El Cristo de la Reducción (*)
Mons. Zenón Bustos y Ferreyra (Obispo de Córdoba)
1. Nos, Fray Zenón Basto y Ferreyra, de la Orden de Menores, 0bispo de Córdoba por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica, a todos los fieles de los pueblos circunvecinos, al pueblo y santuario de. La Reducción, salud y paz en Nuestro Señor Jesucristo...
2. Después del tradicional saludo a su Pueblo, el Obispo comienza enfatizando la creciente fe del mismo a la imagen del Cristo de la Buena Muerte, en contraposición con el avance de una corriente de cultura ilustrada y descreída. Es como advertir en la fe del pueblo, la afirmación de una cultura autóctona, con raíces históricas, y con el realismo de quien no se deja engañar "por agentes de doctrinas insanas y de quiméricas promesas de porvenir temporal...".
A despecho del ambiente irreligioso catado en todo el país por agentes de doctrinas insanas y de quiméricas promesas de porvenir temporal, de las execraciones y vejaciones a las prácticas de nuestra santa religión vertidas pon ellos, en hojas y discursos, dejando de lado todo retraimiento, vuestra concurrencia se acentúa y crece cada año, de una función pana la otra, sin que a los fieles que la componen les arredre ni las distancias al Santuario ni las penosas perspectivas que divisan al salir de sus casas, por causa del inadecuado alojamiento que encuentran. Este hecho deja al observador el convencimiento de que, en vez de retraer a los peregrinos las molestias que allí les esperan, las apetecen por ir informados de un espíritu suficientemente cristiano al acercarse al Cristo de la Buena Muerte...
3. A continuación relata los sucesivos esfuerzos de los misioneros franciscanos por ampliar el templo, y narra también la ceremonia de colocación de la piedra fundamental del Santuario que se proyecta construir. Esta ceremonia tuvo lugar en mayo de 1910, centenario de nuestra Emancipación, y aniversario de la Conquista del Desierto, proclamada el 25 de mayo de 1878. Interesa trascribir el texto para advertir que el Obispo, aunque no pasa por alto los supuestos descreídos del progresismo liberal, sabe superar una visión maniquea, y aceptar el hecho del progreso, rescatándolo para la buena causa:
La estrechez del actual templo con todos sus enganche, la multiplicación de nuevos pueblos que se han formado y continuarán formando a lo largo de las vías férreas que se aproximan a Reducción, la fertilidad de la tierra que ofrece pronto arraigo a los colonizadores, con prenda de segura prosperidad, el agua caudalosa del río que no tardará en ser utilizada en el embellecimiento de la población y en la plantación de industrias, conspirando contra aquellos temores de entonces y prometiendo las seguridades de concurrencias mucho mayores para el porvenir, nos determinaron, en mayo próximo pasado, a poner la piedra fundamental de un templo nuevo y más grandioso, al lado del actual, el que después servirá de colegio, en homenaje al Cristo de la Buena Muerte, y en conmemoración del primer Centenario de nuestra Emancipación política...
4. Cuando el Obispo se refiere a la sencillez de la ceremonia de la colocación de la piedra fundamental, así como a la no organización de comisiones especiales, advierte que esto se ha hecho "prefiriendo que la realización del Templo proyectado se debiese principalmente a la fuerza de la fe del pueblo en Aquel que promete todo por añadidura, cuando se procura el Reino de Dios...". Y refuerza la idea haciendo una afirmación de la fuerza de Cristo, que se encarna en el pueblo hasta el punto de valorar la santidad de ese pueblo que bendice al Señor:
En cambio de las formas aparatosas, contaba a su favor esta ceremonia con la poderosa virtud del Cristo, encarnado visiblemente en las muchedumbres que congrega para ser bendecido por ellas, y bendecirlas a su vez...
