El pecado es iniquidad
Ignace de la Poterie sj
Presentamos el comentario que el autor hace de un versículo, el cuarto, del capítulo tercero de la Primera Carta del Apóstol S. Juan.
Fue publicado hace algunos años en la revista NOUVELLE REVUE THEOLOGIQUE (17); y hoy lo presentamos a nuestros lectores,-gracias a la traducción y adaptación de J.I.Vicentini S.l.
El versículo, según la interpretación del autor, no hace más que recoger, en una fórmula concisa, una concepción del pecado que se encuentra prácticamente en todo el Evangelio y en las Cartas de San Juan.
A diferencia de San Pablo o de los Sinópticos, el autor del Cuarto Evangelio no menciona, en ninguna parte, series de pecados particulares como el robo, el homicidio, el adulterio, etc. etc. Se diría que se eleva a un nivel superior, desde el cual los abarca a todos y los reduce a la unidad.
Su manera de servirse de la palabra “amartía” -que forma parte del versículo 4 del capítulo 3 de su Primera Carta- es notable a este respecto: sobre 31 empleos de la misma, 25 veces se encuentra en singular. Incluso se puede decir que el Cuarto Evangelio emplea la palabra pecado siempre en singular, va que, en los dos pasajes que son una excepción (Jn.8, 24 y 9,34), Jesús se dirige a Judíos, y se adapta a su lenguaje.
También son muy características del vocabulario joánico las expresiones: "tener pecado" (Jn.9, 41; 15, 22 v 24; 19,11; 1 Jn. 1,8); y las otras dos, que describen el pecado como una realidad permanente: "vuestro pecado permanece” (Jn.9, 41); o como un estado: "...El no tizne, (ouk estin) pecado" (1 Jn.3, 5).
El comienzo de este último versículo describe así la obra de Cristo: "...Él se manifestó para quitar pecado". Aquí San Juan pone nuevamente la palabra en plural, porque, dirigiendo la Carta a cristianos, se pone en punto de vista pastoral. Pero, cuando considera la obra de Cristo de una manera más teológica, dice, por boca de San Juan Bautista: ''He ahí el Cordero de Dios, que quita pecado del mundo" (Jn.1, 29); es decir, que destruye la potencia diabólica del pecado, a la que el mundo está sometido.
En la anterior liturgia latina de la misa se decía este texto en plural; pero la nueva liturgia lo ha vuelto a decir en sin guiar: Juan ve el mundo como un todo delante de Cristo; y este mundo ha rechazado a Cristo: éste es su pecado (cfr.Jn.6, 36 y 15, 22).
El Cuarto Evangelio no conoce otro pecado: el rechazo de Cristo. He ahí uno de los temas "mayores" del pensamiento joánico, indicado desde el Prólogo: "En el mundo estaba...y el mundo no la conoció (a la Palabra). Vino a su casa, y los suyos no la recibieron (Jn.1, 10-11).
Por el rechazo de Cristo, el mundo se pone bajo el imperio de Satanás, el Príncipe de "este mundo" (cfr.Jn.12, 31; 14,30; 16, 11; 1 Jn.5, 19). Por eso, en un sentido muy -real, aquel que comete pecado, se hace esclavo de Satanás (Jn.8, 34).
Así aparece netamente el carácter diabólico del pecado en el pensamiento de San Juan. Así se explica también su tendencia a referir, los actos individuales del pecador, a la gran realidad del pecado, que es, en su fondo, un rechazo de la luz y una elección de las tinieblas.
Veremos luego que el versículo cuarto del capítulo tercero de la Primera Carta de San Juan, que enseguida comentaremos, no dice otra cosa: "El que comete pecado, comete también la iniquidad, porque el pecado es la iniquidad". Enseñando esto a sus cristianos San Juan les quería mostrar todo el carácter trágico del pecado como poder satánico, invitándolos a medir toda su misteriosa profundidad.
