Una experiencia de acompañamiento de Ejercicios

Francisca Vandermersch





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Las reflexiones que a continuación se hacen sobre los Ejercicios Espirituales de San Ignacio sólo pretenden ser una primera aproximación a este Libro de vida; y provienen, más de una experiencia que de un estudio sistemático, porque los Ejercicios Espirituales se basan en una experiencia vital interior, tan rica como la existencia humana (11).

Me inspiro en una experiencia que tiene treinta y cinco años de duración: los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, hechos, primero por mí, fueron también hechos por otros, particularmente jóvenes, que venían a buscar una profundización de su fe y una orientación en sus vidas por este camino (12).

A la luz de estas experiencias, caracterizaré, a los Ejercicios, como la experiencia de la presencia y de "la acción del Seño ti, que es Espíritu" (cfr. 2 Co.3, 18) en la propia vida; y esto es ciertamente otra cosa que un estudio intelectual de la fe. Es una búsqueda que suscita un compromiso, es una confrontación del ser humano con el Dios viviente.

Me detendré en los preliminares de los Ejercicios, y veré:

1. Qué son los Ejercicios Espirituales.

2. Quién es el que da los Ejercicios.

3. Quién puede hacer Ejercicios.

1. Qué son los Ejercicios Espirituales.

Se trata de conocen a Dios y a si mismo, en el sentido bíblico de estos términos (13). En realidad, se trata de poner de acuerdo la propia vida con el plan de Dios sobre la humanidad y sobre uno mismo. Subrayo la bipolaridad de este acuerdo: es imposible conocer el plan de Dios sobre uno mismo, si uno no lo relaciona con el que Dios tiene sobre la humanidad; e, inversamente, es imposible interesarse sobre el plan de Dios sobre la humanidad, separándolo del propio camino. La realidad de ambos polos en una única búsqueda.

Con demasiada frecuencia se ha pensado en los Ejercicios como en una experiencia "individualista". Me parece que es todo lo contrario: entrar en Ejercicios, es entrar, por la Revelación, en la historia de salvación del Pueblo de Dios, de la que uno toma conocimiento a través de los Libros Santos y, a la vez, de la experiencia personal. Esta doble confrontación -la una dando claridad a la otra-, conducen a la unidad de la realidad en la claridad de la fe.

Sin embargo, la originalidad de los Ejercicios respecto de otras formas actuales de búsqueda espiritual que se hacen "en grupo-, es que se hacen a solas: San Ignacio insiste mucho en esto (14).

Sé que existe ya una larga tradición, vivida en las Congregaciones y en las comunidades religiosas, que ha explotado la forma grupal de los "retiros”; pero me parece que darlos solamente así, es quitarles -además de originalidad- toda su riqueza (15).

Hacer los Ejercicios Espirituales a solas, es decir, ponerse frente a Dios en el silencio, siguiendo su propio ritmo de acuerdo con las mociones del Espíritu, y ponerse frente a sí mismo en realidad dad, son dos aspectos inseparables de un mismo camino que no conduce al "individualismo", sino que, por el contrario, hacen a cada ejercitante más próximo de los demás hombres, sus hermanos, y lo hacen más apto para asumir su papel en la sociedad. En muchos casos he visto, a los que han hecho verdaderamente sus Ejercicios en soledad -aún aquéllos que no poseían sino pocas disposiciones naturales para la entrega de sí mismos-, convertirse a los otros.

2. El que da los Ejercicios Espirituales.

El que da los Ejercicios Espirituales está ahí, si profundizamos en la concepción de San Ignacio, simplemente en su función de acompañante. Es una función importante y que, a la vez, debe estar en el "segundo plano”: nunca debe hacer las veces de quien hace los Ejercicios, y mucho menos "inspirarlo''. Por eso prefiero la palabra acompañante a la de "guía", porque es un calificativo que significa más claramente que la iniciativa de todo este camino pertenece al que hace los Ejercicios, a la escucha del Espíritu (cfr. EE.2, 15, etc.).

Con todo, la presencia del acompañante es indispensable para hacer conocer, al ejercitante, el desarrollo original de los Ejercicios, para evitarle errores psicológicos y espirituales que serían lamentables, y para ayudarle a discernir las diversas etapas que debe cumplir. El fruto de cada etapa cae de maduro cuando el corazón está disponible, e introduce, al que hace los Ejercicios, en la siguiente etapa. Hace falta, además, un testigo experimentado que permita que el ejercitante tome conciencia de lo que está haciendo (16).