5. A continuación traza el Obispo una magnífica visión histórica. Parte del presente: "como han cambiado los tiempos, conviene que cambien las cosas". Y hace una actualización de la devoción, tratando así de poner sólidos fundamentos evangélicos y de cambiar así el signo del progreso que avanzará por el desierto pampeano:
Como han cambiado los tiempos, conviene que cambien las cosas. Cuando las hordas de la Pampa eran más dueñas de las personas y bienes de esa frontera que sus propios habitantes, bien estaba el margullo, el palo alto, plantado sobre una llanura para descubrir a largas distancias y prevenir el desastre de las Invasiones desoladora, escondiendo los bienes, las mujeres, y los niños. Cambiadas al presente, las escenas, al mangrullo deben suceden, sobre las márgenes de ese río, las altas torres con sus flechas coronadas por la Cruz en que murió el Maestro divino de la fraternidad humana, quien mandó a sus Apóstoles que la predicasen a todas las razas diciendo, en alta voz: Todos vds. son hermanos.
Allanada la barrera insalvable del desierto que defendía a aquella barbarie del sud, aquellas tribus indomables que jamás quisieron prestar oídos a la enseñanza de esta grandiosa doctrina, ofrecida con tesón por los misioneros fundadores de Reducción, por otros apóstoles que, en diversos épocas y con grave riesgo de la vida, penetraron en sus toldos, y por los mismos cautivos que ellos arrastraron al corazón del desierto durante tres siglos, el templo, con sus cruces alzadas hasta las nubes, debe empezar sin demora a derramar, hasta las más largas distancias, los elementos de la doctrina cristiana generadora del orden, de la moral, y de la alta cultura social que jamás vieron aquellas pampas, en que remolineaban periódicamente como el huracán las tribus pobladoras, en sus correrías de caza de animales salvajes y volvían a celebrar sus hazañas y triunfos con torpes bacanales, a la sombra de sus toldos, formados por cueros y sujetados pon estacas sobre una armazón desvencijada de palos.
Sobre el teatro en que se desarrollaron aquellas escenas del Indio infiel, deben reproducirse las cuadros encantadores que hoy presentan las regiones de la antigua Europa pagana, asoladas en otro tiempo por las Invasiones e incendios de pelasgos, vándalos y godos, y actualmente cubiertas de cruces en lo alto de las torres, y por lo bajo henchidas de una floreciente civilización desarrollada a su sombra...
6. Se remonta, luego, al pasado. Era oportuno, en 1911 recordar las gestas eclesiales en pro de la formación de la nación. Era oportuno recordarlo a ese liberalismo político que pretendía relegar a la Iglesia fuera del quehacer nacional. Reivindica la visión humanitaria y cristiana que los misioneros tuvieron respecto del Indio, en consonancia con la legislación española, y en controversia con la dura realidad de encomenderos explotadores y sin sentido de la justicia En el Indio, resentido por este trato, y en la desesperación de los pobladores, víctimas de los “malones”, enmarca la devoción al Cristo de la Buena Muerte.
La historia de esa inmensa región nos dice que, en 1751,estaba Reducción sola en ese puesto, como boya sujetada contra las corrientes en alta mar. En esta flecha se fundó ese modesto pueblo, con el título de "Reducción de Indios Pampas", por dos Padres franciscanos que fueron mandados pos el obispo Don Pedro Miguel de Argandona a pedido de los propios indios que vinieron en persona, a Córdoba a solicitarlo. Allí echó su planta ese pueblo, en esa fecha, sobre cuatro leguas de campo que Don Jerónimo Luis de Cabrera, hijo del fundador de Córdoba, había dejado por testamento, en años atrás, para esos indios, cuando se prestaran a convertirse a la fe. Desde ese punto y desde entonces, comenzaron las irradiaciones del Evangelio sobre los Pampas; y los cristianos comenzaron el avance, de sus poblaciones, desde el norte y el poniente, hacia, ese rumbo...
