Tensión hacia lo más ... con alternativa

Miguel Ángel Fiorito sj







1. Introducción

San Ignacio, en una carta que le escribe al que era su confesor durante sus estudios en París – el P. Manuel Miona –, le dice que sus Ejercicios Espirituales son, a su juicio, »todo lo mejor que ... puedo pensar, así para el hombre aprovecharse a sí mismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechar a muchos otros« (1).

Pero los Ejercicios de san Ignacio son un libro complejo, formado por muchos documentos, todos ellos referentes a la vida espiritual, pero no todos con la misma importancia, ni para un solo ejercitante, ni para una única ocasión.

Hay, en los Ejercicios escritos por san Ignacio – o sea, en el libro que lleva este nombre – muchos consejos o de oración o de discreción, que su autor ha ido recogiendo en diversas circunstancias de su vida3, y que sólo en igualdad de circunstancias pueden ser útiles para otros.

Hay, además, en dichos Ejercicios, meditaciones y contemplaciones que siempre se han de dar a los que quieran hacer »todos los ejercicios espirituales por la misma orden que proceden – en el libro – ...« (EE [20]), como por ejemplo el Principio y Fundamento (EE [23]), el Rey Eternal (EE [91] ss.), las Dos Banderas (EE [136] ss.), etc.; y hay otras contemplaciones que sólo se han de dar si hay tiempo y según sea el ejercitante (EE [162]).

¿Qué es, en todo este complejo libro de los Ejercicios de san Ignacio, lo que éste llama »todo lo mejor ... así para el hombre poder aprovecharse a sí mismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechar a muchos otros«?

2. Lo mejor del libro de los Ejercicios

Creemos que la respuesta nos la insinúa una observación del beato Fabro, el hombre que, según san Ignacio, fue quien tuvo, »de los que conocía en la Compañía ... el primer lugar en dar ...« los Ejercicios (3). Dice así en su Memorial (4), en los días en que preci|samente estaba dando los Ejercicios »de mes« al que luego sería san Pedro Canisio, apóstol de Alemania:

Algunos, aun con muchas y distintas contemplaciones y oraciones de los Ejercicios Espirituales, apenas pueden entender la variedad de los diversos espíritus ... Pues bien, para provocar esta distinción (o diversidad de espíritus), es eficacísimo medio la proposición de la elección de vida y estado; y luego, en cada estado, los varios grados de caminar a la perfección; y, en general, cuanto le propusieres cosas más altas, o para obrar, o esperar, o creer, o amar, para aplicarse a ellas afectiva y efectivamente, tanto con mayor facilidad le darás materia en la que se provoque la diferencia del espíritu bueno y del malo.

Y a continuación aclara el beato Fabro más su pensamiento, nacido de la experiencia que tenía, dirigiendo los Ejercicios de Pedro Canisio:

... hay algunos, especialmente gente piadosa y por mucho tiempo ejercitada en devoción y dejada de pecados, en quienes se reconoce el mal espíritu (5) porque no tienen ni pensamientos que excedan los límites de la verdad y bondad, ni afectos manifiestamente desordenados. A éstos, sin embargo, por santos que sean, si los indujeres a examinarse en algún grado y conducta más perfecta, dentro de su estado, si es inmutable, o en otro estado más perfecto, fácilmente se echarán de ver el uno y el otro espíritu, es a saber, el que da fortaleza y el que debilita, el que ilumina y el que ofusca, el que justifica y el que mancha, es decir, el buen espíritu y el contrario del bueno.

Según esto, lo mejor del libro de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio (6) es que induce a »... la elección de vida y estado; y luego, en cada estado, (a la elección de) los varios grados de caminar a la perfección«.

En otros términos del mismo beato Fabro, que induce »a examinarse en algún grado y conducta más perfecta, dentro de su estado, si es inmutable, o en otro estado más perfecto ...«.

Y la razón es que, ante esta »proposición«, »tanto con mayor facilidad le darás (al ejercitante) materia en la que se provoque la diferencia del espíritu bueno y del malo«; o como dice el mismo beato Fabro más adelante, »fácilmente se echarán de ver el uno y el otro espíritu ... es decir, el buen espíritu y el contrario del bueno«.

Ahora bien, esta propuesta de la elección de vida y estado (y, dentro de cada estado, de »los varios modos de caminar a la perfección«), se halla en los documentos del libro de los Ejercicios llamados de »elección« (7); o sea, en las meditaciones y contemplaciones que podríamos llamar »estructurales« (8) (Principio y Fundamento, Rey Eternal, Dos Banderas, etc.) y, dentro de éstas, en los respectivos coloquios y peticiones.

