Reglas de discernir de San Ignacio
(un comentario de su título)
Miguel Ángel Fiorito sj
1. INTRODUCCION (*).
San Ignacio ha escrito mucho sobre el discernimiento -o discreción- de espíritus; su libro de Ejercicios Espirituales (20), sus Constituciones (21), y finalmente muchas de sus cartas en las cuales o bien práctica la dirección espiritual (22), o bien nos narra sus propias experiencias espirituales (23).
Entre todo este material escrito -que sólo es parte de todo lo vivido por él- ocupa un lugar de excepción la doble serie de “reglas para en alguna manera sentir y conocer las varias mociones...", tanto las que "son más propias de la Primera semana..."(EE.313-327) como las que "conducen más para la Segunda semana" (EE.328-345).
Vamos a continuación a cementar detenidamente el título de las primeras Reglas para en alguna manera sentía y conocen las varias mociones que en el ánima se causan: las buenas para recibir y las malas para lanzan; y son más propias de la Primera semana (EE. 313). Pero quisiéramos antes decir algo, muy en general, de todas las reglas de discernir de San Ignacio, esperando tener, en alguna ocasión, la oportunidad de comentarlas más detenidamente.
1.1 Después de leerlas rápidamente, se advierten dos tipos distintos de reglas -que pueden ir mezclados- :
a. Reglas Insinuativas -o descriptivas-, que describen un estado espiritual de consolación o desolación, de gracia o tentación, o bien una actitud característica del "bueno" o del "mal espíritu".
b. Reglas normativas, que son las que, a propósito de un estado espiritual -descrito en el tipo anterior de reglas- dicen, en términos absolutos o de gran conveniencia -según los casos- lo que hay que hacer en ese estado de ánimo.
Para poder aplicar estas reglas normativas, se debe conocer la regla instructiva correspondiente: S. Ignacio nunca da un consejo en el aire, sino en una determinada situación espiritual. De ahí la importancia que tienen estas últimas reglas.
1.2 Las reglas normativas, pueden ir mezcladas con las instructivas -por ejemplo, en EE.318, 319, 320, .mientras que puede haber reglas meramente instructiva –por ejemplo, en EE.314, 315, 316,317…- o en las cuales las normas de actuación están implícitas en la misma descripción del estado espiritual, y afloran ni bien se reflexiona sobre él, a la luz de la misma experiencia del lector.
1.3 Con toda intención hablamos de "descripciones" y no de definiciones: San Ignacio es un "teólogo positivo...así como S. Jerónimo, S. Agustín y S. Gregorio, etc...", y no un "teólogo escolástico... así como S. Tomás, S. Buenaventura y el Maestro de las Sentencias, etc. "de quienes es "...más propio...el definir..." (EE.363).
El lenguaje ignaciano es conscientemente sensible y simbólico, y mucho más que definir o determinar conceptualmente una experiencia, trata de sugerirla (24).
Esto puede ser un obstáculo para un lector actual, una barrera en la fácil intelección del texto ignaciano; pero es mejor no querer prescindir de él porque, a cada nueva experiencia, el texto ignaciano se enriquece; mientras que una traducción actualizada sería -a nuestro juicio- empobrecedora.
1.4 Finalmente, las descripciones ignacianas sólo se las puede entender en la experiencia: brotan de una experiencia de S. Ignacio, comenzada en Loyola (25), y sólo en la experiencia personal del lector se las puede entender.
Por eso es posible enriquecerlas con otras experiencias espirituales: por ejemplo, las de San Antonio en la Vida escrita por San Atanasio de Alejandría (26); las de Santa Teresa en sus obras (27); las de San Bernardo en sus Sermones (28); las de San Agustín en sus Confesiones (29), etc.etc.
Dicho esto, comenzamos con nuestro comentario detenido del título de las reglas de discernir, que "son más propias para la Primera semana" (EE.313).
En general cementamos palabra por palabra, salvo los casos en que nos ha parecido mejor tomar frases. A veces el comentario palabra por palabra va precedido de un comentario más global de algunas palabras claves.
2. REGLAS PARA...
Las reglas de discernir son, según S. Ignacio, una ayuda que ofrece al lector: está implícito en la preposición gramatical empleada aquí -"para..."-, y se deduce fácilmente de todo el contexto de los Ejercicios Espirituales.
Esta ayuda se realiza, según S. Ignacio, por mediación del que da los Ejercicios (cfr.7, 8, 9,10...). Esto no quiere decir que quien recibe los Ejercicios no pueda leerlas -sobre todo si es persona de alguna experiencia de Ejercicios o de dirección -espiritual- ; pero siempre es recomendable, aún en esos casos, la mediación oportuna de quien da los Ejercicios.
Según S. Ignacio, el texto de las reglas es objeto de una plática o instrucción -o conversación, según los casos- del que da los Ejercicios (EE.7 y 8), el cual debe juzgar la oportunidad de explicar una regla de la Primera o Segunda semana (EE.9 y 10).
Hay muchas otras actividades del que da los Ejercicios; "dar modo y orden de meditar o contemplar..." (EE.2) darse cuenta si al ejercitante no le vienen "mociones espirituales...así como consolaciones o desolaciones, ni es agitado de varios espíritus, (pues entonces) mucho le debe interrogar acerca de los ejercicios (u oraciones)..." (EE.6) ; tratar de diversa manera al "desolado y tentado " (EE.7) y al "consolado y con mucho hervor" (EE.14),etc. etc.