En la fecha dicha se trazaron líneas, se plantaron horgenos, y se formó la Reducción en aquel vasto páramo, con habitaciones que no aventajarían mucho a los mismos toldos. Más humilde no podía ser aquel conjunto; pero ya no era aquello un pueblo nómada. Bajo de esas techumbres y paredes rústicas, se alojaban los nobilísimos y grandes Ideales de cristianizar y civilizar la Pampa, fusionando, en el molde de la fraternidad cristiana, la raza Indígena de aquella región con la raza conquistadora de la Península y con la criolla, poniendo término, sin derramamiento de sangre, a la guerra secular librada., sobre esas llanuras, entre cristianos e Infieles, y afianzando, entre los unos y los otros, el reinado de la paz. Tanto más toscas y pobres nos imaginemos aquellas habitaciones de la población primera de Reducción, tanto más brillante resultará el contraste que con ella forman las aspiraciones grandiosas que dentro de ellas se albergaban, en aquella misma época, tan lejana ya de nosotros, y se disponían a producir, empleando el convencimiento de la palabra y la fuerza de la verdad evangélica, la misma conquista realizada sobre aquellas tierras, hace pocos años, por la violencia de las armas y el parcial exterminio de aquellos habitantes.
Libre de todo aparato fulminante, el pensamiento de la Reducción se dirigía a dominar los indios con el prestigio de la razón, la virtud de la doctrina evangélica, y sin armas; a remplazar en ellos sus instintos feroces con los pacíficos de la Cruz, e incorporarlos después, sin destruirlos, a los goces de la civilización.
Cuanto más lejano ponía su resultado apetecido este procedimiento, tanto más seguro de su legitimidad se nos presenta. Ensayaba la Reducción el modo más elevado, humanitario y cristiano de atraer y conquistar a los Indios, el más concordante, por otra parte, con el espíritu y las leyes indianas de los Monarcas el particular, y el más apropiado para desvirtuar las malísimas impresiones causadas en ellos por el tratamiento vituperable, y depresivo de los mismos Conquistadores y Encomenderos que, mancillando primero su propio título de cristianos, y violando después la benignidad de las leyes en que debieran inspirarse, trataron torpemente a los Indígenas y abrieron tan inmenso abismo entre estos y los españoles en general, que no han bastado para llenarlo las innumerables víctimas y la sangre derramadas en la contienda mortales de varios siglos, librada entre las dos bandos.
Traidores aquellos a la confianza que los Monarcas depositaron en ella, y ensordecidos a los dictados de la religión y de los sentimientos humanitaria, se entregaron con delirio a juntar cuantiosa riqueza, tan pronto como llegaron, sometiendo a los indios, sin distinción de edad ni de sexo, a trabaja forzada, muy superiores a su propias fuerzas, y aún intolerables para la propia existencia de ellos. Hollaron sin pudor las prevenciones y disposiciones paternales con que ampararon los Monarcas a los Indios desde el principio del descubrimiento. Fue un vano afán, para estos Españoles degenerada, lo dicho por los Reyes Católicos a Colon y a los que le acompañaban en sus viajes que "tratasen muy bien y cariñosamente a los indios, sin que les hagan enojo alguno"; lo encargado en testamento por la Reina a sus sucesores en el trono, de que no "consientan que los Indios recibiesen agravio alguno en sus personas y bienes"; lo que después repetidas veces ordenaron a sus descendientes en el trono, de que "los indígenas americanos eran Iguales a sus vasallos españoles, y tan libres como ellos, y por lo tanto dueños de sus personas y de sus bienes".
Año tras año, durante tres siglos, los Monarcas fueron repitiendo que era su voluntad de que los Indios fuesen tratados con caridad, cayendo en el vado tales manifestaciones, sin surtir efecto alguno, como ni lo tuvo tampoco la misma declaración del Papa, hecha con autoridad apostólica, de que "era malicioso y procedido de codicia: infernal y diabólica, el pretexto que se habla, querido tomar en América..." para molestar y despojar a los indios, diciendo que son como animales brutos e incapaces de reducirse al gremio y fe de la Iglesia católica.
