fríamente, con toda objetividad, para permitir a cada uno, en la siguiente etapa, pesar interiormente, sin sentirse influido, sus reacciones personales. En esta forma las fuerzas de reflexión de todos los presentes son puestas al servicio de todo el grupo, por el hecho de que cada uno está en condiciones, en un contexto exento de toda presión o tensión, de comunicar sus puntos de vista personales. Y es precisamente la decisión tomada, de común acuerdo, de no precipitarse hacia una decisión definitiva, y de dejar a cada uno pensar libremente en las mismas direcciones, lo que permite que el grupo disponga de todas las fuerzas de reflexión presentes. Importa, pues, no dejar traslucir una convicción ya adquirida, o que comienza a formarse.

Puede ser útil, para esto, servirse de breves frases estereotipadas. Además, si un primer interlocutor no ha encontrado argumentos en favor de la eventualidad que se considera, se limitará a decir, sin manifestar su pensamiento íntimo: “no he encontrado nada”. Asimismo, es inútil repetir, por segunda vez, los argumentos ya alegados; bastará decir, sin declarar abiertamente su pensar: “no tengo nada que agregar a lo dicho por los otros”.

Una vez que uno ha hecho conocer las razones que ha encontrado en favor de una de las dos posibilidades propuestas para la elección, hay que poner término a la puesta en común. Los "primeros Padres” no examinaban más de una sola posibilidad por día: “...al día siguiente, discutíamos lo contrario...”.

Se puede eventualmente pedir al secretario, que ha tomado nota de todo lo que se ha dicho, que relea la lista de las reflexiones hechas; y corregirla o completarla entre todos, si corresponde. A lo sumo se permitirá todavía, a cada uno, formular una que otra pregunta, para captar - o expresar - mejor el alcance de tal o cual reflexión, por ejemplo: “Tal consideración -emitida en pro o en contra-,¿se refiere a personas determinadas, o a todo el grupo? ¿Tiene tal o cual sentido...?”. En cualquier caso, estos pedidos o preguntas de aclaración no pueden llevar a una discusión. Las preguntas formuladas no pueden tener otro objeto que el servir a una mayor comprensión de las razones aducidas. No se emite todavía juicio sobre lo que ha sido dicho por los demás. Esto queda reservado para la etapa siguiente.

4. CUARTA ETAPA: relevamiento de las razones.

Después de la puesta en común de los argumentos en pro y en contra, los miembros del grupo reciben, en dos ejemplares, la lista que contiene la serie numerada de todos los argumentos aducidos hasta ese momento.

Es preciso que ahora, cada uno, en una reflexión personal-como la que se hizo para encontrar los argumentos-, evalúe lo que, a sus ojos, tenga más peso; y haga luego elección del argumento que tiene, en su opinión, valor determinante hacia un lado o hacia el otro (22).

Cada uno rodeará, con un círculo, el número puesto en el argumento que él juzga determinante. Conserva uno de los ejemplares recibidos, y pasa el otro al que dirige la indagación. Este hace el relevamiento de la cantidad de personas que atribuyen, a un argumento determinado, un valor determinante. El resultado de este relevamiento se comunica a todos.

Es previsible que varios miembros del grupo elijan, como determinante, un mismo argumento, ya sea en favor, ya sea en contra. Este relevamiento dará una idea de la fisonomía del grupo: permite darse cuenta, no sólo del estado de los espíritus, sino también de la manera cómo los miembros del grupo han reaccionado frente a algunos determinados argumentos propuestos.

5. QUINTA ETAPA: argumentos determinantes, y alternativas.

Es útil consagrar una reunión especial a los argumentos que se han juzgado determinantes; e invitar, a uno o a varios, a justificar su elección. Cada uno tiene, de esta manera, la posibilidad de simpatizar con la opinión de los demás. Además, cada uno podrá darse cuenta mejor de las resonancias profundas que despiertan en ellos los argumentos que los demás juzgan importantes. El grupo ganará con ello, en cohesión y así participándose mutuamente los sentimientos y enriqueciéndose mutuamente unos a otros por esta comunicación, es como los miembros del grupo se encaminarán lentamente hacia la decisión final (23).