¿Qué formación de base debe tener el que da los Ejercicios?

Es importante que él mismo haya recorrido, por sí mismo, este camino completo de los Ejercicios; que conozca la “Sagrada Escritura” con un conocimiento tanto sabroso como exegético; que haya logrado una cierta unidad de su ser, a fin de que no proyecte sus dificultades -no suficientemente resueltas- sobre el ejercitante; que haya experimentado, en su propia vida, el plan de salvación que acerca de él tiene Dios, y que él mismo haya procurado responder a ese plan; que tenga un elemental Conocimiento de sí mismo (17), y un cierto realismo; que sea capaz de medir lo que, en cada etapa de los Ejercicios, puede aportar el mismo que recibe los Ejercicios ; que se deje informar, y que sepa escuchar...

No hemos pretendido ser exhaustivos, sino simplemente indicar algunas de las cualidades de quien da los Ejercicios.

3. Quien pede Hacer los Ejercicios Espirituales.

No todos son aptos para hacer los Ejercicios, y menos aún para hacerlos en cualquier momento.

Si un retiro, o tiempo de reflexión -en privado o en grupo-, puede ser de provecho a la mayoría, los Ejercicios de San Ignacio no se pueden proponer indistintamente a cualquiera, o en cualquier momento.

¿Por qué? Porque se trata de entrar en el plan de Dios, y para ello es necesario que quien haga los Ejercicios tenga ya una experiencia, en cierta medida, de la vida cristiana. Si no la tuviera todavía, y quisiera hacer los Ejercicios, es preferible aconsejarle que se preparara previamente a ellos.

Se necesitan, además, condiciones físicas: la búsqueda del plan de Dios en la propia vida implica un cierto cuestionamiento fundamental, para el cual la persona debe estar dispuesta tanto física como psicológicamente.

Físicamente, es necesario que esté suficientemente descansado; y que se encuentre en un lugar y en las condiciones de Vida que lo liberen de una serie de condicionamientos.

San Ignacio insiste mucho en esto, sea en la Anotación 20, sea en los otros consejos que da, al que hace los Ejercicios, en las restantes Anotaciones (EE.3, 5, 13, etc.), sea finalmente en las Adiciones que, a lo largo de las diversas etapas, da "para mejor hacer los Ejercicios y para mejor hallar lo que -se- desea (EE.73-89, 130, 206, 229).

No se trata de tomar, en especial estos últimos consejos, demasiado a la letra, sino más bien de buscar tanto el ambiente como los gestos exteriores que más facilitarán las disposiciones interiores. Vemos que nuestros contemporáneos reconocen - y con razón- la importancia de la expresión corporal, y de las disciplinas del Yoga y del Zen (18); y sería muy clarificador un estudio comparativo de las disposiciones y actitudes del Zen respecto de las de los Ejercicios.

En lo psicológico, el que hace los Ejercicios debe estar, en parte al menos, desprendido de muchos condicionamientos. Es evidente que un retiro, hecho según los Ejercicios, ayuda mucho a este desprendimiento. Con todo, hace falta que, quien hace los Ejercicios, venga al menos con el deseo de esta liberación, ya que este deseo es el comienzo de la libertad. Si se halla en un estado psicológico de angustia, de inseguridad, el proceso exigente de los Ejercicios corre el riesgo de quebrarlo; o bien, el que hace los Ejercicios pasará al lado del fruto deseado, por haber sido incapaz de encontrarlo.

Se puede decir, además, que, para hacer los Ejercicios, hay que ser adulto. Dicho en otros términos, es necesario disponer de una cierta libertad y capacidad de elección, ser capaz de reconocerse, de descubrirse y de aceptarse, y de aceptar la realidad.

Es, por tanto, cuestión de madurez psicológica, de estar suficientemente unificado para poder comprometerse; es decir, para decidirse, no en función de lo que uno teme o desea, aún inconscientemente, sino en función de la voluntad de Dios, tal cual ella se podrá expresar durante los Ejercicios Espirituales. Si, quien hace los Ejercicios, se mueve, en su comportamiento habitual, por móviles inconscientes, no será en absoluto capaz de tomar, bajo la acción del Espíritu, una decisión libre. Quienes construyen su vida, natural o sobrenatural, sobre una visión personal de las cosas, corren el riesgo, al querer hacer Ejercicios, de equivocarse.