A despecho de toda esta buena voluntad de las autoridades supremas en favor de los Indios, éstos, en muchos puntos, fueron tratados tan mal que, hasta ahora, a consecuencia de eso, conservan, en la historia…americana, sus tintes inhumanitarios las voces de noborios, yanaconas, inquilinos, mitayos y otras con que se les entregaba a labrar campo, cultivar rebaño, explotar minas, y a otros muchos y diversos trabajos que les consumían las fuerzas, la salud, y la vida, en proporción al aumento de la riqueza que producían para sus patrones.
Estos hechos, como era de esperarse, produjeron en el ánimo salvaje de los indios la repercusión desastrosa que ha venido dando hasta el presente, y el ensañamiento brutal a sus encarnizadas luchas y asaltos contra los cristianos. Sobre sujetarlos a una esclavitud efectiva, veían que se les despojaba de la soberanía de sus campos, y se le humillaba la nativa altivez de su raza; veían esto entre estallidos, en ocasiones, y en silencio otras veces; pero fueron concentrando, dentro del corazón, el amargo derecho y el propósito de represalia que han mostrado en toda las circunstancias descendiente de aquello con lo descendiente de la raza conquistadora, como lo deja constatado la historia de la invasiones de la Pampa sobre Rio Cuarto, por más de un siglo y medio, Las lágrima y la sangre con que han regado los campo*, estas tumbas sembrados en ellos, y los horrores que hicieron a los cristiano, ponen de manifiesto que el espíritu salvaje del Indio de la Pampa trabajaba por la ruina absoluta de esto pobladores, animado por el acicate de la venganza de aquello antiguos agravio a sus antepasados , que nunca olvidaron.
Las muertes pésimamente trágicas y rodeadas de horrores a que sujetaban a los cristianos, hizo subir a desesperación el pánico que hablan sembrado en éstos, y los hizo acudir a los recursos sobrehumanos de la divina religión, en busca de consuelos y lenitivos para sus penas.
Bajo este ambiente, oscurecido por la consternación que anegaba a los cristiano de esa región, brotó la idea y el hecho de la adquisición de aquel gran Crucifijo que, para suavizar los efectos desgarradores de la miente que les daban la maza y lanza del salvaje, y para demandar la gracia de que no les tocase ese género de muerte; le dieron el nombre de Cristo de la Buena Muerte.
Fue un lucero aparecido en la oscura y larga noche de amarga pesadilla de aquellos tiempos, En tal situación, les convenía mirar al dulce Redentor trágicamente muerto en el Calvario, devorado por la más cruel saña de los Judíos, y convertido en víctima de la más negra injusticia de la humanidad, para rescatar a los hombres y libertar de la barbarie a los pueblos con su doctrina y su enseñanza práctica del dolor y silencios o sufrimiento. El Redentor, por medio de aquella estatua en grande dimensiones que lo representara y ofrece a los fieles debía, alentarlos poderosamente a llevan con meritoria paciencia el permanente flagelo de los India, y la misma muerte, cuando no pudiesen evadirla. Con impresión honda que causaría la vista de aquel gran Crucifico , recibían el propio tiempo, la grandeza de ánimo y la piedad suficiente para morir cristianamente, ofreciendo la propia vida a Dios, en sacrificio impetratorio de bienes para los suyos, y expiatorio de los propios pecada en su favor, con el pendón en sus labios para sus victimarios, y sin el deseo de venganza en su corazón para ellos, orando porque se adelántese el día en que aquellos infieles fuesen libertados de barbarie, y la luz de la civilización cristiana irradiase sobre la Pampa...
7. Desde ese pasado, y dado el cambio de las circunstancias presentes por el apaciguamiento actual de los Indios, proyecta el futuro de esta devoción al Cristo de la Reducción, que debe acompañar los nuevos tiempos que se inician en el escenario pampeano.
Afirma entonces que, si no se ponen bases cristianas a ese progreso, el resultado será más bárbaro que la barbarie ranquel; y si no se supera el inmanentismo, la vida y la muerte sin esperanzas serán más crueles que la vida amenazada por los Indios, y que la muerte en manos de sus malones :
El papel consolador de los tiempos aciagos creados por los indios, pasó para el Cristo de la Reducción, habiendo desaparecido aquellos... Los cuadros de sangre y de despojos de bienes no volverán a reproducirse e sobre las márgenes sembradas de cadáveres de Río Cuarto.