La cohesión del grupo puede ser reforzada, si se pide a los partidarios de una solución determinada que indiquen cómo, en concreto piensan poder salir al encuentro de las objeciones hechas a la solución que ellos encaran, por sus adversarios.

Esto mismo puede hacerse de manera inversa: “Suponiendo que la solución propuesta no se realizase ¿cómo sería posible, en su opinión, dar empero satisfacción a quienes las han propuesto? Indíquenos, pues, medios concretos para lograrlo". Eventualmente, el proyecto de solución propuesto pueda todavía vía ser dividido en varias partes, previendo que haya de llegarse a una solución de compromiso, y teniendo en cuenta las objeciones hechas por los adversarios.

6. SEXTA ETAPA: sondeo previo y votación.

Habiendo sido ya señalados los argumentos en pro y en contra (tercera etapa), valorados (cuarta etapa), explicados y, si es preciso, hechos aceptables mediante alternativas (quinta etapa), el momento ha llegado para proceder a un primer ''sondeo de opinión". “La finalidad de este sondeo es informar al grupo acerca de la relación de las opiniones presentes: tantos están a favor, tantos en contra -sin citar nombres- ; o también, tantos por esto, tantos por aquello.

Esta primera información permite prever mejor la posición final que se tomará. Por ejemplo, una minoría puede decir: "si la mayoría es tan numerosa, de buena gana nos plegamos a ella". Esto facilita que el acuerdo sea unánime. 0 bien la mayoría puede, por atención a la minoría, modificar su posición, diciendo: “Visto el número considerable de opositores, postergamos nuestra solución, pues ella suscita objeciones importantes; o buscaremos una alternativa más aceptable por todos"(24).

Finalmente, mediante una votación se adopta una solución definitiva. He aquí cómo la tomaron los “primeros Padres”:

“Así pues después de haber discutido, de una y de otras partes, muchas cosas acerca de la solución de la duda (propuesta), pensando y examinando las razones de mayor importancia y más válidas, dándoles tiempo a los acostumbrados Ejercicios de oración, meditación (y) reflexión; finalmente con ayuda del Señor, no por mayoría de votos, sino que sin que nadie disintiera, concluimos (lo siguiente): ser más convenientes y más necesario para nosotros, prestar obediencia a uno de nosotros, para poder, mejor y con más exactitud, realizar los primitivos deseos nuestros de cumplir en todas las eventualidades, la voluntad divina; y para qué con más seguridad, se conservara la Compañía; y , finalmente para poder con decoro, proveer a los asuntos particulares ocurrentes , tanto espirituales como temporales” (MIgn. Cons. I, p.7).

IV. Confirmación de la decisión comunitaria.

La decisión comunitaria puede ser ulteriormente confirmada, sea privadamente y dentro de la misma comunidad, sea autoritativamente y por parte del superior.

1. CONFIRMACION PRIVADA.

La decisión comunitaria puede ser, en primer término, confirmada por los movimientos de consolación que la acompañan. La Deliberación de los primeros Padres dice, al respecto, lo siguiente:

"...todas las cosas fueron terminadas y acabadas suavemente, y con el consentimiento concorde de los ánimos, no sin haber puesto (de nuestra parte) muchas vigilias, oraciones y trabajos de mente y de cuerpo..." (MIgn. Const.I, p.7).

Esta concordia de todos es interpretada -junto con la suavidad que la acompaña- como uno de los frutos del Espíritu (cfr. Ga. 5, 22-23); y es una suerte de "consolación” comunitaria (cfr. EL. 316).

Importa, empero, distinguir, estos movimientos, de los sentimientos de distensión, de apaciguamiento y de contento, que fácilmente experimentan quienes han consagrado, a largas indagaciones, jornadas muchas veces agotadoras y enervantes. La consolación verdadera contiene la indicación preciosa de que, en la solución encontrada, es el mismo Señor a quien se ha encontrado.

2. CONFIRMACION ECLESIAL.

Corresponde, a la autoridad eclesiástica, aprobar la decisión en todos los puntos que ella se haya reservado.