Esto es – como decía san Ignacio en su carta al P. Miona, que citábamos en la introducción – »... lo mejor que puedo pensar, así para el hombre poder aprovecharse a sí mismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechar a muchos otros ...«.


Vamos a verlo más de cerca a continuación, pero limitándonos al Principio y Fundamento, que es como el pórtico de los Ejercicios, síntesis de todo su mensaje espiritual (9).

Lo que hace a nuestro propósito comienza con la frase: »Por lo cual es menester ...« (EE [23]). Esta frase contiene, en su totalidad, tres afirmaciones que son las siguientes:

a. »... Es menester hacernos indiferentes ... en todo lo que es concedido a la libertad ... y no le está prohibido«.

b. »En tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad ... y por consiguiente en todo lo demás«.

c. »Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados«.

Estas tres afirmaciones están de tal manera vinculadas – gramaticalmente – entre sí que, a nuestro juicio, se orientan – en tensión dinámica – hacia la última de ellas, que – en la manera de hablar del beato Fabro – propone »cosas más altas, o para obrar, o esperar, o creer, o amar, para aplicarse a ellas afectiva y efectivamente ...«.

Veamos, pues, una después de otra, estas tres afirmaciones del Principio y Fundamento para poder apreciar su »mensaje«, que enseguida advertiremos que coincide con lo que hemos visto que es »lo mejor del libro de los Ejercicios.

3. Hacernos indiferentes ...

Notemos que san Ignacio no dice que es menester »ser«, sino »hacernos indiferentes«: la indiferencia de la que aquí se trata no consiste en no sentir repugnancia o deseo frente a algo, sino en preferir la voluntad de Dios a dicha repugnancia o deseo.

La »indiferencia« ignaciana puede darse en quien se siente inclinado más a una cosa que a otra. Lo único que pide san Ignacio es que el ejercitante no elija, de su parte (como dirá en la siguiente afirmación), sino que espere a ver cuál es la voluntad de Dios.

San Ignacio, en su experiencia de gobierno, daba gran importancia a las »inclinaciones« de sus súbditos y trataba de averiguarlas, o por sí mismo o por otros. Lo único que pedía es que se manifestaran con »indiferencia« a cualquier cosa que luego él, como Superior, pudiera mandar (10).

Y como es frecuente que sintamos estas »inclinaciones«, san Ignacio nos pide »hacernos indiferentes ...« (y no serlo), prefiriendo la voluntad de Dios a cualquier inclinación que podamos experimentar en nosotros.

4. En tal manera que no queramos de nuestra parte ...

La interpretación que acabamos de dar del »hacernos indiferentes ...« se confirma con la frase siguiente del Principio y Fundamento: la indiferencia que, según san Ignacio, hay que tener necesariamente es sólo aquella que consiste en no querer »de nuestra parte más ...« una cosa que otra, hasta no saber cuál es la voluntad de Dios.

Esta es la fuerza que tiene el inciso interpuesto entre la primera afirmación y la segunda del Principio y Fundamento: »en tal manera ...« quiere decir que el sentido de la primera está en la segunda afirmación.

Pero esta segunda frase del Principio y Fundamento añade explícitamente que este no querer, hasta no saber cuál es la voluntad de Dios, tiene por objeto una »alternativa« entre dos términos, los cuales son ambos permitidos (y no prohibidos) a una persona deseosa de la perfección: »salud ... enfermedad, riqueza ... pobreza, honor ... deshonor, vida larga ... (o) corta, y por consiguiente, en todo lo demás« (EE [23]).

Nada hay tan contrario al espíritu ignaciano como el no ofrecer »alternativa«.

En otros términos, no es discreto de tal manera hablar de la pobreza, o de la enfermedad, o del deshonor (»y por consiguiente, en todo lo demás«) que no se deje, al que elige, otra »alternativa«, o sobre la cosa misma, o sobre la manera de realizarla (11).

5. Solamente eligiendo ... lo que más nos conduce

Llegamos así a la tercera afirmación del Principio y Fundamento, que resulta ser el objetivo del mismo: todo él nos lleva, no a la indiferencia – que es sólo un medio para conseguir este objetivo –, sino al deseo de »lo que más nos conduce para el fin que somos creados« (EE [23]). Y como »lo que más nos conduce ...« para esto es la voluntad de Dios, el deseo y la elección de la misma es el objetivo del Principio y Fundamento.

Todavía no conocemos, en este momento de los Ejercicios, cuál sea la voluntad de Dios para nosotros: y por eso se expresa este objetivo como una »tensión hacia lo más ... con alternativa«.