Acabada la misión determinada, pon esas circunstancias transitorias, et gran Crucifijo de la Buena Muerte, rodeando su catedra con los grandes prestigios alcanzados, abre su carrera permanente de enseñanza amplia del Reino de los cielos. Dirá, de aquí en adelante, a los apóstoles que llame a Reducción : "lo que me habéis oído en la oscuridad, decidlo a luz del día; lo que os dije al oído, predicadlo sobre los tejados" (cfr.Mt.10,27); vuestra voz, emitida en esta antigua Reducción, haced que derrame mis enseñanzas sobre los nuevos pueblos que se levantan hasta los confines de la Pampa; decidles que "ya no hay que temer a los que destruirán vuestros cuerpos; temed desde ahora a Dios que puede perder, el alma y el cuerpo, precipitándolo en el abismo de permanentes desventuras" (cfr.Mt.10,28).
Rota la barrena del paganismo ranquel y su barbarie, llegó la hora en que el Espíritu del Cristo y de su obra debe derramarse sobre la Pampa; la hora en que sobre esta tierra, antes desolada e improductiva deben florecer los juncos simbólicos de prosperidades y progresos, que el profeta Isaías veía brotar sobre las huellas del Redentor…
Las numerosas poblaciones que, tan pronto como los indios han desaparecido, comienzan a formarse sobre la Pampa, pronto se convertirán en alegres ciudades y en capitales de nuevas provincias argentinas. Sobre la inmensa región, hasta ayer sin caminos, ya están trazadas las líneas férreas capitales que proyectarán luego sus derivaciones, y dejarán una red de rieles que la cubran. Las regiones más áridas llegarán pronto a ser fertilizadas por canales caudalosos, tomados en sus ríos; y en vez de las columnas de humó simbólicas de las diversas noticias que recíprocamente se trasmitían las tribus, emplearán aquellos pueblos para comunicarse, suprimiendo distancias, el portento de la radiografía. Y al lado y por encima de estas hermosas transformaciones de la Pampa en campiñas y pueblos, debe estar, el catolicismo, esmaltando esos progresos, brotes de la misma cepa que los produjera desde antiguo en Europa. Por naturaleza los lleva unidos donde va la doctrina de Cristo, como estaba unida, la desolación de la Pampa al salvajismo de sus pobladores infieles. La vida del cristiano no es tan sin esperanza ultraterrena como fue la vida del salvaje. No puede acabarse agotando sus esfuerzas únicamente en formar pueblos, producir… vertiginosos de tráfico, como los vieron en las caballerías ranquelinas, cortando las proyecciones de más allá, de la tumba, que la elevan y la hacen tan hermosa en su actuación temporal sobre la tierra. La vida del presente va iluminada por la venturosa esperanza de poseer a Dios y la perpetua felicidad del paraíso que acompaña a esa posesión, inconciliable con las impurezas humanas; y si ella ha de tocar a su término fijado por el Creador, debe deslizarse honesta, pura y coronada de virtudes en el tiempo, sobre aquella región.
Enseñanza y preparación para que los hombres realicen una buena muerte, coronando brillantemente, con ella su vida con la vida y la muerte sobre el madero del Redentor. La humana muerte es el epílogo de una hermosa vida modelada en los preceptos de Dios y de la Iglesia, fórmulas en que el pensamiento divino del Evangelio es encarnado en la vida práctica de hombres y pueblos.
Fuera de estas condiciones, la muerte no es buena, es fatal y desastrosa en sus perspectivas. Y muy poco" tendríamos que celebrar a la Pampa, viéndola vestida con las galas de las pomposas y cultas ciudades, si tuviésemos la amargura de ver a sus nuevos pobladores sin más altos ideales para el futuro que los que tenían los que la abandonaron; si los viésemos despreocupados en preparar una buena muerte, entregándose a las licencias de una mala vida.