Pues bien, entre todas estas actividades del que da los Ejercicios, S. Ignacio coloca, en un lugar central e importante de las Anotaciones (EE.1-17), la tarea de explicar, al que recibe los Ejercicios, -'las astucias del enemigo de natura humana" (EE.7) , "las desolaciones y astucias del enemigo… así como las consolaciones" (EE. 8’) las reglas de la Primera (EE.9) y de la Segunda semana (EE.10), y de dar muchos otros consejos, según sea el estado espiritual del ejercitante (EE.11-17).
Sin embargo, hablamos sólo de mediación del que da los Ejercicios, porque consideramos igualmente importante la intervención de quien los recibe.
En otros términos, el que da los Ejercicios solamente ayuda, a quien los hace, a discernir su propia experiencia (30).
Así es como el que es ayudado se capacita para ayudar a otros: el discernimiento de espíritus -o discreción espiritual- ha sido, en la tradición espiritual de la Iglesia, un carisma que se aprendía de un padre espiritual, y se trasmitía a continuación por paternidad espiritual (31).
3. EN ALGUNA MANERA...
Aquí es posible una doble interpretación, según se la considere a esta frase en sí misma -es decir, dentro de este título-, o se la relacioné con el título de las Reglas de la Segunda serrana {EE. 328).
a. En el primer caso, S. Ignacio querría decir que la ayuda que prestan estas reglas es hasta, cierto punto -"en alguna manera " ayudan...- ; o, mejor aún, que hasta cierto punto se puede, mediante estas reglas, "sentir y conocer las varias mociones que en el “ánima se causan...”.
Las reglas, pues, tienen su importancia -y lo misma la mediación de quien da los Ejercicios (cfr. más arriba, punto 2)- ; pero no bastan, sino que se requiere además la experiencia del que recibe los Ejercicios.
a. De manera que, según esta primera interpretación de la frase que estamos comentando, se confirma lo que habíamos dicho de la importancia de la experiencia de quien recibe los Ejercicios, comunicada al que los da mediante la "cuenta de conciencia" (EE.17) 32.
b. Para la segunda interpretación de la frase "en alguna manera.,", se tiene en cuenta el título -paralelo al que estamos comentando- de las reglas de la Segunda semana, que dice que estas reglas son "...para el mismo efecto con mayor discreción de espíritus..." (EE.328).
Según esto, la frase "en alguna manera..." significaría que estas reglas de la Primera semana son "...con menor discreción" que las de la Segunda semana.
En realidad, ambas interpretaciones son absolutamente pasibles en el texto que comentamos; y lo que cada una de ellas dice es absolutamente verdadero (33).
Sin embargo nos inclinamos a la primera interpretación: las reglas ayudan "en alguna manera..." a "sentir y conocer las varias mociones que en el ánima se causan...", porque no bastan en su redacción escrita, sino que además se requiere la misma experiencia de quien las lee.
El discernimiento espiritual no es meramente una especulación, sino que es un "arte" -o una "técnica"- que solo en la misma experiencia personal se la aprende, y sólo en ella se la puede comunicar a otros.
San Ignacio ha jugado un gran papel en la Iglesia, como redactor -literario, por así decirlo- de estas reglas: compárese, por ejemplo, la claridad meridiana de las reglas de discernir ignacianas con la experiencia -por así decirlo, en estado más primitivo- de S. Antonio en la Vida del mismo escrita por S. Atanasio de Alejandría, publicada entre nosotros por CUADERNOS MONASTICOS 34, y se podrá a- preciar a simple vista la importancia que tienen las reglas ignacianas.
Lo repetimos, pues, una vez más: se requiere la experiencia personal tanto para aprender el discernimiento espiritual como para poder enseñarlo a otros; y por ello las reglas de discernir ignacianas sólo ayudan "en alguna manera..." tanto en el aprendizaje como en la enseñanza del discernimiento espiritual.
La otra gran ayuda que también se requiere es la de la gracia: el discernimiento de espíritus -o discreción espiritual- es un don o gracia particular al servicio de los demás en la Iglesia (cfr. 4,7, con nota de la Biblia de Jerusalén) y, por tanto, hay que pedirlo instantemente.
Ya lo decía San Antonio, casi usando los mismos términos que San Ignacio en el título de las reglas que estamos contentando: "se (necesita macha, oración… para que uno pueda recibir del Espíritu Santo el don del discernimiento de espíritus, y (para) ser capaz de conocerlos: cuál de ellos es menos malo, cuál de ellos más; qué interés especial persigue cada uno, y cómo han de ser rechazados y echados fuera..." (35).
Esta es una gran verdad, que vale tanto para el que da los Ejercicios como para el que los recibe: "Si a alguno...le falta la sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos generosamente... y se la dará. Pero que la pida con fe, sin vacilar..." (St.1, 5-8).
Cfr. Sb.7, 7-14 y 9,1-8; 1 R.3, 6-9: oración para pedir la sabiduría.
4. SENTIR Y CONOCER...RECIBIR….LANZAR...
Debemos considerar el conjunto de estos cuatro términos, antes de cementar por separado cada uno de ellos.
Diríamos que, para S. Ignacio, hay como tres niveles en el discernimiento de espíritus:
a. En un primer nivel, se trata de "sentir...", es -decir, de caer en la cuenta, de advertir, en uno mismo, "las varias mociones que en el ánima se causan..." (EE.313).
Puede ser que S. Ignacio diga "sentir..." porque piensa sobre todo en las mociones, sentimientos, afectos, estados de ánimo o "pasiones'' que nos afectan (36); pero no por ello excluye los "pensamientos" (EE.317):"…pensamientos que salen de la desolación... (y) de la consolación...", sobre todo en la medida que van acompañados -y cuándo no- de "sentimientos".
b. En un segundo nivel, se trata de "conocer..." la variedad de los espíritus; pero sobre todo cuáles de ellos son "buenos" y cuáles "malos".