Esto último restañe el comentario que I. de la Potterie nos hace de este versículo. Después de una breve introducción, hace la historia sucinta de la evolución del significado del término anomía -objeto principal de su comentario- ; y luego, presenta su propia interpretación de dicho término.
El contexto de 1 Jn.3, 4.
v.1 Miren cono nos amó el Padre: quiso que nos llamáramos hijos de Dios y nosotros lo somos realmente...
v.2 Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que, cuando se manifieste serenos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.
v.3 El que tiene esta esperanza en El, se purifica, así como Él es puro.
v.4 El que comete el pecado (ten amartian), comete también la iniquidad (ten anomia), porque el pecado (e martía) es la iniquidad(e anomía)
v.5 Pero ustedes saben que Él se manifestó para quitar los pecado, y que Él no tiene pecado.
v.6 El que permanece en El no peca, y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido.
v.7 Hijos míos, que nadie los engañe: el que practica la justicia, es justo como El.
v.8 El que peca procede del Demonio, porque el Demonio es pecador desde el principio. Y el Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del Demonio.
v.9 El que ha nacido de Dios no peca, porque el germen de Dios permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.
v.10 Los hijos de Dios y los hijos del Demonio se manifiestan en esto: el que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano
El versículo 4 es el más importante y el más difícil de interpretar ; y su interpretación depende del sentido que se de al término (anomía), que nosotros, adelantándonos a nuestro comentario, traducimos por iniquidad, y no -como otros autores- por que - quebrantamiento de la ley.
Porque la mayoría de los intérpretes traducen el término por violación de la ley, desprecio de la ley, ilegalidad; y consideran que San Juan tenía presente aquí a ciertos herejes de tendencia gnóstica que se creían libres de la ley.
Pero esta explicación tropieza con muchas dificultades.
El presupuesto de esta explicación es que anomía (para nosotros, iniquidad), debe significar necesariamente: transgresión de la ley, como lo indica la etimología; pero el buen método exigiría examinar cual es el sentido exacto de este término en el vocabulario de la época, sobre todo en el judaísmo del primer siglo, y en los orígenes del cristianismo.
Evolucion del significado de anomia.
Se pueden distinguir fundamentalmente tres grandes etapas: textos clásicos, Biblia griega de los Setenta, judaísmo del 1er.siglo y cristianismo primitivo.
2.1 En los textos clásicos.
En los textos clásicos (Eurípides, Demóstenes) el sentido corriente es el de transgresión de la ley. De aquí se pasa fácilmente al sentido de anarquía. La palabra se encuentra siempre en singular.
Estamos todavía lejos del uso cristiano del término.
2.2 En la Biblia griega. '
La Biblia griega -de los Setenta- marca una nueva etapa. En ella, el término anomía se usa para traducir unas veinte palabras hebreas distintas. La mayor parte de estas palabras se refieren al pecado en uno u otro de sus aspectos.
Desaparece en cambio la relación directa con el término ley.
Anomía, se convierte prácticamente en sinónimo de amartía (pecado): estos son los dos términos empleados, en la Biblia griega, para hablar del pecado.
Ambos términos se encuentran frecuentemente en plural, para designar los actos individuales del pecado.
Sin embargo, la reducción del rico vocabulario hebreo a estas dos palabras, ha significado la desaparición de muchos matices de expresión.
2.3 En el judaísmo del primer siglo y en el cristianismo primitivo.
Es aquí donde debemos fijar nuestra atención, porque es el vocabulario de la época de San Juan.
Por de pronto, notamos distintos influjos: el de la Biblia griega, el de los textos del Qumran, y el del sentido escatológico del Nuevo Testamento.
a. Influjo de la Biblia griega.
Se emplea anomía como simple equivalente de amartía (pecado) como por ejemplo en el libro de Henoc y en los Salmos de Salomón. Lo mismo sucede en uno que otro de los primeros escritores cristianos, como Clemente, el Pastor Hermas, etc. El Nuevo Testamento conoce también este uso; pero es de notar que anomía no se encuentra en plural sino en las citas del Antiguo Testamento: por ejemplo, en Rom. 4,7, citando el Salmo 31,1; y en Hb.10, 17, citando a Jr.31, 34.