El cambio, en aquella región, de unos hombres por otros, dejaría de representar una gran obra, sin el cambio de doctrina: sin trasplantar en ella, la luz del Evangelio, sus máximas austeras, su moral purísima, su piedad fecunda en todo género de virtudes, el culto y los sacramentos que depuran las conciencias y los afectos personales, y preparan a cada uno un final de su existencia que sea la entrada triunfal a la vida plena y sin término.
8. Finalmente, hace una vigorosa síntesis de su pensamiento; y trascribimos íntegramente esos párrafos porque pensamos que Mons. Zenón Bustos ofrece aquí un modelo de actuación pastoral frente a la religiosidad popular.
El acierto de su postura lo advertimos principalmente en las siguientes características:
+ Aprecio por los ritos populares, que describe prolijamente.
+ Captación del meollo que constituye estos ritos: carácter penitencial, reconocimiento y adoración creatural al Señor, hambre y sed de recibir la gracia, vigor fraterno, y fermentó apostólico para convocar al único Cuerpo del Señor que es la Iglesia.
+ Sentido histórico, porque, entre los hechos del pasado, puede leer con hondura el presente, y encauzar el futuro de esta devoción con horizonte nacional.
Dice así:
Esta es la obra... que debe seguir en la Pampa a la obra de las armas; y, según designios que parecen providenciales, debe ser realizada pon Reducción con su Cristo de la Buena Muerte.
Reducción comenzó con ese designio, hace ciento cincuenta y nueve años, tras de uno de los tiempos más aciagos para los cristianos por la persecución de los Indios llevada a cabo a un grado supremo, estando a muy corta distancia de ella, las tolderías que la acechaban hostilizaban; y si bien comenzó en uno de esos tantos momentos en que los Indios concedían insidiosamente momentos de tregua a los cristianos, acordándoles la paz, llegando ellos en esa ocasión hasta forman una embajada de algunos caciques y de otros indios que mandaron desde sus tóldenlas a la capital de Córdoba, a parlamentar con el Obispo, manifestándole, en nombre propio y de los otros indios de la Pampa, los deseos de convertirse al cristianismo, no por esto Reducción se ve libre de vendavales invasores, de luchas exterminadoras, y de ver, con sus propios -ojos, et peligro de su desaparición llevado casi al extremo.
Con todo, a despecho de sus tantas adversidades, mantuvo firme, y hasta con gallardía, la bandera de su misión redentora, como en la primera hora, de llevar a la Pampa la luz del Evangelio. Y, en vez de desmayar en este propósito, se afianzó en él y cobró nuevos alientos más tarde cuando adquirió su gran Cristo de la Buena Muerte, el cual comenzó desde luego demostrar la fuerza poderosa de la atracción que ha venido ejerciendo sobre los fieles, hasta obtener de rodear su altar con la concurrencia extraordinaria en los días de sus solemnidades que hemos alcanzado.
Si bien corresponde reconocer pon causa determinante de los hechos, del principio y de los otros de la serie que forman la historia de Reducción, a la fuerza superior que ha presidido, en todas partes, el desarrollo del Evangelio, no por eso debemos prescindir del concurso y buena voluntad de los hombres para que ella siga realizando en el futuro sus nobles y altos ideales. De ordinario Dios se vale de los hombres para realizar sus grandes designios con los hombres, y se valió de ellos para difundir su doctrina salvadora, llamándolos apóstoles, cristianos sencillamente.
Pues bien, el lustre progresivo que debe ir adquiriendo el Santuario, y el que la misión del Cristo de Reducción sea cada vez más abundante en frutos espirituales, depende de la favorable acogida que vds. presten a sus doctrinas, y de la cooperación eficiente que le dispensen pana que ellas penetren en el sentimiento y en las costumbres de esos pueblos.
