Presentación del Boletín de Espiritualidad 42
Miguel Ángel Fiorito sj
Presentamos, en este BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD, tres trabajos sobre la espiritualidad ignaciana: el primero, sobre el Diario Espiritual; y los otros dos, sobre los Ejercicios Espirituales de San Ignacio.
Digamos algo de cada uno de ellos.
1. La oración, lugar de encuentro entre Dios y los hombres, de P. Penning de Vries.
Este trabajo es un comentario teológico de algunos pasajes selectos del Diario Espiritual, de San Ignacio de Loyola.
Este Diario ha sido publicado -en el castellano antiguo ignaciano- por MISI, MIgn. Const. I. pp.86-158. Ha sido, además, publicado cuidadosamente por I.IPARRAGUIRRE, Obras completas de San Ignacio de Loyola (BAC, Madrid, 2da.edición de 1963), pp.318-386.
También V.LARRAÑAGA, Obras completas de San Ignacio de Loyola (BAC, Madrid, 1947), pp.683-793 del tomo I -y único- ha publicado este Diario Espiritual, y lo ha anotado abundantemente.
Nosotros, al citar la edición de Iparraguirre, agregamos (entre paréntesis) algunas palabras que hacen más inteligible el texto a nuestros oídos modernos.
Hacemos las citas indicando el número marginal, no del original, sino el adoptado por el mismo Iparraguirre, y que coincide con la edición francesa de Giuliani, citada por Penning de Vries.
Para terminar, quisiéramos decir algunas palabras de la "contemplación en la acción", de la que Penning de Vries nos habla muy brevemente. La frase no es ignaciana, sino que es de Nadal; y es usada hoy en día para caracterizar la espiritualidad del Fundador de la Compañía de Jesús, herencia por tanto de todos sus hijos -en primer lugar-, pero también de todo hombre "activo" en la Iglesia.
Más de una vez la reciente Congregación General XXXII usa la misma frase para caracterizar las relaciones que existen en la espiritualidad ignaciana, entre la "oración" y la "acción" y viceversa; por ejemplo, en el Decreto sobre la unión de los ánimos.
Créanos que vale la pena recordar, a propósito de estas relaciones -tan importantes en la vida de la Compañía y, en general, en la vida del hombre "activo" en la Iglesia-, lo que decía el Bto. Fabro, uno de los primeros compañeros -y discípulo- de San Ignacio. Trata del tema en su Memorial (1). Citemos -y comentemos brevemente- algunas de sus frases más importantes.
a. Orden entre la oración y la acción.
Si se trata de ordenar la una a la otra, Fabro prefiere que la oración se ordene a la acción, porque considera que la ordenación inversa -de la acción a la oración- es más propia del "contemplativo"; y él se consideraba un hombre "activo". Dice así:
…debe tu vida de tal manera haberse con Marta y María (se refiere a su propia vida)... que... ordenes todas tus oraciones al tesoro de las buenas obras, que no al revés, es decir, que dirijas todas tus obras a hacer, tesoro de tus oraciones Otra cosa será del que lleva una vida contemplativa… A este fin deben, pues, más ordinariamente dirigirse nuestras oraciones, a la perfección de las obras, y no al contrario, de las obras a la oración..." (MHSI. Fabri Mon. pp. 554-555).
En otros términos, la buena oración -del hombre "activo"- debe manifestarse en una vida mejor; y, si es apóstol, en un apostolado mejor.
b. Importancia, para la oración, de la acción.
Sin embargo, importa mucho que el hombre "activo" busque, en la misma acción, a Dios, porque así lo encontrará luego más fácilmente en la oración. Dice así el Beato Fabro:
"...quien, en Espíritu busca a Dios en las buenas obras, ese mejor lo encuentra después en la oración que no lo encontraría si lo buscara primero en la oración, para después hallarlos en las buenas obras. Y es frecuente, (sin embargo) buscarlo principalmente en la oración para luego encontrarlo en la acción (ibídem).
Quisiéramos llamar la atención, de un modo especial, acerca de la última frase citada (“… y es frecuente…”) a nuestro juicio (2), Fabro quiere decir que "es frecuente (que otros traten de) buscarlo principalmente (a Dios) en la oración, para luego encontrarlo en la acción". 0 sea, es frecuente que los autores espirituales propongan todo lo contrario de lo que aquí propone el Beato Fabro.
Fabro es un hombre "activo", que no desprecia ni minimiza la "oración", sino que trata de colocarla en su lugar, como medio para la "acción"; y que, además, considera que es más propio de un hombre "activo" el buscar a Dios en la "acción”, para luego encontrarlo más fácilmente al mismo Dios en la “oración" (3).