En último término no puede haber conflictos entre las comunidades particulares que actúan en el interior de la Iglesia, y la Iglesia misma, representada por sus jefes jerárquicos autorizados (25).

Toda decisión discreta - privada o comunitaria – presupone la fe que nos dice que "debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia jerárquica así lo determina, creyendo que entre Cristo nuestro Señor. Esposo y la Iglesia su Esposa, es el mismo Espíritu que nos gobierna y rige para salud de nuestras almas.

Por el mismo, las reglas ignacianas de una elección discreta dicen que "es necesario que todas (las) las cosas, de cuales queremos hacer elección, sean indiferentes o buenas en sí, y que militen dentro de la santa Madre Iglesia jerárquica y no malas ni repugnantes a ella" (EE. 170) (26)

V. Conclusión

Hemos llegado al fin de nuestra exposición sobre las condiciones y las etapas de una discreción espiritual comunitaria.

Y algún lector podrá preguntarse: ¿no acarrea, todo este procedimiento, complicaciones insuperables, y una considerable pérdida de tiempo? (27).

Es bien seguro que, desde un comienzo, hay que renunciar a llegar a una solución en un plazo fijado de antemano. Dios no se deja obligar. Nos escucha "prontamente”; pero esta prontitud no se verifica sino según la medida de Dios, y de nuestra confianza de que Él tiene su "tiempo y momento" para escucharnos (cfr.Hch. 1, 7).

Toda decisión exige una conversión. Para realizarla, hace falta tiempo. Y decidirse a tomarse el tiempo necesario, es ya comenzar a convertirse, pues es dejar de contar solamente consigo mismo.

Pero el proceso descrito implica también numerosos elementos que hacen ganar tiempo. En ningún momento interviene, una verdadera discusión; por ende, no hay demostraciones de elocuencia ni reacciones sentimentales que absorben mucho tiempo y que además, a quienes obligan a quienes las escuchan, a consagrar a volver a recuperar la serenidad de sus ideas.

Habrá, sin embargo, quienes sigan pensando que todo esto, que hemos expuesto, constituye una marcha muy lenta hacia el fin propuesto. De hecho, es el camino más corto para llegar a él, pues toda prisa y toda impaciencia causan turbación, hacen que uno se resista y retardan finalmente la marcha. He aquí lo que introduce la desconfianza, y mantiene la lejanía de las personas. Aún las diferencias de opinión pueden ser un factor de unión (28); y hombres que se saben de diferente opinión, pueden sentirse muy próximos el uno del otro. Lo cual no ocurre jamás, lamentablemente, cuando las decisiones son tomadas arbitrariamente: provocar arbitrariamente diferencias en la elección, es optar arbitrariamente por la diferencia. Y sólo eso trae la división” (29).




Notas:

(1) Agradecemos la cuidadosa, traducción de M. M. Bergadá. Hemos tenido luego que acomodarla, por razones de diagramación, y para poder tener en cuenta otras fuentes ignacianas y los recientes decretos de la CG.XXXII de la Compañía de Jesús.

(2) Cfr. M.A.FIORITO, La elección discreta según san Ignacio (primera parte), BOLETIN de ESPIRITUALIDAD n.25, punto 2.1, pp. 23-25.

(3) Cfr. Ga. 5, 19-23 (los frutos de la "carne" contrapuestos a los del Espíritu); 1 Carta de Jn. (las obras del "maligno", contra puestas a las del "espíritu").

(4) Digamos, de paso, que el título de "deliberación..." es posterior a su redacción original. Cfr. La vida de comunidad a la luz de, documento ignaciano, SUPLEMENTO del B0LETTN DE ESPIRITUALIDAD n.5, punto 2.42 ("Semejanza y desemejanza entre la Deliberación comunitaria y el "tercer tiempo" de elección, según EE. 177-183).

(5) Dice la CG.XXXII (Decreto 11, n.20): "...a ciertos rasgos de nuestra herencia ignaciana cabe darles una dimensión comunitaria, pero a condición de no abandonar la práctica personal a ellos originariamente asignada". La discreción puede tener ambas dimensiones, la privada o individual, y la comunitaria o en grupo; y ambas se ayudan mutuamente (cfr. M.A.FIORITO, Ostentaciones práctica de una reunión para… en la iglesia de hoy, BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD n.32, punto 1.13, pp.8-9).