El conocimiento de los "espíritus" no es meramente especulativo, sino valorativo: las reglas ayudan -"en alguna manera..."- a conocer las características -o efectos- de unos y de otros “espíritus".
En otros términos, además de "sentir..."en uno mismo la variedad de los "espíritus", hay que "conocer(los)..." como "buenos" y como "malos": los "dobletes" de verbos no son, en S. Ignacio, mera repetición de sinónimos, sino que cada uno de ellos tiene su propio sentido (37).
c. Finalmente, en un tercer nivel, hay que actuar en consecuencia con la valoración hecha: "las buenas -mociones son- para recibir, y las malas para lanzar" (EE.313).
O sea, hay que ser protagonista de la propia historia de salvación, y no mero espectador; si no, nos pareceríamos a aquel personaje de quien el Apóstol Santiago dice "...que contempla su imagen en un espejo; se contempla pero, en yéndose, se olvida de cómo es " (St.l, 23-24).
Un discernimiento es completo cuando abarca los tres niveles indicados: cuando se siente (o advierte), cuando se los conoce (como buenos o como malos), y cuando se actúa en consecuencia, recibiendo las buenas inspiraciones, y rechazando las malas.
En otros términos, no basta conocer -especulativamente- la bondad o la malicia de una moción espiritual, sino que además -prácticamente- hay que tomar posición respecto de cada una de ellas (38).
Veamos ahora, por separado, cada uno de estos términos que hasta el momento hemos comentado en su conjunto. Así nuestro comentario será más completo.
5. SENTIR...
Es el nivel más subjetivo de la experiencia de los "espíritus" o experiencia espiritual se da en el sujeto que hace Ejercicios y no en otro.
Ya dijimos (cfr. más arriba, punto 2) la importancia que tiene, si se quieren entender estas reglas ignacianas.
Es también el nivel más pasivo de la experiencia de los "espíritus", pues "las varias mociones… se causan..." en la persona que hace la experiencia espiritual.
Ya volveremos sobre el tema cuando comentemos la frase: "se causan...".
6. Y CONOCER...
Es el segundo nivel de la misma experiencia espiritual -equivalente al juzgar, en la terna "ver-juzgar-obrar"-; y podríamos decir que es el nivel más objetivo es conocer, no la mera existencia de una moción espiritual, sino la cualidad de la misma, es decir, su bondad o su malicia espiritual.
Diríamos que, a este nivel, comienza propiamente -aunque no termina aquí, por lo que enseguida diremos- el discernimiento espiritual: no basta discernir -es decir, "distinguir"- la mera variedad de mociones, sino que además se requiere captar la "diferencia" fundamental; en otros términos, su bondad o su malicia espiritual. Pero, ¿qué es bueno y qué es malo en este orden espiritual?
Una respuesta es la que nos da la moral puramente tal-o sea la que prescinde de la dimensión espiritual, aunque no la niegue-, la cual nos dice que es bueno"...todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío...", y es malo todo lo que "le está prohibido -a nuestra libertad-..." (EE. 23); o, como dice S. Ignacio en otro texto de sus Ejercicios, son buenas las cosas "...que militan dentro de la santa madre Iglesia...y son malas "...las repugnantes a ella" (EE.170).
Esta primera respuesta moral es buena, pero no es suficiente: "Todo es lícito, mas no todo me conviene", como dice S. Pablo (cfr. 1Co.6, 12, con nota de la Biblia de Jerusalén). La vida espiritual es más exigente que la mera vida moral -se entiende, la que prescinde de la dimensión espiritual de la vida cristiana-.
Para aproximarnos a la verdadera respuesta, diríamos que, en general, hay mociones que son siempre buenas o siempre malas, mientras que otras lo son sólo para cada sujeto que las experimenta. Y tal vez ésta sea una manera de caracterizar las reglas de la Primera semana, distinguiéndolas de las de la Segunda semana: las primeras tratan de las mociones que son "buenas" o "malas" para todos; y las segundas, de las que lo son para el sujeto que tiene la experiencia, y por ello suponen, como dice S. Ignacio, "mayor discreción (para usarlas)..." (EE.328).
S. Ignacio usa, en otras ocasiones, de esta misma categoría de "bueno" o de "malo": por ejemplo, al hablar del resultado de la oración (EE.77); al hablar de la elección discreta, a la que llama "buena y sana..." (EE.175), etc. etc.
En el caso que estamos considerando, una moción es buena cuando ayuda "... al fin para el que somos creados..." (EE.23), cuando "nos conduce...” a él (ibídem); y es mala cuando no nos ayuda o aparta del fin.
Volveremos a hablar de este tema, muy importante en el discernimiento espiritual, cuando comentemos la frase: "... se causan... Basta, por el momento, haber distinguido entre moral -que prescinde de la dimensión espiritual de la vida cristiana, aunque no la niegue- y espiritualidad la moral hay que tenerla en cuenta, pero no basta para llevar vida verdaderamente espiritual.
7. LAS VARIAS MOCIONES...
Debemos reiterar aquí algo que ya insinuamos antes;
a. En primer lugar, hay una variedad de mociones que consiste en la mera multitud de las mismas, sin ningún juicio de valor: es lo que advierte el monje Germán, en la Colación I de Casiano (cap. XVI): "¿Por qué sucede que, sin quererlo nosotros, y aún sin advertirlo, se nos entremeten y representan tantos pensamientos...?".