Digamos, finalmente, que esta búsqueda de Dios en la “acción" se hace mejor con oraciones breves pero frecuentes -rezando brevemente, o elevando la mente y el corazón al Señor, como lo enseña San Ignacio en sus Ejercicios (cfr. EE.75 y 351) que con largas oraciones durante el día, más propias de los contemplativos (4).
2. Una experiencia de acompañamiento de Ejercicios, de Francisca Vandermeersch.
No sólo el tema es "una experiencia", sino también la fuente del trabajo es la experiencia de haber acompañado -es decir dado - los Ejercicios de San Ignacio de otros, particularmente de jóvenes.
Para enriquecer la experiencia, nos hemos permitido añadir, en notas al pie de página, diversas sugerencias que nos inspiraba el texto de la autora.
Además, nos hemos permitido ampliar, en trabajo aparte, las rápidas consideraciones que ella hace sobre la manera de dar Ejercicios, sobre todo a jóvenes.
Al hacerlo, tenemos en cuenta no sólo a los jóvenes, si no, en general, a todas las personas que, el día de hoy, no pueden dedicar treinta días seguidos a los Ejercicios completos. La solución (que hasta ahora se ha dado a este problema, es concentrar, en menos días -ocho o diez- lo esencial de los Ejercicios; pero no nos parece ser, ni la única, ni la mejor solución.
3. Cómo dar hoy Ejercicios completos, por M. A. Fiorito S.I.
Como acabamos de decir, no es sino la extensión y la generalización de lo que la autora anterior decía, restringiéndolo a jóvenes.
El problema del "tiempo" es real: estudios, trabajos, asuntos públicos...todo conspira contra el "tiempo" disponible para hacer, como en un comienzo se hacía, los Ejercicios completos durante" poco más o menos... treinta días" seguidos (cfr.EE.4).
Daremos tres soluciones, que se pueden combinar entre sí: lo único que en ningún caso debe faltar es prestar atención al tiempo interpuesto entre una "parte" -o "etapa”- y otra, para que, durante él, no se pierda lo conseguido en la "parte" -o "etapa"- anterior: en Ejercicios, es esencial la continuidad de sus “partes o etapas”.
La reciente Congregación General XXXII, de la Compañía de Jesús, ha hablado tanto de la oración personal como de los Ejercicios Espirituales.
De la primera ha dicho, en su Decreto sobre la unión de los ánimos (nn.6-11), que "hemos de recuperar a, todo trance aquella familiaridad con Dios, así en la oración como en la acción, que San Ignacio consideraba absolutamente esencial para nuestra Compañía, porqué sin ella la Compañía no podía siquiera existir. Ve aquí la, evidente necesidad de la oración personal,.. La necesitamos para la familiaridad con Dios, que consiste en encontrar a Dios en todas las cosas y a todas en El....Si estamos llamados a ser “contemplativos en la acción” es manifiesto que somos llamados a la contemplación.
Habla, a continuación, de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, como "… la fuente y centro de nuestra vocación". Pero es sobre todo en su Decreto sobre la diakonía de la fe y la promoción de la justicia (nn.57-58), donde habla de los Ejercicios desde el punto de vista que aquí nos interesa ; o sea, como "ministerio". Y nos dice que…los Ejercicios constituyen....para nosotros un Instrumento de gran valor y conservan su actualidad. Los estudios (como el que nosotros publicamos en este BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD), que tienden a redescubrir su dinamismo en función de nuestro tiempo, deben ser estimulados, lo mismo que las experiencias para adaptarnos a las nuevas necesidades…”
Notas:
(1) Cfr. NHSI. Fabri Mon., pp. 554-557.
(2) Lo mismo piensa el P. M. Certeau, traductor y comentarista, en lengua francesa, del Memorial del Bto.Fabro. Cfr. B. P. FAVRE, Memorial (Desclée, Paris, 1959), pp. 211-213.
(3) Lo mismo piensa San Ignacio; y por eso recomienda tanto "buscar la presencia de nuestro Señor en todas las cosas, como en el conversar con alguien, andar., ver, gustar, oír, entender, y en todo lo que hiciéramos… Y esta manera de meditar, hallando a nuestro Señor en todas cosas, es más fácil… y causará… grandes visitaciones del Señor, aunque sean en una breve oración..."(cfr. MHSI, MIgn. Epp. 3, p. 510; edición Iparraguirre -2da. edición, 1963, BAC, Madrid, p. 763).
(4) Cfr.M. A. FIORITO, La ley Ignaciana de la oración en la Compañía de Jesús, STROMATA, XIII (1967), pp. 3-89; especialmente en la pp. 59-67.
Boletín de espiritualidad Nr. 42, p. 1-4.