En todos los demás casos del Nuevo Testamento, el término tiene una resonancia nueva, que enseguida explicaremos. Este nuevo aspecto está atestiguado por numerosos textos, tanto judíos como cristianos. En estos casos, anomía responde al término hebreo awel o awlah, y debe ser traducido por iniquidad: se encuentra siempre en singular, porque ya no designa el acto individuad de pecado, sino un estado colectivo de pecado. Es un término esencialmente escatológico, que designa la hostilidad de las fuerzas del mal contra el Reino de Dios en los últimos tiempos; esta hostilidad se caracteriza por su aspecto satánico, por el imperio que ejerce el demonio.
b. Influjo de los textos del Qumran
La misma resonancia se encuentra en los textos del Qumran.
Debamos recordar que la teología de esta secta del Mar muerto es netamente escatológica y dualista. Están convencidos de vivir los últimos tiempos que preceden a la época mesiánica. Ellos son la comunidad elegida, la nueva alianza, el partido de Dios. Se oponen totalmente a los que están fuera, a los hijos de las tinieblas, al partido de Belial.
Esta repartición dualista se debe a la acción de los espíritus que Dios ha puesto al frente de la marcha de la humanidad: "Ellos son: los espíritus de la verdad y de la iniquidad" (I QS, III, 18 ss.). "Hasta entonces -es decir, hasta el momento del juicio escatológico- los espíritus de la verdad y de la iniquidad se disputarán el corazón de los hombres" (ibídem, IV, 23). "El mundo está arrastrado por las vías de la impiedad bajo el dominio de la iniquidad, hasta el momento del juicio decisivo" (ibídem, IV, 19 - 20). Obsérvese la manera de considerar la verdad y la iniquidad como dos campos opuestos, donde actúan dos potencias.
¿Cuál es la relación entre la Iniquidad y el pecado personal? Tal es el punto que nos interesa directamente para la interpretación del versículo 4 de San Juan, que estamos examinando.
El último texto citado nos pone sobre el camino: la Iniquidad está considerada en él como el poder diabólico, bajo cuya inspiración se comete la -impiedad.
El siguiente texto relaciona muy claramente el pecado con el influjo diabólico: "Todas sus revueltas y sus pecados (están) suscitados por el poder de Belial" (I QS, 1,23-24).
Por lo tanto, la iniquidad no se identifica con los pecados, sino que es la cualidad secreta, el espíritu, la tendencia que los inspira y los provoca. Si los pecados personales son suscitados por esta potencia diabólica, ellos son también la manifestación de esta potencia diabólica: "Al espíritu de iniquidad pertenece...la impiedad, la mentira, el orgullo y el espíritu de elevación del corazón -o sea, la soberbia-, la falsedad y el engaño..." (I QS, IV, 9); pero, esta Iniquidad se traduce en actos que permiten reconocerla.
La verdad y la iniquidad son las características fundamentales de los dos clanes hostiles; ellas indican dos maneras de ser, la pertenencia a dos mundos. Los nombres con que son designados sus miembros señalan bien esta pertenencia. Los hijos de las tinieblas son llamados "los hijos de la iniquidad (I QS, 111,20; I Qif, V, 8); "los descendientes de la iniquidad" (I Qif. 1,1,5) ; "los hombres de iniquidad" (T QS, V,2,10) ; "la generación de la iniquidad" (I Qsb. III,7). La mayor parte de estas denominaciones contiene una alusión al nacimiento, a su origen; es decir, al dominio que sufren por parte de un ser o principio, que es Belial, el ángel de las tinieblas.
Esta división de los hombres deriva de una división idéntica en el mundo espiritual, donde el espíritu de iniquidad se opone al espíritu de verdad.