Estamos todavía en el nivel, ya indicado antes, del mero "sentir" -o advertir- la mera variedad o multitud de nuestros pensamientos.
b. En segundo lugar, hay una variedad que se reduce a esta simple alternativa: los pensamientos -mociones, afectos...o como quiera llamárselos-, o son "buenos" - y habrá que recibirlos, como dirá a continuación S. Ignacio- o son "malos" -y habrá que lanzarlos de sí-.
Este es el verdadero conocimiento de una moción: como el "conocer a Dios", según Oseas, no es un simple conocimiento intelectual sino que implica la fidelidad a su alianza, el reconocimiento de sus beneficios, el amor...así también este conocimiento de las mociones implica discernir si son buenas o malas (39).
Y este discernimiento se hace en base a sus efectos o consecuencias en la persona (40). Y el conocimiento experimental de esta diferencia de efectos da origen, en S. Ignacio, a las elecciones, como lo sábenos por su testimonio al P. Cámara: "Las elecciones... me dijo que las había sacado de aquella variedad de espíritu y pensamiento que tenía en Loyola, estando todavía enfermo de una pierna " (Autobiografía, n.99). Y esta variedad fue la siguiente (ibídem, n. 8): "...cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba mucho; más cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento ", y en cuanto en ir a Jerusalén descalzo y en no comer sino hierbas...no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, más aún después…quedaba contento y alegre. Y empezó a maravillarse de esta diversidad, y a hacer reflexión sobre ella., tomando por experiencia que de unos pensamientos quedaba triste y de otros alegre, y poco a poco viniendo a conocer la diversidad de espíritus que lo agitaban, el uno del demonio y el otro de Dios".
Mucho más importante, pues, es esta diferencia fundamental, que la mera variedad -o multitud- de los "pensamientos" o mociones.
8. QUE EN EL ANIMA…
Ante todo, el "anima" no es aquí solamente el "alma" en sentido aristotélico -como contrapuesta al "cuerpo"- sino toda la persona humana.
Es el sentido bíblico: "psiche", equivalente a "nefés" (cfr. Mt.16, 25, con nota de la Biblia de Jerusalén), combina los tres sentidos de vida, alma, persona. La Vulgata traducía por la palabra la tina "anima”; y de aquí pudo haber pasado al lenguaje castellano de S. Ignacio, tanto en el libro de los Ejercicios cano en las Constituciones y en las Cartas (41).
Podríamos hablar también de "corazón", en el sentido bíblico de este término (cfr. Ef.1, 18, con la nota de la Biblia de Jerusalén): o sea, la sede del conocimiento y de los afectos, como contrapuesta a la de las pasiones y de los impulsos inconscientes (cfr. Sfo.1, 6, con nota de la Biblia de Jerusalén).
En fin, interesa, en el discernimiento espiritual, todo lo que entra en el campo de la conciencia del que recibe -o hace- los Ejercicios.
9. SE CAUSAN...
Este reflexivo pudo haber sido usado conscientemente por S. Ignacio, para no entrar en el tema de las "causas" -metafísicas o físicas- de las mociones interiores.
El problema de la causalidad -eficiente, etc.- de las mociones es hoy en día muy delicado -mucho más que en tiempo de S. Ignacio- por el conocimiento que la psicología moderna dice tener de nuestro interior. Sin embargo, el discernimiento de espíritus no constituye para nosotros -como ni para S. Ignacio-una averiguación filosófica que tenga que determinar la cuotaparte de eficiencia causal de cada causa o agente.
S. Ignacio habla constantemente de que el "mal espíritu" propone (EE. 333), hace imaginar (EE.314), trata de morder, tristar y poner impedimentos, inquietando con falsas razones (EÉ.315), trae sus astucias y suasiones (EE.326), y nos bate y procura tomamos -o sea vencernos- (EE.327); y el "buen espíritu, usa contrario modo, (EE.314). Pero todo esto tiene sentido sobre todo moral, no físico o metafísico.
Pensamos pues que el sobrio "se causan..." de S. Ignacio en el título de estas reglas -y que se repetirá en EE.316- es equivalente a se producen, acaecen (EE.346), ocurren, acontecen...Más que su origen causal, a S. Ignacio le interesa su sentido religioso: si las mociones apartan del plan divino, es porque provienen -en último término- del mal espíritu, sea como sea que éste haya usado -por así decirlo- de nuestras propias mociones o inclinaciones. .
En otros términos, a S. Ignacio le interesa -y a nosotros con él- la intencionalidad final, y no el origen eficiente de las mociones que "en el ánima se causan...”; y, de acuerdo con esta intencionalidad final, discernirá si son buenas o malas (42).
10. LAS BUENAS...LAS MALAS...
Esta calificación no es, en este contexto del discernimiento espiritual, equivalente a lo "bueno" o a lo "malo" que la conciencia dictamina en un examen para la confesión en este caso, malo es lo culpable -y que la conciencia nos acusa-, y bueno es lo no culpable -o indiferente-.
En las reglas de discernir, las mociones quedan calificadas en buenas o malas, prescindiendo de que, en sí mismas y abstrayendo de su sentido, no tengan moralmente nada de malo.
Tratemos de explicar esto un poco mejor.
a. Interesan las mociones que son o buenas o malas, no interesan, pues, las mociones "indiferentes".
Hay un mundo de mociones en nosotros, a las cuales S. Ignacio no presta atención, porque no tienen, en este momento, ningún sentido espiritual ni bueno ni malo.
b. Las mociones o son buenas o son malas, no -meramente- respecto de una ley moral -o natural-, sino respecto de una ley cristiana: en último término, respecto de Cristo, Señor de la historia de salvación (43).