Esta »tensión hacia lo más ... con alternativa«, afirmada con el Principio y Fundamento, se afirma aún más en el decurso de los Ejercicios, sobre todo en los coloquios de las meditaciones y contemplaciones siguientes.

En el Rey Eternal – que hace de »puente« entre la Primera y Segunda semana – el »quiero y deseo y es mi determinación deliberada ...« está condicionado a »que sea vuestro mayor servicio y alabanza ... queriéndome vuestra santísima majestad elegir y recibir en tal vida y estado« (EE [98]). No se trata, pues, en el coloquio de esta meditación o contemplación, de »oblaciones de mayor estima y mayor momento« absolutas, sino condicionadas a que tal sea la voluntad de Dios.

Y lo mismo en las Dos Banderas, en cuyo coloquio (que se ha de repetir en todas las contemplaciones siguientes, según EE [156] y [159]) se pide ser »recibido debajo de su bandera ... si su divina majestad fuere servido y me quisiere elegir y recibir ... en pobreza actual« (EE [147]); o sea, no se pide ser »recibido ... en pobreza actual« absolutamente, sino condicionado a que tal sea la voluntad de Dios. Y lo mismo respecto de »pasar oprobios ...«: »sólo que las pueda pasar sin ... displacer de su divina Majestad« (ibídem).

Y en la »nota« del coloquio de los Tres Binarios, dice que »cuando ... sentimos ... repugnancia contra la pobreza actual, cuando no somos indiferentes a pobreza o riqueza, mucho aprovecha ... pedir en los coloquios – aunque sea contra la carne – que el Señor le elija en pobreza actual ... sólo que sea servicio y alabanza (o sea, voluntad) de su divina majestad« (EE [157]).

Y lo mismo, finalmente, en la Tercera manera de humildad, en cuyo coloquio se pide »que el Señor nuestro le quiera elegir en esta tercera mayor y mejor humildad, para más le imitar y seguir, si igual o mayor servicio y alabanza fuere a la de su divina majestad« (EE [168]).

6. Conclusión

La frase final del Principio y Fundamento (»solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce ...«), al sintetizar la »tensión hacia lo más ...« (supuesta la alternativa, expresada en la frase anterior: »salud ... enfermedad, riqueza ... pobreza, honor ... deshonor, vida larga ... – vida – corta«), expresa también su mensaje, que es »todo lo mejor ... así para el hombre poder aprovechar a sí mismo, como para poder ... aprovechar a otros«.

El resto de los Ejercicios permite que cada ejercitante, acompañado del que le da los Ejercicios, y a la luz de la Escritura y desde su propia situación histórica, pueda conocer, por una parte, »lo que más ... (le) conduce«, que no es lo que a él – o al que lo acompaña como director – se le ocurre, sino la voluntad de Dios; y, por la otra parte, se anime a elegir esta voluntad de Dios.

Y es tarea del director de Ejercicios –o, en su defecto, del mismo ejercitante – plantear siempre esta posible voluntad de Dios con »alternativa« entre dos cosas que »sean indiferentes o buenas en sí, y que militen dentro de la santa madre Iglesia jerárquica, y no malas ni repugnantes a ella« (EE [170]).





Notas:

(1) Cfr. Epp. I: 113 (BAC 1977: 665, Carta 7).

(2) Autobiografía, 99: »... algunas cosas que observaba en su ánima y las encontraba útiles, le parecía que podrían ser útiles a los otros, y así las ponía por escrito«.

(3) FNI: 658, n. 266.

(4) Fabro Memorial (1983: 301-302).

(5) Fabro Memorial (1983: nota 422): »Aquí Fabro considera como de mal espíritu, el no tener ni pensamientos que excedan los límites de la verdad y bondad, ni afectos manifiestamente desordenados ...«. Uno de estos estados de ánimo es el descrito como tibieza por Bergoglio, Boletín de Espiritualidad 78 (1982), p. 1-18.

(6) Diríamos análogamente que lo mejor de la dirección espiritual, hecha según el libro de los Ejercicios de san Ignacio, es que el director espiritual sepa oportunamente proponer, a su dirigido, »la elección de vida y estado; y luego, en cada estado, (la lección de) los varios modos de caminar a la perfección«. No hay que esperar a que el dirigido plantee tal elección, sino que el director espiritual debe buscar el momento oportuno para hacerlo. Esto no contradice el prudente consejo de san Ignacio al director de Ejercicios, que »no debe mover al que los recibe (los Ejercicios) más a pobreza ni a promesa que a sus contrarios, ni a un estado o modo de vivir que a otro« (EE [15]). Nosotros no decimos que haya que mover más a una cosa que a la otra, sino meramente que hay que plantear la alternativa, »de manera que el que da (los Ejercicios) no se decante ni se incline a la una parte ni a la otra« (ibidem). Además, un buen director espiritual está atento a los movimientos de »espíritus« que se dan en el dirigido, y le hace caer en la cuenta del planteo que se los provoca.