Corresponde, pon tanto, a vds., amados fieles, prestigiar aquella misión salvadora del Cristo de Reducción, recordando, ante propios y extraños, la singular prerrogativa de prioridad que corresponde a ese pueblo sobre todos los otros de las márgenes de ese río, que allí puso la Providencia el primer centro de plegarias para los angustiados vecinos y transeúntes por esas comarcas, tan cruelmente azotadas pon los ínfleles, que allí comenzaron los primeros ensayos formales de conversión de los Indios de la Pampa al catolicismo, que allí fijó su mirada el Cristo de la Buena Muerte, para suavizar en los cristianos la muerte desastrosa que los Indios les daban; refiriéndose, los padres a los hijos, los viejos a los jóvenes los numerosos casos de protección especial dispensada pon el Cristo a los cristianos en las horas de suprema amargura en que les colocaban los salvajes, la muchedumbre de devotos que concurren anualmente a venerar la sagrada imagen durante el octavario de sus funciones, el esplendor que actualmente revisten sus solemnidades; contándoles de aquellos promesantes que viajan, a caballo o a pie, desde largas distancias, y de aquellos repetidos casos de penitentes que rodean la plaza, andando de rodillas, alumbrando al Cristo con una vela, en la mano, o caminando penosamente a lo largo del templo con una barra de grillos en los pies, hasta llegar delante de su altar; contándoles la multitud de cirios que le encienden sus devotos actualmente en testimonio de la fe y de la confianza que tienen en su Protección, en remplazo de las ofrendas de lamparillas de barro , con que le rodeaban en otro tiempo, alimentadas en ocasiones por la grasa de los peludos y avestruces que cazaban; contándoles cómo afluyen los masas, sin retraerse por las molestias que les presenta el pueblo de Reducción desprovisto de comodidades; contándoles el espectáculo de fe, realmente conmovedor, que ofrece el público, en los últimos dios de la función, estrechándose al Cristo en círculo febriciente, y disputándose cada concurrente el turno de sacar una medida, tocar una cinta, o besar sus manos o sus pies; contando todo esto, y muchas otras formas en que aquellos pueblos ponen de manifiesto su confianza en el Cristo, prestigiaran vds. eficazmente el engrandecimiento de aquel Santuario, desde cada población y su bandera y la escuela de moral, de doctrina evangélica, y de piedad cristiana que en él se ha fundado y, sobre todo, promoviendo y verificando las peregrinaciones desde cada población colectivas al Santuario, desde cada población, con su bandera propia, tan poderosas para producir los efectos saludables del buen ejemplo, y grabar impresiones duraderas de piedad en los centros de población en donde se forman.
De gran consuelo y de hermosas esperanzas en favor de los benéficos resultados de esa obra nos servirán las peregrinaciones, si tuviésemos la satisfacción de pendenciarlas, numerosas y animadas de sincera piedad, durante las funciones del año presente y en adelante.
Exhortamos finalmente a los fieles de aquellos pueblos a que inculquen decididamente, a sus hijos y familias, la devoción al Cristo de la Buena Muerte, desde los años de la infancia hasta la madurez de edad; enseñándoles a invocarle de ordinario para asegurar una vida cumplidamente cristiana, y a ponerse por modelo los ejemplos de su vida práctica y las enseñanzas de su santa doctrina; enseñándoles que la divina Persona, que él representa, es el camino, la verdad y la vida del presente y de la eternidad...
Dados en nuestro palacio episcopal de Córdoba, a 5 de enero del corriente año 1911, y refrendadas por nuestro Secretario...
+ Fray Zenón
Obispo de Córdoba
Nota:
(*) Presentamos -algo abreviada- la Pastoral que el 5 de enero de 1911, emitiera Mons. Zenón Bustos y Ferreyra, Obispo de Córdoba, acerca del Cristo de la Reducción, y las peregrinaciones al Santuario y Basílica que se proyectaba levantar. Alternamos el texto de la Pastoral con los comentarios -debidos estos últimos a J. L. Lazzarini-, usando, para el primero, la letra cursiva; y para los segundos, la letra normal.
Boletín de espiritualidad Nr. 41, p. 27-37.