Esta es la novedad del Nuevo Testamento: el lugar que antes ocupaba la Ley, ahora lo ocupa, además de las leyes -naturales, morales, eclesiales…, Cristo, "Camino, Verdad y Vida" (cfr. Jn.14, 6, con nota de la Biblia de Jerusalén) (44).
c. El criterio para discernir las buenas y las malas mociones no es, en S. Ignacio, exclusiva ni prioritariamente moral, sino histórico-salvífico.
La historia de cada ejercitante, la dirección de su vida, encuentra obstáculos e impedimentos que le impiden crecer en dirección al Padre, en la realización de la Voluntad divina: todo esto, sea o no "pecado"-en el sentido moral de este término-, e incluso sea que acabe "en alguna cosa… distractiva o menos buena que el ánima tenía propuesta hacer..." (EE.333), es considerado, aquí y ahora, como algo "malo”; y consiguientemente es considerado "malo" el "espíritu" que lo sugiere.
Y, por el contrario, todo lo que ayuda y favorece, "facilitando y quitando todo impedimento para que… proceda adelante" (EE.315) es considerado como "bueno”; y consiguientemente es considerado como "bueno" el "espíritu" que lo inspira.
d. En último término, todas estas mociones buenas tienden a enrolamos en "un gran campo de toda aquella región de Jerusalén, a donde el sumo capitán general de los buenos es Cristo nuestro Señor", y todas las mociones malas tienden a enrolamos en el "otro gran campo en región de Babilonia, donde el caudillo de los enemigos es Lucifer..." (EE.138).
Cada uno de estos campos tiene su "bandera", su jefe y su ejército; el uno es el Reino de Dios, de su gracia y de su Voluntad; y el otro es el reino del "pecado" (45).
Todos estos símbolos -recuérdense los que usa la literatura apocalíptica, en el Apocalipsis de S. Juan- son una manera -la mejor, tal vez- de revelamos estas verdades más profundas del hombre y de su historia, en su peregrinación hacia "el Alfa y el Onega...que va a venir" (Ap.1, 8).
11. LAS BUENAS (mociones) PARA RECIBIR Y LAS MALAS PARA LANZAR...
Llegamos así al término del discernimiento espiritual según S. Ignacio: está bien el "sentir..." las mociones y su variedad, y es aún mejor el "conocer… las buenas... y las malas..."; pero, si queremos seguir hasta el fin el magisterio ignaciano, débenos aprender a "recibir..." las buenas nociones, y a "lanzar..." las malas. Y esto, hay que confesarlo, es bien difícil.
a. Recibir es un verbo que, corro el dar S. Ignacio usa con frecuencia en una relación interpersonal.
Así habla del que da y del que recibe los Ejercicios (EE.1-,5, 6,7,8,9,10,12,14,15,17,18,22). Y en forma 'semejante' habla de recibir, de Dios, beneficios, dones, sacramentos, etc. (EE.43, 44, 74,206, 233, 234, 281,354); viceversa espera que Dios reciba la oblación o la libertad del ejercitante (EE.183, 234); e incluso las mismas personas se dan o se reciben (EE.81, 287, 288, 304, 98, 147).
Respecto, pues, de las mociones buenas, no es extraño que San Ignacio diga que hay que "recibirlas...", pues es una recepción de las Personas divinas que están detrás de ellas, cuyos mensajeros son.
b. En cambio, no se debe recibir sino lanzar lo que viene del "mal espíritu": de no hacerlo así, se entra en el juego del "enemigo de natura humana", el cual quiere por lo menos "atormentar" o molestar, como le dice S. Ignacio a Sor Teresa Rejadell.
Lanzar es un verbo que, en Ejercicios, no siempre se refiere a una persona: se "lanzan..." también lágrimas (EE.316), o bienes temporales (EE.171) pero, fuera de estos pocos casos -que de cualquier manera indican cierta "violencia"-, el verbo entra en la órbita de la contradicción entre lo divino y lo anti-divino, lo celestial y lo diabólico.
Así por ejemplo se debe "lanzar -la bebida- que hace daño..." (EE.211); y se debe "lanzar (el) pensamiento…de pecar mortalmente" (EE.35), "los pecados..." (EE 43), la "desordenada afición-que se tiene a alguna persona-..." (EE.342).
Pareciera que el prototipo de "lanzar..." lo hallara en los “ángeles...lanzados del cielo al infierno" (EE.50); y en Adán y Eva, "lanzados del paraíso..." (EE.51).
Todo esto nos indica la rapidez -e incluso la vehemencia- con que S. Ignacio desea que actuemos frente al "enemigo de natura humana..." (EE.7, 10, 135, 345, 325, 333, 334), que es nuestro "mortal enemigo..." (EE.136).
Se nos ocurre que esta manera de hablar S. Ignacio del rechazo de la tentación, se inspira en la Escritura.
La frase con la cual el Señor rechaza a Pedro que lo "tienta", es sintomática: "Quítate de mí vista, Satanás... (Mt.16, 23, con la nota de la Biblia de Jerusalén).
Lo mismo podríamos decir de la frase con la cual el Señor expresa su triunfo por la muerte -y resurrección- : "...ahora el príncipe de este mundo será echado fuera..." (Jn.12, 31, con la nota de la Biblia de Jerusalén).
Esta manera de hablar de los Evangelios se explica por aquello de S. Pablo:..Qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tiniebla? ¿Qué armonía entre Cristo y Beliar...?" (2 Co.6, 14-15).