(6) En el origen de este libro, está la experiencia personal de su autor (cfr. Autobiografía, n.99). Y, por ello, no se puede entender la "codificación" ignaciana si no se tiene la experiencia sobre todo si no se presta atención a la misma experiencia. Por eso la CG.XXXII ha dicho (Decreto ll, n.38): "El medio recomendado por S. Ignacio para que continuamente nos rija el espíritu de discreción espiritual lo tenemos a mano en la práctica cotidiana del examen de conciencia".

(7) MHSI, MIgn. Const. I, pp.1-7.

(8) Véase, sobre este mismo tema en general, M.A.FIORITO, La elección discreta según S. Ignacio, (segunda parte), BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD n. 26; Orientaciones práctica de una reunión para...en la Iglesia de hoy, BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD n.32; y La llamada de Dios en la vida religiosa, hoy, SUPLEMENTO del BOLEIIN DE ES RITUALIDAD n.22.

(9) Cfr.M.A.Fiorito, La elección discreta…Boletín de Espiritualidad N°26, punto 5.11, pp49-50; Orientaciones prácticas de Espiritualidad n. 32, punto 0,1, pp.2-3.

(10) Cfr. M.A. Fiorito, La elección discreta…Boletín de Espiritualidad N°26, punto 3.12, pp 28-29; Orientaciones prácticas de Espiritualidad n. 32, punto 0.22, pp.4-5.

(11) Bots parece no poner límites a la “claridad”, tal vez no distinguiéndola del deseo de “claridad”, del que habla a continuación en el mismo texto. Nos parece que hay que privilegiar el “tiempo” sobre el “espacio”, es decir que hay que buscar el “tiempo oportuno”.Cfr. M.A. Fiorito, La elección discreta…Boletín de Espiritualidad N°26, punto 3.12, pp 28-29; Orientaciones prácticas de Espiritualidad n. 32, punto 1.22, pp.9-10.

(12) O mejor hay que tener siempre la confianza puesta en Dios, también cuando se está poniendo un medio humano. Diríamos que los medios humanos “se aceptan”, porque “el Señor presente en la reunión, quiere –como dice San Ignacio (Const.814)- ser glorificado con lo que da como Creador, es lo natural…” Cfr M.A.Fiorito Orientaciones prácticas de Espiritualidad n. 32, punto 4.32,

(13) Cfr. M.A.Fiorito, Orientaciones prácticas de…BOLETÍN DE Espiritualidad n. 32, punto 01.23, p.10. Además la penitencia es una forma de oración (Cfr.EE 87, 3, y EE 89).

(14) Cfr. M.A. Fiorito La elección discreta…Boletín de Espiritualidad N° 26, punto 4.1., pp 35-36.

(15) Cfr. M.A. Fiorito La elección discreta…Boletín de Espiritualidad N° 26, punto 4.1., pp 36-37.

(16) La CGXXXII que supone que no hay comunidad local sin superior – en la Compañía de Jesús – (Cfr.Dcto. 11.n.45) dice: que la tarea de éste en una reunión de discreción comunitaria es la de “…señalar la convocatoria de la comunidad, y definir la materia de la discreción” (ibídem. N.24). esto no requiere decir que antes de llegar a esta definición – y para ayudar al superior a darla – no se puede proceder como lo indica, en el texto, el autor.

(17) Cfr.M.A.Fiorito, Orientaciones prácticas de…BOLETÍN DE Espiritualidad n. 32, punto 1.25, pp.11-12 (“disponibilidad al despojo”). La CG XXXII dice (Dcto 11, n.22) que “se presuponen como base de la discreción común…por parte de cada miembro de la comunidad…en general, todas aquellas disposiciones de mente y de corazón propias de la Primera y Segunda semana de los Ejercicios Espirituales… Cfr. M.A. Fiorito La elección discreta…Boletín de Espiritualidad N° 26, punto 5.13., pp 51-52.