El dualismo escatológico de la secta se pone de manifiesto concretamente en la separación total que ella pone entre sus miembros y los de fuera: la actitud fundamental y primera que conviene tomar en la época escatológica -o final- constituye el objeto de una consigna precisa: "separarse de cualquiera que no haya apartado su conducta de toda iniquidad" (I QS, IX, 20-22).
c. Influjo del sentido escatológico del Nuevo Testamento.
Entre los autores del Nuevo Testamento, el sentido más frecuente del término anomía es el escatológico.
Entre los Evangelistas, sólo San Mateo emplea el término, y siempre en un contexto mesiánico (cfr.Mt.7, 23; 13,41; 24,12; 23, 28).
En cuanto a San Pablo, recordemos que del anticristo es llamado "el hombre de iniquidad" (2 Ts.2, 3); y su hostilidad secreta contra el Reino de Dios es llamada "el misterio de iniquidad" (ibídem, 7).
Es, pues, absolutamente cierto que, en la mayor parte de los textos de esta época del cristianismo primitivo, anomía expresa el estado de hostilidad a Dios en los últimos tiempos.
Y observamos dos cosas:
1. Ante todo, la idea de transgresión de una ley, corriente en la época clásica, es aquí extraña totalmente al término: no hemos encontrado ni un solo texto en el cual la iniquidad y la ley pertenezcan al mismo contexto. La Iniquidad se opone siempre al plan, a la voluntad de Dios (19).
2. En segundo lugar, la iniquidad es representada, en la mayor parte de los textos, bajo un aspecto satánico: es el dominio de Satanás que se ejerce en el mundo, y al cual están sometidos todos los hijos de la iniquidad. Sus actos individuales no son más que una manifestación de una situación más profunda: revelan el poder de las tinieblas que trabaja en ellos.
3. El término anomia en 1 Jn.3, 4.
Hemos visto que anomia tiene, en la Biblia griega y en algunos autores de los dos primeros siglos, el sentido de amaría; pero es obvio que este sentido debe ser descartado en el texto de S. Juan que nos ocupa: sería una tautología, porque sería como decir que ",…el pecado (e anwitia) es el pecado (c anomia). El versículo 4 -que nos ocupa- implica una progresión del pensamiento, un matiz nuevo, que debemos buscar.
Este nuevo matiz puede ser el sentido escatológico -que hemos visto más arriba, en 2.3 c- ; pero tenemos que demostrar que de hecho es así, y por razones intrínsecas al mismo texto.
Galtier ha observado justamente que toda la sección de la 1a Carta, que va de 2,29 a 3,10, forma una unidad circunscrita por el procedimiento denominado inclusión: la fórmula inicial expresa el tema en forma positiva, y la fórmula final lo expresa en forma negativa. Y así es:
"...todo el que practica la justicia, ha nacido de. E£"(2,29)
"el que practica la justicia, no es de Dios" (3,10).
El tema anunciado por estos dos versículo es desarrollado en los versículos siguientes, y se lo podría formular así: hijos de Dios e hijos del Diablo, y cómo ellos manifiestan su pertenencia a uno u a otro grupo. Y notemos que tema de la filiación no es más que una repetición o variante del tema general de toda la Carta de San Juan: la comunión con Dios (1,3).
Para captar bien el proceso del pensamiento en nuestro pasaje, debemos tener en cuenta la estructura literaria empleada aquí por San Juan. Boismard -que ha estudiado muy bien esta estructura literaria- muestra el lugar central que tiene, en la Carta, la idea de una realidad espiritual, invisible., manifestada por un signo externo..., es decir, por el comportamiento moral de quien se dice cristiano.
El objetivo central de la Carta, según Boismard, no es el dar una enseñanza sobre la necesidad de la fe y del amor fraterno para obtener la vida divina, sino manifestar claramente quienes son aquellos que poseen verdaderamente la vida divina en ellos, la comunión con Dios. Dicho en otra forma: el tema de la Carta no es una exhortación a los cristianos para que practiquen la virtud o huyan del pecado, sino el anuncio de una realidad profunda, y que ellos llevan en sí mismos, y cuyas manifestaciones posible son señaladas por San Juan.