Creernos que aquí se inspira S. Ignacio cuando nos recomienda vehementemente "lanzar..." las malas mociones (EE.313); y también, "hacer contra la desolación y vencer las tentaciones..." (EE.13), y acostumbrarse "no sólo...a resistir al adversario, más afín a derrocarlo..." (Ibídem), y "el intenso mudarse contra la misma desolación..." (EE.319), y poner "mucho rostro contra las tentaciones del enemigo, haciendo..." todo lo contrario de lo que éste sugiere (EE. 325), y hacer diametralmente lo contrario "contra...la tentación " (EE.351), etc. etc.
Como vemos por estas dos palabras ignacianas -recibir y lanzar, y las demás expresiones similares-, todo discernimiento implica una decisión -o micro decisión (46)- que se reitera, cuantas veces sea necesario, desde el comienzo de los Ejercicios -y aún después de ellos porque lo aprendido en los Ejercicios hay que continuar practicando lo después de los mismos.
Así es cómo el ejercitante, decidiéndose, tomando partido por la "bandera de Cristo" y luchando contra la "bandera de Satanás”, va limpiándose del pecado y va creciendo en gracia.
El discernimiento, pues -lo repetimos una vez más- no es un mero conocimiento intelectual, ni siquiera uno más afinado o espiritual, propio de una élite de "sabios- de este mundo" (cfr.lCo.1,19- 21, con nota de la Biblia de Jerusalén), y que se contenta con saber algo de alguien.
El discernimiento ignaciano implica siempre decisión, compromiso; en último término, ponerse en uno u otro campo -el de Jerusalén o el de Babilonia, como dice S. Ignacio en la meditación de las Dos Banderas (EE. 136-147)-, y esto en forma explícita.
Dicho en otra forma: estos dos verbos ignacianos -recibir y lanzar- puestos en el título de sus reglas para discernir, anuncian claramente las dos caras de la libertad del ejercitante: o la adhesión a Cristo, o la complicidad con el Anticristo (cfr. 2 Ts.2, 4, y la nota de la Biblia de Jerusalén) (47).
Estos son "los dos caminos" que siempre tiene abiertos, delante de sí, todo ejercitante (cfr., Mt.7, 13-14, con la nota de la Biblia de Jerusalén),
Como ya lo decía el Antiguo Testamento, "Él fue quien hizo al principio al hombre, y le dejó en manos de su propio albedrío. Si tú quieres, guardarás los mandamientos., .Él te ha puesto delante fuego y agua: a dónde quieras puedes llevar la mano (cfr.Si.15, 14-15, con la nota de la Biblia de Jerusalén).
En este ejercicio de la libertad cristiana, el ejercitante se va capacitando, avezando… preparándose, en una palabra, para las grandes decisiones -o macro decisiones- que deberá tomar -como dice S. Ignacio en sus Ejercicios completos- a partir del "quinto día" de la Segunda semana, "desde la contemplación de Nazaret al Jordán..." (EE.163) hasta la contemplación de la Ascensión del Señor (cfr. Hch. 1,21-22) (48).
12. Y SON MÁS PROPIAS PARA LA PRIMERA SEMANA.
Esta frase, que cierra el título de las reglas para discernir que estamos comentando, es una especificación de esta primera serie de reglas.
"Primera" y "Segunda semana" no significan aquí lo mismo que en EE.4 en esta Anotación, sirven para dividir en partes a los Ejercicios completos de "poco más o menos...treinta días", de acuerdo con la materia de las contemplaciones, mientras que, en este título que ahora comentamos, se refieren más bien al tipo de tentación que se padece, o al estado espiritual de quien la padece.
Ceno etapa de los Ejercicios completos, "Primera semana" significa aquella en la cual se consideran y contemplan los pecados -fundamentalmente, historia del pecado, interiorización del pecado, y escatología del pecado-; mientras que "Segunda semana" significa la contemplación de los "misterios de la vida de Cristo nuestro Señor" (EE.261-312), desde la Encamación hasta la Ascensión.
Como caracterización de las reglas de discernir, "Primera semana" significa aquella etapa de la vida espiritual -o aquel momento de la misma- en que uno "es tentado grosera y abiertamente..."; y como esto suele corresponder a los comienzos de la vida espiritual, se puede decir que quien padece estas tentaciones no es "versado en cosas espirituales..." (EE.9; cfr. EE.10).
Sin embargo, con toda razón dice S. Ignacio que estas reglas son "...más propias" (EE.313), y no propias y exclusivas de la Primera semana: la tentación "grosera y abierta..." también se puede dar en la Segunda, Tercera o Cuarta semana de los Ejercicios; y la tentación "más sutil y subida...", también se puede dar a los comienzos de la vida espiritual, y cuando uno todavía anda en "la vida purgativa" (EE.10).
13. CONCLUSION.
Estas son las consideraciones que nos han sugerido las palabras del título de la primera serie de reglas para discernir de San Ignacio que "son más propias para la Primera semana" (EE.313).
Siguen a continuación catorce reglas que -grosso nodo- se pueden distribuir así:
a. Las dos primaras reglas (EE.314-315) nos presentan las personas en las cuales se dan las mociones, caracterizadas de acuerdo con la dirección que llevan: las unas "van de pecado mortal en pecado mortal..."; y las otras, "van intensamente purgando sus pecados y en el servicio de Dios nuestro Señor subiendo".
Son direcciones contrarias, en descenso las unas y en ascenso las otras y también las tentaciones y las gracias que cada una de ellas recibe son contrarias.
b. Las dos siguientes reglas (EE.316-317) nos presentan una categorización de dos estados globales, por así decirlo, llamado consolación el uno, y desolación el otro.