Cuántas veces he visto construir, fuera de la realidad, todo un edificio espiritual, en el que uno se instala como en una "plaza fuerte”, desde la cual se defiende ante cualquier cuestionamiento que quiera poner en duda lo que se está haciendo en la vida ordinaria: el tiempo de Ejercicios lleva a estas personas a un tipo de sectarismo y, a veces, también al fanatismo.

Las personas poco equilibradas, obsesivas o escrupulosas, deben también ser disuadidas de los Ejercicios Espirituales de S. Ignacio: otras formas de búsqueda interior, de contemplación y de oración, pueden serles más provechosas.

Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio son para todos aquellos que quieren entrar en el plan de Dios, sobre todo cuando deben tomar una decisión importante, preferentemente cuando se trata de la elección del estado de vida, o de una orientación importante dentro de un estado ya tomado. Y para que todos éstos puedan hacer, con fruto, los Ejercicios, es importante que tengan libertad para disponer de sí mismos y hacer los Ejercicios según las indicaciones que dan sobre todo las Anotaciones quinta y vigésima.

La Anotación quinta dice así:

"Al que recibe los Ejercicios, mucho aprovecha entra en ellos con grande ánimo y liberalidad con su Creador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su Divina Majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima Voluntad" (EE. 5).

La Anotación vigésima se refiere, aparentemente, a ciertas condiciones externas; pero, en realidad, señala una actitud interior muy importante. Dice así:

“…tanto más se aprovechara - el que hace los Ejercicios- cuanto más se apartare de todos, amigos y conocidos, y de toda solicitud terrena, así como mudándose de la casa donde moraba y tomando otra casa o cámara, para vivir en ella más secretamente pudiere…del cual se apartamiento se siguen tres provecho principales, entre otros muchos: el primero es que en apartarse hombres de muchos amigos y conocidos y así mismo de muchos negocios …para servir y alabar a Dios nuestro Señor, no poco merece delante de su Divina Majestad. El segundo estando así apartado, no teniendo el entendimiento partido en muchas cosas, más poniendo el cuidado en una sola, es a saber, en servir a su Creador y aprovechar a su propia ánima, usa de sus potencias naturales más libremente para buscar con diligencia lo que tanto desea; el tercero cuánto más nuestra ánima se halla sola y apartada, se hace más óptima para acercarse y llegar a su Creador y Señor, y cuanto más así se allega , más se dispone a recibir gracias y dones de su divina y suma bondad” (EE20)



Hay una serie de condiciones previas que conviene preparar con quien va a hacer los Ejercicios:

a. El "acompañante" debe conocerlo y ser conocido pon él.

b. Debe estar libre de ciento obstáculos o compromiso, como el tener que dar un examen, compromisos familiares, negocios.etc.

c. Debe tener experiencia de oración o, al menos, estar en "estado de alerta" espiritual, indispensable para estar atento a la acción del Espíritu en uno mismo. Se trata de una experiencia interior, más que de una reflexión intelectual. Así estará más dispuesto a recibir la revelación tanto de Dios como de sí mismo, y a discernir la acción del Espíritu en su vida, para ser capaz de elegir lo que el Señor quiere que elija.

4. Conclusión.

Quisiera, para concluir, hacer una cita -con un breve comentario- de un texto bíblico.

Se trata del Éxodo, cuando recuerda el paso del Señor por la vida de Moisés. Dice así:

"Entonces dijo Moisés -a Dios- : Déjame ver, por favor tu gloria Él le contestó: Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad, y pronunciaré delante de ti el nombre de Yahvé, pues hago gracia a quien hago gracia, y tengo misericordia con quien tengo misericordia. Y añadió: Pero mi rostro no podrás verlo, por qué no puede verme el hombre y seguir viviendo. Luego dijo Yahvé: Mira, hay un lugar junto a ti, tú te colocarás sobre la peña y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que Yo haya pasado. Luego apuntaré mi mano, para que veas mis espadas; pero mi rostro no se puede ver..." (Ex. 33,18-23).