(18) "Yo te bendigo, Padre, porque has ocultado estas cosas - los misterios del Reino - a sabios y prudentes, y se las has revelado a pequeños..." (Mt.11, 25-26). La Iglesia tiene, en sus miembros "pequeños", la posibilidad de contar con esta "sabiduría", oculta a los "sabios y prudentes". Pensamos que por aquí va la respuesta a la alternativa entre "ciencia" o "sabiduría", en la captación de los "signos de los tiempos", entendidos como "signos de Dios" en nuestro tiempo. Cfr. C.MESTERS, La palabra de Dios en la historia, de los hombres (Bonum, Buenos Aires, 1972), pp.120-128.

(19) Esta "pasividad" tiene su máximo en el "primer tiempo...cuando Dios nuestro Señor así mueve y atrae la voluntad que, sin dudar ni poder (siquiera) dudar, la tal ánima devota sigue a lo que le es mostrado..." (cfr. HE.175). Los "pequeños" en la Iglesia -véase lo que decíamos en la "nota" anterior- sienten lo que deben hacer, sin mayores ni "discernimientos" (EE.176), ni razones (EE.177).

(20) Cfr.M.A.FIORITO. La elección discreta...BOLETIN DE ESPIRITUA LIDAD n.26, punto 5.17, pp.53-55.

(21) En realidad, la Deliberación de los primeros Padres no habla en ningún momento de "discusión" o "debate". Cfr. M.A.FIORITO La elección discreta...BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD n.26, punto 5.14, p.52

(22) El documento de los "primeros Padres" habla, poco más adelante, de pesar y examinar "las razones de mayor importancia y más válidas...". Esto conviene hacerlo, como dice Bots, primero en privado, para luego exponerlo a los demás. El documento no dice que esto deba hacerse por escrito; pero parece obvio, al menos en nuestro tiempo.

(23) El documento de los "primeros Padres" dice -lo veremos enseguida- que éstos, “después de haber discutido, de una parte y de otra, muchas cosas acerca de la solución de la duda...", llegaron a la unanimidad. Después de las etapas anteriores, se puede decir-como lo hace Bots- que, mediante esta "discusión", el grupo ganará en cohesión. Así se recoge el fruto de las "preparaciones de ánimo" (segunda etapa) y de todo el proceso del grupo (tercera y cuarta etapa).

(24) Cfr. M.A.FIORITO La elección discreta...BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD n.26, punto 4.72 (“unanimidad de la decisión”), pp.43-45; y puntos 4.8 (“recursos adicionales para el logro de la unanimidad”) pp. 45-46.

(25) Cfr. M.A.FIORITO La elección discreta...BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD n.26, punto 4.10, p.47. Decía San Ignacio, - después de haber hecho, durante tres días, elección para ver si se oponía o no la elección de Borjas como Cardenal: “yo he tenido y tengo que siendo voluntad divina que yo en esto me pusiere, poniéndose otros al contrario, y dándose esta dignidad, que no había contradicción alguna, pudiéndose el mismo Espíritu divino moverme a mí a esto por unas razones y otras al contrario… (MHSI, MIgn.Epp.4, p.284s.

(26) Cfr.M.A.FIORTTO, La elección discreta, BOLLTIN DL ESPIRITUA LIDAD n.25, punto 1.1 (’*materia de elección"), pp.7-12.

(27) Por esta razón tal vez -o sea, por el tiempo que implica una discreción espiritual comunitaria- la CG.XXXII dice que "si se trata de cosas de importancia… es recomendable el uso de la discreción espiritual en común, como cauce peculiar para indagar la voluntad de Dios" (Cfr. Decreto 11, n.50).

(28) Dice la CG.XXXII (Decreto 11, n.25): "Los momentos de turbación y de prueba, que esporádicamente amenazan nuestra comunión fraterna, pueden convertirse en momentos de gracia, que afiancen nuestra entrega a Cristo, y la hagan más creíble".

(29) Cfr.P.PENNING De VRIES, Discernimiento ignaciano (edición holandesa, p.67).









Boletín de espiritualidad Nr. 40, p. 7-24.


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