Son descripciones de las "partes"(EE.332), o" miembros"(Directorio autógrafo, n.ll), o "pensamientos que salen..." (EE.317) de la consolación y de la desolación.
Por supuesto que ambas descripciones san contrarias, porque "así como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que salen de la consolación son contrarios a los pensamientos que salen de la desolación" (ibídem).
Hay que tener en cuenta que, por una parte, Dios nuestro Señor permite la desolación (49); mientras que, por otra parte, "puede consolar...así el buen ángel como el malo, por contrarios fines el buen ángel, para provecho...y el mal ángel para el contrario y...para traerla (a la persona) a su dañada intención y malicia" (EE.331).
c. Las cinco reglas siguientes (EE. 318-322) tratan de lo que se debe hacer, y de lo que no se debe hacer cuando estamos en desolación; y la última de estas reglas indica las "tres causas principales -puede haber otras- por las que nos hallamos desolados..."(EE. 322) (50).
d. Las dos reglas siguientes (EE.323-324) tratan, en cambio, de la consolación, y de lo que entonces debemos hacer; pero también nos dicen, al final de la última regla (EE.324), lo que debemos hacer cuando estamos en desolación.
Se ve, pues, la importancia que S. Ignacio atribuye al fenómeno espiritual que denomina "desolación", y que describe tan detenidamente (EE.317) como lo hace con la consolación (EE.316),
Diríamos que la mayor parte de las reglas que "son más propias para la Primera semana..." se ocupan de este fenómeno; mientras que prácticamente deja de hablar de este fenómeno en las reglas que "conducen más para la Segunda semana" (EE.328).
e. Por último, en las tres últimas reglas de esta primera serie (EE.325-327), presenta tres características fundamentales del "mal espíritu”: es débil con el fuerte, y fuerte con el débil (EE. 325); procura ser secreto (EE.326); y mira "por donde (somos)... más flacos y necesitados...y por allí procura vencemos" (EE.327).
La primera característica justifica la frecuencia con que S. Ignacio nos recomienda no sólo "resistir al adversario, más aún... "tratar de vencerlo (EE.13 y passim).
La segunda característica justifica la recomendación ignaciana de que, quien da los Ejercicios, "no queriendo pedir ni saber los propios pensamientos (cfr.EE.32) ni pecados del que los recibe, sea informado fielmente de las varias agitaciones y pensamientos que los varios espíritus le traen..." (EE.17).
Finalmente la tercera característica justifica que, en el plan de los Ejercicios, tenga el primer lugar la Primera semana -destina da a la "consideración y contemplación de los pecados" (EE.4), y que esta Semana se suela terminar con una confesión general, aprovechando que "se conocen más interiormente los pecados..." (EE.44, segunda razón).
Hay que aprender del "adversario”: si él mira "por donde (somos)...más flacos y necesitados" para por allí tratar de vencernos (EE.327), debemos mirar lo mismo, para precavernos de sus ataques y pedir gracias especiales al Señor (cfr. 2 Go.12, 7-9).
Para terminar, recordemos la frase del Señor: "Nadie puede entrar en la casa del fuerte y saque (lo)...si no ata primero al fuerte..." (Mc.3, 27); y el que hace esto, demuestra ser más fuerte. La frase del Señor se aplica a su, lucha con Satanás. No temamos, pues: el Señor es más fuerte que Satanás y, can su ayuda -que no nos va a faltar si se la pedimos- también nosotros venceremos a Satanás.
Notas:
(*) Este trabajo forma parte de un comentario más amplio sobre las reglas de discernir, denominadas por S. Ignacio como "más propias de la Primera semana" (EE.313-327). Fue elaborado en el curso de este año durante unas reuniones en 'las que participaron M.A, Fiorito, D. Gil, y A.M.Swinnen. La redacción actual del comentario del título ha sido hecha, para el BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD, por el primero de los nombrados.
(20) El libro de los Ejercicios -con sus documentos temáticos, normativos y prácticos- es una teología de la discreción espiritual. Cfr. M.A.FIORITO, Apunten para una teología del día discernimiento, CIENCIA Y FE, XIX (1963), pp.401-417 y XX (1964), pp, 93-123.
(21) Los estudios últimos de las Constituciones destacan esta función práctica de las mismas (cfr.M.COSTA Legge religiosa de discernimiento spirituales, Paideia, Brescia, 1973). Creemos, sin embargo, que a veces se exagera en esta línea: hay siempre prescripciones, como la Fórmula -que en el Proemio de las Constituciones se menciona como "nuestro Instituto"- y corto las que se insinúan en Const.747 y 425, que están fuera de toda elección discreta (cfr.EE.23 y 170). Cfr. MANRESA, 46(1974), pp. 185-187 (J.M.GRANERO).
(22) Por ejemplo, carta a J.Casador, MHSI, Mlgn. Epp.I, pp.93-99,-carta a Sor T.Rejadell, ibidem, pp.99-107; carta al P. A. Oviedo, ibídem, pp. 54-65? carta a Borja, ibídem, XII, pp. 652-654; carta al P. F. Leemo, ibídem, VII, pp.558-559; carta al P.S.Miró, ibidem, IX, pp., 226-227; carta a A. Ramírez de Vergara, ibídem, XI, pp.184-186, etc.etc.
(23) Por ejemplo, carta a Borja, MHSI. MIgn. Epp.IV, pp. 283-285 (edición Iparraguirre, BAC, Madrid, 1963, carta 75, pp.784-785).Debemos citar aquí la Autobiografía, dictada por S. Ignacio al P. Cámara, y que contiene la relación de sus experiencias fundamentales, previas a la fundación de la Compañía de Jesús, desde su conversión hasta el año 1539.