Esta realidad es la filiación divina, brevemente descrita en 3,1-2 (como ya en 2,29): por un regalo del amor de Dios, nosotros somos Hijos de Dios; sin embargo esta realidad profunda permanece todavía oculta, y sólo se manifestará en el más allá, en el gran día; entonces aparecerá claramente que somos semejantes a Dios.
Los versículos 3-10 muestran, en forma antitética, cuáles son las actitudes concretas generadas por esta realidad misteriosa de la vida cristiana.
San Juan tiene predilección por los grandes contrastes : opone los hijos de Dios a los hijos del Diablo, y describe los comportamientos morales respectivos. Estos comportamientos sirven para descubrir a cuál de los dos grupos pertenecen los hombres.
Además, al grupo de los hijos de Dios se le añade una referencia a Cristo, y que consiste en un estado (v.3: "Él es puro”; v.5: "Él está sin pecado”; v.7: Él es justo"), o en una obra salvífica. (v.5: "quitar los pecados”; v.8:"destruir las obras del Diablo").
Del mismo modo, para el otro grupo se señala la acción del / Demonio (v.8: "es pecador desde el principio").
Pero nosotros podemos prescindir de esta referencia a Cristo y al Diablo -que constituyen como un tercer término del razonamiento- y limitamos a poner de relieve las series antitéticas, es decir, los dos aspectos mencionados: los aspectos mencionados: la realidad espiritual y sus manifestaciones exteriores.
3.1 Los hijos de Dios y su comportamiento moral.
Veamos la primera serie, que se refiere a los hijos de Dios. Cada versículo expresa, a la vez, la realidad espiritual interior, y el comportamiento moral exterior.
"el que tiene esta esperanza en él, se hace puro, como El es puro" (v.3)
"el que permanece en El, no peca" (v.6)
"el que practica la justicia, es justo” (v.7)
"el que, ha nacido de Dios, no peca" (v.9).
Todas estas frases, expresadas de manera o positiva o negativa, son, en el fondo, equivalentes. Cada una de ellas se compone de dos miembros: uno, que describe la manera de vivir del cristiano (se hace puro, no peca, practica la justicia...); otro, que indica la realidad profunda -que hemos subrayado en el texto- que motiva e inspira este comportamiento (tiene esta esperanza en él, permanece en El, es justo, ha nacido de Dios).
3.2 Los hijos del diablo y su comportamiento moral.
En oposición al primer grupo, están los hijos del Diablo:
"el que comete el pecado, comete también la iniquidad (v.4)
"el que peca, no o no ja visto ni ha conocido (v.6 b)
"el que peca, procede del demonio” (v.8)
"el que no practica la justicia, no es de Dios" (v.10).
También aquí salta a la vista la correspondencia de las cuatro proposiciones; y es aún más clara que en el caso precedente. De aquí se sigue que, en el segundo miembro, debe indicar cada vez de un modo de otro, el estado espiritual de aquel que comete el pecado o es negligente en practicar la justicia. Pues bien, cuatro expresiones describen esta realidad misteriosa: comete la iniquidad, no lo ha visto ni lo ha conocido, procede del demonio, no es de Dios.
Boismard, tomando como base el paralelismo de las expresiones "conocer a Dios" y "permanecer en Dios", concluye que el conocimiento de Dios, en la Carta de San Juan, no es un conocimiento puramente intelectual, sino que implica una participación de la vida divina, la posesión de un principio divino.
El mismo razonamiento vale para los rasgos que caracterizan la realidad interior del pecador : "no ha visto ni conocido a Dios" debe ser sinónimo de "no ser de Dios" ; y "cometer la iniquidad" debe ser lo mismo que "proceder del demonio", y lo contrario” de "ser justo" (v.7).
4. Conclusión.
Por tanto, la misma estructura literaria nos orienta hacia el sentido el término anomía en 1 Jn 3,4 pertenece a la serie de expresiones que describen la realidad espiritual del pecador -y no su comportamiento moral-, su estado interior -y no el acto malo que comete-.