"Moisés estuvo allí con Yahvé a cuarenta días y cuarenta noches, sin comer, pan, ni beber, agua, y escribió en las tablas las Palabras de la Alianza, los diez Mandamientos"(Ex.34,28)

"Luego, bajó Moisés del monte Sinaí, y...no sabía que la piel de su rostro se había puesto radiante, pon haber hablado con Yahvé... Los hijos de Israel veían entonces que el rostro de Moisés irradiaba..." (Ex.34, 29 y 35).

¡Cuántas veces el que termina los Ejercicios Espirituales, los termina transformado y con el rostro resplandeciente: una alegría profunda, serena, transfigura su vida por difíciles y tajantes que sean las decisiones tomadas…!

Nunca el Señor se descubre completamente: cuánto más parece revelarse, más queda por ver, y más se siente lo que se ignora, y más se lo desea ver. Y, sin embargo, siempre se encuentran "las palabras de la Alianza..." (Ex. 34,28), y las señales de "la acción” del Señor, que es Espíritu..." (2 Co. 3,18), que permiten adecuar, la vida de cada ejercitante, al plan de Dios.



Notas:

(11) “…Me dijo en -cuenta el P. Cámara de San Ignacio- que los Ejercicios no los había hecho todos de una vez, sino que algunas cosas que el observaba en su ánima y las encontraba útiles, Le parecía que podían ser útiles a otros; y así las ponía por escrito... Las elecciones especialmente me dijo -el mismo S. Ignacio- que las había sacado de aquella, variedad de espíritus y pensamientos que tenía cuando estaba en Loyola, estando todavía enfermo de La pierna..." (Autobiografía, n.99).

(12) Cfr. Const.408: "En dar los Ejercicios Espirituales a otros-después de haberlos probados- se tome uso…pues se ve que Dios nuestro Señor, la hace a esta arma tan eficaz usar en su servicio.

(13) Cfr. Os.2, 22 (con nota de la Biblia de Jerusalén): el "conocimiento" de Dios y de sí mismo es sinónimo, poco más o menos de Sabiduría.

(14) Cfr.EE.20. San Ignacio permite hacer los Ejercicios completos a uno que sigue con sus trabajos ordinarios inevitables; pero aún entonces le pide que, al menos una hora al día, busque la soledad completa (cfr. EE. 19; véase lo que luego diremos, en este mismo BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD, de esta manera de hacer Ejercicios).

(15) La CG.XXXII acaba de decir que "...a ciertos rasgos de nuestra herencia ignaciana cabe darle una dimensión comunitaria, conservando en todo caso su práctica personal a ella, originalmente asignada” (Decreto sobre la unión de los ánimos, n.20). A la luz de este principio se ha de entender lo que la misma Congregación General dice luego, en el mismo Decreto: “…se reconoce la eficacia de los retiros…y ejercicios espirituales comunitarios, para intensificar nuestra unión..." (Ibídem, n.37).

(16) Esta verdad -tan tradicional y tan olvidada- de la necesidad de que quien da los Ejercicios sea distinto de quien los recibe, ha sido reiterada por la CG.XXXII en los siguientes términos-: "Aun los ya formado, hagan de vez en cuando sus ejercicios anuales bajo la dirección personal de un director competente" (Decreto sobre" la unión de los ánimos. n.42 d).

(17) Los Ejercicios presuponen, “…ser tres pensamientos, es a saber, uno propio…del cual sale de mi mera libertad y querer, y otros dos que vienen de afuera, el uno que viene del buen espíritu y el otro del malo” (EE.32). Se entiende pues que, además de conocer el "código" para discernir ambos "espíritus" -el bueno y el malo-, conviene conocerse a sí mismo, para poder conocer mejor "...lo que “… lo que sale de mi mera libertad y querer… Sin embargo, para el discernimiento de espíritus, no interesa tanto el "origen" de las mociones, sino más bien el "sentido" de las mismas. Cfr.D.GIL, Tres notas sobre discernimiento, BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD, n.23, pp. 3-5.

(18) A este propósito, la CG.XXXII dice lo siguiente: "Tampoco olvidemos si en nuestra búsqueda de la unión con Dios en Cristo el mundo moderno nos amontona obstáculos, también nos ofrece sugerencia para superarlo, que debemos someterlos a la discreción espiritual… Aumenta el interés por conocerlo los diversos métodos de acercamiento a la unión con Dios desplegadas en las religiones no cristianas” (Decretos sobre la unión de los ánimos, n 9).









Boletín de espiritualidad Nr. 42, p. 14-20.


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