(24) Cfr. CURA BROCHERO, Las Dos Banderas, BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD n.44, pp. 3-4.
(25) Cfr. Autobiografía, n.99 algunas cosas que observaba en su anima y las encontraba útiles...las ponía por escrito... Las elecciones...las había sacado de aquella variedad de espíritu y pensamiento que tenía cuando estaba en Loyola...".
(26) S.ATANASI0, Vida di San Antonio, CUADERNOS M3NA5TICDS, X (1975), nn.22-45, pp.191-202.
(27) Por ejemplo, S. TERESA, Meditaciones sobre los Cantares, c.2.
(28). Por ejemplo, S.BERNARDO, Sermones varios, XXIII (de la discreción de los espíritus),
(29) Por ejemplo, S.AGUSTIN, Confesiones, libro VIII, cc.7-12.
(30) En realidad, el que da los Ejercicios no discierne, sino que ayuda solamente a discernir a.1 que los recibe. Cfr. S. IGNACIO, Directorio (autógrafo), n.19 (edición Iparraguirre, BAC, Madrid, 1963, p. 283)
(31) Cfr. I.HAUSHERR, Directorio Spirituelle en Orient autrefois (Roma, 1955), pp.82-83, 166-177.
(32) Ibídem, pp.152-177.
(33) En otros sitios del libro de los Ejercicios se vuelve a encontrar la frase; por ejemplo, en la definición de las Anotaciones (EE. 1); y en una de las reglas para sentir en la Iglesia (EE.367).
(34) O.c. en nota 26.
(35) S.ATANASIO, Vida de San Antonio, CUADERNOS MONASTICOS, X (1975), n.22, 3, p.191; también n.34, 1, p.197 y n.38, 5, p.199.
(36) Cfr.Const.516:"...acabada la diligencia y cuidado de instruir el entendimiento, insistir en la escuela del afecto...". La Tercera Probación se llama, en la Compañía, "escuela del afecto", porque en ella tiene importancia la práctica de los Ejercicios. También a S. Ignacio (cfr. MHSI. FN.II, p. 585) y al B. Fabro (cfr. MHSI. Mon. Fabri, p.64) se los llamaba "maestros de los afectos “por la misma razón”.
(37) Por ejemplo,"...buscar y hallar..."(EE.), "deseando y eligiendo..."(EE.23),"...sentir y entender..."(EE.345), etc. etc.
(38) Estos tres niveles del discernimiento nos recuerdan el "ver-juzgar-obrar" de la "revisión de vida": para que éste último método sea discernimiento de espíritus, la realidad no se la debe contemplar meramente como algo externo, sino en la oración; y entonces se advertirán las mociones que causa en el orante. Cfr. Cl. FLIPO, Trower de la decisión, VIE CHRETTIENNE (1975), n.175, pp.3-7.
(39) Por ello, así como este conocimiento de Dios se llama, en la literatura sapiencial, "sabiduría" (cfr.Os.2, 23, con nota de la Biblia de Jerusalén), de la misma manera se llama este discernimiento espiritual, o conocimiento del bien y del mal.
(40) Gomo lo dice S. Ignacio, en el Directorio (autógrafo), n, 19.
(41) Para designar a toda la persona, S. Ignacio gusta hablar del "anima devota", o del "ánima justa" (EE.15, 175, 326,332, 351).A veces, sin embargo, "ánima" se contrapone a cuerpo (EE.38, 219, 238 y Cfcnst.89, 243, etc.).
(42) Cfr. Fe cristiana y Demonología, BOLETIN DE ESPIRITUALIDAD n.43 pp.3-5.
(43) Atribuimos por ello importancia, para el discernimiento de espíritus, al cristocentrismo del Principio y Fundamento, del Rey Eternal, de las Dos Banderas....en fin, de todas las meditaciones estructurales de los Ejercicios. Cfr.M.A.FIORITO, Apunta pana una teología del discernimiento, CIENCIA Y FE, XX (1964), pp.97-103.
(44) Cfr. N.LOHFINK, Valores actuales del Antiguo Testamento (Edic. Paulinas, Buenos Aires, 1966), pp.145-168: "El mandamiento principal significa, en el Nuevo Testamento… “la relación entre el hambre y Jesucristo”.
(45) Cfr.I.DE LA POTIERIE, El pecado a la Iniquidad, BOLETIN DE E£ PIRITUALIDAD n.44, pp.32-36 (el término "anemia" en 1 Jn.3, 4).
(46) Cfr.G.FESSARD, La dialectique des Excercices espirituels (Aubier, Paris, 1956), pp.84, 181, 266 (cfr.M.A.FIORITO, Teoría y práctica de los Ejercicios según G.FESSARD, CIENCIA Y FE, XIII (1957), p.340).
(47) Cfr. M. A. FIORITO, La opción personal de San Ignacio: Cristo o Satanás, CIENCIA Y FE, XII (1956), n.46, pp.23-56.
(48) Cfr.M.A.FIORITO, Apunta pana una teología....o.c.en nota 43), pp.100-102.
(49) Cfr. S. IGNACIO, Carta a Sor Teresa Rejadell, MHSI.MIgn.Epp. I, pp.104-105 (edición Iparraguirre, BAC, Madrid, 19,63, pp.626-627).
(50) Véase nota anterior: “...es menester mirar quién combate: si es consolación, bajamos y humillamos…y si viene tentación, oscuridad o tristeza, ir contra ella...y esperar con paciencia la consolación del Señor…”
Boletín de espiritualidad Nr. 47, p. 22-37.