El sentido del versículo cuarto se torna entonces claro: aquel que comete el pecado, no comete sólo una acción moralmente reprehensible, sino que también comete, la Iniquidad, es decir, revela lo que es en el fondo de su ser: un hijo del Diablo, alguien que se opone a Dios y a Cristo, y que se somete al dominio de Satanás. Este tal se revela como hijo de las tinieblas, toma parte en la hostilidad escatológica contra Cristo, y se excluye del Reino mesiánico: Todo el que obra el mal, odia la luz, y no se acerca a ella" (Jn.3, 20).
En nuestra perícopa (1 Jn.3, 1-10), el versículo 4 tiene un paralelismo exacto en el versículo 8:
"el que comete el pecado, comete también la iniquidad" (v.4)
"el que peca, procede del Demonio" (v.8).
Otro paralelismo sugerente es el de los versículos 5 y 8b, que describen, ambos, la obra salvífica de Cristo:
"Él se manifestó para quitar los pecados" (v.5)
"El Hijo de Dios se manifestó para destruir las obras del Demonio" (v.8b).
Los "pecados" son pues las "obras del Demonio".
Definiendo el pecado como la Iniquidad, San Juan quiere subrayar toda la realidad escatológica del pecado: al explicar amartía (pecado) por anomía (iniquidad), quiere llevar a los cristianos a que desplacen su atención del plano moral al plano teológico y religioso.
Como Obispo, el anciano Apóstol encontraba en las iglesias, en todas partes (cfr.Ap. 2 y 3), la realidad cotidiana del pecado; pero los cristianos se inclinaban a minimizar su importancia. Entonces él les recuerda su vocación cristiana, el misterio de su filiación divina, su comunión con Dios en la luz. El pecado es el rechazo de todas estas grandes realidades, la libre aceptación del dominio de Satanás, el hundimiento en las tinieblas, el que lo comete vive bajo el influjo perverso de Satanás, se toma hijo del Diablo.
Esto es lo que, en sustancia, dice el versículo cuarto del capítulo tercero de la Primera Carta de San Juan: "el que comete el pecado, comete también la iniquidad, porque el pecado es la iniquidad”.
Al-enseñar esto a los cristianos, San Juan quería mostrarles todo el carácter trágico del pecado como poder satánico, invitando los así a medir toda su misteriosa profundidad.
Notas:
(17) I. DE LA POTTERIE, Le péché, c'est l'iniquité (I Jn.3, 4), Nouvelle Revue Théologique, 78(1956), pp.785-797.
(18) Cfr.M.A.FIORITO, Cristocentrismo del Principio y Fundamento de San Ignacio, CIENCIA Y FE, 17(1961) ,p. 13 nota 28 : “ ...nuestra interpretación del Principio y Fundamento permitiría presentar ... el pecado de los ángeles como un rechazo de Cristo...En cuanto al pecado del primer hombre, diríamos que, por lo menos de parte del tentador, tiene sentido cristocéntrico...Lo mismo diríamos del pecado de cualquier hombre ; pero sobre todo el pecado de un cristiano : no que ha recibido la revelación de Cristo”.
(19) Se nos ocurre que, sin contradecir lo que aquí dice el Autor, podríamos ver, en la identificación de alianza y ley, la razón de la ulterior posición entre verdad e iniquidad. Sobre la mencionada identificación entre alianza y ley, cfr. E.HAMEL, El Decálogo, ley de comunidad, BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD n.38, p. 10; y sobre la reducción, en San Juan, de todo el decálogo judío al mandamiento del amor a Dios y al prójimo, cfr. ibdem, pp.25-31. La verdad para el Pueblo de Dios - todo el Pueblo, o una parte de él, o bien una persona individual- es, en primer lugar, la ley de ese Pueblo; y luego, en la medida que algo "...es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío y no le está prohibido" (EE.23), se debe buscar la voluntad de Dios para todo el Pueblo el Dios, o para una parte de él, o para una persona particular.
Boletín de espiritualidad Nr. 44