(7) Cfr. A. Demoustier , “Valor pedagógico de los Ejercicios Espirituales en la Compañía en los siglos XVI y XVII, CIS XIII (1982), p. 16: »Aparece pues claro que la originalidad de Ignacio no está en el contenido de su experiencia. El libro de los Ejercicios es tributario de muchas experiencias que se entrelazan ... Nada en él es totalmente original, aunque en todo se nota la huella profunda de Ignacio. Las cuatro ›semanas‹ se encuentran en Cisneros (en su Ejercitatorio de la vida espiritual), pero no las elecciones. La originalidad de los Ejercicios, como de la vida de Ignacio, está primeramente ...« en las elecciones.

(8) Cfr. M. A. Fiorito, “Apuntes para una teología del discernimiento de espíritus”, Ciencia y Fe XX (1964), 95-102: »Los documentos que llamamos históricos están tomados de la Escritura o Tradición ... Mientras que los documentos estructurales (... el Rey Eternal, las Dos Banderas, etc.) son originales de san Ignacio y constituyen su revelación o inspiración personal ...«.

(9) Entendemos por »pórtico«, no como en los edificios como algo que se deja atrás cuando se entra en los mismos, sino como algo que sintetiza todos los Ejercicios, y que es como las »líneas de fuerza« que se han de desarrollar a lo largo de las meditaciones y contemplaciones estructurales (sobre este último »epíteto«, véase la nota anterior).

(10) Cfr. FN I: 593-603, nn. 114-126: »Suele Nuestro Padre mucho cooperar con las inclinaciones ... es decir, no hace nunca, en cuanto puede, violencia a ninguno ... Nuestro Padre dijo una vez estas palabras: ›Yo deseo mucho en todos una general indiferencia, etc.; y así, presupuesta la obediencia y la abnegación de su parte del súbdito, yo me tengo hallado muy bien de seguir las inclinaciones‹. Y según esto hace el Padre, es decir, cuando quiere mandar a uno al estudio, o darle un oficio de trabajo, examínales a qué está más inclinado – presupuesta la indiferencia –. El modo de examinar es, hacerle hacer oración o decir misa, y dar por escrito tres puntos: lo uno, si se halla aparejado par ir conforme a la obediencia; 2. si se halla inclinado a ir; 3. si le dejasen en su mano, cuál escogería. También usa otro modo de examinarlo, y es por alguno que le hable y le saque de él su inclinación. Lo primero usa el Padre en cosas de más importancia, como en misiones, etc., en las cuales les hace escribir a todos ... Lo segundo usa en casi todos, o en todos, cuando no consta la inclinación, por la cual Nuestro Padre se mueve tanto que, cuando delibera en consulta de quién irá a tal parte, o de quién hará tal cosa – después de presupuesta la actitud –, una de las razones que el Padre más pondera es que aquel tal se inclina o no inclina; y esta es una cosa muy ordinaria. Es también verdad que, aprobando el Padre estas inclinaciones sujetas a la obediencia, todavía loa mucho aquellos que nunca tienen inclinación a nada sino a obedecer; cual fue el Padre Nadal el otro día que dio por escrito, cuando se trataba de la ida a Loreto, que a ninguna cosa se inclinaba sino a no inclinarse; y cual fue Oliverio ... que nunca el Padre le pudo sacar si quería ir a Venecia o estar en Augubio«.

(11) Por consiguiente, no es ignaciano, en Ejercicios, hablar, en el momento de la elección, de la opción por los pobres o de la promoción de la justicia, sin que se plantee con claridad la alternativa (aquí, sobre la manera concreta de vivir estas opciones fundamentales). Se pueden dar lecturas – y aún hacer »conferencias« – sobre estos temas actuales; pero entonces hay que advertirle al ejercitante que él – si quiere hacer elección a la manera ignaciana – no debe contentarse con elegir en general, sino que debe buscar, para el momento de la elección, su alternativa, eligiendo siempre entre dos »cosas ... indiferentes o buenas en sí, y que militen dentro de la santa Madre Iglesia Jerárquica, y no malas ni repugnantes a ella« (EE [170]). Sin esta alternativa, la elección no sería »discreta« a la manera ignaciana.









Boletín de espiritualidad Nr. 79, p. 16-21.